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ellos; y desque cayeron en la burla comenzaron á huir. Y ya nuestra gente de pié estaba dentro en el pueblo y le comenzaban á quemar, y los enemigos todos á le desamparar; y así buyendo se acogieron á la sierra, aunque murieron muchos dellos, y los de caballo siguieron y mataron muchos. E después que hallamos por dónde entrar al pueblo, que sería mediodía, aposentámonos en las casas de una huerta, porque lo hallamos ya casi todo quemado. E ya bien tarde el señor y algunos otros principales, viendo que en cosa tan fuerte como su pueblo no se habian podido defender, temiendo que allá en la sierra los habiamos de ir á matar, acordaron de se venir á ofrecer por vasallos de vuestra majestad, y yo los recibí por tales, y prometiéronme de ahí adelante ser siempre nuestros amigos. Estos indios y los otros que venian á se dar por vasallos de vuestra majestad, después de los haber quemado y destruido sus casas y haciendas, nos dijeron que la causa por que venian tarde á nuestra amistad era porque pensaban que satisfacian sus culpas en consentir primero hacerles daño, creyendo que hecho no terniamos después tanto enojo dellos.

Aquella noche dormimos en aquel pueblo, y por la mañana seguimos nuestro camino por una tierra de pinales, despoblada y sin ninguna agua, la cual y un puerto pasamos con grandísimo trabajo y sin beber; tanto, que muchos de los indios que iban con nosotros perecieron de sed; é á siete leguas de aquel pueblo en unas estancias paramos aquella noche. Y en amaneciendo tomamos nuestro camino 1 y llegamos á vista de una gran ciudad que se dice Suchimilco, que está edificada en la laguna dulce, é como los naturales della estaban avisados de nuestra venida, tenian hechas muchas albarradas y acequias, y alzadas las puentes de todas las entradas de la ciudad, la cual está de Temixtitan tres ó cuatro leguas, y estaba dentro mucha y muy lucida gente y muy determinados de se defender ómorir. E llegados, y recogida toda la gente y puesta en mucha órden y concierto, yo me apeé de mi caballo y seguí con ciertos peones hácia una albarrada que tenian becha, y detrás estaba infinita gente de guerra; é como comenzamos á combatir el albarrada, y los ballesteros y escopeteros les hacian daño, desamparáronla, y los españoles se echaron al agua y pasarona delante por donde hallaron tierra firme. Y en media hora que peleamos con ellos les ganainos la principal parte de la ciudad; é retraidos los contrarios por las calles del agua y en sus canoas, pelearon hasta la noche. E unos movian paces, y otros por eso no dejaban de pelear; y moviéronlas tantas veces sin ponerlo por obra, que caimos en la cuenta, porque ellos lo hacian para dos efectos, el uno para alzar sus haciendas en tanto que nos detenian con la paz; el otro por dilatar tiempo en tanto que les venia socorro de Méjico y Temixtitan. E este dia nos mataron dos españoles, porque se desmandaron de los otros á robar, y viéronse con tanta necesidad, que nunca pudieron ser socorridos, E en la tarde pensaron los enemigos cómo nos podrian atajar de ma

1 Desde Cuernabaca volvieron kácia Méjico, y pararon en Xochimilco, que está junto à la laguna de Chalco, y hoy hay muchas familias de indios que por agua y tierra comercian en Méjico.

nera que no pudiésemos salir de su ciudad con las vidas. E juntos mucha copia dellos, determinaron de venir por la parte que nosotros habiamos entrado; y como los vimos venir tan súpito, espantámonos de ver su ardiz y presteza, y seis de caballo y yo, que estábamos mas á punto que los otros, arremetimos por medio dellos. E ellos, de temor de los caballos, pusiéronse en huida; y así, salimos de la ciudad tras ellos, matando muchos, aunque nos vimos en harto aprieto; porque, como eran tan valientes hombres, muchos dellos osaban esperar á los de caballo con sus espadas y rodelas. E como andábamos revueltos con ellos y habia muy gran priesa, el caballo en que yo iba se dejó caer de cansado; y como algunos de los contrarios me vieron á pié, revolvieron sobre mí, é yo con la lanza comencéme á defender dellos; y un indio de los de Tascaltecal, como me vió en necesidad, llegóse á me ayudar, y él y un mozo mio que luego llegó levantamos el caballo. E ya en esto llegaron los españoles, y los enemigos desampararon todo el campo; y yo con los otros de caballo, que entonces habian llegado, como estábamos muy cansados, nos volvimos á la ciudad. E aunque era ya casi noche y razon de reposar, mandé que todas las puentes alzadas por do iba el agua se cegasen con piedra y adobes que habia allí, porque los de caballo pudiesen entrar y salir sin estorbo ninguno en la ciudad; y no me partí de allí fasta que todos aquellos pasos malos quedaron muy bien aderezados, y con mucho aviso y recaudo de velas pasamos aquella noche.

