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os contentan las cosas que en mis cartas habeis notado, las tomeis y las vendais por vuestras, que para ello yo os doy licencia; y si os parecen mal, las dejeis estar, pues para mi harto me basta haber conocido por vuestras respuestas que habeis entendido lo que he querido decir en mis cartas.

MARCIO. Porque lo que en vuestras cartas habemos notado es de calidad que ni lo podemos tomar por bueno, porque no todos lo aprobamos del todo, ni lo podemos desechar por malo, porque hay cosas que nos satisfacen y hay otras que no entendemos, es menester que en todo caso nos deis cuenta, no solamente de lo que habeis escrito, pero áun de lo que dello depende ó puede depender. Vuestra fe y palabra nos habeis dado, y aunque no querais, lo habeis de cumplir.

VALDÉS. No se haría más en el monte de Torozos, ó como acá decís, en el bosque de Bracano; y pues, como dicen en mi tierra, donde fuerza viene, derecho se pierde, yo me determino en obedeceros. Empezad á preguntar, que yo os responderé; pero ya que así lo quereis, será bien que todos tres os concerteis en el órden que quereis llevar en vuestras preguntas, porque no os confundais en ellas; hacedlo así, y entre tanto me saliré yo al jardin á tomar un poco de aire. MARCIO. Muy bien decís; en merced os lo tenemos. Andad con Dios, que presto os llamarémos.

TORRES. Pues habemos cogido y prendado á Valdés, no lo dejemos en ninguna manera sin que primero lo examinemos hasta el postrer pelo, porque yo le tengo por tal, que ninguna cosa escribe sin fundamento; y apostaría que tiene en sus papeles notadas algunas cosillas sobre esta materia de que le queremos hablar. Esto creo así, porque no ví en mi vida hombre más amigo de escribir. Siempre en su casa está hecho un escritor de poyo, la péñola en la mano; tanto, que creo escribe de noche lo que hace de dia, y de dia lo que ensueña de noche.

MARCIO. Bien decís; y pues vos, que sois más diestro en la lengua, sabréis mejor lo que conviene preguntar, á vos toca ordenarlo de manera que no nos confundamos.

TORRES. Antes yo me remito á cualquiere de vosotros, que sois; que yo más entiendo de desordenar que de ordenar.

MARCIO. Si os quereis gobernar por mí, harémos desta manera. En la primera parte le preguntarémos lo que sabe del orígen ó principio que han tenido, así la lengua castellana como las otras lenguas que hoy se hablan en España. En la segunda, lo que pertenece á la Gramática. La tercera, lo que le habemos notado en el escribir unas letras más que otras. La cuarta, la causa que lo mueve á poner ó quitar en algunos vocablos una sílaba. En la quinta le pidirémos nos diga por qué no usa de muchos vocablos que usan otros. La sexta, le rogarémos nos avise de los primores que guarda cuanto al estilo. En la séptima le demandarémos su parecer acerca de los libros que están escritos en castellano. Al último harémos que nos diga su opinion sobre qué lengua tiene por más conforme á la latina, la castellana ó la toscana. De manera que lo primero será del orígen y de la lengua; lo segundo, de la Gramática; lo tercero, de las letras, donde entra la Ortografia; lo cuarto, de las sílabas; lo quinto, de los vocablos; lo sexto, del estilo; lo séptimo,.de los libros; lo último, de la conformidad de las lenguas. ¿Conténtaos esta manera de proceder?

TORRES. Es la mejor del mundo, con tal condicion que la guardemos de tal manera que ninguno se pueda salir della.

CORIOLANO. YO deseo siempre prevenir, por no ser prevenido; y así querria que pusiésemos escondido en algun lugar secreto un buen escribano para que notase los puntos principales que aquí se dijesen; porque podria ser que con ese principio engolosinásemos á Valdés de tal manera, que

le hiciésemos componer cualque diálogo de lo que aquí platicáremos.

MARCIO. Habéislo pensado muy bien; hágase ansí. Poned á mi Aurelio, que, como sabeis, es entendido en entrambas lenguas, y ordenalde lo que ha de hacer, mientras que yo voy á llamar á Valdés, que lo veo pasear muy pensativo (1); pero mirad que mandeis que el casero esté á la puerta, para que, si viniere alguno, sea quien fuere, diga que no estamos aquí, porque no nos estorben; y porque los que vinieren lo crean, y se vayan con Dios, mandad que los mozos se pasen á jugar á la parte de la mar, porque de otra manera no haríamos nada.

CORIOLANO. Decís muy bien : presto será hecho.

VALDÉS. Hora, sús; véisme aquí más obediente que un cordero manso.

MARCIO. Soy cierto que la plática no puede andar sino bien; y porque no perdamos tiempo, con licencia destos señores quiero yo tomar la mano.

TORRES. Yo, por mí, tanto recibiré merced, que vos hagais todas las preguntas principales ; de manera que nosotros dos andemos sobresalientes.

