Imágenes de página
PDF
ePub

pues la verdad era al contrario de lo que aquellos de- | cian, y yo estaba dél bien satisfecho. Y luego á la hora mandó llamar ciertas personas de los suyos, á los cuales dió una figura de piedra pequeña, á manera de sello, que él tenia atado en el brazo 1, y les mandó que fuesen á la dicha ciudad de Almería, que está sesenta ó setenta leguas de la de Muxtitan 2, y que trajesen al dicho Qualpopoca, y se informasen en los demás que habian sido en la muerte de aquellos españoles, y que asimismo los trujesen, y si por su voluntad no quisiesen venir, los trujesen presos; é si se pusiesen en resistir la prision, que requiriesen á ciertas comunidades comarcanas á aquella ciudad que allí les señaló, para que fuesen con mano armada para los prender, por manera que no viniesen sin ellos. Los cuales luego se partieron; y así, idos, le dije al dicho Muteczuma que yo le agradecia la diligencia que ponia en la prision de aquellos, porque yo habia de dar cuenta á vuestra alteza de aqueHos españoles. E que restaba para yo dalla que él estuviese en mi posada hasta tanto que la verdad mas se aclarase, y se supiese ser sin culpa; y que le rogaba mucho que no recibiese pena dello, porque él no habia de estar como preso, sino en toda su libertad, y que en el servicio y mando de su señorío yo no le ponia ningun impedimento, y que escogiese un cuarto de aquel aposento donde yo estaba, cual él quisiese 3, y que allí estaria muy á su placer; y que fuese cierto que ningun enojo ni pena se le habia de dar, antes, demás de su servicio, los de mi compañía le servirian en todo lo que él mandase. Acerca desto pasamos muchas pláticas y razones que serian largas para las escribir, y aun para dar cuenta dellas á vuestra alteza algo prolijas, y tambien no sustanciales para el caso; y por tanto, no diré mas de que finalmente él dijo que le placia de se ir conmigo; y mandó luego ir á aderezar el aposentamiento donde él quiso estar, el cual fue muy puesto y bien aderezado; y hecho esto, vinieron muchos señores, y quitadas las vestiduras y puestas por bajo de los brazos, y descalzos, traian unas andas no muy bien aderezadas; llorando lo tomaron en ellas con mucho silencio, y así nos fuimos hasta el aposento donde estaba, sin haber alboroto en la ciudad, aunque se comenzó á mover 4. Pero sabido por el dicho Muteczuma, envió á mandar que no lo hubiese; y así, hubo toda quietud, segun que antes la habia, y la hubo todo el tiempo que yo tuve preso al dicho Muteczuma, porque él estaba muy á su placer y con todo su servicio, segun en su casa lo tenia, que era bien grande y maravilloso, segun adelante diré. E yo y los de mi compañía le haciamos todo el placer que á nosotros era posible.

E habiendo pasado quince ó veinte dias de su prision, vinieron aquellas personas que habia enviado por Qual

1 En unas naciones sellaban con el anillo, y los mejicanos le aian atado en el brazo.

2 Tenuxtitlan ó Méjico.

3 Este palacio estaba donde hoy las casas del marqués del Valle. + Siempre llegó Cortés à comprender que era imposible mantenerse en toda su libertad un emperador tan poderoso como Muteczuma, reconociéndose por vasallo del rey de España, y que habia de costar mucha sangre y haber revoluciones en los indios; porque ya veian que los españoles eran hombres y los caballos bestias.