Otro dia, como todos los naturales de la provincia de Méjico y Temixtitan sabian ya que estábamos en Suchimilco, acordaron de venir con gran poder por el agua y por la tierra á nos cercar, porque creian que no podiamos ya escapar de sus manos, y yo me subí á una torre2 de sus ídolos para ver cómo venia la gente y por dónde nos podian acometer, para proveer en ello lo que nos conviniese. E ya que en todo habia dado órden, llegamos por el agua á una muy grande flota de canoas, que creo que pasaban de dos mil, y en ellas venian mas de doce mil hombres de guerra, é por la tierra llega tanta multitud de gente, que todos los campos cubrian. E los capitanes dellos, que venian delante, traian sus espadas de las nuestras en las manos, y apellidando sus provincias, decian: « Méjico, Méjico, Temixtitan, Temixtitan;» y decíannos muchas injurias, y amenazándonos que nos habian de matar con aquellas espadas, que nos habian tomado la otra vez en la ciudad de Temixtitan. E como ya habia proveido adonde habia de acudir cada capitan, y porque hácia la Tierra-Firme habia mucha copia de enemigos, salí á ellos con veinte de caballo y con quinientos indios de Tascaltecal, y repartímonos en tres partes, y mandéles que desde que hobiesen rompido, que se recogiesen al pié de un cerro que estaba media legua de allí, porque tambien habia alli mucha gente de los enemigos. E como nos dividimos, cada escuadron siguió á los enemigos por su cabo; y después de desbaratados y alanceados y muertos muchos, recogímonos al pié del cerro, é yo mandé á ciertos peones criados mios, que me habian servido y eran bien

2 Los ídolos y adoratorios los tenian en lugares elevados.

sueltos, que por lo mas agro del cerro trabajasen de lo subir. E que yo con los de caballo rodearia por detrás, que era mas llano, y los tomariamos en medio; y así fué, que como los enemigos vieron que los españoles les subian por el cerro, volvieron las espaldas, creyendo que huian á su salvo, y topan con nosotros, que seriamos quince de caballo, y comenzamos á dar en ellos, y los de Tascaltecal asimismo. Por manera que en poco espacio murieron mas de quinientos de los enemigos, y todos los otros se salvaron y huyéronse á las sierras. Y los otros seis de caballo acertaron á ir por un camino muy ancho y llano alanceando á los enemigos, y á media legua de Suchimilco dan sobre un escuadron de gente muy lucida, que venia en su socorro, y desbarataronlos y alancearon algunos; é ya que nos hobimos juntado todos los de caballo, que serian las diez del dia, volvimos á Suchimilco, y á la entrada hallé muchos es pañoles que deseaban mucho nuestra venida y saber lo que nos habia sucedido, y contáronme cómo se habian visto en mucho aprieto, y habian trabajado todo lo posible por echar fuera los enemigos, de los cuales habian muerto mucha cantidad. E diéronme dos espadas de las nuestras, que les habian tomado, y dijéronme cómo los ballesteros no tenian saetas ni almacen alguno. Y estando en esto, antes que nos apeásemos asoinaron por una calzada muy ancha un gran escuadron de los enemigos con muy grandes alaridos. E de presto arremetimos á ellos, y como de la una parte y de la otra de la calzada era todo agua, lanzáronse en ella; y así los desbaratamos; y recogida la gente, volvimos á la ciudad bien cansados, y mandéla quemar toda, excepto aquello donde estábamos aposentados. Y así estuvimos en esta ciudad tres dias, que en ninguno dellos dejamos de pelear; y al cabo, dejándola toda quemada y asolada, nos partimos, y cierto era mucho para ver, porque tenia muchas casas y torres de sus ídolos de cal y canto; y por no me alargar, dejo de particularizar otras cosas bien notables desta ciudad.

