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la verdad debia ser vindicada de las calumnias de los impostores. He aquí las razones que me han obligado á componer esta obrita. Si yo no hubiese desempeñado completamente los fines insinuados, me lisonjeo por lo menos de haber manifestado el camino seguro por el que otros talentos superiores al mio podrán llegar sin tanto trabajo al santuario de la verdad. Entretanto es necesario que se me disculpe la prolijidad. Las obras históricas. no son seguramente como las de espíritu. En estas basta un solo razonamiento formado con exactitud y precision para echar por tierra todo el edificio de un sistema especioso; pero en aquellas que dependen en la mayor parte de hechos, es necesario examinar cada uno de ellos con mucha escrupulosidad, y hacer una multitud de combinaciones para demostrarles apócrifos. Tambien he huido en esta obra aquel estilo pomposo y brillante, que forma en estos dias de ilusion y bagatela todo el mérito de un escritor. No conviene á mis años ni á mi genio demasiado estóico este género de decir, y la verdad por otra parte se deja ver mejor, cuando está desnuda de todos los aparatos de una artificiosa elocuencia. Pero sí que he examinado muchas veces los fundamentos de mis opiniones instruido por aquel precepto de Horacio.

Si quid olim..

scripseris, in Metii descendat judicis aures

et Patris, et nostras, nonumque prematur in annum.

RAZON DE LA OBRA.

La antigüedad de los estudios de Castilla, de esta nacion renovada despues de la pérdida, y lo mismo su orí

gen, creia yo fuese la cosa que mas ilustrada se hallase y mas decorada en las plumas de nuestros escritores en sus libros y memorias, despues de tanto como se ha escrito entre nosotros aun en materias de menos relacion. Creia, digo, que en un asunto tan escogido y precioso no hubiesen perdonado fatiga para ponerle en el mayor estado de claridad. ¿Qué otro mas digno? ¿Cuál mas análogo con las investigaciones de los hombres de letras? ¿Cuál de mayor honor á la nacion, de mayor explendor, de mayor ornamento? Sin embargo, no me salieron ciertas mis presunciones, y se ahogaron entónces todas mis esperanzas. Entrando á consultarlos, no hallé mas que tinieblas en lugar de luces; por claridad, obscurida:les; y por órden, confusion. Un caos tremendo cubria toda la redondez de este bello artículo, y le tenia sepultado en un abismo incomprensible de tinieblas. Las de Egipto no pudieran ser mas espesas.

Ya me decian que en los quinientos años que pasaron desde aquella fatal catástrofe, ningunos estudios tuvimos en Castilla (y lo mismo en Leon), ningunas escuelas, medio ninguno de dar educacion á nuestra juventud, ningun arbitrio de sacar hombres de letras que pudiesen decirse de algun provecho. Por todo ese tiempo gimió la triste nacion despedazada en dos trozos, uno bajo el yugo sarracénico, el otro amagado continuamente de caer en su esclavitud.

No hizo poco la miserable gente si se libró de un peligro que á cada paso la representaba la muerte delante de los ojos. Con un pie en la guerra y otro en la sepultura, no podia pensar en otra cosa que ser á cada instante la víctima del rabioso furor agareno. ¡Cómo, pues, podia haber entónces estudios! ¡0 cómo podia haber

hombres de letras! Las iglesias arruinadas, las ciudades por tierra, pobre y desmantelado el reino, apenas podia alcanzar para las precisas milicias.

Todo el negocio era entónces afilar bien las espadas, adelgazar las puntas de las lanzas, y no los cañones de escribir, inútiles para arrojar del ámbito de la Península una inundacion de enemigos molestos, que lo abrasaban todo. En estos siglos rígidos el tiznado Vulcano, el duro y fiero Marte, esos dos crueles homicidas del género humano, esos insignes turbadores de la quietud pública, eran los que hacian la voz de los Parlamentos. Ellos con su estruendo llenaban todos los espacios, con sus golpes hacian crugir la máquina del universo. La pacífica Minerva, la melodía suave de las musas, el canto sonoro de los cisnes, estas divinas producciones no eran oidas entre tanto estrépito. Intimidadas las musas ó bien se hicieron á la fuga, ó habitaron la obscuridad sin atreverse á sentar en algun teatro visible.