popoca, y los otros que habian muerto los españoles, é trajeron al dicho Qualpopoca y á un hijo suyo, y con ellos quince personas, que decian que eran principales y habian sido en la dicha muerte. E al dicho Qualpopoca traian en unas andas y muy á manera de señor, como de hecho lo era. E traidos me los entregaron, y yo les hice poner á buen recaudo con sus prisiones, y después que confesaron haber muerto los españoles, les hice interrogar si ellos eran vasallos de Muteczuma; y el dicho Qualpopoca respondió que si habia otro señor de quien pudiese serlo5; casi diciendo que no habia otro, y que sí eran. E asimismo les pregunté si lo que allí se habia hecho habia sido por su mandado, y dijeron que no, aunque después, al tiempo que en ellos se ejecutó la sentencia que fuesen quemados, todos á una voz dijeron que era verdad que el dicho Muteczuma se lo habia enviado á mandar, y que por su mandado lo habian hecho. E así fueron estos quemados públicamente en una plaza, sin haber alboroto alguno, yel dia que se quemaron, porque confesaron que el dicho Muteczuma les habia mandado que matasen á aquellos españoles, le hice echar unos grillos, de que él no recibió poco espanto; aunque después de le haber fablado, aquel dia se los quité y el quedó muy contento, y de allí adelante siempre trabajé de le agradar y contentar en todo lo á mí posible; en especial que siempre publiqué y dije á todos los naturales de la tierra, asi señores como á los que á mí venian, que vuestra majestad era servido que el dicho Muteczuma se estuviese en su señorío, reconociendo el que vuestra alteza sobre él tenia, y que servirian mucho á vuestra alteza en le obedecer y tener por señor, como antes que yo á la tierra viniese le tenian. E fué tanto el buen tratamiento que yo le hice, y el contentamiento que de mí tenia, que algunas veces y muchas le acometi con su libertad, rogándole que fuese á su casa, y me dijo, todas las veces que se lo decia, que él estaba bien allí y que no queria irse, porque allí no le faltaba cosa de lo que él queria, como si en su casa estuviese; é podria ser que yéndose y habiendo lugar que los señores de la tierra, sus vasallos, le importunasenó le induciesen á que hiciese alguna cosa contra su voluntad, que fuese fuera del servicio de vuestra alteza, y que él tenia propuesto de servir á vuestra majestad en todo lo á él posible; y que hasta tanto que los tuviese informados de lo que queria hacer, y que él estaba bien allí; porque aunque alguna cosa le quisiesen decir, que con respondelles que no estaba en su libertad se podria excusar y eximir dellos; y muchas veces me pidió licencia para se ir á holgar y pasar tiempo á ciertas casas de placer que él tenia, así fuera de la ciudad como dentro 6, y ninguna vez se la negué. E fué muchas veces á holgar con cinco ó seis españoles á una y dos leguas fuera de la ciudad, y volvia siempre muy alegre y contento al aposento donde yo le tenia. E siempre que salia hacia muchas mercedes de joyas y ropa, así á los españoles que con él iban, como á sus naturales, de los cuales siempre iba tan acompañado, que cuando menos

5 Destas palabras se infiere que el imperio de Muteczuma era universal, y solo los tlascaltecas rehusaban reconocerle.

6 Siete palacios tenia Muteczuma en Tlatelulco, en la ciudad y fucra della.

9

con él iban, pasaban de tres mil hombres, que los mas dellos eran señores y personas principales; é siempre les hacia muchos banquetes y fiestas, que los que con él iban tenian bien que contar.

Después que yo conocí dél muy por entero tener mucho deseo al servicio de vuestra alteza, le rogué que porque mas enteramente yo pudiese hacer relacion á vuestra majestad de las cosas de esta tierra, que me mostrase las minas de donde se sacaba el oro; el cual, con muy alegre voluntad, segun mostró, dijo que le placia. E luego hizo venir ciertos servidores suyos, y de dos en dos repartió para cuatro provincias, donde dijo que se sacaba; é pidióme que le diese españoles que fuesen con ellos, para que lo viesen sacar; é asimismo yo le dí á cada dos de los suyos otros dos españoles. E los unos fueron á una provincia que se dice Cuzula, que es ochenta leguas de la gran ciudad de Temixtitan, é los naturales de aquella provincia son vasallos del dicho Muteczuma; é allí les mostraron tres rios, y de todos me trajeron muestra de oro, y muy buena, aunque sicada con poco aparejo, porque no tenian otros instrumentos mas de aquel con que los indios lo sacan, y en el camino pasaron tres provincias, segun los españoles dijeron, de muy hermosa tierra, y de muchas villas y ciudades, y otras poblaciones en mucha cantidad, y de tales y tan buenos edificios, que dicen que eu España no podian ser mejores. En especial me dijeron que habian visto una casa de aposentamiento y fortaleza, que e mayor y mas fuerte y mas bien edificada que el castillo de Burgos; y la gente de una de estas provincias, que se llama Tamazulapa 1, era mas vestida que estotra que habemos visto, y segun á ellos les pareció, de mu-cha razon. Los otros fueron á otra provincia que se dice Malinaltebeque 2, que es otras setenta leguas de la dicha gran ciudad, que es mas hacia la costa de la mar. E asimismo me trajeron muestra de oro de un rio grande que por allí pasa. E los otros fueron á una tierra que está este rio arriba, que es de una gente diferente de la lengua de Culúa, á la cual llaman Tenis; y el señor de aquella tierra se llama Coatelicamat3, y por tener su tierra en unas sierras muy altas y ásperas, no es sujeto al dicho Muteczuma, y tambien porque la gente de aquella provincia es gente muy guerrera y pelean con lanzas de veinte y cinco y treinta palmos, y por no ser estos vasallos del dicho Muteczuma, los mensajeros que con los españoles iban no osaron entrar en la tierra sin lo hacer saber primero al señor della, y pedir para ello licencia, diciéndole que iban con aquellos españoles á ver las minas del oro que tenian en su tierra, y que le rogaban de mi parte y del dicho Muteczuma, su señor, que lo hobiesen por bien. El cual dicho Coatelicamat respondió que los españoles, que él era muy contento que entrasen en su tierra y viesen las minas y todo lo demás que ellos quisiesen; pero que los de Culúa, que son los de Muteczuma, no habian de entrar en su tierra, porque eran sus enemigos. Algo estuvieron los españoles perplejos en si irian solos ó no, porque los que con ellos iban les dijeron que no fuesen, que les matarian,

