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cuarteles de invierno), sacó á los cántabros de las montañas; los obligó á dar rehenes, los vendió segun el derecho de la guerra, mandando ponerlos á la redonda, como era estilo. Al Senado pareció aquella vitoria de Augusto digna del laurel y del carro triunfal; pero la grandeza de César era ya tan grande, que podia despreciar los triunfos. Bien que Orosio advierte que el mismo Augusto hizo tanta honra á la ritoria cantábrica, que mandó se cerrase el templo de Jano. Pero si bien se repara, esto fué hablar como español, porque estar abiertas las puertas de Jano era una señal de que el pueblo romano tenía guerra, y estar cerradas era indicio de paz universal. Por eso S. Isidoro, acabando de referir en su cronicon (pág. 50, Edit. Loaise) que Octaviano triunfó de España, añade: Despues, habiendo conseguido la paz en todo el orbe por tierra y mar, cerró las puertas de Jano. Esta paz universal se logró tan pocas veces en el imperio romano, que aquélla fué la cuarta en que se vieron cerradas las puertas del templo de Jano, y la segunda en que Augusto las mandó cerrar. Cerrólas Augusto la primera vez á seis de Enero del año DCCXXV de la fundacion de Roma, siendo cónsules el mismo Augusto la quinta vez y Lucio Apuleyo. Refiérelo Orosio tantas veces alabado (lib. 6, capítulo 20). Cerrólas segunda vez (como hemos dicho) despues de la guerra cantábrica, año DCCXXIX de la fundacion de Roma, siendo cónsul Augusto nona vez con Marco Junio Silano, segun leemos en Dion (lib. 53). Aurelio Victor (In Augusto) (1) refiere la circunstancia de que Augusto cerró las puertas con su propia mano, lo cual es conforme à lo que cantó Virgilio (lib. 7, Æneid., v. 612). Suetonio aña

(1) Sexto Aurelio Victor, historiador latino, natural de Africa, vivia en el siglo IV, y fué prefecto y cónsul en Roma en el año 369. Escribió De viris illustribus urbis Roma, De Casaribus historia y De vita et moribus imperatorum.

de (In August., cap. 29) que Augusto consagró una capilla á Júpiter Tonante por haberle librado del peligro en que estuvo cuando, caminando de noche en la expedicion cantábrica, un rayo hirió de paso su litera y mató al esclavo que alumbraba. Queda memoria de esto en una moneda que mandó batir con su efigie y con la inscripcion Augustus Cæsar, y en el reverso un templo, en cuya puerta se ve Júpiter en pié con el rayo en la mano derecha y la lanza en la izquierda, y la inscripcion Iov. TON. esto es, Jovi Tonanti, á Júpiter Tronador. Tal era la supersticion de aquellos tiempos.

52 Prosigue Dion diciendo (lib. 53), que concluidas estas querras, partió Augusto de España, dejando en su lugar á Lucio Emilio. Luego que se fué, los cántabros y asturianos se conjuraron para levantarse, y ocultando su designio, enriaron á decir á Emilio que querian dar para su ejército trigo y otras cosas. Y desta suerte, habiendo conseguido mucho de lo que pidieron, cuando tuvieron á los romanos en parajes á propósito para ejecutar su intento, los mataron. Pero no les duró mucho este gozo, porque los romanos les talaron sus campos, les quemaron sus poblaciones y los aprisionaron. Despues, en el año DCCXXXII, siendo consules Marco Claudio Marcelo Esernino, hijo de Marco, y Lucio Arruncio, hijo de Lucio, rolvieron á solecarse los cántabros y asturianos. Éstos por la soberbia y crueldad de Carisio, aquellos por ver que los asturianos ya habian tomado las armas y perque despreciaban á Cayo Furnio, pensando que por ser recien venido no sabria hacerles la guerra. Pero unos y otros experimentaron que era muy otro de lo que pensaban, porque habiendo ido á socorrer á Carisio, venció las dos naciones y las hizo esclavas. Pocos de los cántabros llegaron á manos de los romanos, porque habiendo desconfiado de mantener la libertad, no haciendo caso de la vida, encendieron sus víveres, yunos se mataron con sus armas, otros se quemaron con sus

casas, y otros públicamente tomaron veneno. Y desta suerte pereció la mayor y más feroz parte de los cántabros. Los asturianos tambien fueron muy presto rechazados del sitio de una plaza, y luego despues, vencidos en una batalla, dejaron las armas y fueron domados enteramente.

