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con aquel ingenio les habiamos de matar á todos. Y aunque otro fruto no hiciera, como no hizo, sino el temor que con él se ponia, por el cual pensábamos que los enemigos se dieran, era harto; y lo uno y lo otro cesó, porque ni los carpinteros salieron con su intencion, ni los de la ciudad, aunque tenian temor, movieron ningun partido para se dar, y la falta y defecto del trabuco disimulámosla con que, movidos de compasion, no los queriamos acabar de matar,

Otro dia después de asentado el trabuco, volvimos á la ciudad, y como ya habia tres ó cuatro dias que no los combatiamos, hallamos las calles por donde ibamos llenas de mujeres y niños y otra gente miserable que se morian de hambre, y salian traspasados y flacos, que era la mayor lástima del mundo de los ver: y yo mandé á nuestros amigos que no les ficiesen daño alguno; pero de la gente de guerra no salia ninguno adonde pudiese recibir daño, aunque los veiamos estar encima de sus azoteas cubiertos con sus mantas, que usan, y sin armas; y fice este dia que se les requiriese con la paz, y sus respuestas eran disimulaciones; y como lo mas del dia nos tenian en esto, enviéles á decir que les queria combatir; que ficiesen retraer toda su gente, si no, que daria licencia que nuestros amigos los matasen. Y ellos dijeron que querian paz; y yo les repliqué que yo no veia allí el señor con quien se habia de tratar, que venido, para lo cual le daria todo el seguro que quisiese, que hablariamos en la paz, E como vimos que era burla y que todos estaban apercibidos para pelear con nosotros, después de se la haber muchas veces amonestado, por mas los estrechar y poner en mas extrema necesidad, mandé á Pedro de Albarado que con toda su gente entrase por la parte de un gran barrio que los enemigos tenian, en que habria mas de mil casas ; y yo por la otra parte entré á pié con la gente de nuestro real, porque á caballo no nos podiamos por allí aprovechar. Y fué tan recio el combate nuestro y de nuestros enemigos, que les ganamos todo aquel barrio1; y fué tan grande la mortandad que se hizo en nuestros enemigos, que muertos y presos pasaron de doce mil animas, con los cuales usaban de tanta crueldad nuestros amigos, que por ninguna via á ninguno daban la vida, aunque mas reprendidos y castigados de nosotros eran.

Otro dia siguiente tornamos á la ciudad, y mandé que no peleasen ni ficiesen mal á los enemigos; y como ellos veian tanta multitud de gente sobre ellos, y conocían que los venian á matar sus vasallos y los que ellos solian mandar, y veian su extrema necesidad y como no tenian donde estar sino sobre los cuerpos muertos de los suyos, con deseo de verse fuera de tanta desventura, decian que por qué no los acabábamos ya de matar, y á mucha priesa dijeron que me llamasen, que me querian hablar. E como todos los españoles deseaban que ya esta guerra se concluyese, y habian lástima de tanto mal como se hacia, holgaron mucho, pensando que los indios querian paz; y con mucho placer viniéronme á llamar y importunar que me llegase á una albarrada donde estaban ciertos

Cerca de Tlatelolco está el barrio de Sanconpinca.

principales, porque querian hablar conmigo. E aunque yo sabia que habia de aprovechar poco mi ida, determiné de ir, como quiera que bien sabia que el no darse estaba solamente en el señor y otros tres ó cuatro principales de la ciudad, porque la otra gente, muertos ó vivos, deseaban ya verse fuera de allí. Y llegado al albarrada, dijéronme que pues ellos me tenían por hijo del sol, y el sol en tanta brevedad como era en un dia y una noche daba vuelta á todo el mundo, que porque yo así brevemente no los acababa de matar y los quitaba de penar tanto, porque ya ellos tenian deseos de morir y irse al cielo para su Ochilobus que los estaba esperando para descansar; y este ídolo es el que en mas veneracion ellos tienen. Yo les respondí muchas cosas para los atraer á que se diesen, y ninguna cosa aprovechaba, aunque en nosotros veian mas muestraș y señales de paz que jamás á ningunos vencidos se mostraron, siendo nosotros, con el ayuda de nuestro Se ñor, los vencedores.