Tamazulapa está en la diócesis de Oaxaca.

2 Malinaltepec está en la diócesis de Oaxaca.

3 Era señor de Tenich, que está el río arriba de Maninaltepec.

é que por los matar no consentian que los de Culúa entrasen con ellos, y al fin se determinaron á entrar solos, é fueron del dicho señor y de los de su tierra muy bien recibidos, y les mostraron siete ú ocho rios, de donde dijeron que ellos sacaban el oro, y en su presencia lo sacaron los indios, y ellos me trajeron muestra de todo; y con los dichos españoles me envió el dicho Coatelicamat ciertos mensajeros suyos, con los cuales me envió á ofrecer su persona y tierra al servicio de vuestra sacra majestad, y me envió ciertas joyas de oro y ropa de la que ellos tienen. Los otros fueron á otra provincia que se dice Tuchitebeque 4, que es casi en el mismo derecho hacia la mar, doce leguas de la provincia de Malinaltebeque, donde ya he dicho que se halló oro; é allí les mostraron otros dos rios, de donde asimismo sacarón muestra de oro.

E porque allí, segun los españoles que allá fueron me informaron, hay mucho aparejo para hacer estancias y para sacar oro, rogué al dicho Muteczuma que en aquella provincia de Malinaltebeque, porque era para ello mas aparejada, hiciese hacer una estancia para vuestra majestad, y puso en ello tanta diligencia, que dende en dos meses que yo se lo dije, estaban sembradas sesenta hanegas de maíz y diez de frijoles, y dos mil piés de cacap5, que es una fruta como almendras, que ellos venden molida; y tiénenla en tanto, que se trata por moneda 6 en toda la tierra, y con ella se compran todas las cosas necesarias en los mercados y otras partes. E habia hechas cuatro casas muy buenas, en que en la una, demás de los aposentamientos, hicieron un estanque de agua, y en él pusieron quinientos patos, que acá tienen en mucho, porque se aprovechan de la pluma dellos y los pelan cada año, y hacen sus ropas con ella; y pusieron hasta mil y quinientas gallinas, sin otros aderezos de granjerías, que muchas veces juzgadas por los españoles que la vieron, la apreciaban en veinte mil pesos de oro. Asimismo le rogué al dicho Muteczuma que me dijese si en la costa de la mar habia algun rio ó ancon en que los navíos que viniesen pudiesen entrar y estar seguros. El cual me respondió que no lo sabia; pero que él me faria pintar toda la costa y ancones y rios della, y que enviase yo españoles á los ver, y que él me daria quien los guiase y fuese con ellos, y así lo hizo. E otro dia me trujeron figurada en un paño toda la costa, y en ella parecia un rio que salia á la mar, mas abierto, segun la figura, que los otros; el cual parecia estar entre las sierras que dicen Sanmin 7, y son tanto en un ancon por donde los pilotos hasta entonces creian que se partia la tierra en una provincia que se dice Mazalmaco8; y me dijo que viese yo á quien queria enviar, y que él proveeria cómo se viese y supiese todo; y luego -señalé diez hombres, y entre ellos algunos pilotos y per

