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que primitivamente la habia escrito, con el título de Viajes de AliBey por África y Asia durante los años 1803, 1804, 1805, 1806 y 1807. Fué dedicada esta obra á Luis XVIII, bajo cuyo proteccion se publicó, y el editor firma la dedicatoria con una B... (Badía), diciendo en el prólogo que posee muchos manuscritos de Ali-Bey. En esta obra se dan noticias importantes y curiosas para la historia y para las ciencias, muchas de ellas totalmente desconocidas antes.

Quedaron sorprendidos los mas sabios orientalistas á la publicacion de estos viajes por la variedad y abundancia de conocimientos desplegados en ellos por un autor á quien se suponia musulman y que á otra creencia no podia pertenecer cuando descubria los mas íntimos secretos en que los sectarios de Mahoma envuelven la tumba de su profeta. Las relaciones de los europeos que recorrieron aquellas regiones se ven ilustradas en su obra y materializadas por las escelentes láminas de su grande Atlas: la descripcion de los paises á que aquellos no pudieron penetrar forma un suplemento precioso y único de los misterios de Oriente. ¿Quién será, se preguntaban todos, ese hombre estraordinario, cuya aparicion es tan maravillosa como su saber, y que nacido entre las tinieblas del islamismo derrama luces superiores á las que pudieran todos los sabios, que provistos de un caudal inmenso de noticias se han arrojado en el seno de los desiertos, y han ido á meditar sobre las ruinas?

El asombro creció de punto cuando se supo que aquel hombre era un cristiano, cuando se vió que nada era su sabiduría en comparacion de su heróico valor. No se encontraban frases ni palabras suficientes á loar á aquel hombre, que, nacido en Cataluña, lleno de la grandeza de un proyecto que habia de cambiar la faz del mundo mercantil é introducir la civilizacion en bárbaras regiones, adquirió con una perfeccion de que no hay ejemplo, los conocimientos que debian influir para el éxito de su empresa, se sujetó á una cruel circuncision, se forjó una genealogía seductora, se encargó de llevar á cabo un plan político que podia promover una revolucion en el equilibrio de las naciones, partió con sublime descaro á estender su impostura, esplicó el Koran en el sentido mas útil á sus miras, privó en la corte de Marruecos llegando á ser el amigo y consejero íntimo del sultan, estuvo á punto si hubiese querido de ser proclamado emperador marroquí, apareció misteriosamente en los puertos de Africa, atravesó el desierto, recibió en Egipto adoraciones que

solo se tributan á un profeta, navegó por el mar Rojo, visitó la Meca donde no se habia impreso jamás la planta de un cristiano, recorrió la Siria, y fué honrado y festejado en Constantinopla.

Prosiguiendo Badía en Paris, casó en 1815 su hija con Mr. Delisle de Sales miembro del Instituto, y este enlace junto con el aprecio en que le tenia el gobierno de Luis XVIII le proporcionaban los medios de pasar tranquilo el resto de sus dias, pero su arrojo y osadía invencibles, el deseo de recobrar parte de los objetos científicos que habia reunido en sus viajes, y, sobre todo, segun parece, una mision política que le confirió el gobierno francés, le obligaron á pasar de nuevo á Oriente, á donde regresó con el sueldo, grado y consideraciones de general de division (mariscal de campo) que le habia concedido el gobierno fraucés, siempre con el nombre y representacion de Alí-Othman, príncipe oriental.

Ya no debia regresar á Europa. Aquella vida laboriosa, pasada en prestar eminentes servicios, debia extinguirse lejos del pais que la habia visto nacer y tomar su vuelo.

Se supone, pues no ha llegado aun á esclarecerse esta verdad, que la mision importante que Badía llevaba del gobierno francés era para la India, y se dijo que el gobierno inglés, celoso de esta mision, se entendió con el bajá de Damasco, el cual envenenó á nuestro AlíBey ó Alí-Othman por medio de una taza de café. Empero, se ha asegurado tambien, con referencia á una carta del guardian del convento de San Francisco en Damasco, que no murió Badía envenenado, sino de resultas de una grave disenteria en el pueblo de Mazarib, cerca de Damasco, el año 1822.

