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letras, ó no. Cuanto á lo demás, sabed que cuasi siempre son arábigos los vocablos que empiezan en al, como almohada, alhombra, almohaza, alhareme; y los que comienzan en az, como azaguán, azahár, azagaya; y los que comienzan en co, como colcha, colgajo, cohecho; y los que comienzan en za, como zaherir, zaquizamí, zafio; y los que comienzan en ha, como haja, haragan, haron; y los que comienzan en cha, chi, cho, chu, como chapin, chinela, choza, chueca; y los que comienzan en en, como enbelgado, enbaciado, endechas (1); y los que comienzan en gua, como Guadalerza, Guadalquivir, Guadarrama, y éstos por la mayor parte son nombres de rios ó de lugares; y los que comienzan en ja, je, como jáquima, jerga. De los vocablos latinos enteros no es menester daros regla, pues sin ellas vos los conosceréis, como tambien atinaréis en los corrompidos, poniendo en ello un poco de diligencia y trabajo; pero advertid que así como en los vocablos arábigos no está bien al castellano aquel pronunciar con la garganta, que los moros hacen, así tampoco en los vocablos latinos no conviene pronunciar algunas cosas tan curiosamente como las pronunciais los latinos. Esto digo por la supersticion con que algunos de vosotros, hablando castellano, pronunciais la s.

MARCIO. Digo que teneis mucha razon, y que tengo este aviso por muy bueno, considerando que tampoco nosotros pronunciamos en el latin los vocablos que tenemos de la lengua griega y de la hebrea, con aquella eficacia y vehemencia que los pronuncian los griegos y hebreos.

(1) No es posible adivinar qué razones movieron al autor á asegurar que son arábigos los nombres que comienzan con en, cuando es sabido y hasta vulgar que la preposicion en castellana es la in latina, usada, así aisladamente como en composicion, de la misma manera que la usaron los latinos, y juntándose tambien con los mismos oficios á nombres de origen arábigo.

VALDÉS. La segunda regla consiste en saber poner cada vocablo en su propio artículo, quiero decir, juntar con el nombre masculino ó neutro sus propios artículos, y decir : El abad de donde canta, de allí yanta; y Al ruin cuando lo mientan, luego viene; y juntar con el nombre femenino los artículos femeninos, diciendo así: La mujer y la gallina, por andar se pierden aina; y El polvo de la oveja, alcohol es para el lobo; de manera que ni al nombre masculino pongais artículo femenino, ni junteis con el femenino artículo masculino.

MARCIO. ¿En qué conocerémos nosotros entre los vocablos, cuál es de un género y cuál de otro?

VALDÉS. Esa regla no la sabré yo dar, porque nunca me he parado á pensarla. Bien es verdad que he notado yo esto: que por la mayor parte los vocablos latinos guardan en el castellano el mesmo género que en el latin; y digo por la mayor parte, porque hay muchos que no lo guardan; así como son los nombres de árboles, que en latin son casi femeninos todos, como vos sabeis, y en Castilla masculinos, y los de la fruta son los más femeninos; pero por lo más ordinario veréis que los nombres en castellano guardan el género que en el latin, desta manera: que los nombres acabados en a serán femeninos, y así por el consiguiente.

MARCIO. Pues ¿por qué no poneis la por artículo á los nombres femeninos?

VALDÉS. Sí la ponemos á todos, sacando aquellos que comienzan en a, como arca, ama, ala, con los cuales juntamos el, diciendo el arca, el ama, el ala; esto hacemos por quitar el mal sonido que hacen dos aa juntas; y de verdad parece mejor decir El mal del milano, el ala quebrada y el papo sano, que la ala.

MARCIO. No sería mejor, por no caer en inconveniente que parezca poner artículo masculino al nombre femenino, perder la a del artículo y decir, larca, lama, lala?

VALDÉS. No me parecería mal si se usase; pero como no se usa, yo por mí no lo osaría decir ni escribir; pero ¿no os parecería mal adonde lo viésedes escrito?

MARCIO. No, de ninguna manera.

VALDÉS. Esto es cuanto á los vocablos, que, ó son latinos, ó tienen alguna parte del latin; cuanto á los otros, no os sabría dar regla ninguna. El mesmo cuidado que habeis de tener en poner bien el artículo del nominativo, conviene que tengais en poner el del genitivo y acusativo, estando sobre aviso de hablar siempre desta manera: Del monte sale quien el monte quema; y Del lobo un pelo, y ése de la frente; y Lo que da el nieto al agüelo; Allegadora de la ceniza, y derramadora de la harina.

CORIOLANO. Paréceme que os aprovechais bien de vuestros refranes, ó como los llamais.