4 Hoy es de la diócesis de Oaxaca Xuchitepec. 5 Este es el cacao de que se hace el chocolate.

6 Aun hoy se conserva en las tiendas dar granos de cacao en lugar de monedas de cobre, por ser la menor de plata acuñada de valor de diez cuartos y medio de España, y en la América es un medio real.

7 Pueden ser las que hoy se Haman de San Martin, obispado de Oaxaca.

8 Gomara dice Guazacualeo, y lo cierto es que es entre las sierras de San Martin y San Anton.

sonas que subian de la mar. E con el recaudo que él dió se partieron y fueron por toda la costa, desde el puerto de Chalcbilmeca 1 que dicen de San Juan, donde yo desembarqué, y anduvieron por ella sesenta y tantas le guas, que en ninguna parte hallaron rio ni ancon donde pudiesen entrar navíos ningunos, puesto que en la dicha costa habia muchos y muy grandes, y todos los sondaron con canoas, y así llegaron á la dicha provincia de Cuacalco 2, donde el dicho rio está; y el señor de aquella provincia, que se dice Tuchintecla, los recibió muy bien y les dió canoas para mirar el rio, é hallaron en la entrada dél dos brazas y media largas en lo mas bajo de bajar, y subieron por el dicho rio arriba doce leguas, y lo mas bajo que en él hallaron fueron cinco ó seis brazas. E segun lo que dél vieron, se cree que sube mas de treinta leguas de aquella hondura, y en la ribera dél hay muchas y grandes poblaciones, y toda la provincia es muy llana y muy fuerte, y abundosa de todas las cosas de la tierra y de mucha y casi innumerable gente. E los desta provincia no son vasallos ni súbditos de Muteczuma, antes sus enemigos. E asimismo el señor della, al tiempo que los españoles llegaron, les envió á decir que los de Culúa no entrasen en su tierra, porque eran sus enemigos. E cuando se volvieron los españoles á mí con esta relacion, envió con ellos ciertos mensajeros, con los cuales me envió ciertas joyas de oro y cueros de tigres, y plumajes y piedras y ropa; y ellos me dijeron de su parte que habia muchos dias, que Tuchintecla, su señor, tenia noticia de mí; porque los de Putunchan, que es el rio de Grijalba 3, que son sus amigos, le habian hecho saber cómo yo habia pasado por allí y habia peleado con ellos porque no me dejaban entrar en su pueblo, y como después quedamos amigos, y ellos por vasallos de vuestra majestad. E que él asimismo se ofrecia á su real servicio con toda su tierra, é me rogaba que le tuviese por amigo, con tal condicion que los de Culúa no entrasen en su tierra, é que yo viese las cosas que en ella habia, de que se quisiese servir vuestra alteza, y que él daria dellas las que yo señalase en cada un año.

Como de los españoles que vinieron desta provincia me informé ser ella aparejada para poblar, y del puerto que en ella habia hallado, holgué mucho; porque después que en esta tierra salté, siempre he trabajado de buscar puerto en la costa della, tal que estuviese á propósito de poblar, y jamás lo habia hallado, ni lo hay en toda la costa, desde el rio San Anton, que es junto al de Grijalba basta el de Panuco, que es la costa abajo, adonde ciertos españoles, por mandado de Francisco de Garay, fueron á poblar, de que en adelante à vuestra alteza haré relacion. E para mas me certificar de las cosas de aquella provincia y puerto, y de la voluntad de los naturales della, y de las otras cosas necesarias á la poblacion, torné á enviar ciertas personas de las de mi compañía, que tenian alguna experiencia para alcanzar lo susodicho. Los cuales fueron con los mensajeros que aquel señor Tuchintecla me habia enviado, y con al

-4 Este es el puerto de Veracruz.

