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tonio de Lebrija, y para el estilo del libro de Amadis de Gaula.

VALDÉS. Sí por cierto; muy grande es el autoridad de esos dos para hacer fundamento en ella, y muy bien debeis haber mirado el vocabulario de Lebrija, pues decís eso.

TORRES. ¿Cómo? ¿No os contenta?

VALDÉS. ¿Por qué quereis que me contente? ¿Vos no veis que aunque Lebrija era muy docto en la lengua latina, que esto nadie se lo puede quitar, al fin no se puede negar que era andaluz, y no castellano, y que escribió aquel su vocabulario con tan poco cuidado, que parece haberlo escrito por burla? Si ya no quereis decir que hombres envidiosos, por afrentar al autor, han gastado el libro.

TORRES. En eso yo poco me entiendo; pero ¿en qué lo veis? VALDÉS. En que, dejando aparte la ortografia, en la cual muchas veces peca en la declaracion que hace de los vocablos castellanos, en los latinos se engaña tantas veces, que sois forzado á creer una de dos cosas: ó que no entendia la verdadera significacion del latin, y ésta es la que yo menos creo, ó que no alcanzaba la del castellano, y ésta podría ser, porque él era andaluz, adonde la lengua no está muy pura.

TORRES. Apenas puedo creer eso que me decís, porque á hombres muy señalados en letras he oido decir todo lo contrario.

VALDÉS. Si no lo quereis creer, id á mirarlo, y hallaréis que por aldeano, dice vicinus; por brío en costumbres, morositas; por cecear y ceceoso, balbutire y balbus; por lozano, lascivus; por maherir, deligere; por mozo para mandados, amanuensis; por mote ó motete, epigramina; por padrino de boda, paranymphus; por racion de palacio, sportula; por sabidor de lo suyo solamente, idiota; por villano, castellanus; y por rejalgar, aconitum. No os quiero decir más, porque sé que entendeis poco de la lengua latina, y porque me parece bastan estos vocablos para que, si los entendeis, creais que

los hombres de letras que decís no debian tener tantas como vos pensais, ó no lo debian haber mirado con tanta atencion como yo; y para que veais que no me puedo defender con el autoridad de Lebrija (1).

TORRES. Confieso que teneis razon.

VALDÉS. Es tanta, que si bien la entendiésedes, soy cierto me tendríades ántes por modesto en el notar poco, que por insolente en el reprender mucho; mas quiero que sepais que áun hay otra cosa por que no estoy bien con Lebrija en aquel vocabulario, y es ésta: que parece que no tuvo intento á poner todos los vocablos españoles, como fuera razon que hiciera, sino solamente aquellos para los cuales hallaba vocablos latinos ó griegos que los declarasen.

TORRES. Basta lo dicho; yo estaba muy engañado.

VALDÉS. Pues cuanto al autor de Amadis de Gaula, cuánta autoridad se le deba dar, podeis juzgar por esto que hallaréis, si mirais en ello, que en el estilo peca muchas veces con no sé qué frias afectaciones que le contentan, las cuales creo bien que se usaban en el tiempo que él escribió, y en tal caso no sería digno de reprension, ó quiso acomodar su estilo al tiempo que dice aconteció su historia, y esto sería

(1) Véase lo que dice Mayans en el párrafo 194 de sus Orígenes de la lengua española, defendiendo á Lebrija, y censurando enérgicamente la monomanía provincial y presuntuosa del autor del Diálogo de las lenguas contra él.

Á las razones alegadas por Mayans debemos añadir que harto hizo Lebrija con sus obras en una época en que comenzó verdaderamente entre nosotros el renacimiento del estudio del latin clásico. Su estudio, áun hoy muy incompleto, lo era más en aquella época, en que todo estaba por hacer, y en la cual no se habia trazado con mano firme y segura la diferencia que existe entre el latin clásico, que se habló y escribió por los verdaderos latinos, y el bárbaro, usado tanto tiempo por sus sucesores y herederos. Lebrija hizo mucho más de lo que podia exigirse al hombre más estudioso y diligente de su tiempo.

cosa muy fuera de propósito, porque él dice que aquella su historia aconteció poco despues de la Pasion de Nuestro Señor Jesucristo, y la lengua que él escribe no se habló en España hasta muchos años despues. Esto mismo se puede decir de los vocablos. Cuanto á lo de la ortografia, no digo nada, porque la culpa se puede atribuir á los impresores, y no al autor del libro (1).

MARCIO. Hora, sús, no perdamos tiempo en esto. Si no teneis libros en castellano con cuya autoridad nos podais satisfacer á lo que de vuestras cartas os preguntáremos, á lo ménos satisfacednos con las razones que os mueven á escribir algunas cosas de otra manera que los otros; porque puede ser que éstas sean tales, que valgan tanto cuanto pudiera valer la autoridad de los libros; cuanto más que, á mi parecer, para muchas cosas os podeis servir del cuaderno de Refranes castellanos que me decís cogísteis entre amigos estando en Roma, por ruego de ciertos gentiles hombres ro

manos.