El dia que me partí, me salí fuera á una plaza que cstá en la Tierra-Firme junto á esta ciudad, que es donde los naturales hacen sus mercados; y estaba dando órden cómo diez de caballo fuesen en la delantera, y otros diez en medio de la gente de pié, y yo con otros diez en la rezaga. E los de Suchimilco, como vieron que nos comenzábamos á ir, creyendo que de temor suyo era, llegan por nuestras espaldas con mucha grita, y los diez de caballo y yo volvimos á ellos, y seguimoslos hasta meterlos en el agua; en tal manera, que no curaron mas de nosotros; y así, nos volvimos nuestro camino. E á las diez del dia llegamos á la ciudad de Cuyoacan, que está de Suchimilco dos leguas, y de las ciudades de Temixtitan 1, y Culuacan, y Uchilubuzco, y Iztapalapa, y Cuitaguaca y Mizqueque, que todas estan en el agua, la mas lejos destas está una legua y media; y hallámosla despoblada, y aposentámonos en la casa del señor, y aquí estuvimos el día que llegamos y otro. E porque en siendo acabados los bergantines habia de poner cerco á Temixtitan, quise primero ver la disposi

1 Méjico, Culhuacan, Churubusco, que antes se llamaba OchoJopozco, Iztapalapa, Thlahuac, antes Cilitahuac, y Mizquic, todas están en la laguna de Chalco.

cion desta ciudad y las entradas y salidas, y por dónde los españoles podian ofender ó ser ofendidos. E otro dia que llegué, tomé cinco de caballo y docientos peones, y fuíme hasta la laguna, que estaba muy cerca, por una calzada 2 que entra á la ciudad de Temixtitan, y vimos tanto número de canoas por el agua, y en ellas gente de guerra, que era infinito; y llegamos á una albarrada que tenian hecha en la calzada, y los peones comenzaronla á combatir; y aunque fué muy recia y hubo mucha resistencia y hirieron diez españoles, al fin se la ganaron, y mataron muchos de los enemigos, aunque los ballesteros y escopeteros quedaron sin pólvora y sin saetas. E dende allí vimos cómo iba la calzada derecha por el agua, fasta dar en Temixtitan bien legua y media, y ella y la otra3 que va á dar á Iztapalapa llenas de gente sin cuento; y como yo hube considerado bien lo que convenia verse, porque aquí en esta ciudad habia de estar una guarnicion de gente de pié y de caballo, hice recoger los nuestros; y así, nos volvimos, quemando las casas y torres de sus ídolos. Y otro dia nos partimos desta ciudad á la de Tacuba, que está dos leguas, y llegamos á las nueve del dia, alanceando por unas partes y por otras, porque los enemigos salian de la laguna por dar en los indios que nos traian el fardaje, y haHábanse burlados; y así, nos dejaron ir en paz. Y porque, como he dicho, mi intencion principal habia sido procurar de dar vuelta á todas las lagunas, por calar y saber mejor la tierra, y tambien por socorrer aquellos nuestros amigos, no curé de pararme en Tacuba. Y como los de Temixtitan, que está allí muy cerca, que casi se extiende la ciudad tanto, que llega cerca de la tierra firme de Tacuba, como vieron que pasábamos adelante, cobraron mucho esfuerzo, y con gran denuedo acometieron á dar en medio de nuestro fardaje; y como los de caballo veniamos bien repartidos, y todo por allí era llano, aprovechábamonos bien de los contrarios, sin recibir los nuestros ningun peligro; y como corriamos á unas partes y á otras, y como unos mancebos, criados mios, me seguian algunas veces, aquella vez dos dellos no lo hicieron, y halláronse en parte donde los enemigos los llevaron, donde creemos que les darian muy cruel muerte, como acostumbran; de que sabe Dios el sentimiento que hube, así por ser cristianos, como porque eran valientes hombres, y le habian servido muy bien en esta guerra á vuestra majestad. Y salidos desta ciudad, comenzamos á seguir nuestro camino por entre otras poblaciones cerca de allí, y alcanzamos á la gente; y allí supe entonces cómo los indios habian llevado aquellos mancebos, y por vengar su muerte, y porque los enemigos nos seguian con el mayor orgullo del mundo, yo con veinte de caballo me puse detrás de unas casas en celada; y como los indios vian á los otros diez con toda la gente y fardaje ir adelante, no hacian sino seguirlos por un camino adelante, que era muy ancho y muy llano; no se temiendo de cosa ninguna. Y como vimos pasar ya algunos, yo apellidé en nombre del apóstol Santiago, y dimos en ellos muy reciamente. Y antes que se nos metiesen en las acequias que