2 Hoy rio Guasacoalto, de la diócesis de Oaxaca. Este rio conserva hoy su nombre, y tiene el de Tabasco, por donde desemboca en el Océano.

gunas cosas que yo les dí para él. E llegados, fueron dél bien recibidos, y tornaron á ver y sondar el puerto y rio, y ver los asientos que habia en él para hacer el pueblo. E de todo me trajeron verdadera y larga relacion, é dijeron que habia todo lo necesario para poblar. E que el señor de la provincia estaba muy contento, y con mucho deseo de servir á vuestra alteza. E venidos con esta relacion, luego despaché un capitan con ciento y cincuenta hombres, para que fuesen á trazar y formar el pueblo y hacer una fortaleza; porque el señor de aquella provincia se me habia ofrecido de la facer, y asimismo todas las cosas que fuesen necesarias У le mandasen, y aun hizo seis en el asiento que para el pueblo señalaron; y dijo que era muy contento que fuésemos allí á poblar y estar en su tierra.

En los capítulos pasados, muy poderoso Señor, dije cómo al tiempo que yo iba á la gran ciudad de Temixtitan me habia salido al camino un gran señor, que venia de parte de Muteczuma; é segun lo que después dél supe, él era muy cercano deudo de Muteczuma, y tenia su señorío junto al del dicho Muteczuma; cuyo nombre era Haculuacan 4. E la cabeza dél es una muy gran ciudad que está junto á esta laguna salada, que hay desde ella, yendo en canoas por la dicha laguna basta la dicha ciudad de Temixtitan, seis leguas, y por la tierra diez. E llámase esta ciudad Tezcuco 5, y será de hasta treinta mil vecinos. Tienen, señor, en ella muy maravillosas casas y mezquitas, y oratorios muy grandes y muy bien labrados. Hay muy grandes mercados; y demás desta ciudad, tiene otras dos, la una á tres leguas desta de Tezcuco, que se llama Acuruman 6, y la otra á seis leguas, que se dice Otunpa 7. Terná cada una destas hasta tres mil ó cuatro mil vecinos. Tiene la dicha provincia y señorío de Haculuacan otras aldeas y alquerías en mucha cantidad, y muy buenas tierras y sus labranzas. E confina este señorío por la una parte con la provincia de Tascaltecal, de que ya á vuestra majestad he dicho. Y este señor, que se dice Cacamazin, después de la prision de Muteczuma se rebeló, así; contra el servicio de vuestra alteza, á quien se habia ofrecido, como contra el dicho Muteczuma. Y puesto que por muchas veces fué requerido que viniese á obedecer los reales mandatos de vuestra majestad, nunca quiso, aunque, demás de lo que yo le enviaba á requerir, el dicho Muteczuma se lo enviaba á mandar; antes respondia que si algo le querian, que fuesen á su tierra, y que allá verian para cuánto era, y el servicio que era obligado á hacer. E segun yo me informé, tenia gran copia de gente de guerra junta, y todos para ella bien á punto. Y como por amonestaciones ni requerimientos yo no lo pude atraer, hablé al dicho Muteczuma, y le pedí su parecer de lo que debiamos facer para que aquel no quedase sin castigo de su rebelion. El cual me respondió que quererle tomar por guerra, que se ofrecia mucho peligro; porque él era gran señor, y tenia muchas fuerzas y gente, y que no se podia to

El señorío de Culhuacan.

