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<«< autor por la variedad de circunstancias, varió en algo «< su estilo, constando ser su escrito el que se propone « como norma, etc.

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Abierta, pues, la Monarquía de España, se verá que su autor fué excesivamente crédulo, y tan ligero adoptador de patrañas, que causa risa se hubiese atrevido un hombre de sus humos á proferirlas en escrito público, delante de unos Reyes tan serios como aquellos á quienes dirigia sus libros, y de unos tiempos tan alumbrados de conocimientos literarios, en que estaban ya cansados de llevar repulsas, y de ser la irrision de los eruditos. Estas Asturias (dice, (1) hablando de las de Oviedo) se tiene por cierto haber sido poblacion del Patriarca Noë, cuando vino á España á ver á su nieto Tubal. Arrogante mentira (responde (2) el P. Mariana) poco ha inventada por el falso Beroso de Juan Annio de Viterbo: quod ex novi Berosi officina prodiit, falso mendacio: añadiendo Henao (3): y cierto que semejantes adiciones á lo verdadero de las antigüedades de España, no adornan, sino ántes desdoran nuestras Historias. Cuando escribia Salazar de Mendoza, ya estaban convencidos de apócrifos los escritos de fray Juan de Viterbo, atribuidos á Beroso. Juan Ludovico Vives en los Comentarios á San Agustin de Civitate Dei y en el libro de Tradendis disciplinis; D. Juan de Vergara, canónigo de la misma Santa iglesia, en que fué penitenciario el mismo Salazar, en el tratado de las Ocho cuestiones, impreso desde el año 1552: el sabio Melchor Cano en la obra de Locis Theologicis, y otros muchos

(1) Tom. 1, pág. 85, col. 1.', y pág. 35.

(2) Mariana, lib. 1, cap. 7.

(3) Henao, Averiguac. de Cantabria-tom. 1, pág. 282 al principio.

doctos, que están admirados hoy por su sublime doctrina, habian rebatido con impulso extraordinario las ridículas ficciones de Juan Anio, tan fáciles ellas de conocer, que no es necesario una gran capacidad para determinarlas sueños de una errante fantasía. Lo mejor es que Salazar de Mendoza llegó á ver todos estos libros, como resulta del suyo, y sin embargo hizo la vista gorda, ó porque no la gozaba mas sutil, ó porque juzgaba que la posteridad estaria dormida al leer sus escritos, y con eso no conociéramos cuan torpemente mixturaba nuestras glorias verdaderas con las fingidas. A vista de una corrupcion como esta, taǹ dañosa al decoro de la Monarquía de España, ¿qué habian de hacer aquellos ínclitos Reyes á quienes con tal pertinacia ofrecia los libros, sino arrojarlos de su vista con toda la indignacion que ellos se merccian? Qué bien parecerian esas insolentes mentiras en obra dispuesta de órden de la seria justificacion de un Felipe II para dar noticias ciertas al mundo del derecho y títulos con que poseia cada uno de sus grandes estados dominios? Y qué dirán ahora los extranjeros, cuando vean en sus manos que unas bagatelas tan insulsas y dignas de la risa, se han puesto en España en letras de molde, en la imprenta mas distinguida del reino, á la vista de tanto hombre de juicio, y en tiempo en que Minerva ha llegado á gozar todo el lleno de exaltacion á que nunca habia ascendido? No se derretirán en carcajadas? Sí, precisamente.

Vamos adelante. Habla nuestro escritor de las diver. sas gentes que en los tiempos antiguos aportaron á España y la poblaron. Tubal, dice, nieto de Noë, fué el primero que llegó á esta region, y la llamó Tubalia, ó Jovalia. El pais del vascuence hácia Guipúzcoa, Vizcaya y

Navarra fué el que eligió para su continua morada y establecimiento. El haber por allí tanta abundancia de ciruelos, avellanos, manzanos, guindos y otros brutos, digo, frutos silvestres, fué el motivo de haber antepuesto aquel territorio á todos los otros de la península ; porque verdaderamente los necesitaba para hacer el plato á sus compañías, connaturalizadas desde Caldea en toda esta especie de manjares. Esta eleccion de pais que hizo Tubal para su residencia no se opone al sentir de que hubiese ántes poblado en Portugal y Andalucía; porque todo no se remedia con terciar, que tomó tierra en alguno de aquellos puertos, y que despues se fué internando hasta la Cantabria, llevado del deseo de hallar correspondientes mantenimientos: que introdujo en España la ley de naturaleza seguida por él y sus antepasados: que trajo la lengua vascongada, que en la confusion le tocó que dió leyes á los españoles dejándolas en coplas para que mejor las retuviesen, como lo logró, siendo cierto que no admitieron mudanza alguna en ellas hasta la venida, muy posterior de Osiris Dionisio, Señor del Egipto. Impuso nombres caldaicos á los pueblos, rios y montes de Vizcaya y Guipúzcoa. Dejó establecido el órden monárquico; y en fin recibió la estimable visita de su abuelo Noë, que residia en Italia, á donde se volvió, poblados algunos lugares en Galicia y Asturias.