2 Esta calzada es la que hoy llaman de la Piedad.

3 La otra calzada que va à Iztapalapa es la que llaman hoy de

habia cerca, habiamos muerto dellos mas de cien prin- | cipales y muy lucidos, y no curaron de mas nos seguir. Este dia fuimos á dormir dos leguas adelante á la ciudad de Coatinchan, bien cansados y mojados, porque habia llovido mucho aquela tarde, y hallámosla despoblada; y otro dia comenzamos de caminar, alanceando de cuando en cuando á algunos indios que nos salian á gritar, y fuimos á dormir á una poblacion que se dice Gilotepeque, y hallámosla despoblada. E otro dia llegamos á las doce horas del dia á una ciudad que se dice Aculman 1, que es del señorío de la ciudad de Tesáico, á donde fuimos aquella noche á dormir, y fuimos de los españoles bien recibidos, y se holgaron con nuestra venida como de la salvacion; porque después que yo me habia partido dellos, no habian sabido de mí fasta aquel dia que llegamos, y habian tenido muchos rebatos en la ciudad. E los naturales della les decian cada dia que los de Méjico y Temixtitan habian de venir sobre ellos, en tanto que yo por alli andaba; y así se concluyó, con la ayuda de Dios, esta jornada, y fué muy gran cosa, y en que vuestra majestad recibió mucho servicio por muchas causas, que adelante se dirán,

Al tiempo que yo, muy poderoso y invictísimo Señor, estaba en la ciudad de Temixtitan, luego á la primera vez que á ella vine, proveí, como en la otra relacion hice saber á vuestra majestad, que en dos ó tres provincias aparejadas para ello se hiciesen para vuestra majestad ciertas casas de granjerías, en que hobiesen labranzas y otras cosas, conforme á la calidad de aquellas provincias. E á una dellas que se dice Chinanta2, envié para ello dos españoles; y esta provincia no es sujeta á los naturales de Culúa, y en las otras que lo eran al tiempo que me daban guerra en la ciudad de Temixtitan, mataron á los que estaban en aquellas granjerías, y tornaron lo que en ellas habia, que era cosa muy gruesa, segun la manera de la tierra, y destos españoles que estaban en Chinanta se pasó casi un año que no supe dellos; porque, como todas aquellas provincias estaban rebeladas, ni ellos podian saber de nosotros ni nosotros dellos. Y estos naturales de la provincia de Chinanta, como eran vasallos de vuestra majestad y enemigos de los de Culúa, dijeron á aquellos cristianos que en ninguna manera saliesen de su tierra, porque nos habian dado los de Culúa mucha guerra, y creian que pocos ó ningunos de nosotros habia vivos. E así, se estuvieron estos dos españoles en aquella tierra, y al uno dellos, que era mancebo y hombre para guerra, hiciéronle su capitan, y en este tiempo salia con ellos á dar guerra á sus enemigos, y las mas veces él y los de Chinanta eran vencedores; y como después plugo á Dios que nosotros volvimos á nos rehacer y haber alguna victoria contra