5 El mismo nombre conserva hoy, y se tarda lo mismo en llegar con canoas.

6 Acuruman, hoy Oculma. 7 Esta es Otumba.

mar tan sin peligro, que no muriese mucha gente. Pero que él tenia en su tierra del dicho Cacamazin muchas personas principales que vivian con él y les daba su sa→ Jario; que él fablaria con ellos para que atrajesen alguna de la gente del dicho Cacamazin á sí, y que traida, y estando seguros, que aquellos favorecerian nuestro partido, y se podría prender seguramente. E así fué, que el dicho Muteczuma hizo sus conciertos de tal manera, que aquellas personas atrajeron al dicho Cacamazin á que se juntase con ellos en la dicha ciudad de Tezcuco, para dar órden en las cosas que convenian á su estado, como personas principales, y que les dolia que él hiciese cosas por donde perdiese. E así se juntaron en una muy gentil casa del dicho Cacamazin que está junto á la costa de la laguna. Y es de tal manera edificada, que por debajo de toda ella 1 navegan las canoas, y salen á la dicha laguna: allí secretamente tenian aderezadas ciertas canoas con mucha gente apercebida para si el dicho Cacamazin quisiese resistir la prision. Y estando en su consulta, lo tomaron todos aquellos principales antes que fuesen sentidos de la gente del dicho Cacamazin, y lo metieron en aquellas canoas, y salieron á la laguna, y pasaron á la gran ciudad, que, como yo dije, está seis leguas de allí. E llegados, lo pusieron en unas andas, como su estado requeria ó lo acostumbraban, y me lo trujeron; al cual yo hice echar unos grillos y poner á mucho recaudo. E tomado el parecer de Muteczuma, puse en nombre de vuestra alteza en aquel señorío á un hijo suyo que se decia Cucuzcacin. Al cual hice que todas las comunidades y señores de la dicha provincia y señorío le obedeciesen por señor hasta tanto que vuestra alteza fuese servido de otra cosa. E así se hizo, que de allí adelante todos lo tuvieron y lo obedecieron por señor, como al dicho Cacamazin; y él fué obediente en todo lo que yo de parte de vuestra majestad le mandaba.

Pasados algunos pocos dias después de la prision deste Cacamazin, el dicho Muteczuma hizo llamamiento y congregacion de todos los señores de las ciudades y tierras allí comarcanas; y juntos, me envió á decir que subiese adonde él estaba con ellos, é llegado yo, les habló en esta manera: «Hermanos y amigos mios, ya sabeis que de mucho tiempo acá vosotros y vuestros padres y abuelos habeis sido y sois súbditos y vasallos de mis antecesores y mios, é siempre dellos y de mí habeis sido muy bien tratados y honrados, é vosotros asimismo habeis hecho lo que buenos y leales vasallos son obligados á sus naturales señores, é tambien creo que de vuestros antecesores ternéis memoria cómo nosotros no somos naturales desta tierra, é que vinieron á ella de otra muy lejos, y los trajo un señor, que en ella los dejó, cuyos vasallos todos eran; el cual volvió dende á mucho tiempo, y halló que nuestros abuelos estaban ya poblados y asentados en esta tierra, y casados con las mujeres desta tierra, y tenian mucha multiplicacion de fijos; por manera que no quisieron volverse con él, ni menos lo quisieron recebir por señor de la tierra; y él se volvió, y dejó dicho que tornaria ó enviaria con tal poder, que los pudiese costreñir y atraer

Al pié ó inmediato á ella, y aun hoy se muestra el conducto subterráneo.

á su servicio 2. E bien sabeis que siempre lo hemos esperado, y segun las cosas que el Capitan nos ha dicho de aquel rey y señor que le envió acá, y segun la parte de do él dice que viene, tengo por cierto, y así lo debeis vosotros tener, que aqueste es el señor que esperábamos, en especial que nos dice que allá tenia noticia de nosotros. E pues nuestros predecesores no hicieron lo que á su señor eran obligados, hagámoslo nosotros, y demos gracias á nuestros dioses porque en nuestros tiempos vino lo que tanto aquellos esperaban. Y mucho os ruego, pues á todos os es notorio todo esto, que así como hasta aquí á mí me habeis tenido y obedecido por señor vuestro, de aquí adelante tengais y obedezcais á este gran rey, pues él es vuestro natural señor, y en su lugar tengais á este su capitan; y todos los tributos y servicios que fasta aquí á mí me haciades, los haced y dad á él, porque yo asimismo tengo de contribuir y servir con todo lo que me mandare; y demás de facer lo que debeis y sois obligados, á mí me haréis en ello mucho placer. » Lo cual todo les dijo llorando con las mayores lágrimas y suspiros que un hombre podia manifestar, é asimismo todos aquellos señores que le estaban oyendo lloraban tanto, que en gran rato no le pudieron responder. Y certifico á vuestra sacra majestad que no habia tal de los españoles que oyese el razonamiento, que no hobiese mucha compasion. Y después de algo sosegadas sus lágrimas, respondieron que ellos lo tenian por su señor, y habian prometido de hacer todo lo que les mandase; y que por esto y por la razon que para ello les daba', que eran muy contentos de lo hacer; é que desde entonces para siempre se daban ellos por vasallos de vuestra alteza, y desde allí todos juntos, y cada uno por sí, prometian, y prometieron, de hacer y cumplir todo aquello que con el real nombre de vuestra majestad les fuese mandado, como buenos y leales vasallos lo deben hacer, y de acudir con todos los tributos y servicios que antes al dicho Muteczuma hacian y eran obligados, con todo lo demás que les fuese mandado en nombre de vuestra alteza. Lo cual todo pasó ante un escribano público, y lo asento por auto en forma, y yo lo pedí así por testimonio en presencia de muchos españoles.

