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la compañía, poniendo, como de primero, la esperanza de la ganancia en la presteza del camino; y como Francisco Niño de Guelva, que era el piloto, no sabia guiar la nao, llegaron á cabo y á tiempo que no sabian de sí, cuanto mas dónde estaban. Maravillábanse los marineros, estaba triste el piloto, lloraban los pasajeros, y ni sabian el camino hecho ni por hacer. El patron echaba la culpa al piloto, y el piloto al patron; ca, segun paresció, iban reñidos. Ya en esto se apocaban las viandas y faltaba el agua, ca no bebian sino de la que llovia, y todos se confesaron. Unos maldecian su ventura, otros pedian misericordia, esperando la muerte, que algunos tenian tragada, ó ir á tierra de caribes, donde se comen los hombres. Estando pues en esta tribulacion, vino á la nao una paloma el viernes Santo, ya que se queria poner el sol, y sentóse en la gabia. Todos la tuvieron por buena señal; y como les paresciese milagro, lloraban de placer : unos decian que venia á consolarlos, otros que la tierra estaba cerca ; y así, daban gracias a Dios, y enderezaban la nave hácia donde volaba la ave. Desapareció la paloma, y entristescieron mucho; pero no perdieron esperanza de ver presto tierra; y así, luego la mesma Pascua descubrieron la isla Española; y Cristóbal Zorzo, que guardaba, dijo: «Tierra, tierra ; » voz que alegra y consuela los mareantes. Miró el piloto y conosció ser la punta de Samana, y dende á tres ó cuatro dias entraron en Santo Domingo, que tan deseado tenian; donde ya estaban muchos dias habia las otras cuatro naos.

El tiempo que residió Cortés en Santo Domingo.

No estaba el gobernador Ovando en la ciudad cuando llegó Cortés á Santo Domingo; mas un secretario suyo, que se llamaba Medina, lo hospedó, é informó del estado de la isla y de lo que debia hacer. Aconsejóle que avecindase allí, y que le darian una caballería, que es un solar para casa, y ciertas tierras para labrar. Cortés, que pensaba llegar y cargar de oro, tuvo en poco aquello, diciendo que mas queria ir á recoger oro. Medina le dijo que lo pensase mejor; ca el ballar oro era dicha y trabajo. Volvió el Gobernador, y fué Cortés á besarle las manos y á darle cuenta de su venida y de las cosas de Extremadura, y quedóse allí por lo que Ovando le dijo; y dende á poco se fué á la guerra que hacia Diego Velazquez en Aniguaiagua, Buacaiarima y otras provincias que aun no estaban pacíficas, con el alzamiento de Anacoana, una viuda, grande señora. Dióle Ovando ciertos indios en tierra del Daiguao, y la escribanía del ayuntamiento de Azúa, una villa que fundara, donde vivió Cortés cinco ó seis años, y se dió á granjerías. Quiso en este medio tiempo pasar á Veragua, que tenia fama de riquísima, con Diego de Nicuesa, y no pudo, por una postema que se le hizo en la corva derecha, la cual le dió la vida, ó á lo menos le quitó de muchos trabajos y peligros que pasaron los que allá fueron, segun en la historia contamos.

Algunas cosas que acontescieron en Cuba á Fernando Cortés.. Envió el almirante don Diego Colon, que gobernaba las Indias, á Diego Velazquez que conquistase á Cuba, el año de 11, y dióle Ja gente, armas y cosas necesarias.