• Oculman, dos leguas cortas de Tezcuco, en un valle amenisimo, pero inundado á causa de que por libertar á Méjico se hizo en tiempo del ilustrisimo señor don Domingo Trespalacios, de órden del excelentísimo señor Virey, una presa para contener la corriente del rio Teothihuacan, y en los meses de aguas se cierra la compuerta, y es låstima ver anegada la iglesia parroquial, que es una de las mejores fábricas del arzobispado, y aun creo del reino. 2 Chinantla está hacia Veracruz, mas adelante de la isla de Sacrificios; y á esta provincia fué enviado Hernando Barrientos, y en ella mandó Cortés hacer las lanzas mas largas y fuertes, y por los pedernales negros de que hacían las lanzas se llamó Chibantbla.

los enemigos que nos habian desbaratado y echado de Temixtitan, estos de Chinanta dijeron á aquellos cristianos que habian sabido que en la provincia de Tepeaca habia españoles, y que si querian saber la verdad, que ellos querian aventurar dos indios, aunque habian de pasar por mucha tierra de sus enemigos, pero que andarian de noche y fuera del camino hasta llegar á Tepeaca. E con aquellos dos indios el uno de aquellos españoles, que era el mas hombre de bien, escribió una carta, cuyo tenor es el siguiente:

« Nobles señores, dos ó tres cartas he escrito á vucs»tras mercedes, y no sé si han aportado allá ó no; y »pues de aquellas no he habido respuesta, tambien »pongo en duda labella desta. Hágoos, señores, saber »cómo todos los naturales desta tierra de Culúa andan »levantados y de guerra, é muchas veces nos han aco»>metido; pero siempre, loores á nuestro Señor, hemos »sido vencedores. Y con los de Tuxtepeque y su par»cialidad de Culúa cada dia tenemos guerra: los que »están en servicio de sus altezas y por sus vasallos >>son siete villas de los Tenez3; y yo y Nicolás siempre »estamos en Chinanta, que es la cabecera. Mucho qui»siera saber adónde está el capitan para le poder es»cribir y hacer saber las cosas de acá. Y si por ven>>tura me escribiéredes de donde él está, y enviáredes » veinte ó treinta españoles, irmeía con dos principa»>»les de aquí, que tienen deseo de ver y fablar al capi>>tan; y seria bien que viniesen; porque, como es tiem»po agora de coger el cacao, estorban los de Culúa >>con las guerras. Nuestro Señor guarde las nobles per»sonas de vuestras mercedes, como desean.-De Chi»nantla, á no sé cuántos del mes de abril de 1521 años. >>-A servicio de vuestra mercedes.-Hernando de »Barrientos 5,»

E como los dos indios llegaron con esta carta á la dicha provincia de Tepeaca, el capitan que yo allí habia dejado con ciertos españoles enviómela luego á Tesáico; y recibida, todos recibimos mucho placer; porque, aunque siempre habiamos confiado en la amistad de los de Chinanta, teniamos pensamiento que si se confederaban con los de Culúa, que habrian muerto aquellos dos españoles; á los cuales yo luego escribí, dándoles cuenta de lo pasado, y que tuviesen esperanza; que aunque estaban cercados de todas partes de los enemigos, presto, placiendo á Dios, se verian libres, y podrian salir y entrar seguros.

Después de haber dado vueltas á las lagunas, en que tomamos muchos avisos para poner el cerco á Temixtitan por la tierra y por el agua, yo estuve en Tesáico, forneciéndome lo mejor que pude de gente y de armas,

y

dando priesa en que se acabasen los bergantines y una zanja que se hacia para los llevar por ella fasta la laguna; la cual zanja se comenzó á facer luego quo la ligazon y tablazon de los bergantines se trujeron en

3 Estas villas están en la provincia de Tabasco y parte del obispado de Chiapa, donde se coge mucho cacao.

4 La mejor cosecha de cacao es en estas provincias, que hoy llamamos Soconusco, Suchitepec, Tabasco, y otras á la costa del sur, excepto la de Tabasco, que está al mar del Norte ó golfo Mejicano.

Este Hernando de Barrientos, es de quien desciende la muy noble familia de los Barrientos de Méjico.

los capitanes de Tascaltecal, con toda su gente muy lucida y bien armada, llegaron á Tesáico cinco ó seis dias antes de pascua de Espíritu Santo, que fué el tiempo que yo les asigné; é como aquel dia supe que venian cerca, salílos á recibir con mucho placer; y ellos venian tan alegres y bien ordenados, que no podia ser mejor. Y segun la cuenta que los capitanes nos dieron, pasaban de cincuenta mil hombres de guerra; los cuales fueron por nosotros muy bien recibidos y aposentados.