53 Más adelante, siendo cónsules Cayo (ó, segun otros, Quinto) Saturnino y Quinto Lucrecio Vespilon, refiere Casio (lib. 53) que Agripa pasó á España, porque los cántabros, que, segun derecho de la guerra se habian cautivado y vendido, habiendo cada uno muerto á su dueño, habian vuelto á sus casas, y habiendo incitado á muchos á que les fuesen compañeros en el levantamiento, despues de haber ocupado y pertrechado algunos lugares fuertes, acometian los presidios de los romanos. Habiéndose Agripa puesto á la frente de éstos, trabajó en que sus soldados cumpliesen con su obligacion, porque habia muchos veteranos que, maltratados en tan continuadas guerras, y habiendo cobrado miedo á los cántabros como á gente guerrera, rehusaban obedecer. Agripa los obligó brevemente á la obediencia, consolando á unos y amenazando á otros. Y habiendo llegado á vista de los cántabros, fué muy incomodado de unos enemigos que, habiendo servido á los romanos, habian adquirido conocimiento, y sabian que no les quedaba esperanza alguna de vivir si llegase el caso de ser cogidos. Pero, finalmente, Agripa, despues de haber perdido muchos soldados, y de haber notado á muchos ignominiosamente por haberse portado mal (pues, entre otras cosas, mandó que la legion, que se llamaba augusta, no usase de tal nombre), acabó con casi todos los cántabros que eran de edad capaz de tomar las armas ; y habiendo desarmado á los demas, los transfirió de los lugares montuosos á las llanuras. Pero Agripa, de todo esto, ni dió cuenta al Senado por escrito, ni quiso triunfar, segun Augusto lo habia decretado, sino que en esto, como en otras cosas, usó de su acostumbrada moderacion de ánimo, siendo á muchos cristianos vergonzoso ejemplo de modestia.

54 De esta última sujecion de los cántabros habló Horacio cuando, dando cuenta á Iccio de las novedades que habia, le escribió (Epistol., lib. 1, epist. 12):

Ne tamen ignores, quo sit Romana loco res;
Cantaber Agrippa, Claudi virtute Neronis
Armenius cecidit (1).

55 A esto mismo aludió Eusebio Cesariense cuando en la olimpiada 190, que corresponde al año de la fundacion de Roma DCCXXXIV, dijo que los cántabros, que maquinaban novedades, fueron oprimidos. Desta suerte se compone muy bien lo que refiere el mismo Eusebio (si se enmienda como debe) en la olimpiada 188, año XIX del imperio de Augusto, que este emperador hizo tributaria la Cantabria y á los galos. Lo cual se conforma con lo que dice Casiodoro (In Chronico) (2), que siendo cónsules Augusto César octava rez (nona debia decir) y Marco Silano, acabó César de domar á los cántabros, germanos y salasos. Estos salasos eran los que llamó galos Eusebio. Y habiéndose luégo solevado (como queda dicho) los asturianos y cántabros, añade el mis

(1) «Te diré, para que no ignores lo que sucede en Roma, que el cántabro ha sucumbido al valor de Agripa, y al de Claudio Neron el Parmenio.D

(2) Aurelio Cassiodoro, político y escritor latino, nació en la Calabria en 480; sirvió primero á Odoacro, rey de los hérulos, y despues á Teodorico, rey de los godos, llegando á ser cónsul y primer ministro de este monarca, y tan amante del órden como de la justicia. Permaneció fiel á Amalasunta, hija de Teodorico, y al fin de su vida se retiró á un monasterio de su país natal, en donde escribió várias obras, muriendo el año 575, casi á los ciento de edad. Se conservan de él un Tratado del alma, cuatro libros de las Artes liberales, tratados sobre el Discurso y la Ortografía, doce libros de Cartas, comentarios sobre los salmos, etc. Habia compuesto una historia de los godos, que existe extractada por Jornandes. Se le atribuye tambien una Historia tripartita, cuyo verdadero autor es Epifanio el Escolás

mo Casiodoro que, siendo cónsules Cayo Augusto César nona vez (no, sino décima) y Cayo Norbano, sujetó á los asturianos y cántabros por medio de Lucio Lamia. Este Lucio, ó, segun otros, Quinto Elio Lamia, teniente general de Augusto César, es aquel á quien Horacio dió el parabien de haber vuelto á Roma, en compañía, segun parece, de Plocio Númida, diciendo:

Qui nunc Hesperia sospes ab ultima
Caris multa sodalibus,

Nulli plura tamen dividit oscula,
Quam dulci Lamiæ (1).

No falta quien por Lucio Lamia lea en Casiodoro Lucio
Emilio. A cuya probable conjetura no contradigo.

56 Que sea así lo que hasta aquí se ha referido, se confirma muy bien en que, computados todos los años de la guerra cantábrica, sale bien la cuenta de Orosio, de que duró cinco años, quedando despues establecida una perpétua quietud. Sus palabras son éstas (lib. 6, cap. 21): Concluida la guerra cantábrica en el espacio de cinco años, habiendose reclinado y descansado toda España en una eterna paz, como quien se desahoga respirando despues del cansancio, volvió César á Roma. Que la paz fuese durable, ántes que Orosio lo habia dicho Floro, el cual, despues de haber referido la sujecion de los cántabros y asturianos, concluyó diciendo (lib. 4, cap. últ.): Este fué el fin de las guerras que tuvo Augusto, y este fué tambien el fin de las rebeliones de España. Luego se siguió una fidelidad fija y paz eterna.

57 Quede, pues, asentado que toda Cantabria, ahora se consideren sus antiguos límites, ahora los modernos y to

(1) « Él, que ha venido libre ahora del centro de la Hesperia, y á >> ninguno de sus amigos prodiga tantas caricias como á su querido » Lamia. » Oda XXXVI del libro 1.

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