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Puestos los enemigos en el último extremo, como de lo dicho se puede colegir, para los quitar de su mal propósito, como era la determinacion que tenian de morir, hablé con una persona bien principal entre ellos, que teniamos preso, al cual dos ó tres dias habia prendido un tio de don Fernando, señor de Tesáico, peleando en la ciudad, y aunque estaba muy herido, le dije si queria volver á la ciudad, y él me respondió que sí; y como otro dia entramos en ella, enviéle con ciertos españoles, los cuales lo entregaron á los de la ciudad; y á este principal yo le habia hablado largamente para que hablase con el señor y con otros principales sobre la paz; y él me prometió de hacer sobre ello todo lo que pudiese. Los de la ciudad lo recibieron con mucho acatamiento, como á persona principal; y como lo llevaron delante de Guatimucin, su señor, y él le comenzó á hablar sobre la paz, diz que luego lo mandó matar y sacrificar; y la respuesta que estábamos esperando nos dieron con venir con grandísimos alaridos, diciendo que no querian sino morir, y comienzan á nos tirar: varas, flechas y piedras, y á pelear reciamente con nosotros; y tanto, que nos mataron un caballo con un dalle 3 que uno traia hecho de una espada de las nuestras, y al fin les costó caro, porque murieron muchos dellos; y así, nos volvimos á nuestros reales aquel dia.

Otro dia tornamos á entrar en la ciudad, y ya estaban los enemigos tales, que de noche osaban quedar en ella de nuestros amigos infinitos dellos. Y llegados á vista de los enemigos, no quisimos pelear con ellos, sino andarnos paseando por su ciudad, porque teniamos pensamiento que cada hora y cada rato se ha-. bian de salir á nosotros. E por los inclinar á ello, yo, me llegué cabalgando cabe una albarrada suya que tenian, bien fuerte, y llamé á ciertos principales que es-taban detrás, á los cuales yo conocia, y dijeles que pues se veian tan perdidos, y conocian que si yo quisiese, en una hora no quedaria ninguno dellos, que porque no venia á me hablar Guatimucin, su señor, que yo le prometia de no hacerle ningun mal; yque

2 Huitcilopocthli, primer caudillo de los mejicanos y el dios principal de Méjico y de la guerra; otro Marte de los romanos. 3 Dalle es especie de daga puesta en una asta.

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riendo él y ellos venir de paz, que serian de mí muy -bien recibidos y tratados. Y pasé con ellos otras razones, con que los provoqué á muchas lágrimas; y llorando me respondieron que bien conocian su yerro y perdicion, y que ellos querian ir á hablar á su señor, y me volverian presto con la respuesta, y que no me fuese de allí. E ellos se fueron, y volvieron dende á un rato, y dijéronme que porque ya era tarde su señor no habia venido; pero que otro dia á mediodía vendria en todo caso á me hablar, en la plaza del mercado; y así, nos fuimos á nuestro real. Y yo mandé para otro dia que tuviesen aderezado allí en aquel cuadrado alto que está en medio de la plaza, para el señor y principales de la ciudad un estrado, como ellos lo acostumbran, y que tambien les tuviesen aderezado de comer; y así se puso por obra.