El segundo dia de Pascua mandé salir á toda la gente de pié y de caballo á la plaza desta ciudad de Tesáico, para la ordenar y dar á los capitanes la que habian de llevar para tres guarniciones de gente que se habian de poner en tres ciudades que están en torno de Temixtitan; y de la una guarnicion hice capitan á Pedro de Albarado 3, y dile treinta de caballo, y diez y ocho ballesteros y escopeteros, y ciento y cincuenta peones de espada y rodela, y mas de veinte y cinco mil hombres de guerra de los de Tascaltecal, y estos habian de asentar su real en la ciudad de Tacuba.

una acequia de agua, que iba por cabe los aposentamientos fasta dar en la laguna1. E desde donde los bergantines se ligaron y la zanja se comenzó á hacer hay bien media legua hasta la laguna; y en esta obra anduvieron cincuenta dias mas de ocho mil personas cada dia de los naturales de la provincia de Aculuacan y Tesáico; porque la zanja tenia mas de dos estados de hondura y otros tantos de anchura, y iba toda chapada y estacada; por manera que el agua que, por ella iba la pusieron en el peso de la laguna; de forma que las fustas se podian llevar sin peligro y sin trabajo fasta el agua, que cierto que fué obra grandísima y mucho para ver. E acabados los bergantines y puestos en esta zanja, á 28 de abril del dicho año fice alarde de toda la gente, y hallé ochenta y seis de caballo, y ciento y diez y ocho ballesteros y escopeteros, y setecientos y tantos peones de espadas y rodela, y tres tiros gruesos de hierro, y quince tiros pequeños de bronce, y diez quintales de pólvora. Acabado de hacer el dicho alarde, yo encargué y encomendé mucho á todos los españoles que guardasen y cumpliesen las ordenanzas que yo habia hecho para las cosas de la guerra, en todo cuanto les fuese posible, y que se alegrasen y esforza sen mucho, pues que veian que nuestro Señor nos encaminaba para haber victoria de nuestros enemigos; porque bien sabian que cuando habiamos entrado en Tesáico no habíamos traido mas de cuarenta de caballo, y que Dios nos habia socorrido mejor que lo habiamos pensado, y habian venido navíos con los caballos y gente y armas que habian visto; y que esto, y principalmente ver que peleábamos en favor y aumento de nuestra fe, y por reducir al servicio de vuestra majestad tantas tierras y provincias como se le habian rebelado, les habia de poner mucho ánimo y esfuerzo para vencer ó morir. E todos respondieron, y mostraron tener para ello muy buena voluntad y deseo; y aquel dia del alarde pasamos con mucho placer y deseo de nos ver ya sobre el cerco, y dar conclusion á esta guerra, de que dependia toda la paz ó desasosiego destas partes.

Otro dia siguiente fice mensajeros á las provincias de Tascaltecal2, Guajucingo y Chururtecal á les facer saber cómo los bergantines eran acabados, y que yo y toda la gente estábamos apercibidos y de camino para ir á cercar la gran ciudad de Temixtitan; por tanto, que les rogaba, pues que ya por mí estaban avisados, y tenian su gente apercibida, que con toda la mas y bien armada que pudiesen, se partiesen y viniesen allí á Tesáico, donde yo los esperaria diez dias; y que en ninguna manera excediesen desto, porque seria gran desvío para lo que estaba concertado. Y como llegaron los mensajeros, y los naturales de aquellas provincias estaban apercibidos y con mucho deseo de se ver con Jos de Culúa, los de Guajucingo y Chururtecal se vinieron á Calco, porque yo se lo habia así mandado, porque junto por allí habia de entrar á poner el cerco. Y

Esta acequia, donde se echaron los bergantines, está junto á Tezeuco y se ve hoy como un puente: la acequia fué hecha de órden de Cortés, y la laguna distaba media legua; pero ahora está ciega, y seria muy útil al pueblo que se abriera.