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Así fué pasando la triste nacion con las incomodidades que no son decibles el largo espacio de quinientos años, hasta que al fin de estos se apiadó Dios de ellos y empezaron á respirar algun tanto: Clamaverunt ad Dominum et dedit eis Salvatorem Aod. Les envió por libertador á Alonso VIII, con razon llamado el Noble, el cual fué el primero que levantó el destierro á Minerva, y la restituyó á Castilla, dando principio por los años 1200, (aunque en esta época varian mucho nuestros autores) á los primeros estudios que en ella hubo, situándolos en Palencia. A cuya emulacion Alonso IX de Leon, su primo, como quieren unos, ó D. Fernando el Santo, hijo de este, como escriben otros, ó su hijo D. Alonso el Sabio, como pretende alguno, hizo lo mismo por lo tocante

á su reino, estableciendo los de Salamanca con mejor fortuna.

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Estos prevalecieron favoreciéndolos con particular empeño esos dos últimos Reyes: los otros acabaron por no haber tenido igual proteccion. Pero la duda es si fenecieron allí por falta de salarios, como quieren unos, ó si fueron trasladados como sientan otros, en una opinion á Salamanca, en otra á Valladolid, y aun en tercera á las dos partes en diferentes tiempos. Y aun cuando lo hayan sido á Salamanca, por quien lo fueron, si por D. Fernando el Santo, como sostiene una opinion la mas comun, ó por D. Sancho el Bravo, su nieto, como pretende otra, aunque no tan válida; ó si habiendo de prevalecer la que los traslada enteramente á Valladolid, dieron principio á los de aquí, ó solo aumento, fundados ya de antemano los valisoletanos; ó si no siendo cierto lo uno ni lo otro, los de Valladolid son de orígen posterior é independiente, erigidos por el Papa Clemente VI á solicitud del Rey D. Alonso XI por los años 1346. En lo cual no menos se vuelven á dividir nuestros escritores en diferentes opiniones, queriendo otros no haya sido el fundador este Clemente, sino el V por los años 1309 ó 10, por consiguiente sin intervencion de D. Alonso XI, que aun no era nacido. A cuyas dos opiniones se opone otra en tercería, pretendiendo excluirlas y probar que ni el uno ni el otro Papa fueron los fundadores, constando ya la existencia anterior de estos estudios en 1293, en que al modo de los de Valladolid y con sus privilegios se fundaron los de Alcalá por D. Gonzalo García Gudiel, arzobispo de Toledo, á concesion del Rey D. Sancho el IV. De donde sale que estos dos estudios el Valisoletano y Complutense tampoco son de orígen tan moderno como el que se habia publi

cado por no pocos autores en fraude de su legítima antigüedad.

He aquí el estado en que tenemos aun en el dia de hoy esta materia. Un estado de complicacion, confusion y desórden, en que fuera, no digo indolencia sino delito dejarla en dias de tantas luces. Una materia tan escogida y preciosa, tan digna de mejor suerte, y que bien ilustrada haria el honor de la nacion, al paso que ahora descompuesta y desordenada, como se ve, hace sino la afrenta, á lo menos la mengua de tantos hombres sabios que la han debido tomar por su cuenta con preferencia, y empeñarse en aclararla hasta donde fuese posible llegar con la averiguacion.

Yo, pues, el último de todos (y de todos modos) pero penetrado bien de su grande importancia he querido dejarme picar de este puntillo de honor por la nacion y tomar á mi cargo esta materia escogida, examinándola de raiz para ver si puedo adelantar en ella algunas luces que la pongan en estado de claridad y comprension á los lectores. Yo separaré aquellas opiniones, yo las pondré por método, haré el extracto de cada una, de los partidarios que tenga, de la razon con que respectivamente se hallen estos partidarios, y con la sonda de la crítica por guia y las observaciones y memorias de que haya podido prevenirme para tratar este asunto menos indignamente que hasta aquí, creo poder arribar á hacer ver el siguiente órden de cosas.

1. Que nuestros autores comunmente han equivocado los aumentos de nuestros estudios con sus principios, señalando por principios los que en realidad fueron aumentos, en grave detrimento de su antigüedad y del crédito literario de la nacion y de su honor.

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