Otro dia de mañana fuimos á la ciudad, y yo avisé á la gente que estuviese apercebida, porque si los de la ciudad acometiesen alguna traicion, no nos tomasen descuidados. E á Pedro de Albarado, que estaba allí, le avisé de lo mismo; y como llegamos al mercado, yo envié á decir y hacer saber á Guatimucin cómo le estaba esperando; el cual, segun pareció, acordó de no venir, y envióme cinco de aquellos señores principales de la ciudad, cuyos nombres, porque no hacen mucho al caso, no digo aquí. Los cuales llegados, dijeron que su señor me enviaba á rogar con ellos que le perdonase porque no venia, que tenia mucho miedo de parecerante mí, y tambien estaba malo, y que ellos estaban allí; que viese lo que mandaba, que ellos lo harian; y aunque el señor no vino, holgamos mucho que aquellos principales viniesen, porque parecia que era camino de dar presto conclusion á todo el negocio. Yo los recibí con semblante alegre, y mandéles dar luego de comer y beber; en lo cual mostraron bien el deseo y necesidad que dello tenian. E después de haber comido, díjeles que hablasen á su señor, y que no tuviese temor ninguno, y que le prometia que aunque ante mí viniese, que no le seria hecho enojo alguno ni seria detenido, porque sin su presencia en ninguna cosa se podia dar buen asiento ni concierto; y mandéles dar algunas cosas de refresco que le llevasen para comer; y prometiéronme de hacer en el caso todo lo que pudiesen; y así, se fueron. E dende á dos horas volvieron, y trajéronme unas mantas de algodon buenas, de las que ellos usan, y dijéronme que en ninguna manera Guatimucin, su señor, vendria ni queria venir, y que era excusado hablar en ello. Y yo les torné á repetir que no sabia la causa por que él se recelaba venir ante mí, pues veia que á ellos, que yo sabia que habian sido los causadores principales de la guerra y que la habian sustentado, les hacia buen tratamiento, que los dejaba ir y venir seguramente sin recibir enojo alguno; que les rogaba que le tornasen á hablar, y mirasen mucho en esto de su venida, pues á él le convenia, y yo lo hacia por su provecho; y ellos respondieron que así lo harian, y que otro dia me volverian con la respuesta; y así, se fueron ellos, y tambien nosotros á nuestros reales.

Otro dia bien de mañana aquellos principales vinieron á nuestro real, y dijéronme que me fuese á la plaza del mercado de la ciudad, porque su señor me queria

ir á hablar allí; y yo, creyendo que fuera así, cabalgué y tomamos nuestro camino, y estúvele esperando donde quedaba concertado mas de tres ó cuatro horas, y nunca quiso venir ni parecer ante mi. E como yo vi la burla, y que era ya tarde, y que ni los otros mensajeros ni el señor venian, envié á llamar á los indios nuestros amigos, que habian quedado á la entrada de la ciudad, casi una legua de donde estábamos, á los cuales yo habia mandado que no pasasen de allí, porque los de la ciudad me habian pedido que para hablar en las paces no estuviese ninguno dellos dentro; y ellos no se tardaron, ni tampoco los del real de Pedro de Albarado. E como llegaron, comenzamos á combatir unas albarradas y calles de agua que tenian, que ya no les quedaba otra mayor fuerza; y entrámosles, así nosotros como nuestros amigos, todo lo que quisimos. E al tiempo que yo salí del real habia proveido que Gonzalo de Sandoval entrase con los bergantines por la otra parte de las casas en que los indios estaban fuertes; por manera que los tuviésemos cercados, y que no los combatiese hasta que viese que nosotros combatiamos; por manera que, por estar así cercados y apretados, no tenian paso por donde andar sino por encima de los muertos y por las azoteas que les quedaban; y á esta causa ni tenian ni hallaban flechas ni varas ni piedras con que nos ofender; y andaban con nosotros nuestros amigos á espada y rodela, y era tanta la mortandad que en ellos se hizo por la mar y por la tierra, que aquel dia se mataron y prendieron mas de cuarenta mil ánimas; y era tanta la grita y lloro de los niños y mujeres, que no había persona á quien no quebrantase el corazon, é ya nosotros teniamos mas que hacer en estorbar á nuestros amigos que no matasen ni hiciesen tanta crueldad, que no en pelear con los indios; la cual crueldad nunca en generacion tan recia se vió, ni tan fuera de toda órden de naturaleza, como en los naturales destas partes. Nuestros amigos hubieron este dia muy gran despojo, el cual en ninguna manera les podiamos resistir, porque nosotros éramos obra de nuevecientos españoles, y ellos mas de ciento y cincuenta mil hombres, y ningun recaudo ni diligencia bastaba para los estorbar que no robasen, aunque de nuestra parte se hacia todo lo posible. Y una de las cosas por que los dias antes yo rebusaba de no venir en tanta rotura con los de la ciudad, era porque, tomándolos por fuerza, habian de echar lo que tuviesen en el agua, y ya que no lo hiciesen, nuestros amigos habrian de robar todo lo mas que hallasen; y á esta causa temia que se habria para vuestra majestad poca parte de la mucha riqueza que en esta ciudad habia, y segun la que yo antes para vuestra alteza ́tenia ; y porque ya era tarde y no podiamos sufrir el mal olor de los muertos que habia de muchos dias por aquellas calles, que era la cosa del mundo mas pestilencial, nos fuimos á nuestros reales. Y aquella tarde dejé concertado que para otro día siguiente, que habiamos de volver á entrar, se aparejasen tres tiros gruesos que teniamos para llevarlos á la ciudad, porque yo temia que, como estaban los enemigos tan juntos y que no tenian por dónde se rodear, queriéndolos entrar por fuerza, sin pelear podrian entre sí ahogar los españoles, y queria dende acá hacerles

