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cruces de palo y de laton; de donde arguyen algunos que muchos españoles se fueron á esta tierra cuando la destruicion de España hecha por los moros en tiempo del rey don Rodrigo. Tambien habia grandísima feria en Xicalanco, donde venian mercaderes de muchas y léjos tierras á tratar; y así, era muy mentado lugar. Viven mucho estos yucataneles, y Alquimpech, sacerdote del pueblo do es agora Mérida, vivió mas de ciento y veinte años; el cual, aunque ya era cristiano, lloraba la entrada y amistad de los españoles; y dijo á Montejo cómo habia ochenta años que vino una hinchazon pestilencial á los hombres, que reventaban llenos de gusanos, y luego otra mortandad de increible hedor, y que hubo dos batallas, no cuarenta años antes que fuesen ellos, en que murieron mas de ciento y cincuenta mil hombres; empero que sentian mas el mando y estado de los españoles, porque nunca se irian de allí, que todo lo pasado.

Cabo de Honduras.

Descubrió Cristóbal Colon trecientas y setenta leguas de costa que ponen del rio grande de Higueras al Nombre de Dios, el año de 1502. Dicen algunos que tres años antes lo habian andado Vicente Yañez Pinzon y Juan Diez de Solis, que fueron grandísimos descubri→ dores. Iba entonces Colon en cuatro carabelas con ciento y setenta españoles, á buscar estrecho por esta parte para pasar á la mar del Sur; que así lo pensó y dijo á lo: Reyes Católicos. No hizo mas que descobrir y perder los navíos, segun en otro cabo lo tengo dicho. Llamó Colon puerto de Caxinas á lo que agora dicen Honduras, y Francisco de las Casas fundó allí á Trujillo el año de 25, en nombre de Fernan Cortés, cuando él y Gil Gon::alez mataron á Cristóbal de Olit, que los tenia presos, y se habia alzado contra Cortés, como lo dirémos inuy largo en la conquista de Méjico, hablando del trabajosísimo camino que hizo Cortés á las famosas Higueras. Es tierra fértil de mantenimientos y de mucha cera y miel. No tenian plata ni oro, teniendo riquísimas minas dél; ca no lo sacaban, ni creo que lo preciaban. Comen como en Méjico, visten, como en Castilla de oro, y participaban de las costumbres y religion de Nicaragua, que casi es la mesma mejicana. Son mentirosos, noveleros, haraganes; empero obedientes á sus amos y señor. Son muy lujuriosos, mas no casan comunmente sino con una sola mujer, y los señores con Jas que quieren. El divorcio es fácil entre ellos. Eran grandes idólatras, y agora son todos cristianos, y es su obispo el licenciado Pedraza. Fué por gobernador ú Honduras Diego Lopez de Salceda, al cual mataron los suyos con yerbas en un pastel. Fué luego Vasco de Herrera, y arrastraronle después de haberlo muerto á puñaladas. Entró á gobernar Diego de Albitez, y diéronle yerbas en otro pastel. Como andaban tan revueltos, no poblaron, antes despoblaron y destruyeron pueblos y hombres. Gobernó tras estos Andrés de Cereceda, y por su muerte Francisco de Montejo, adelantado de Yucatan; el cual fué allá el año de 35 con ciento y setenta españoles entre soldados y marineros. Cercó luego el peñol de Cerquin, y ganóle en siete meses, con pérdida de muchos españoles; ca el peñol era fuerte y

los indios animosos; los cuales ahorcaron á la vela, porque se durmió en el mayor hervor del combate. Castigo fué de hombres de guerra. Tomó tambien por hambre el peñol de Jamala, ca les quemó quince mil hanegas de maíz Marquillos, negro. Pobló muchos lugares, y entre ellos á Cumayagua y á Sant Jorge, en el valle de Blanco, y reformó algunos otros, como fueron Trujillo y Sant Pedro, cerca del cual hay una laguna, donde se mudan con el viento de una parte á otra los árboles con su tierra, ó mejor diciendo, las isletas con los árboles.

Veragua y Nombre de Dios.