2 Tlaxcala, Huaxocingo y Cholula.

De la otra guarnicion fice capitan á Cristóbal Olid, al cual dí treinta y tres de caballo, y diez y ocho ballesteros y escopeteros, y ciento y sesenta péones de espada y rodela, y mas de veinte mil hombres de guerra de nuestros amigos, y estos habian de asentar su real en la ciudad de Cuyoacan.

De la otra tercera guarnicion fice capitan á Gonzalo de Sandoval 5, alguàcil mayor, y dile veinte y cuatro de caballo, y cuatro escopeteros y trece ballesteros, y ciento y cincuenta peones de espada y rodela; los cincuenta dellos, mancebos escogidos, que yo traia en mi compañía, y toda la gente de Guajucingo y Chururtecal y Calco, que habia mas de treinta mil hombres; y estos habian de ir por la ciudad de Iztapalapa á destruirla, y pasar adelante por una calzada de la laguna, con favor y espaldas de los bergantines, y juntarse con la guarnicion de Cuyoacan, para que después que yo entrase con los bergantines por lá laguna, el dicho alguacil mayor asentase su real dónde le pareciese que convenia.

Para los trece bergantines con que yo habia de entrar por la laguna, dejé trecientos hombres, todos los mas gente de la mar y bien diestra; de manera que en cada bergantin iban veinte y cinco españoles, y cada fusta llevaba su capitan y veedor y seis ballesteros y escopeteros.

Dada la órden susodicha, los dos capitanes que habian de estar con la gente en las ciudades de Tacuba y Cuyoacan, después de haber recibido las instrucciones de lo que habian de hacer, se partieron de Tesáico á 10 dias del mes de mayo, y fueron á dormir dos leguas y media de allí, á una poblacion buena que se dice Aculman. E aquel dia supe cómo entre los capitanes había habido cierta diferencia sobre el aposentamien3 Este insigne capitan fué el que después ganó á Guatemala. Este insigne capitan mereció después ser conquistador de otras provincias, fué enviado á las Hibueras ú Honduras; pero se levantó contra Cortés.

5 Este insigne capitan fué padrino en el bautismo de uno de los señores de Tlaxcala; y de otros dos señores caciques, fueron padrinos Albarado y Olid.

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to, y provel luego esta noche para lo remediar, y po-te de caballo y algunos ballesteros, y con seis ó siete -ner en paz; y yo envié una persona para ello, que los reprehendió y apaciguó. E otro dia de mañana se partieron de allí, y fueron á dormir á otra poblacion que se dice 1 Gilotepeque, la cual hallaron despoblada, porque era ya tierra de los enemigos. Eotro día siguiente siguieron su camino en su ordenanza, y fueron á dormir á una ciudad que se dice Guatitlan, de que antes desto he hecho relacion à vuestra majestad; la cual asimismo hallaron despoblada; y aquel dia pasaron por otras dos ciudades y poblaciones, que tampoco hallaron gente en ellas. E á hora de vísperas entraron en Tacuba, que tambien estaba despoblada, y aposentáronse en las casas del señor de allí, que son muy hermosas 2 y grandes ; y aunque era ya tarde, los natura❤ les de Tascaltecal dieron una vista por la entrada de dos calzadas de la ciudad de Temixtitan, y pelearon dos ó tres horas valientemente con los de la ciudad; y como la noche los despartió, volviéronse sin ningun peligro á Tacuba.

Otro dia de mañana los dos capitanes acordaron, como yo les habia mandado, de ir á quitar el agua dulce que por caños 3 entraba á la ciudad de Temixti→ tan; y el uno dellos, con veinte de caballo y ciertos ballesteros y escopeteros, fué al nacimiento de la fuente, que estaba un cuarto de legua de allí, y cortó y quebró los caños, que eran de madera y de cál y canto, y peleó reciamente con los de la ciudad, que se le defendian por la mar y por la tierra; y al fin los desbarató, y dió conclusion á lo que iba, que era quitarles el agua dulce que entraba á la ciudad, que fué muy grande ardid.