con los tiros algun daño, porque saliesen de allí para nosotros. E al alguacil mayor mandé que asimismo para otro dia que estuviese apercibido para entrar con los bergantines por un lago de agua grande que se hacia entre unas casas, donde estaban todas las canoas de la ciudad recogidas; y ya tenían tan pocas casas donde poder estar, que el señor de la ciudad andaba metido en una canoa con ciertos principales, que no sabian qué hacer de si; y desta manera quedó concertado que habiamos de entrar otro dia por la manana.

Siendo ya de dia hice apercibir toda la gente y llevar los tiros gruesos, y el dia antes habia mandado á Pedro de Albarado que me esperase en la plaza del Mercado, y no diese combate fasta que yo llegase; y estando ya todos juntos y los bergantines apercibidos todos por detrás de las casas del agua, donde estaban los enemigos, mandé que en oyendo soltar una escopeta, que entrasen por una poca parte que estaba por ganar, y echasen á los enemigos al agua hacia donde los bergantines habian de estar á punto; y aviséles mucho que mirasen por Guautimucin, y trabajasen de lo tomar á vida, porque en aquel punto cesaria la guerra. E yo me subí encima de una azotea, y antes del combate hablé con algunos de aquellos principales de la ciudad, que conocia, y les dije qué era la causa por que su señor no queria venir; que pues se veian en tanto extremo, que no diesen causa á que todos pereciesen, y que lo llamasen y no hobiesen ningun temor; y dos de aquellos principales pareció que lo iban á llamar. E dende á poco volvió con ellos uno de los mas principales de todos aquellos, que se llamaba Ciguacoacin, y era el capitan y gobernador de todos ellos, é por su consejo se seguian todas las cosas de la guerra; y yo le mostré buena voluntad, porque se asegurase y no tuviese temor; y al fin me dijo que en ninguna manera, el señor vernia ante mí, y antes queria por allá morir, y que á él pesaba mucho desto; que hiciese yo lo que quisiese; y como vi en esto su determinacion, yo le dije que se volviese á los suyos, y que él y ellos se aparejasen, porque los queria combatir y acabar de matar; y así, se fué. Y como en estos conciertos se pasaron mas de cinco horas, y los de la ciudad estaban todos encima de los muertos, y otros en el agua, y otros andaban nadando, y otros ahogándose en aquel lago donde estaban las canoas, que era grande, era tanta la pena que tenian, que no bastaba juicio á pensar cómo lo podian sufrir; y no hacian sino salirse infinito número de hombres y mujeres y niños hácia nosotros. Y por darse priesa al salir, unos á otros se echaban al agua, y se ahogaban entre aquella multitud de muertos; que, segun pareció, del agua salada que bebian, y de la hambre y mal olor, habia dado tanta mortandad en ellos, que murieron mas de cincuenta mil ánimas. Los cuerpos de las cuales, porque nosotros no alcanzásemos su necesidad, ni los echaban al agua, porque los bergantines no topasen con ellos, ni los ecliaban fuera de su conversacion, porque nosotros por la ciudad no lo viésemos; y salí por aquellas calles en que estaban: hallábamos los montones de los muertos, que no habia persona que en otra cosa pudiese poner los piés; y como la gente de la ciu