Fernando Cortés fué á la conquista por oficial del tesorero Miguel de Pasamonte, para tener cuenta con los quintos y hacienda del Rey; y aun el mesmo Diego Velazquez se lo rogó, por ser hábil y diligente. En la reparticion que hizo Diego Velazquez después de conquistada la isla, dió á Cortés los indios de Manicarao, en compañía de su cuñado Joan Xuarez. Vivió Cortés en Santiago de Barucoa, que fué la primera poblacion de aquella isla. Crió vacas, ovejas é yeguas; y así, fué el primero que allí tuvo hato y cabaña. Sacó gran cantidad de oro con sus indios, y en breve llegó á ser rico, y puso dos mil castellanos en compañía de Andrés de Duero, que trataba. Tuvo gracia y autoridad con Diego Velazquez para despachar negocios y entender en edificios, como fueron la casa de la fundicion y un hospital. Llevó á Cuba Juan Xuarez, natural de Granada, tres ó cuatro hermanas suyas y á su madre, que habian ido á Santo Domingo con la vireina doña María de Toledo, el año de 9, con pensamiento de casarse allá con hombres ricos, ca ellas eran pobres; y aun la una dellas, que habia nombre Catalina, solia decir muy de veras cómo tenia de ser gran señora, ó que lo soñase, ó que se lo dijese algun astrólogo, aunque diz que su madre sabia muchas cosas. Eran las Xuarez bonicas; por lo cual, y por haber allí pocas españolas, las festejaban muchos, y Cortés á la Catalina, y en fin se casó con ella, aunque primero tuvo sobre ello algunas pendencias y estuvo preso; ca no la queria él por mujer, y ella le demandaba la palabra. Diego Velazquez favorescíala por amor de otra su hermana, que tenia ruin fama, y aun él era demasiado mujeril. Acusábanle Baltasar Bermudez, Joan Xuarez, dos Antonios Velazquez y un Villegas para que se casase con ella; y como le querian mal, dijeron muchos males dél á Diego Velazquez acerca de los negocios qué le encargaban, y que trataba con algunas personas cosas nuevas en secreto. Lo cual, aunque no era verdad, llevaba color dello; porque muchos iban á su casa, y se quejaban del Diego Velazquez, porque ó no les daba repartimiento de indios, ó se lo diera pequeño. Diego Velazquez creyó esto, con el enojo que dél tenia porque no se casaba con la Catalina Xuarez, y le trató mal de palabras en presencia de muchos, y aun lo echó preso. Cortés, que se vió en el cepo, temió algun proceso con testigos falsos, como suele acontescer en aquellas partes. Quebró el pestillo del candado del cepo, tomó la espada y rodela del alcaide, abrió una ventana, descolgóse por ella, y fuése á la iglesia. Diego Velazquez riñó á Cristóbal de Lagos, diciendo que soltara á Cortés por dineros y soborno, y procuró de sacarlo por engaño de sagrado, y aun por fuerza; mas Cortés entendia las palabras y resistia la fuerza; empero descuidóse un dia, ý cogiéronle paseando delante la puerta de la iglesia, Joan Escudero, alguacil, y otros, y metiéronlo en una nave so sota. Entonces favorescian muchos á Cortés, sintiendo pasion en el Gobernador. Cortés, como se vió en la nave, desconfió de su libertad, y tuvo por cierto que lo enviarian á Santo Doiningo ó á España. Probó muchas veces á sacar el pié de la cadena, y tanto hizo, que lo sacó, aunque con grandísimo dolor. Trocó luego aquella mesma noche sus vestidos con el mozo que lo servia; salió por la bomba sin ser sentido; colóse de

presto por un lado del navío al esquife, y fuése con él; mas porque no le siguiesen, soltó el barco de otro navío que allí junto estaba. Era tanta la corriente de Macaguanigua, rio de Barucoa, que no pudo entrar con el esquife, como remaba solo y cansado, ni aun supo tomar sierra, temiendo ahogarse si trabucaba el barco. Desnudóse, y atóse con un tocador sobre la cabeza ciertas escripturas que tenia, como escribano de ayuntamiento y oficial del tesorero, y que hacian contra Diego Velazquez; echóse á la mar, y salió nadando á tierra. Fué á su casa, habló á Joan Xuarez, y metióse otra vez en la iglesia con armas. Diego Velazquez envió á decir entonces á Cortés que lo pasado fuese pasado, y fuesen amigos como primero, para ir sobre ciertos isleños que andaban alzados. Cortés se casó con la Catalina Xuarez, porque lo habia prometido y por vivir en paz, y no quiso hablar á Diego Velazquez en muchos dias. Salió Diego Velazquez con mucha gente contra los alzados, y dijo Cortés á su cuñado Joan Xuarez que le sacase fuera de la ciudad una lanza y ballesta, y él salió de la iglesia en anocheciendo, y tomando la ballesta, se fué con el cu-ma y algodon, á pesar de todos los mas, y aun lloraba