(1) El libro de Amadis, expresion la más perfecta de las ideas caballerescas de su época, ganó de tal manera el favor público, que en España se hicieron de él doce ediciones en medio siglo, seis en italiano en menos de treinta años, traduciéndose al aleman, al frances, al inglés, al holandes, y segun asegura un autor, hasta al hebreo. En el escrutinio hecho por el Cura y el Barbero en la librería de D. Quijote, dice así Cervantes : «Y el primero que Maese Nicolas le dió en las manos fué los cuatro de Amadis de Gaula, y dijo el Cura : Parece cosa de misterio ésta, porque, segun he oido decir, este libro fué el primero (el de Tirante el Blanco se imprimió ántes) de caballerías que se imprimió en España, y todos los demas han tomado principio y orígen de éste; y así me parece que, como á dogmatizador de una secta tan mala, le debemos sin excusa alguna condenar al fuego.-No, señor, dijo el Barbero, que tambien he oido decir que es el mejor de todos los libros que de este género se han compuesto; y así eomo á único en suerte se debe perdonar. Así es verdad, dijo el Cura, y por esa razon se le otorga la vida por ahora.>>

TORRES. Muy bien habeis dicho, porque en aquellos refranes se ve muy bien la puridad de la lengua castellana. CORIOLANO. Antes que paseis adelante, es menester que sepa yo qué cosa son refranes.

VALDÉS. Son proverbios ó adagios.

CORIOLANO. ¿Y teneis libro impreso de ellos?

VALDÉS. No de todos; pero siendo muchacho, me acuerdo haber visto uno de algunos mal glosados.

CORIOLANO. ¿Son como los latinos y griegos?

VALDÉS. No tienen mucha conformidad con ellos, porque los castellanos son tomados de dichos vulgares, los más de ellos nacidos y criados entre viejas tras del fuego, hilando sus ruecas; y los griegos y latinos, como sabeis, son nacidos (1) entre personas doctas, y están celebrados en libros de mucha doctrina; pero para considerar la propiedad de la lengua castellana, lo mejor que los refranes tienen es ser nacidos en el vulgo.

TORRES. Yo os prometo, si no fuese cosa contraria á mi profesion, que me habria algunos dias há determinadamente puesto en hacer un libro en la lengua castellana, como

(1) Son nacidos..... Esta manera de conjugar los verbos esencialmente neutros, como ir, venir, entrar, llegar, volver, pasar, morir, etc., no usada hoy, lo era, y mucho, en la época en que escribió el autor, como lo es hoy tambien en el frances y el italiano. Los turcos ya son idos, dice Cervantes en el Quijote, parte 1, lib. IV, cap. XLI. El P. Francisco (Javier) era ido á las Molucas (Robadaira, Vida de San Ignacio, lib. IV, cap. VII). Cuando pensaba que no era llegada (Claudina) era de vuelta (Tragicom. de Calist. y Melib., acto 111). Convenia assentarme hasta ser venido el breve (Santa Teresa, Vida, cap. XXXIV). Preguntóle el Presidente si ya era muerto (Jesus) (Orac. y consider. de Fr. L. de Granada, parte I, cap. II, sábado).

¡Ay! pon á tu camino, pon ya tasa,

Conjuro que mi Dafni es cuelta à casa.

(Egloga vi de Virgilio, traducida por el M. Leon.)

uno que diz que Erasmo ha hecho en la latina (1), allegando todos los refranes que hallase, y declarándolos lo menos mal que supiese, porque he pensado que en ello haria un señalado servicio á la lengua castellana.

VALDÉS. Tambien era Julio César de vuestra profesion; pero no tuvo por cosa contraria á ella con la pluma en la mano escribir de noche lo que con la lanza hacia de dia; de manera que la profesion no os excusa. ¿No habeis oido decir que las letras no embotan la lanza?

TORRES. Vos decís muy bien, y yo lo conozco. Dadme á mí el sujeto que tuvo César, que escribia lo que él hacia, y no lo que otros decian, y entónces veréis si tengo por deshonra escribir; pero porque parece que escribir semejantes cosas á ésta pertenece más á hombres de haldas que de armas, no me he querido poner en ello.

VALDÉS. Pues aunque yo no hago profesion de soldado, pues tampoco soy hombre de haldas, pensad no os tengo de consentir que me molais aquí preguntándome niñerías de la lengua; por tanto, me resuelvo con vosotros en esto: que si

(1) Desiderio Erasmo, uno de los hombres más sabios de su época, nació en Rotterdam en 1467. Estudió en París y recibió en Bolonia, en 1506, el grado de doctor en teología. Sus escritos le granjearon tal reputacion, que muchos príncipes quisieron tenerlo á su lado, pero sólo aceptó del emperador Carlos V el título de consejero con una pension. Murió en Basilea en 1536. Fué partidario de una prudente reforma en la Iglesia, aunque sin participar de las ideas de Lutero, porque, segun decia, no le agradaba la verdad sediciosa. Sus principales obras, todas en latin, son: De copia verborum et rerum; los Adagios 6 proverbios, de que habla el autor del Diálogo de las lenguas; los Apothegmas; los Coloquios, ó diálogos satíricos limitando á Luciano, y el Elogio de la locura. Débesele tambien la mejor edicion del texto griego de la Geografia de Ptolomeo y de la traduccion griega del Nuevo Testamento, con una traduccion latina y una paráfrasis. Todas sus obras se publicaron en 8 vol. in fólio, en Basilea, en 1540, y en 10, en Leyde, en 1703-6.

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