MARCIO. Acepto la merced; y comenzando á preguntar, digo, señor Valdés, que lo primero que querría saber de vos, es de dónde tuvieron orígen y principio las lenguas que

(1) Sobre la inverosimilitud de esta parte del Diálogo, habla largamente Mayans en sus Orígenes de la lengua española (párrafos 195 y 197). No es éste, sin embargo, pecado de gran monta, porque así como Jenofonte inventó y usó un método especial para copiar al oido los discursos de Sócrates, y Tiron otro para copiar los de Ciceron, se puede admitir, con un ligero esfuerzo de credulidad, que Aurelio fuera capaz de hacer lo mismo, puesto que la taquigrafía ó estenografia no se conoció hasta el siglo XVII en Inglaterra, desde donde el escoces Carlos Ramsay la introdujo en Francia en 1684, en tiempo de Luis XIV.

hoy se hablan en España, y principalmente la castellana; porque, pues habemos de hablar dellas, justo es que sepamos su nacimiento.

VALDÉS. Muy larga me la levantais, tanto, que esto más es querer saber historias que Gramática; y pues vosotros holgais desto, de muy buena gana os diré todo lo que acerca desto he considerado. Estad atentos, porque sobre ello me digais vuestros pareceres; y porque la lengua que hoy se habla en Castilla, de la cual vosotros quereis ser informados, tiene parte de la lengua que se usaba en España ántes que los romanos la enseñoreasen, y tiene tambien alguna parte de la de los godos, que sucedieron á los romanos, y mucha de los moros, que reinaron muchos años, aunque la principal parte es de la lengua que introdujeron los romanos, que es la lengua latina; será bien que primero examinemos qué lengua era aquella antigua que se usaba en España antes que los romanos viniesen á ella. Lo que por la mayor parte los que son curiosos destas cosas tienen y creen, es que la lengua que hoy usan los vizcaínos es aquella antigua española. Esta opinion confirman con dos razones harto aparentes. La una es que así como las armas de los romanos, cuando conquistaban la España, no pudieron pasar en aquella parte que llamamos Vizcaya, así tampoco pudo pasar la lengua al tiempo que despues de haberse hecho señores de España, quisieron que en toda ella se hablase la lengua romana. La otra razon es la disconformidad que tiene la lengua vizcaína con todas las otras lenguas que al dia de hoy en España se usan; por donde se tiene casi por cierto que aquella nacion conservó, juntamente con la libertad, su primera lengua. Desta mesma opinion fuí yo un tiempo, y creí que cierto fuese así, porque la una razon y la otra me contentaron; pero habiéndolo despues considerado mejor, y habiendo leido un poco más adelante, soy venido en esta opinion: que la lengua que se

hablaba antiguamente en España era así griega, como la que ahora se habla es latina; quiero decir, que así como la lengua que hoy se habla en Castilla, aunque es mezclada de otras, la mayor y más principal parte que tiene es de la lengua latina, así la lengua que entónces se hablaba, aunque tenía mezclas de otras, la mayor y la más principal parte della era de la lengua griega (1). En esta opinion he entrado por dos puertas: la una es leyendo los historiado

(1) Esta opinion del autor es tan notable por su singularidad y extrañeza, que casi puede decirse con seguridad que es exclusivamente suya. La influencia griega en España hubo de limitarse á las colonias que fundaron los griegos en la costa de Levante, sin pasar de ellas, porque ni la historia dice que se extendiera nunca á lo interior de la Península, ni se puede explicar ni comprender que por una especie de milagro, desconocido en la historia, se usase por los españoles que habitaban tierra adentro, y que componian la principal parte de la poblacion, una lengua que ignoraban por completo. Los fenicios y los cartagineses intervinieron tambien en España con sus armas y su comercio, y, sin embargo, nada, á lo menos que se sepa, influyeron de una manera radical y perpétua en la índole de su lengua. Ni las naciones aceptan tan fácilmente los idiomas que se hablan en otras, por ricos y abundantes que sean, no sólo porque á cada una parece el suyo el más rico y el más abundante, sino porque la misma historia enseña que ningun pueblo abandona su lenguaje sino por la accion combinada y simultánea de la fuerza y de los años.

En cuanto á los vocablos griegos que hay en la lengua española, puede tambien afirmarse en general que los que no entraron en ella desde el Renacimiento de los estudios clásicos, y entonces y despues por el tecnicismo científico, vinieron á enriquecerla, sin género alguno de duda, por conducto de la lengua latina, que ya los habia hecho suyos. Lo mismo ha sucedido al frances, al inglés y al aleman. Las etimologías, prueba fútil en lingüística, que exponen á continuos errores, y con las cuales se han cohonestado los mayores absurdos, no son bastante fundamento para derivar una lengua de otra, ni mucho menos el español del griego. Lo que constituye y caracteriza la índole de un idioma es su gramática especial y el mayor nú

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