ñado á una granja do estaba Diego Velazquez con solos sus criados, que los demás estaban aposentados en un lugar allí cerca, y aun no habían venido todos, como era la primera jornada. Llegó tarde, y á tiempo que miraba Diego Velazquez el libro de la despensa; llamó á la puerta, que abierta estaba, y dijo al que respondió cómo era Cortés, que queria hablar al señor Gobernador, y tras esto entróse dentro. Diego Velazquez temió, por verle armado y á tal hora; rogóle que cenase y descansase sin recelo. El dijo que no venia sino á saber las quejas que dél tenia, y á satisfacerle y á ser su amigo y servidor. Tocáronse las manos por amigos, y después de muchas pláticas se acostaron juntos en una cama; donde los halló á la mañana Diego de Orellana, que fué á ver al Gobernador y á decirle cómo se habia ido Cortés. Desta manera tornó Cortés á la amistad que primero con Diego Velazquez, y se fué con él á la guerra, y después que volvió se pensó ahogar en la mar; ca veniendo de las bocas de Bani, de ver unos pastores é indios que traia en las minas á Barucoa, donde vivia, se le trastornó la canoa de noche y media legua de tierra y con tempestad; mas salió á nado, y á tino de una lumbre de pastores que cenaban junto á la mar: por semejantes peligros y rodeos corren su camino los muy excelentes varones, hasta llegar do les está guardada su buena dicha.

Descubrimiento de la Nueva-España.

*Francisco Hernandez de Córdoba descubrió á Yucatan, segun ya contamos en la otra parte, yendo por indios ó á rescatar, en tres navíos que armaron él y Cristóbal Morante y Lope Ochoa de Caicedo, el año de 17. El cual, aunque no trujo sino heridas del descubrimiento, trajo relacion cómo aquella tierra era rica de oro y plata, y la gente vestida. Diego Velazquez, que gobernaba la isla de Cuba, envió luego el año siguiente á Joan de Grijalva, su sobrino, con docientos españoles en cuatro navíos, pensando ganar mucha plata y oro, para las cosas de rescate que enviaba, donde Francisco Hernandez decia. Fué pues Juan de Grijalva á Yucatan,

peleó con los de Champoton, y salió herido. Entró en el rio de Tabasco, que nombran por eso Grijalva, en el cual rescató por cosas de poco valor mucho oro, ropa de algodon y lindas cosas de pluma. Estuvo en Sant Joan de Ulúa; tomó posesion de aquella tierra por el Rey en nombre de Diego Velazquez, y trocó su mercería por piezas de oro, mantas de algodon y plumajes; y si conosciera su bondad dicha, poblara en tan rica tierra, como le rogaban sus compañeros, y fuera lo que fué Cortés; mas no era tanto bien para quien no lo conoscia; aunque se excusaba él que no iba á poblar, sino á rescatar y descubrir si aquella tierra de Yucatan era isla. Tambien lo dejó por miedo de la mucha gente y gran tierra, viendo que no era isla; ca entonces huian de entrar en Tierra-Firme. Habia eso mismo muchos que deseaban á Cuba, como era Pedro de Albarado, que se perdia por una isleña; y allí, procuró de volver con la relacion de lo hasta allí succedido á Diego Velazquez. Corrió la costa Juan de Grijalva hasta Pánuco, y tornôse á Cuba, rescatando con los naturales oro, plu

porque no querian tornar con él: tan de poco era. Tardó cinco meses desde que salió hasta que tornó á la mesma isla, y ocho desde que salió de Santiago hasta que volvió á la ciudad, y cuando llegó no lo quiso ver Diego Velazquez; que fué su merescido.

El rescate que hubo Joan de Grijalva.

Rescató Juan de Grijalva con los indios de Potonchan, de Sant Joan de Ulúa y de otros lugares de aquella costa tantas y tales cosas, que amaran los de su compañía de quedarse allí, y por tan poco precio, que holgaran de feriar con ellos cuanto llevaban. Valia mas la obra de muchas dellas que no el material. Hubo, en fin, lo siguiente:

Un idolico de oro, hueco.

Otro idolejo de lo mesmo, con cuernos y cabellera, que tenia un sartal al cuello, un moscador en la mano, y una pedrecica por ombligo.

Una como patena de oro delgada, y con algunas piedras engastadas.