dad se salía á nosotros, yo había proveido que por todas las calles estuviesen españoles para estorbar que nuestros amigos no matasen á aquellos tristes que salian, que eran sin cuento. Y tambien dije á todos los capitanes de nuestros amigos que en ninguna manera consintiesen matar á los que salian; y no se pudo tanto estorbar, como eran tantos, que aquel dia no mataron y sacrificaron mas de quince nril ánimas; y en esto todavía los principales y gente de guerra de la ciudad se estaban arrinconados y en algunas azoteas y casas y en el agua, donde ni les aprovechaba disimulacion ni otra cosa, porque no viésemos su perdicion y su flaqueza muy á la clara. Viendo que se venia la tarde y que no se querian dar, fice asentar los dos tiros gruesos hacia ellos para ver si se darian, porque mas daño recibieran en dar licencia á nuestros amigos que les entraran, que no de los tiros, los cuales ficieron algun daño. E como tampoco esto aprovechaba, mandé soltar la escopeta, y en soltándo la, luego fué tomado aquel rincon que tenian, y echados al agua los que en él estaban; otros que quedaban sin pelear se rindieron; é los bergantines entraron de golpe por aquel lago, y rompieron por medio de la flota de canoas y la gente de guerra que en ellas estaba ya no osaban pelear; y plugo á Dios que un capitan de un bergantin, que se dice Garci Holguin, llegó en pos de una canoa, en la cual le pareció que iba gente de manera; y como llevaba dos ó tres ballesteros en la proa del bergantin, y iban encarando en los de la canoa, ficiéronle señal que estaba allí el señor, que no tirasen, y saltaron de presto, y prendiéronle á él y á aquel Guautimoucin 1, y á aquel señor de Tacuba, y á otros principales que con él estaban; y luego el dicho capitan Garci Holguin me trujo allí á la azotea donde estaba, que era junto al lago, al señor de la ciudad y á los otros principales presos; el cual, como le fice sentar, no mostrándole riguridad ninguna, llegóse á mí, y dijome en su lengua que ya él habia hecho todo lo que de su parte era obligado para defenderse á sí y á los suyos hasta venir en aquel estado, que ahora ficiese dél lo que yo quisiese; y puso la mano en un puñal que yo tenia, diciéndome que le diese de puñaladas y le matase. E yo le animé, y le dije que no tuviese temor ninguno; y así, preso este señor, luego en ese punto cesó la guerra, á la cual plugo á Dios nuestro Señor dar conclusion martes, dia de San Hipólito, que fueron 13 de agosto de 1521 años. De manera que desde el dia que se puso cerco á la ciudad, que fué á 30 de mayo del dicho año, hasta que se ganó, pasaron setenta y cinco dias; en los cuales vuestra majestad verá los trabajos, peligros y desventuras que estos sus vasallos padecieron, en los cuales mostraron tanto sus personas, que las obras dan buen testimonio dello.

Y en todos aquellos setenta y cinco dias del cerco ninguno se pasó que no se tuviese combate con los de la ciudad, poco ó mucho. Aquel dia de la prision de Guautimucin y toma de la ciudad, después de haber recogido el despojo que se pudo haber, nos fuimos al real, dando gracias á nuestro Señor por tan señala

1 Este Quatecmotein fué preso y dió su puñal, como después se dirá, para que le matasen ; y es mucho que, como el emperados Othon, no se matase á sí mismo.

du merced y tan deseada victoria como nos habia dado. Allí en el real estuve tres ó cuatro dias, dando órden en muchas cosas que convenian, y después nos venimos á la ciudad de Cuyoacan, donde hasta ahora he estado entendiendo en la buena órden, gobernacion y pacificacion destas partes.

Recogido el oro y otras cosas, con parecer de los oficiales de vuestra majestad se hizo fundicion dello, y montó lo que se fundió mas de ciento y treinta mil castellanos, de que se dió el quinto al tesorero de vuestra majestad, sin el quinto de otros derechos que á vuestra majestad pertenecieron de esclavos y otras cosas, segun mas largo se verá por la relacion de todo lo que á vuestra majestad perteneció, que irá firmado de nuestros nombres. Y el oro que restó se repartió en mí y en los españoles, segun la manera y servicio y calidad de cada uno demás del dicho oro se hubieron ciertas piezas y joyas de oro, y de las mejores dellas se dió el quinto al dicho tesorero de vuestra majestad.