Todos sus papeles y efectos se perdieron, quedando en poder del bajá, segun los que suponen la primera version.

Su esposa, que le sobrevivió algunos años, residió siempre en Paris disfrutando su viudedad de general, y creemos que su hija, casada con Mr. Delisle de Sales, vive aun en dicha ciudad.

Tal fué el hombre eminente del que, muy á la ligera por cierto, hemos reseñado la novelesca vida y los eminentes servicios. Por consejo de una comision, de la que se honró en formar parte el autor de estas líneas, el Excmo. Ayuntamiento constitucional de Barcelona tiene acordado poner el retrato de este ilustre patricio en la sala de su nuevo consistorio. Esto contribuirá á la fama merecida de quien tan acreedor supo hacerse á ella. Tambien se acordó poner su nombre á una de las calles del ensanche, que por este motivo se llamará de Alí-Bey.

Ya que le fué ingrato su pais en vida, que le sea fiel al menos

en muerte.

ALFONSO IV (calle de).

Su entrada es por la calle Ferlandina y su salida por la del Peu de la Creu.

Dice Pi y Arimon en su Barcelona antigua y moderna que en sesion de 19 de enero de 1849 decidió el Excmo. Ayuntamiento constitucional dar á esta calle el nombre de don Alfonso IV, para recordar á la posteridad la honrosa parte que cupo á este rey en la fundacion de la universidad literaria de Barcelona.

Si efectivamente fué esta la idea, y parece realmente que esta fué, es preciso hacer observar que el monarca cuyo nombre se dió á esta calle es el Alfonso V de Aragon, IV de Cataluña, llamado el sábio, y no el Alfonso IV de Aragon, solo III en Cataluña, llamado el benigno, como algunos han creido. Es aquí de oportunidad esta observacion para desvanecer el error de aquellos que por llamarse esta calle de Alfonso IV, creen que se le dió este nombre en recuerdo del Alfonso IV de Aragon el benigno hijo de Jaime II, cuyo reinado duró desde 1327 á 1335. No fué así, sino en recuerdo del Alfonso V de Aragon, IV de Cataluña, el sabio, hijo de Fernando el de Antequera, cuyo reinado duró desde 1416 á 1458. Este fué á lo menos, y no el otro, el monarca que tomó muy honrosa parte en la fundacion de la universidad de Barcelona, ya que suyo es el privilegio fechado á 3 de setiembre de 1450 concediendo al Consejo de Barcelona la libre y amplia facultad de fundar é instituir una universidad ó estudio general de todas las artes y facultades así de gramática, retórica, artes, derecho canónico y civil, medicina y teología, como de otras cualesquiera ciencias. De semejante privilegio tendremos ocasion de hablar mas adelante al tratar de la universidad, de la cual bien puede decirse que debe su fundacion á este acto de Alfonso el sabio (1).

Casi todos los autores que han hablado de este monarca lo ponen á las nubes, y algunos lo ensalzan y encomian hasta el punto de

(1) Este nombre, el de «Alfonso el sabio» ó de «Alfonso el magnánimo,» como le llaman otros historiadores debiera, haberse dado á esta calle, y no el de «Alfonso IV.» para no confundirle con el Alfonso IV el «benigno» su antecesor.

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presentarle como modelo de reyes y dechado de glorias y de virtudes. Hay bastante que decir antes de aceptar á ciegas este fallo.

Veinte y dos años poco mas o menos tenia Alfonso, cuando por muerte de su padre pasó á sentarse en el trono de la Corona de Aragon. Al ceñirse la diadema estaba ya casado con doña María, hermana del rey de Castilla don Juan II.

Los primeros actos de su reinado disgustaron á los catalanes, quienes no pudieron menos de manifestar su descontento al verle seguir en todo la errónea política de su padre y al saberse que habia dispuesto el órden y oficios de su casa, confiando todos los cargos y empleos á castellanos. A este efecto hizo Cataluña vivas instancias y enérgicas reclamaciones, manifestándose sobre todos defensor de los derechos y de las libertades del pais el diputado por Barcelona Ramon Dezplá, varon insigne y el mismo que ya anteriormente, en unas Cortes celebradas en Montblanch, se levantó á protestar contra ciertas palabras del rey don Fernando, injuriosas para los catalanes.