Pasado este auto y ofrecimiento que estos señores hicieron al real servicio de vuestra majestad, hablé un día al dicho Muteczuma, y le dije que vuestra alteza tenia necesidad de oro, por ciertas obras que mandaba hacer, y que le rogaba que enviase algunas personas de los suyos, y que yo enviaria asimismo algunos españcles por las tierras y casas de aquellos señores que allí se habian ofrecido, á les rogar que de lo que ellos tenian sirviesen á vuestra majestad con alguna parte; porque, demás de la necesidad que vuestra alteza tenia, pareceria que ellos comenzaban á servir, y vuestra alteza tendría mas concepto de las voluntades que á su servicio mostraban, y que él asimismo me diese de lo que tenia, porque lo queria enviar, como el oro y como las otras cosas que habia enviado á vuestra majestad con los pasajeros. E luego mandó que le diese los españo

En toda esta plática se aprovechó Cortés de la inteligencia errada en que estaban los indios, pero el razonamiento de Muteczuma en haberles pedido oro y plata les desagradó.

les que queria enviar, y de dos en dos y de cinco en cin-
co los repartió para muchas provincias y ciudades, de
cuyos nombres, por se haber perdido las escrituras, no
me acuerdo, porque son muchos y diversos, mas de
que algunas dellas estaban á ochenta y á cien leguas de
la dicha gran ciudad de Temixtitan; é con ellos envió
de los suyos, y les mandó que fuesen á los señores de
aquellas provincias y ciudades, y les dijese como yo
mandaba que cada uno dellos diese cierta medida de
oro, que les dió. E así se hizo, que todos aquellos se-
ñores á que él envió dieron muy cumplidamente lo que
se les pidió, así en joyas como en tejuelos y hojas de oro
y plata, y otras cosas de las que ellos tenian, que fun-
dido todo lo que era para fundir, cupo á vuestra majes-
tad del quinto treinta y dos mil y cuatrocientos y tantos
pesos de oro, sin todas las joyas de oro y plata, y plu- |
majes y piedras y otras muchas cosas de valor, que
para vuestra sacra majestad yo asigné y aparté, que po-
drian valer cien mil ducados y mas suma; las cuales,
demás de su valor, eran tales y tan maravillosas, que
consideradas por su novedad y extrañeza, no tenian pre-
cio, ni es de creer que alguno de todos los príncipes del
mundo de quien se tiene noticia las pudiese tener ta-
les y de tal calidad 1. Y no le parezca á vuestra alteza
fabuloso lo que digo, pues es verdad que todas las co-
sas criadas así en la tierra cono en la mar, de que el
dicho Muteczuma pudiese tener conocimiento, tenia
contrabechas muy al natural, así de oro y plata como
de pedrería y de plumas, en tanta perfeccion, que casi
ellas mismas parecian; de las cuales todas me dió para
vuestra alteza mucha parte, sin otras que yo le dí figu-
radas, y él las mandó hacer de oro, así como imágenes,
crucifijos, medallas, joyeles y collares y otras muchas
cosas de las nuestras que les hice contrafacer. Cupie-
ron asimismo á vuestra alteza, del quinto de la plata que
se hobo, ciento y tantos marcos, los cuales hice labrará
los naturales de platos grandes y pequeños y escudillas
y tazas y cucharas, y lo labraron tan perfecto como se
lo podiamos dar á entender. Demás desto, me dió el di-
cho Muteczuma mucha ropa de la suya, que era tal, que
considerada ser toda de algodon y sin seda, en todo el
mundo no se podia hacer ni tejer otra tal, ni de tantas
ni tan diversas y naturales colores ni labores; en que
habia ropas de hombres y de mujeres muy maravillosas,
y habia paramentos para camas, que hechos de seda
no se podian comparar; é habia otros paños, como de
tapecería, que podian servir en salas y en iglesias; ha-
bia colchas y cobertores de camas, así de pluma como
de algodon, de diversas colores, asimismo muy mara-
villosas, y otras muchas cosas, que, por ser tantas y ta-
les, no las sé significar á vuestra majestad. Tambien
me dió una docena de cerbatanas 2, de las con que él
tiraba, que tampoco no sabré decir á vuestra alteza su
perfeccion, porque eran todas pintadas de muy exce-
lentes pinturas y perfectos matices, en que habia fi-
guradas muchas maneras de avecicas y animales y ár-
boles y flores y otras diversas cosas, y tenian los bro-
cales y puntería tan grandes como un geme de oro, y