Entre el despojo que se hubo en la dicha ciudad, hubimos muchas rodelas de oro 1 y penachos y plumajes, y cosas tan maravillosas, que por escrito no se pueden significar, ni se pueden comprehender si no son vistas; y por ser tales, parecióme que no se debian quintar ni dividir, sino que de todas ellas se hiciese servicio á vuestra majestad; para lo cual yo hice juntar todos los españo les, y les rogué que tuviesen por bien que aquellas cosas se enviasen á vuestra majestad, y que de la parte que á ellos venia y á mí, sirviésemos á vuestra majestad; y ellos holgaron de lo hacer de muy buena voluntad, y con tal, ellos y yo enviamos el dicho servicio á vuestra majestad con los procuradores que los consejos desta Nueva-España envian.

Como la ciudad de Temixtitan era tan principal y nombrada por todas estas partes, parece que vino á noticia de un señor de una muy gran provincia que está setenta leguas de Temixtitan, que se dice Mechuacan 2, cómo la habiamos destruido y asolado, y considerando la grandeza y fortaleza de la dicha ciudad, al señor de aquella provincia le pareció que, pues que aquella no se nos habia defendido, que no habria cosa que se nos amparase; y por temor ó por lo que á él le plugo, envióme ciertos mensajeros, y de su parte me dijeron por los intérpretes de su lengua, que su señor había sabido que nosotros eramos vasallos de un gran señor; y que, si yo tuviese por bien, él y los suyos lo querian tambien ser y tener mucha amistad con nosotros. Y yo le respondí que era verdad que todos eramos vasallos de aquel gran señor, que era vuestra majestad, y que á todos los que no lo quisiesen ser les habiamos de hacer guerra, y que su señor y ellos lo habian hecho muy bien. Y como yo de poco acá tenia alguna noticia de la mar del Rodelas de oro es prueba evidente de la grandeza y magnificencia de los mejicanos, y se admiraron en toda la Europa las piezas que envió Cortès.

3 La provincia de Michoacan es la que comprende el obispado ade Valladolid y otras distintas; es frontera de los chichimecas; su etimologia quiere decir tierra de pescado ó michi; es abundante de todos frutos, y la cosecha de trigo muy grande. La principal ciudad desta provincia era Pátzquaro, donde asistian los reyes gentiles alli se puso al principio la silla episcopal ; à la parte del sur está la costa de Zacatula, de que antes hizo memoria Cortés.

Sur, informéme tambien dellos si por su tierra podian ir allá; y ellos me respondieron que sí; y roguéles que, porque pudiese informar á vuestra majestad de la dicha mar y de su provincia, llevasen consigo dos españoles que les daría; y ellos dijeron que les placia de muy buena voluntad; pero que para pasar al mar habia de ser por tierra de un gran señor con quien ellos tenian guerra, y que á esta causa no podían por ahora Hegar á la mar. Estos mensajeros de Mechuacan estuvieron aquí conmigo tres ó cuatro dias, y delante dellos hice escaramuzar los de caballo, para que allá lo contasen; y habiéndoles dado ciertas joyas, á ellos y á los dos españoles despaché para la dicha provincia de Mechuacan.

Como en el capítulo antes deste he dicho, yo tenia, muy poderoso Señor, alguna noticia, poco habia, de la otra mar del Sur, y sabia que por dos ó tres partes estaba á doce y á trece y catorce jornadas de aquí; estaba muy ufano, porque me parecia que en la descubrir se hacia á vuestra majestad muy grande y señalado servicio, especialmente que todos los que tienen alguna ciencia y experiencia en la navegacion de las Indias, han tenido por muy cierto que, descubriendo por estas partes la mar del Sur, se habian de hallar muchas islas ricas de oro y perlas y piedras preciosas y especería, y se habian de descubrir y hallar otros muchos secretos y cosas admirables; y esto han afirmado y afirman tambien personas de letras y experimentadas en la ciencia de la cosmografía. E con tal deseo, y con que de mí pudiese vuestra majestad recibir en esto muy singular y memorable servicio, despaché cuatro españoles, los dos por ciertas provincias y los otros dos por otras; y informados de las vias que habian de llevar, y dádoles personas de nuestros amigos que los guiasen y fuesen con ellos, se partieron. E yo les mandé que no parasen hasta llegar á la mar, y que en descubriéndola, tomasen la posesion real y corporalmente en nombre de vuestra majestad, y los unos anduvieron cerca de eiento y treinta leguas por muchas y buenas provincias sin recibir ningun estorbo, y llegaron á la mar y tomaron la posesion, y en señal pusieron cruces en la costa della. Y dende á ciertos dias se volvieron con la relacion del dicho descubrimiento, y me informaron muy particularmente de todo, y me trujeron algunas personas de los naturales de la dicha mar; é tambien me trujeron muy buena muestra de oro de minas 4 que hallaron en algunas de aquellas provincias, por donde pasaron, la cual con otras muestras de oro ahora envio á vuestra majestad. Los otros dos españoles se detuvieron algo mas, porque anduvieron cerca de ciento y cincuenta leguas por otra parte hasta llegar á la dicha mar, donde asimismo to