Un casquete de oro, con dos cuernos y cabellera negra. Veinte y dos arracadas de oro, con cada tres pinjantes de lo mesmo.

Otras tantas arracadas de oro, y mas chicas.
Cuatro ajorcas de oro muy anchas..

Un escarcelon delgado de oro.

Una sarta de cuentas de oro huecas, y con una rana dello bien hecha.

Otra sarta de lo mesmo con un leoncico de oro.
Un par de cercillos de oro grandes.

Dos aguilicas de oro bien vaciadas.

Un salerillo de oro.

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Veinte anzuelos de oro, con que pescaban.
Doce granos de oro, que pesaron cincuenta ducados.

Una trenza de oro.

Planchuelas delgadas de oro.
Una olla de oro.

Un ídolo de oro, hueco y delgado.
Algunas bronchas delgadas de oro.

Nueve cuentas de oro buecas, con su extremo.
Dos sartas de cuentas doradas.

Otra sarta de palo dorado, con cañutillos de oro. Una tacica de oro, con ocho piedras moradas y veinte y tres de otras colores.

Un espejo de dos haces, guarnecido de oro.
Cuatro cascabeles de oro.

Una salserilla delgada de oro.

Un botecico de oro.

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Dos mil cuentas verdes de vidro, que tuvieron por finas.

Cien sartas de cuentas de muchos colores.
Veinte peines, que preciaron mucho.

Seis tijeras, que les agradaron.
Quince cuchillos, grandes y chicos.
Mil agujas de coser y dos mil alfileres.
Ocho alpargatas.

Unas tenazas y martillo.
Siete caperuzas de color.

Tres sayos de colores gironados.
Un sayo de frisa con su caperuza.

Un sayo de terciopelo verde traido, con una gorra negra de terciopelo.

La diligencia y gasto que hizo Cortés en armar la flota.

Como tardaba Joan de Grijalva mas que tardó Francisco Hernandez á volver, ó enviar aviso de lo que hacia, despachó Diego Velazquez á Cristóbal de Olid en una carabela, en socorro y á saber dél, encargándole que tornase luego con cartas de Grijalva; empero el Cristóbal de Olid anduvo poco por Yucatan, y sin hallar á Joan de Grijalva se volvió á Cuba, que fué un gran daño para Diego Velazquez y para Grijalva; porque si fuera á San Juan de Ulúa ó mas adelante, hiciera por ventura poblar allí á Grijalva; mas él dijo que le convino dar la vuelta, por haber perdido las áncoras. Llegó Pedro de Albarado, después de partido Cristóbal de Olid, con la relacion del descubrimiento y con muchas cosas de oro y pluma y algodon, que se habian rescatado; con las cuales, y con lo que dijo de palabra, se holgó y maravilló Diego Velazquez con todos los españoles de Cuba; mas temió la vuelta de Grijalva, porque le de

mudez estaba muy arrepentido por no haber tomado
aquella empresa cuando le rogaron, sabiendo entonces
el grande y hermoso rescate que Grijalva traia, y cuán
rica tierra era la nuevamente descubierta. Los Velaz-
quez quisieran, como parientes, ser los capitanes y ca-
bezas de la armada, aunque no eran para ello, segun
dicen. Pensó tambien Diego Velazquez que aflejando él,
cesaria Cortés; y como procedia en el negocio, echóle
á Amador de Larez, persona muy principal, para que
dejase la ida, pues Grijalva era vuelto, y que le paga-
rian lo gastado. Cortés, entendiendo los pensamientos
de Diego Velazquez, dijo á Larez que no dejaria de ir,
siquiera por la vergüenza, ni apartaria compañía. Y si
Diego Velazquez queria enviar á otro, armando por sí,
que lo hiciese; ca él ya tenia licencia de los padres go-
bernadores; y así, habló con sus amigos y personas
principales, que se aparejaban para la jornada, á ver
si le siguirian y favorescerian. Y como sintiese toda
amistad y ayuda en ellos, comenzó á buscar dineros;
y tomó fiados cuatro mil pesos de oro de Andrés de
Duero, Pedro de Jerez, Antonio de Santa Clara, mer-
caderes, y de otros; con los cuales compró dos naos,
seis caballos y muchos vestidos. Socorrió á muchos, to-
mó casa, bizo mesa, y comenzó á ir con armas y mucha
compañía; de que muchos murmuraban, diciendo que
tenia estado sin señorío. Llegó en esto á Santiago Joan
de Grijalva, y no le quiso ver Diego Velazquez, porque
se vino de aquella rica tierra; y pesábale que Cortés
fuese allá tan pujante; mas no le pudo estorbar la ida,
porque todos le siguian, los que allí estaban, como los
que
venian con Grijalva; ca si lo tentara con rigor, hu-
biera revuelta en la ciudad, y aun muertes; y como no
era parte, disimuló. Todavía mandó que no le diesen
vituallas, segun muchos dicen. Cortés procuró de salir
luego de allí. Publicó que iba por sí, pues era vuelto
Grijalva, diciendo á los soldados que no habian de te-
ner qué hacer con Diego Velazquez. Díjoles que se em-
barcasen con la comida que pudiesen. Tomó á Fernan-
do Alfonso los puercos y carneros que tenia para pesar
otro dia en la carnicería, dándole una cadena de oro,
hechura de abrojos, en pago y para la pena de no dar
carne á la ciudad. Y partiose de Santiago de Barucoa
á 18 de noviembre, con mas de trecientos españoles,en
seis navíos.