Este mismo dia los capitanes hicieron aderezar algunos malos pasos y puentes y acequias que estaban por allí al rededor de la laguna, porque los de caballo pudiesen libremente correr por una parte y otra. Y hecho esto, en que se tardaria tres ó cuatro dias, en los cuales se hubieron muchos reencuentros con los de la ciudad, en que fueron heridos algunos españoles y muertos hartos de los enemigos, y les ganaron muchas albarradas y puentes, y hubo hablas y desafíos entre los de la ciudad y los naturales de Tascaltecal, que eran cosas bien notables y para ver. El capitan Cristóbal Dolid 4, con la gente que habia de estar en guarnicion en la ciudad de Cuyoacan, que está dos leguas de Tacuba, se partió; y el capitan Pedro de Albarado se quedó en guarnicion con su gente en Tacuba, adonde cada dia tenia escaramuzas y peleas con los indios. E aquel dia que Cristóbal Dolid se partió para Cuyoacan, él y la gente llegaron á las diez del dia y aposentáronse en las casas del señor de allí, y hallaron despoblada la ciudad. E otro dia de mañana fueron á dar una vista á la calzada que entra en Temixtitan, con hasta vein

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mil indios de Tascaltecal, y hallaron muy apercebidos los contrarios, y rota la calzada y hechas muchas albarradas, y pelearon con ellos, y los ballesteros hirieron y mataron algunos; y esto continuaron seis ó siete dias, que en cada uno dellos hubo muchos recuentros y escaramuzas. En una noche, á media noche, llegaron ciertas velas de los de la ciudad á gritar cerca del real, y las velas de los españoles apellidaron al arma, y salió la gente, y no hallaron ninguno de los enemigos, porque dende muy lejos del real habian dado la grita, la cual les habia puesto en algun temor. E como la gente de los nuestros estaba dividida en tantas partes, los de las dos guarniciones deseaban mi llegada con los bergantines, como la salvacion; y con esta esperanza estuvieron aquellos pocos dias hasta que yo llegué, como adelante diré. Y en estos seis dias los del un real y del otro se juntaban cada dia, y los de cabaHo corrian la tierra, como estaban cerca los unos de los otros, y siempre alanceaban muchos de los enemigos, y de la sierra cogian mucho maíz para sus reales, que es el pan y mantenimiento destas partes, y hace mucha ventaja á lo de las islas.

En los capítulos precedentes dije cómo yo me quedaba en Tesáico con trecientos hombres y los trece bergantines, porque en sabiendo que las guarniciones estaban en los lugares donde habian de asentar sus reales, yo me embarcase y diese una vista á la ciudad y hiciese algun daño en las canoas; y aunque yo deseaba mucho irme por la tierra, por dar órden en los reales, como los capitanes eran personas de quien se podia muy bien fiar lo que tenian entre manos, y lo de los bergantines importaba mucha importancia, y se requeria gran concierto y cuidado, determiné de me meter en ellos, porque la mas aventura y riesgo era el que se esperaba por el agua; aunque por las personas principales de mi compañía me fué requerido en forma que me fuese con las guarniciones, porque ellos pensaban que ellas llevaban lo mas peligroso. E otro dia después de la fiesta de Corpus-Christi, viernes, al cuarto del alba lice salir de Tesáico á Gonzalo de Sandoval, alguacil mayor, con su gente, y que se fuese derecho á la ciudad de Iztapalapa, que estaba de allí seis leguas pequeñas; y á poco mas de mediodía llegaron á ella y comenzaron á quemarla y á pelear con la gente della; y como vieron el gran poder que el alguacil mayor llevaba, porque iban con él mas de treinta y cinco ó cuarenta mil hombres nuestros amigos, acogiéronse al agua en sus canoas; y el alguacil mayor, con toda la gente que llevaba, se aposentó en aquella ciudad, y estuvo en ella aquel dia, esperando lo que yo le habia de mandar y me sucedia.

Como hube despachado al alguacil mayor, luego me metí en los bergantines, y nos hicimos á la vela y al remo; y al tiempo que el alguacil mayor combatia y quemaba la ciudad de Iztapalapa llegamos á vista de un cerro 5 grande y fuerte que está cerca de la dicha ciudad, y todo en el agua, y estaba muy fuerte, y habia mucha gente en él, así de los pueblos de alrede

5 Cerro ó peñol del Marqués, que está dentro de la laguna de Tezcuco,

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