Este alto pensamiento de Cortés fué la causa del descubrimiento de la mar del Sur, de la navegacion que después hizo al golfo de Californias, de la navegacion al otro reino del Perú, á Filipinas é islas de la Especería, por las especias de canela, clavo y pimienta, con que tanto se enriquecen los holandeses, y todo lo descubierto hasta el día de hoy en Nueva-España se le debe á Cortés. Califícase su inteligencia en la geografía náutica y otras ciencias, y el deseo eficaz de servir à Dios y á su rey.

Por el trabajo y desvelo de Cortés se puede afirmar que se descubrieron las minas de Zacatecas, las de Potosí, las de Zacatula, las de Tasco y otras, principalmente las de Guanaxuato, que tanto han rendido á la corona, y están en la provincia de Nichoaсад.

maron la dicha posesion, y me trajeron larga relacion de la costa, y se vinieron con ellos algunos de los naturales della. Y á ellos y á los otros los recibí graciosamente, y con haberlos informado del gran poder de vuestra majestad, y dado algunas cosas, se volvieron muy contentos á sus tierras.

En la otra relacion, muy católico Señor, hice saber á vuestra majestad cómo al tiempo que los indios me desbarataron y echaron la primera vez fuera de la ciudad de Temixtitan, se habian rebelado contra el servicio de vuestra majestad todas las provincias sujetas á la ciudad, y nos habian hecho la guerra, y por esta relacion podrá vuestra majestad mandar ver cómo habemos reducido á su real servicio todas las mas tierras y provincias que estaban rebeladas; é por qué ciertas provincias que están de la costa de la mar del Norte á diez y quince y á treinta leguas 1, dende que la dicha ciudad de Temixtitan se habia alzado, ellas estaban rebeladas, y los naturales dellas habian muerto á traicion y sobre seguro mas de cien españoles, y yo, hasta haber dado conclusion en esta guerra de la ciudad, no habia tenido posibilidad para enviar sobre ellos; acabados de despachar aquellos españoles que vinieron de descubrir la mar del Sur, determiné de enviar á Gonzalo de Sandoval 2, alguacil mayor, con treinta y cinco de caballo y docientos españoles y gente de nuestros amigos, y con algunos principales y naturales de Temixtitan, á aquellas provincias, que se dicen Tatactetelco y Tuxtepeque y Guatuxco y Aulicaba; y dádole instruccion de la órden que habia de tener en esta jornada, se comenzó á aderezar para la hacer.

En esta sazon el teniente que yo habia dejado en la villa de Segura de la Frontera, que es en la provincia de Tepeaca, vino á esta ciudad de Cuyoacan, y hízome saber cómo los naturales de aquella provincia y de otras á ella comarcanas, vasallos de vuestra majestad, recibian daño de los naturales de una provincia que se dice Gua→ xacaque, que les facian guerra porque eran nuestros amigos; y que demás de ser necesario poner remedio á esto, era muy bien asegurar aquella provincia de Guaxacaque 3, porque estaba en camino de la mar del Sur, y en pacificándose seria cosa muy provechosa, así para lo dicho como para otros efectos de que adelante haré relacion á vuestra majestad; y el dicho teniente me dijo que estaba muy particularmente informado de aquella provincia, y que con poca gente la podria sojuzgar; porque estando yo en el real sobre Temixtitan, él habia ido á ella, porque los de Tepeaca le ahincaban que fuese á bacer guerra á los naturales della; pero como no habia llevado mas de veinte ó treinta españoles, le habian fecho volver, aunque no tanto despacio como él quisiera. E yo, vista su relacion, díle doce de caballo y ochenta españoles; y el dicho alguacil mayor y teniente se partieron con su gente desta ciudad de

4 Aquí se entiende la Huasteca, la Misteca y otras provincias que están cerca del seno mejicano.

* Gonzalo de Sandoval fué natural de Medellin, fué compañero de Cortés en todos sus trabajos y conquistas de Yucatan y Méjico, de que fué gobernador poco tiempo, y con muchas disputas por parte de Estrada. Era alguacil mayor de Villarica ó Veracruz.