cían los enfermos que de alla vinieron, cómo no tenia | hombre que se vengaria en aquello de lo pasado. El Bergana de poblar, y que la tierra y gente era mucha y guerrera, y aun porque desconfiaba de la prudencia y ánimo de su pariente. Así que determinó enviar allá algunas naos con gente y armas y mucha quinquillería, pensando enriquescer por rescates y poblar por fuerza. Rogó á Baltasar Bermudez que fuese; y como le pidió tres mil ducados para ir bien armado y proveido, dejóle, diciendo que seria mas el gasto, de aquella manera, que no el provecho. Tenia poco estómago para gastar, siendo codicioso, y queria enviar armada á costa ajena, que así habia hecho casi la de Grijalva; porque Francisco de Montejo puso un navío y mucho bastimento. Y Alonso Hernandez Portocarrero, Alonso de Avila, Diego de Ordas y otros muchos fueron á la costa con Joan de Grijalva. Habló á Fernando Cortés para que armasen umbos á medias; porque tenia dos mil castellanos de oro en compañía de Andrés de Duero, mercader; y por que era hombre diligente, discreto y esforzado, rogóle que fuese con la flota, encaresciendo el viaje y negocio. Fernando Cortés, que tenia grande ánimo y deseos, aceptó la compañía y el gasto y la ida, creyendo que no seria muchia la costa; así que se concertaron presto. Enviaron á Joan de Saucedo, que habia venido con Albarado, á sacar una licencia de los frailes jerónimos, que gobernaban entonces, de poder ir á rescatar para los gastos, y á buscar á Joan de Grijalva, que sin ella no podia nadie rescatar, que es feriar mercería por oro y plata. Fray Luis de Figueroa, fray Alonso de Santo Domingo y fray Bernaldino Manzanedo, que eran los gobernadores, dieron la licencia para Fernando Cortés, como capitan y armador, con Diego Velazquez, mandando que fuesen con él un tesorero y un veedor para procurar y tener el quinto del Rey, como era de costumbre. Entre tanto que venia la licencia de los gobernadores, comenzó Fernando Cortés de aderezarse para la jornada. Habló á sus amigos y á otros muchos para ver si querian ir con él; y como halló trecientos que fuesen, compró una carabela y un bergantin para con la carabela que trajo Pedro de Albarado y otro bergantin de Diego Velazquez, y proveyólos de armas, artillería y municion. Compró vino, aceite, habas, garbanzos y otras cosillas. Tomó fiada de Diego Sanz, tendero, una tienda de bohonería en setecientos pesos de oro. Diego Velazquez le dió mil castellanos de la hacienda de Panfilo de Narvaez, que tenia en poder por su absencia, diciendo que no tenia blanca suya; y dió á muchos soldados que iban en la flota dineros, con obligacion de mancomun ó fianzas. Y capitularon ambos lo que cada uno habia de hacer, ante Alonso de Escalante, escribano público y real, y 23 dias de octubre del año de 18. Volvió á Cuba Joan de Grijalva en aquella mesma sazon, y hubo con su venida mudanza en Diego Velazquez, ca ni quiso gastar mas en la flota que armaba Cortés, ni quisiera que la acabara de armar. Las causas porque lo hizo, fueron querer enviar por sí á solas aquellas mesmas naos de Grijalva; ver el gasto de Cortés y el ánimo con que gastaba; pensar que se le alzaria, como habia él hecho al almirante don Diego; oir y creer á Bermudez y á los Velazquez, que le decian no fiase dél, que era extremeño, mañoso, altivo, amador de honras, y