VALDÉS. Aprovéchome dellos tanto como decís, porque habiendo de mostrar por un otro ejemplo lo que quiero decir, me parece sea más provechoso amostrároslo por estos refranes, porque oyéndolos los aprendais, y porque más autoridad tiene un ejemplo destos antiguos que un otro que yo podría componer.

CORIOLANO. Bien está; pero yo no entiendo los más

dellos.

VALDÉS. Basta que entendais el propósito para que los digo. La sentencia otro dia la entenderéis.

CORIOLANO. Acepto la promesa, y decidme si teneis por cosa de mucha importancia la observancia destos artículos.

VALDÉS. Yo os diré de qué tanta: que en Castilla tenemos por averiguado que un extranjero, especialmente si no sabe latin, por maravilla sabe usar propiamente dellos; tanto, que hay muchos vizcaínos en Castilla, que despues de haber estado en ella cuarenta ó cincuenta años, y sabiendo del resto muy bien la lengua, muchas veces pecan en el

VALDÉS. La segunda regla consiste en saber poner cada vocablo en su propio artículo, quiero decir, juntar con el nombre masculino ó neutro sus propios artículos, y decir: El abad de donde canta, de alli yanta; y Al ruin cuando lo mientan, luego viene; y juntar con el nombre femenino los artículos femeninos, diciendo así: La mujer y la gallina, por andar se pierden aina; y El polvo de la oveja, alcohol es para el lobo; de manera que ni al nombre masculino pongais artículo femenino, ni junteis con el femenino artículo masculino.

MARCIO. ¿En qué conocerémos nosotros entre los vocablos, cuál es de un género y cuál de otro?

VALDÉS. Esa regla no la sabré yo dar, porque nunca me he parado á pensarla. Bien es verdad que he notado yo esto: que por la mayor parte los vocablos latinos guardan en el castellano el mesmo género que en el latin; y digo por la mayor parte, porque hay muchos que no lo guardan; así como son los nombres de árboles, que en latin son casi femeninos todos, como vos sabeis, y en Castilla masculinos, y los de la fruta son los más femeninos; pero por lo más ordinario veréis que los nombres en castellano guardan el género que en el latin, desta manera: que los nombres acabados en a serán femeninos, y así por el consiguiente.

MARCIO. Pues ¿por qué no poneis la por artículo á los nombres femeninos?

VALDÉS. Sí la ponemos á todos, sacando aquellos que comienzan en a, como arca, ama, ala, con los cuales juntamos el, diciendo el arca, el ama, el ala; esto hacemos por quitar el mal sonido que hacen dos aa juntas; y de verdad parece mejor decir El mal del milano, el ala quebrada papo sano, que la ala.

y

el

MARCIO. ¿No sería mejor, por no caer en inconveniente que parezca poner artículo masculino al nombre femenino, perder la a del artículo y decir, larca, lama, lala?

VALDÉS. No me parecería mal si se usase; pero como no se usa, yo por mí no lo osaría decir ni escribir; pero ¿no os parecería mal adonde lo viésedes escrito?

MARCIO. No, de ninguna manera.

VALDÉS. Esto es cuanto á los vocablos, que, ó son latinos, ó tienen alguna parte del latin; cuanto á los otros, no os sabría dar regla ninguna. El mesmo cuidado que habeis de tener en poner bien el artículo del nominativo, conviene que tengais en poner el del genitivo y acusativo, estando sobre aviso de hablar siempre desta manera: Del monte sale quien el monte quema; y Del lobo un pelo, y ése de la frente; y Lo que da el nieto al agüelo; Allegadora de la ceniza, y derramadora de la harina.

CORIOLANO. Paréceme que os aprovechais bien de vuestros refranes, ó como los llamais.

VALDÉS. Aprovéchome dellos tanto como decís, porque habiendo de mostrar por un otro ejemplo lo que quiero decir, me parece sea más provechoso amostrároslo por estos refranes, porque oyéndolos los aprendais, y porque más autoridad tiene un ejemplo destos antiguos que un otro que yo podría componer.

CORIOLANO. Bien está; pero yo no entiendo los más

dellos.

VALDÉS. Basta que entendais el propósito para que los digo. La sentencia otro dia la entenderéis.

CORIOLANO. Acepto la promesa, y decidme si teneis por cosa de mucha importancia la observancia destos artículos.

VALDÉS. Yo os diré de qué tanta: que en Castilla tenemos por averiguado que un extranjero, especialmente si no sabe latin, por maravilla sabe usar propiamente dellos; tanto, que hay muchos vizcaínos en Castilla, que despues de haber estado en ella cuarenta ó cincuenta años, y sabiendo del resto muy bien la lengua, muchas veces pecan en el

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