Posteriormente, Abidis fué Rey de España. En su tiempo aconteció una aridez general en la tierra por falta de aguas que duró sus 26 años. Los españoles de las llanuras se refugiaron á matar la hambre en las cumbres de Vizcaya, Guipúzcoa y las Montañas. Luego fué tanto lo que llovió, que se quedó la península un vergel de abundancia. Los fugitivos volvieron á sus casas, y tantos

huéspedes llegaron de todo el mundo, que á Dios gracias, para todos habia raciones sobradas. Los españoles se repusieron á un estado capaz de aguantar viajes muy largos, navegaciones costosas y difíciles. Del primer vuelo atravesaron toda la Europa, y alojándose entre Mingrelia y Armenia, poblaron la Iberia Asiática. Al septentrion se dirigieron otras colonias, y yendo á parar á Irlanda, la dieron poblaciones, y el nombre de Ibernia. Algun otro ramo de nuestra prosapia aportó á Inglaterra; puso allí gentes y las llamó Brigantes. Estos brigios, ó atravesando la tierra, ó surcando los mares, arribaron á Asia y establecieron la Brigia, y después Brigia vino á parar en Frigia, donde reinaron los troyanos. Los frigios que habian ido de España á la Asia á poblar aquel sitio donde fué Troya, despues de haber vivido por allí muchos tiempos, otra vez se nos plantaron acá, el año ántes de Cristo 891.

Por entonces los caminos estaban cruzados de yentes y vinientes. Los pícaros de los pastores se descuidaron alguna noche de dejar bien apagada la lumbre, y los montes Pirineos se abrasaron. Corrieron arroyos de oro y plata en los montes: que fué lo mismo que llamar á campana tanida á todas las naciones avarientas del orbe, para junta general en España. Y como la poesía siempre fué interesada, el poeta Homero fué el primero que se puso en camino y aportó á esta region. Dias adelante llegó Hércules el Gitano. Osiris entró con gran número de egipcios y tiranizó la patria. Los Geriones tampoco se descuidaron. En Cádiz les nació una hermana (porque tambien hubieron de venir sus padres.) Llamóse Eritrea esta madama, y fué madre del celebérrimo capitan Noraco, que no habiendo podido contrarestar el inmenso

poder y fuerzas de Hércules, se vió precisado á huir mas que de paso. Llevó consigo muchos españoles, y arribando á Cerdeña poblaron aquella isla. Otros españoles tiraron hácia Roma: estableciéronse en Sicilia, y la llamaron Sicoria, ó Sicania. Los griegos de Zazinto ó Jasanto, en la Jonia, mal hallados con su domicilio, le abandonaron; y en España hallaron acogida. Debémosles la fundacion de algunos lugares. La inacobardable nave Argos y los señores argonautas no se debieron contemplar rasgos de menor espíritu. Hércules Alcéo se hizo en ella á la vela. Con felicidad surgió en cierto puerto de España. La persona mas sobresaliente de su comitiva era Ferecio, Príncipe griego, á quien Toledo debe tan supremo favor, como el de haberla él fundado. Ferezola, fué el nombre que la dió el fundador, ad perpetuam rei memoriam.

La ruina de Troya fué tambien ocasion á nuevos enjambres de viajeros. Aconteció aquella fatal desdicha por unos tiempos plus minusve, en que Gargoris reinaba en España. Antenor, Antiloco, Diomedes, hijo de Tydeo, Menestes, Tenero, Ulises, Rey de Itaca, Astur y otros insignes héroes honraron con su presencia á España. Asturias, Galicia y Portugal, bien fresca tienen la memoria de estos personajes en los nombres de diversos pueblos que aun conservan claro vestigio de los suyos. ¿Qué cosa mas cierta que la fundacion de Lisboa por Ulises; la de Aguas Caldas, por Antiloco; la de Tuy, por Diomedes; la de Elenas, por Tenero; y la de Astorga, por los Astirios? ¿No son estas unas evidentes señales de la dominacion y llegada de aquellos generales á Portugal, Asturias y Galicia? Sí por cierto. Los mismos gallegos tienen ese nombre por la conmixtion de galos y griegos: Lusitania Томо ХХ.

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