Los hombres y navíos que Cortés llevó á la conquista.

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Salió Cortés de Santiago con muy poco bastimento para los muchos que llevaba y para la navegacion, que aun era incierta; y envió luego en saliendo á Pero Xuarez Gallinato de Porra, natural de Sevilla, en una carabela por bastimentos á Jamaica, mandándole ir con los que comprase al cabo de Corrientes ó punta de Sant Anton, que es lo postrero de la isla lácia poniente; y fuése con los demás á Macaca. Compró allí trecientas cargas de pan y algunos puercos á Tamayo, que tenia la hacienda del Rey. Fué á la Trinidad, y compró un navío de Alonso Guillen, y de particulares tres caballos y quinientas cargas de grano. Estando allí tuvo aviso que Joan Nuñez Sedeño pasaba con un navío cargado de vituallas de vender á unas minas. Envió á Diego de Ordas

en una carabela bien armada, para que lo tomase y llevase á la punta de Sant Anton. Ordás fué á él y lo tomó en la canal de Jardines, y llevó á do le fué mandado. Y Sedeño y otros se vinieron á la Trinidad con el registro de lo que llevaban, que era cuatro mil arrobas de pan, mil y quinientos tocinos y muchas gallinas. Cortés les dió unas lazadas y otras piezas de oro en pago, y un conoscimiento, por el cual fué Sedeño á la conquista. Recogió Cortés en la Trinidad cerca de docientos hombres de los de Grijalva, que estaban y vivian allí y en Matanzas, Carenas y otros lugares. Y enviando los navíos delante, se fué con la gente por tierra á la Habana, que estaba poblada entonces á la parte del sur en la boca del rio Onicaxinal. No le quisieron vender allí ningun mantenimiento, por amor de Diego Velazquez, los vecinos; mas Cristóbal de Quesada, que recaudaba los diezmos del Obispo, y un receptor de bulas, le vendieron dos mil tocinos y otras tantas cargas de maíz, yuca yajes. Basteció con esto la flota razonablemente, y comenzó á repartir la gente y comida por los navíos. Llegaron entonces con una carabela Pedro de Albarado, Cristóbal de Olid, Alonso de Avila, Francisco de Montejo y otros muchos de la compañía de Grijalva, que fueran á hablar con Diego Velazquez. Iba entrellos un Garnica, con cartas de Diego Velazquez para Cortés, en que le rogaba esperase un poco, que ó iria él ó enviaria á comunicarle algunas cosas que convenian á entrambos; y otras para Diego de Ordás y para otros, donde les rogaba que prendiesen á Cortés. Ordas convidó á Cortés á un banquete en la carabela que llevaba en cargo, pensando llevarle con ella á Santiago; mas Cortés, entendida la trama, fingió al tiempo de la comida que le dolia el estómago, y no fué al convite; y porque no aconteciese algun motin, se entró en su nao. Hizo señal de recoger, como es de costumbre. Mandó que todos fuesen tras él á Sant Anton, donde todos llegaron presto y con bien. Hizo luego Cortés alarde en Guaniguanigo, y halló quinientos y cincuenta españoles; de los cuales eran marineros los cincuenta. Repartiólos en once compañías, y diólas á los capitanes Alonso de Avila, Alonso Fernandez Portocarrero, Diego de Ordás, Francisco de Montejo, Francisco de Morla, Francisco de Salceda, Joan de Escalante, Joan Velazquez de Leon, Cristóbal de Olid y un Escobar. El, como general, tomó tambien una. Hizo tantos capitanes, porque los navíos eran otros once, para que tuviese cada uno dellos cargo de la gente y del navío. Nombró tambien por piloto mayor á Anton de Alaminos, que habia ido con Francisco Hernandez de Córdoba y con Joan de Grijalva. Habia tambien docientos isleños de Cuba para carga y servicio, ciertos negros y algunas indias, y deciseis caballos y yeguas. Halló eso mesmo cinco mil tocinos y seis mil cargas de maíz, yuca y ajes. Es cada carga dos arrobas, peso que lleva un indio caminando. Muchas gallinas, azúcar, vino, aceite, garbanzos y otras legumbres; gran cantidad de quinquillería, como decir cascabeles, espejos, sartales y cuentas de vidrio, agujas, alfileres, bolsas, agujetas, cintás, corchetes, hebillas, cuchillos, tijeras, tenazas, martillos, hachas de hierro, camisas, tocadores, cofias, gorgueras, zaragüelles y pañizuelos de lienzo; sa