3 La provincia de Guaxacaque, que llama Cortés, es Huaxacac, que hoy es Oaxaca, confinante con la diócesis de la Puebla.

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Cuyoacan á 30 de octubre del año de 521. Y llegados á la provincia de Tepeaca, ficieron allí sus alardes, y cada uno se partió á su conquista; y el alguacil mayor dende á veinte y cinco dias me escribió cómo habia llegado á la provincia de Guatusco; y que aunque llevava harto recelo que se había de ver en aprieto con los enemigos, porque era gente muy diestra en la guerra y tenian muchas fuerzas en su tierra, que habia placido á nuestro Señor que habian salido de paz; y que aunque no habia llegado á las otras provincias, que tenia por muy cierto que todos los naturales dellas se le vernian á dar por vasallos de vuestra majestad ; y dende á quince dias hobe cartas suyas, por las cuales me hizo saber cómo habia pasado mas adelante, y que toda aquella tierra estaba ya de paz y que le parecia que para la tener segura era bien poblar en lo mas á propósito della, como mucho antes lo habiamos puesto en plática; y que viese lo que cerca dello debia hacer. Yo le escribí agradeciéndole mucho lo que había trabajado en aquella su jornada en servicio de vuestra majestad; y le hice sa-` ber que me parecia muy bien lo que decia acerca del poblar; y enviéle á decir que ficiese una villa de españoles en la provincia de Tuxtebeque 4, y que le pusiese nombre Medellin; y enviéle su nombramiento de alcaldes y regidores y otros oficiales; á los cuales todos encargué mirasen todo lo que conviniese al servicio de vuestra majestad y al buen tratamiento de los natu

El teniente de la villa de Segura la Frontera se partió con su gente á la província de Guaxaca con mucha gente de guerra de aquella comarca, nuestros amigos; y aunque los naturales de la dicha provincia se pusieron en resistirle, y peleó dos ó tres veces con ellos muy reciamente, al fin se dieron de paz, sin recibir ningun daño; y de todo me escribió particularmente, y me informó cómo la tierra era muy buena y rica de minas 5, y me envió una muy singular muestra de oro dellas, que tambien envio á vuestra majestad, y él se quedó en la dicha provincia para hacer de allí lo que le enviase á mandar.

Habiendo dado órden en el despacho destas dos conquistas, y sabiendo el buen suceso dellas, y viendo cómo yo tenia ya pobladas tres villas de españoles, y que conmigo estaban copia dellos en esta ciudad de Cuyoacan, habiendo platicado en qué parte hariamos otra poblacion al rededor de las lagunas, porque desta habia mas necesidad para la seguridad y sosiego de todas es

Tuxtepec, en la diócesis de Oaxaca, en que está la provincia de Tututepec, el pueblo de Tuchitepec y otros muy parecidos en el nombre.

5 Estas minas no están hoy corrientes, y todo el trabajo se emplea en la grana ó cochinilla que se cria en los tunales ó higueras finas deste país, pegándose el gusanillo á las palmas de las hojas, que han de estar muy limpías y sin espinas. Los gusanos ó cochinillas madres se fomentan con el calor del cuerpo, como el gusano de la seda ; á su tiempo se esparcen por las hojas del nopal, y allí hacen su cria. Esta cochinilla es de mucho aprecio, pero mas singular es el caracol que se pesca en las costas de Nicaragua y Santiago de Veraguas, que cria dentro una ampollita de licor, que es la verdadera púrpura ó múrice, pues sin mas que pasar un hilo por aquel humor, queda perfectamente teñido, y lavándolo se rcfina mas. Se coge en la creciente de la luna, y después de aprovechado se arroja en la playa, y en otra creciente vuelve á dar el licor.

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