1 Por estas ciertas expresiones se conoce y evidencia el poder
del imperio mejicano, y tambien su industria para las artes.
2 Escopeta de palo, con las que apuntaban y disparaban.

en el medio otro tanto muy labrado. Dióme para con ellas un carnicl de red de oro para los bodoques 3, que tambien me dijo que me habia de dar de oro; é dióme unas turquesas de oro y otras muchas cosas, cuyo número es casi infinito.

Porque para dar cuenta, muy poderoso señor, á vuestra real excelencia de la grandeza, extrañas maravillosas cosas desta gran ciudad de Temixtitan, y del señorío y servicio deste Muteczuma, señor della, y de los ritos y costumbres que esta gente tiene, y de la órden que en la gobernacion, así desta ciudad como de las otras que eran deste señor, hay, seria menester mucho tiempo, y ser muchos relatores y muy expertos: no podré yo decir de cien partes una de las que dellas se podrian decir; mas como pudiere, diré algunas cosas de las que vi, que aunque mal dichas, bien sé que serán de tanta admiracion, que no se podrán creer, porque los que acá con nuestros propios ojos las vemos, no las podemos con el entendimiento comprehender. Pero puede vuestra majestad ser cierto que si alguna falta en mi relacion hobiere, que será antes por corto que por largo, así en esto como en todo lo demás de que diere cuenta á vuestra alteza, porque me parecia justo á mi príncipe y señor decir muy claramente la verdad, sin interponer cosas que la disminuyan ni acrecienten.

Antes que comience á relatar las cosas desta gran ciudad y las otras que en este otro capítulo dije, me parece, para que mejor se puedan entender, que débese decir de la manera de Méjico, que es donde esta ciudad y algunas de las otras que he fecho relacion están fundadas, y donde está el principal señorío deste Muteczuma. La cual dicha provincia es redonda y está toda cercada de muy altas y ásperas sierras, y lo llano della terná en torno fasta setenta leguas 4, y en el dicho llano hay dos lagunas 5 que casi lo ocupan todo, porque tienen canoas en torno mas de cincuenta leguas. E la una destas dos lagunas es de agua dulce, y la otra, que es mayor, es de agua salada. Divídelas por una parte una cuadrillera pequeña de cerros muy altos que están en medio desta llanura, y al cabo se van á juntar6 las dichas lagunas en un estrecho de llano que entre estos cerros y las sierras altas se hace; el cual estrecho terná un tiro de ballestas, é por entre la una laguna y la otra, é las ciudades y otras poblaciones que están en las dichas lagunas, contratan las unas con las otras en sus canoas por el agua, sin haber necesidad de ir por la tierra. E porque ésta laguna salada grande crece y mengua por sus mareas segun hace la mar, todas las crecientes corre el agua della á la otra dulce, tan recio como si fuese caudaloso rio, y por consiguiente á las menguantes va la dulce á la salada.

Esta gran ciudad de Temixtitan está fundada en esta laguna salada 7, y desde la Tierra-Firme hasta el cuer

3 Es el globo pequeño de barro ó de otra materia que se tira con arco ó ballesta: se tomó del verbo griego ballo, que significa arrojar. (Cobarrub., verbo bodoque.)

4 El circuito de todo el valle tiene mas de noventa leguas. 5 Una de agua dulce, que es la de Chalco, y la otra salada, que es la de Tezcuco.

6 Las dos lagunas se juntan én Iztapa, Chimalhuacan, Santa Marta y Culhuacan.

7 Hoy no es así, pues la agua que entra por Méjico, toda es de

« AnteriorContinuar »