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con hija y hermana; la hermana Doña Milagro, casada con D. Ponce, vizconde de Cabrera, de quien quedó hijo y sucesor el vizconde D. Guerao, primero del nombre, que equivale á Giralt. La hija menor de edad y en tutela de su madre viuda Doña Elvira, condesa de Subirats, se llamó Doña Aurembiaux ó Orembiax, como ella se pronuncia en escritura del mes de julio de 1228. Doña Orembiax por la gracia de Dios, Condesa de Urgel etc., etc. (1).

Dejaba el Conde en su testamento (dice Zurita) al papa Inocencio III la mitad de la villa de Valladolid en el reino de Castilla, que era de juro y heredad suya y le pertenecia como herencia del conde D. Peranzures y de la madre del conde Armengol su abuelo; y dejaba aquella parte al Papa porque mandase cumplir su testamento, la otra mitad á sus herederos, con que la tuviesen en nombre de la Sede Apostólica (2).

y

He aquí un suceso raro para Valladolid, verse en dias de caer en los Estados Pontificios; pero no llegó este caso, porque interponiéndose el Rey D. Alonso VIII que no podia excusar la ciudad ilustre que hacia el ornamento de su reino, y en no pocas ocasiones las funciones de su corte, la adquirió para la corona. Y cuando murió en 6 de octubre de 1214, la dejó por apanaje y arras por sus dias á su hija primogénita Doña Berenguela, madre de San Fernando, y muger que habia sido del Rey D. Alonso IX de Leon (separados como he dicho de órden del Papa por el parentesco no dispensado). Desde entonces la gozó esta Princesa hasta su muerte en 1246.

(4) Salazar, Casa de Lara, tom. 1.o, pág. 128 á 130, y tomo 4., pág. 13 y 14.

(2) Anales de Aragon, tom. 1.o, lib. 2.o, cap. 57.

Bien que hubo en ellos los sucesos que ahora apuntarémos.

Muerta su madre, nombró Doña Berenguela por tutor de su hermano D. Enrique I y gobernador del reino al conde D. Alvaro de Lara, quien ántes de entrar en posesion, se le tomó juramento: "Que nunca fuese contra « la Reyna, pues ella tan gran honrra le fazie é tan cum« prida: é que todo lo della fuesse siempre guardado seña<«ladamente las sus arras é las heredades que su padre << la dexára, que son el castiello de Búrgos, é Sant Este« van de Gormaz, é Coriel, é Valladolid, é Muñon, é los << puertos de la mar, é sus cilleros, é todas las otras sus <«< rentas é que siemprel amase é la sirviese como á Se<«<ñora natural é fija de su Señor natural. E todo esto

juró ante los Prelados por Corte...." Tal se lée en la Crónica general de España, que mandó escribir su nieto D. Alonso el Sabio de la impresion de Zamora por Ocampo año 1541, fol. 400, vto. col. 2.

Sin embargo de este tan solemne juramento, tardó bien poco el conde D. Alvaro en atropellarle, como el solo aspiraba á levantarse por cualesquiera medios con la persona del Rey, con la regencia, con el mando y con todo. "Envió decir á la Reina Doña Berenguela que diese al <«< Rey, sin otro alongamiento, el castiello de Búrgos, é <«< Sant Estevan, é Coriel, é Valladolid, é Fita, é los puer<«<tos de la mar. E quando la Reyna vió la carta en nom«bre del Rey su hermano en quel enviaba pedir los << castiellos, pesol muy mucho, é enviol por respuesta, << que cuando se ella viese con él, farie de los castiellos « é de lo al, lo quel mandase como hermano é señor." (así allí fol. 404, col. 2.)

Poco satisfecho el Conde con esta respuesta, y siendo

sus miras dirigidas á apartar muy lejos de la persona del Rey la que admitida á su lado, podria desimpresionar á este y descomponerle á él: "Ovo de si mas sabor de << buscar todo mal á la Reyna Doña Berenguella, é em« biol á Martin Nuñez de Finojosa con cartas del Rey « mucho afincadamente, en quel enviaba pedir el cas« tiello de Búrgos, é Valladolid, é los puertos de la mar. << E la Reyna dijo: bien sé yo que esto non lo demanda << mio hermano el Rey, ni le praze; mas faz lo el Conde <«< que me yaze en grand tuerto; pero á voz de mio her<<< mano me lo demanda, non lo quiero retener; mas pido « á Dios merced quel pese del mal é tuerto quel Conde <«< me faz, sabiendo bien lo que prometió, é todo lo ha <«< quebrantado. Entonces la Reyna entregol todo cuanto << tenia sinon Valladolid que retovo en sí, ca su padre ge la diera por sus dias. Mas dijo: pues tanto mal le << venie por el Conde non queria fincar en Castiella, é se querie ir á tierra de Leon á vivir en sus arras." (Folio cit. vto. col. 2).