yos, capotes, calzones, caperuzas de paño ; todo lo cual repartió en las naos. Era la nao capitana de cien toneles; otras tres de ochenta y setenta; las demás pequeñas y sin cubierta, y bergantines. La bandera que puso y llevó Cortés esta jornada era de fuegos blancos y azules con una cruz colorada en medio, y al rededor un letrero en latin, que romanzado dice: « Amigos, sigamos la cruz; y nos, si fe tuviéremos en esta señal, vencerémos. » Este fué el aparato que Cortés hizo para su jornada. Con tan poco caudal ganó tan gran reino. Tal, y no mayor ni mejor, fué la flota que llevó á tierras extrañas que aun no sabia. Con tan poca compañía venció innumerables indios. Nunca jamás hizo capitan con tan chico ejército tales hazañas, ni alcanzó tantas vitorias ni sujectó tamaño imperio. Ningun dinero llevó para pagar aquella gente, antes fué muy adeudado. Y no es menester paga para los españoles que andan en la guerra y conquista de Indias; que si por el sueldo lo hubiesen, á otras partes mas cerca irian. En las Indias cada uno pretende un estado ó grandes riquezas. Concertada pues y repartida (como habeis oido) toda la armada, hizo Cortés una breve plática á su gente, que fué de la substancia siguiente.

Oracion de Cortés á los soldados.

<< Cierto está, amigos y compañeros mios, que todo hombre de bien y animoso quiere y procura igualarse por proprias obras con los excelentes varones de su tiempo y aun de los pasados. Así que yo acometo una grande y hermosa hazaña, que será después muy famosa; ca el corazon me da que tenemos de ganar grandes y ricas tierras, muchas gentes nunca vistas, y mayores reinos que los de nuestros reyes. Y cierto, mas se extiende el deseo de gloria, que alcanza la vida mortal; al cual apenas basta el mundo todo, cuanto menos uno ni pocos reinos. Aparejado he naves, armas, cabaHos y los demás pertrechos de guerra; y sin esto hartas vituallas y todo lo al que suele ser necesario y provechoso en las conquistas. Grandes gastos he yo hecho, en que tengo puesta mi hacienda y la de mis amigos. Mas parésceme que cuanto della tengo menos, he acrescentado en honra. Hanse de dejar las cosas chicas cuando las grandes se ofrescen. Mucho mayor provecho, segun en Dios espero, verná á nuestro rey y nacion desta nuestra armada que de todas las de los otros. Callo cuán agradable será á Dios nuestro Señor, por cuyo amor he de muy buena gana puesto el trabajo y los dineros. Dejaré aparte el peligro de vida y honra que he pasado haciendo esta flota; porque no creais que pretendo della tanto la ganancia cuanto el honor; que los buenos mas quieren honra que riqueza. Comenzamos guerra justa y buena y de gran fama. Dios poderoso, en cuyo nombre y fe se hace, nos dará vitoria; y el tiempo traerá el fin, que de contino sigue á todo lo que se hace y guia con razon y consejo. Por tanto, otra forma, otro discurso, otra maña hemos de tener que Córdoba y Grijalva; de la cual no quiero disputar por la estrechura del tiempo, que nos da priesa. Empero allá harémos así como viéremos; y aquí yo vos propongo grandes premios, mas envueltos en grandes trabajos. Pero la virtud no quiere ociosidad; por tanto, si quisiéredes

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