Acabó el monarca por ceder, y, con acuerdo de las Cortes, dispuso una espedicion á Cerdeña, para donde partió personalmente en 1420. La isla de Cerdeña, que estaba bajo el dominio de la Corona de Aragon, pugnaba siempre por levantarse y escapar á aquel dominio, incansable en sus conatos de sublevacion, y creyó Alfonso que era conveniente pasar á ella, siguiendo el noble ejemplo de sus predecesores, para asegurar de una vez su pacificacion y conquista. Efectuó con gloria su empresa y estaba próximo á terminarla, cuando la reina Juana de Nápoles le hizo proponer por medio de un mensaje que si acudia á ayudarla contra el duque de Anjou, le adoptaria por hija nombrándole heredero de sus estados.

Aceptó Alfonso y pasó á Nápoles, donde fué recibido con regia pompa, ausiliando victoriosamente á la reina Juana en sus guerras con el de Anjou; pero no tardó en romper con aquella versátil mujer que revocó cuanto habia otorgado en favor del monarca aragonés aliándose con su anteriormente mortal enemigo el duque de Anjou. Alfonso entonces prosiguió la guerra contra el duque y la reina Juana; pero reclamado para venir á Cataluña, dejó de lugarteniente en Nápoles á su hermano el infante don Pedro, y se vino para estos paises llevando á cabo, á su paso, la toma y saqueo de Marsella, lo cual fué una de las memorables empresas de su reinado.

De 1424 á 1431 los pasó el rey en sus estados, mezclándose tal vez mas de lo que debia en las cosas de Castilla, rompiendo la guerra con esta nacion, andando luego en tratos y negociaciones, activando la guerra de Italia y sofocando una conspiracion que contra él se fraguó en Zaragoza, para lo cual hizo dar muerte á varias personas principales, entre ellas el arzobispo de aquella ciudad.

En 1431 se embarcó en el puerto de Barcelona para Sicilia, y pronto se le vió reaparecer en los estados de Nápoles, habiendo recobrado momentáneamente las simpatías de la reina Juana. Las vicisitudes de la guerra hicieron caer á Alfonso prisionero del duque de Milan, á cuya capital fué llevado y en donde entró como prisionero para salir luego como amigo y aliado de aquel duque.

Devuelto á la libertad, regresó otra vez á los estados de Nápoles donde consiguió memorables victorias sobre las armas de Renato de Anjou, acabando aquella campaña por apoderarse de Nápoles, en cuya ciudad hizo su entrada triunfal el 26 de febrero de 1443.

La belleza de aquel clima y de aquel suelo y los dulces lazos del amor con que le brindaba su dama dɔña Lucrecia de Alanyó, hicieron que Alfonso no pensase ya mas en regresar á este pais, al frente de cuyos destinos se hallaba como lugarteniente la olvidada esposa del monarca. En vano fué que las Cortes instasen al las Cortes instasen al rey. No quiso abandonar el reino que habia conquistado, y allí pasó los años que le quedaban de vida en guerras con Génova, Florencia y Milan, y en tratados de paz y alianza con otros estados. Sin embargo, en sus apuros enviaba á pedir refuerzos de gente, de buques, de armas y de dinero a Cataluña y á Aragon. Sucedió en 1451 que no cumpliendo los florentinos con el tratado que habian hecho, el monarca aragonés rompió de nuevo con ellos y les declaró la gurera. Para abrirla campaña, envió á pedir recursos á Cataluña, pero ya estos pueblos comenzaban á pensar, con justa indignacion, que don Alfonso solo se acordaba de ellos cuando tenia necesidad de gente ó de dinero; que esa gente y ese dinero servian para conquistar paises que lejos de ser agregados á la Corona de Aragon, eran convertidos en dominio particular de un bastardo, pues era ya pública la resolucion de don Alfonso en ceder el reino de Nápoles á uno de sus hijos naturales; que hacia ya cerca de veinte años que don Alfonso no habia visitado estos pueblos; que hora era ya de que Cataluña dejase de ser mirada solo como un arsenal; y por fin, que era muy cruel derramar tanta sangre y gastar tanto oro para que el rey se

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