Pero toda esta turbacion tuvo fin por otra mas funesta, muriendo el Rey jóven al golpe de una teja que le arrojó otro muchacho en Palencia á los tres años no cabales de su reinado (si reinado fué y no pupilaje) en el de 1217 dia 6 de junio, mártes aciago para él y mucho mas para el ambicioso Conde su déspota, para que se vea que coronas de polvo no pueden ser menos frágiles que el barro. Con este motivo pasó en propiedad la corona de Castilla á dicha su perseguida hermana mayor Doña Berenguela, Señora de Valladolid. Pero esta heroina por un ejemplo raro de desprendimiento de aquellos que se ven pocas veces, llamó á su hijo San Fernando y el Reino á Córtes á esta ciudad, y en ella y su iglesia mayor de

Santa María (como ántes dije, hoy la Antigua) le hizo formal renuncia, y que el Reino en acto continuo le proclamase y elevase al trono, como así se ejecutó con grandes funciones (1), reservándose ella únicamente el señorío de Valladolid, y sonar en los privilegios del hijo de cierto modo respetuoso, á que parece se arregló el formulario, y es indefectible en todos los de su tiempo mientras vivió. Cum assensu et beneplacito genitricis meæ Regina Domina Berengariæ, etc.

Exaltado, pues, nuestro San Fernando al trono por cesion de su noble madre, ya haya sido en el dia 1.o de julio, si es segura esta memoria, ó ya en todo caso no muchos dias despues de la muerte de su tio D. Enrique, y no haciendo mientras ella vivió cosa que no fuese de su agrado ó con su acuerdo, para empezar con buena mano, lo primero que hizo fué recibir un buen ministro. Recibió, digo, por su Canciller, que era el oficio entónces de mas peso y gravedad, y que requeria el hombre mas sabio y despejado que hubiese en toda la nacion, equivalente á lo que es hoy un secretario que despacha á la mano con el Rey, al sapientísimo (que así le llama su coetáneo el Tudense) D. Juan de Medina, natural de Búr

(1) El arzobispo D. Rodrigo, testigo de vista, en su historia de Reb. Hisp., lib. IX, cap. V, lo explica con las siguientes palabras: "Sed extra portam Vallis Oleti educta multitudine extremorum Do«rii et Castellæ, ubi forum agitur, convenerunt, eo quod tantam << multitudinem domorum angustia non ferebat, et ibidem filio regnum <«< tradens, Infans Fernandus, de quo diximus, omnibus approbanti« bus, ad Ecclesiam Sanctæ Mariæ ducitur, et ibidem ad Regni so<«<lium sublimatur, anno ætatis suæ decimo octavo, Clero et populo « decantantibus: Te deum laudamus, te Dominum confitemur. Et <«< ibidem omnes ei fecerunt hominium (homenaje) et fidelitatem « Regi debitam juraverunt. Et sic honore regio ad Regale Palatium « est reductus."

gos, abad á la sazon de Santander. Tal se ve por los privilegios del Rey que autoriza ya con estos títulos el año inmediato 18, y aun en el siguiente 19. En el 20 le trasladaron á la abadía de Valladolid por tenerle mas cerca, y porque era esta la mayor pieza eclesiástica que habia que dar en el reino despues de los obispados; y desde ese año suena en los privilegios Reales con dos títulos de abad de Valladolid y canciller del Rey hasta el de 1231, en que le promovieron á la silla de Osma, que rigió hasta el de 1241 en que le levantaron á la de Búrgos, y de allí á la de Toledo por no haber ya mas en junio de 1247, por muerte del célebre arzobispo D. Rodrigo, y ahí murió muy grande de dias como un año solo de prelacía, en julio del siguiente 1248, aunque siempre con retencion del cancelarato que hasta su muerte unió con todas estas dignidades.

Por todos estos ascensos y promociones, y principalmente por el empleo de canciller del Rey, que por entónces no se daba sino á hombres de mucha autoridad, muchas letras y sabiduría como que cargaba sobre él el mayor peso del despacho y era al lado del Rey como un ministro de Estado, un consejero nato, el mas próximo, el mas confidente, el mas metido en los arcanos, el de mas mano y disposicion, no se podrá negar que el abad D. Juan no fuese un hombre de mucho mérito, uno de los primeros talentos de la nacion y el que tuvo en su mano todas estas proporciones. Es menester considerar que la justicia la administraban y los empleos los proveian entónces un Rey santo y una Reina poco menos, cuyo grande elogio en el Tudense, testigo de vista, es que siempre procedian con consejo de varones sabios Ꭹ cris-tianos. Habeal secum prudentissimos catholicos viros, qui

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