Estaba Veragua en fama de rica tierra desde que la descubrió Cristóbal Colon el año de 2; y así, pidió la gobernacion y conquista della al Rey Católico Diego de Nicuesa, el cual armó en el puerto de la Beata de Santo Domingo siete naos y carabelas y dos bergantines, año de 8. Embarcó mas de setecientos y ochenta españoles, y para ir allá echó á Cartagena, de quien mas noticia se tenia, por seguir la costa y no errar la navegacion. Cuando allí llegó halló destrozados los compañeros de su amigo Alonso de Hojeda, que poco antes habia ido á Uraba. Consolóle de la pena y tristeza que tenia por haberle muerto los indios á Juan de la Cosa y á otros setenta españoles en Caramairi, y concertaron entrambos de vengar aquella pérdida. Así que fueron de noche por tomar descuidados los enemigos, adonde fuera la batalla. Cercaron una aldea de cien casas y pusieronle fuego. Habia dentro trecientos vecinos y inuchas mas mujeres y niños; de los cuales prendieron seis nochachos, y mataron á hierro ó á fuego casi todos los demás, que pocos pudieron huir; escarbaron la ceniza, y hallaron algun oro que repartir. Con este castigo se partió Nicuesa para Veragua. Estuvo en Coiba con el señor Careta, y de allí se adelantó con los dos bergantines y una carabela. Mandó á los otros navíos que le siguiesen hasta Veragua. Esta prisa y aparta→ miento le sucedió mal; ca se pasó de largo, sin ver á Veragua, con la carabela. Lope de Olano, como iba en un bergantin por capitan, se llegó á tierra y preguntó por Veragua. Dijéronle que atrás quedaba. Volvió la proa, topó á Pedro de Umbria, que traia el otro bergantin, aconsejóse con él, y fueron al rio de Chagre, que llamaron de lagartos, peces crocodillos, que comen hombres. Hallaron allí las naos de la flota, y todos juntos se fueron á Veragua, creyendo que Nicuesa estaria allá. Echaron áncoras á la boca del rio, y Pedro de Umbría fué á buscar dónde salir á tierra con una barca y doce marineros. Andaba la mar alta, y perdióse con todos ellos, excepto uno, que por nadador escapó. Viendo esto, acordaron los capitanes de saliren los bergantines, y no en las barcas. Sacaron luego á tierra caballos, tiros, armas, vino, bizcocho y todos los pertrechos de guerra y belezos que llevaban, y quebraron los navíos en la costa, para desafiuzar los hombres de partida; y eligen por su capitan y gobernador á Lope de Olano hasta que viniese Nicuesa. Olano hizo luego una carabela de la madera de las quebradas ó carcomidas, para si le ocurriesen algunas necesidades. Comenzó un castillo á la ribera del rio Veragua.

te, y aun, á lo que algunos dicen, no lo dejaron desem barcar. No plugo desto á muchos de Uraba, hombres de bien; mas no pudieron hacer al, temiendo la apresurada furia del Concejo, que Balboa indignaba. Así que Nicuesa se hubo de tornar con sus sesenta compañeros y bergantin que llevaba, muy corrido y quejoso de Balboa y Enciso. Salió del Darien 1.o de marzo del año de 11, con intencion de ir á Santo Domingo á quejar dellos. Mas ahogóse en el camino, y comiéroule peces; ó por tomar agua y comida, que llevaba poca, saltó en la costa, y comiéronselo indios; ca oí decir cómo en aquella tierra hallaron después escripto en un árbol: «Aquí anduvo perdido el desdichado Diego de Nicuesa.>> Pudo ser que lo escribiese andando en Corobaro. Este fin tuvo Diego de Nicuesa y su armada y rica conquista de Veragua. Era Nicuesa de Baeza, pasó con Cristóbal Colon en el segundo viaje. Perdió la honra y ha⇒ cienda que ganó en la isla Española yendo á Veragua, y descubrió sesenta leguas de tierrra que hay del Nombre de Dios á los Fallarones ó roquedos del Darien, priméro que nadie, y nombró Puerto de Misas al rio Pito. De cuantos españoles allá llevó, no quedaron vivos, en menos de tres años, sesenta, y aquellos murieran de hambre si no los pasaran de Puerto-Bello al Darien. Comieron en Veragua cuantos perros tenian, y tal hubo que se compró en veinte castellanos, y aun de allí á dos dias cocieron el cuero y cabeza, sin mirar que tenia sarna y gusanos, y vendieron la escudilla de caldo á castellano. Otro español guisó dos sapos de aquella tierra, que usan comer los indios, y los vendió con grandes ruegos á un enfermo en seis ducados. Otros españoles so comieron un indio que hallaron muerto en el camino donde iban á buscar pan; del cual hallaban poco por el campo, y los indios no se lo querian dar. Andan ellos desnudos, y llaman ome al hombre; y ellas cubiertas del ombligo abajo, y traen cercillos, manillas y cadenas de oro. Felipe Gutierrez, de Madrid, pidió la gobernacion de Veragua por ser rico rio; y fué allá con mas de cuatrocientos soldados el año de 36, y los mas perecieron de hambre ó yerba. Comieron los caballos y perros que llevaban. Diego Gomez y Juan de Ampudia de Ajofrin se comieron un indio de los que mataron, y luego se juntaron con otros hambrientos, y inataron á Hernan Darias, de Sevilla, que estaba doliente, para comer; y otro dia comieron á un Alonso Gonzalez, pero fueron castigados por esta inhumanidad y pecado. Llegó á tanto la desventura destos compañeros de Felipe Gutierrez, que Diego de Ocampo, por no quedar sin sepultura, se enterró vivo él mesmo en el hoyo que vió para otro español muerto. El almirante don Luis Colon envió á poblar y conquistar á Veragua el año de 46 al capitan Cristóbal de Peña, con buena compañía de gente española. Mas tambien le fué mal, como á los otros. Y así, no se ha podido sujetar aquel rio y tierra. En el concierto que hubo entre el Rey y el Almirante sobre sus privilegios y mercedes, le fué dada Veragua con título de duque, y de marqués de Jamaica.

Corrió buen pedazo de tierra, y sembró maíz, y trigo tambien, con propósito de poblar y permanecer allí, si Diego de Nicuesa quisiese ó no pareciese. Entendiendo en estas cosas y en haber noticia de la tierra y su riqueza, con inteligencias de indios naturales, llegaron tres españoles con el esquife de la carabela de Nicuesa, que le dijeron cómo el Gobernador quedaba en Zorobaro sin carabela, que con mal tiempo se perdió, porfiando siempre ir adelante por tierra sin camino, sin gente, lena de montes y ciénagas, comiendo tres meses raíces, yerbas y hojas, y cuando mucho frutas, y bebiendo agua no todas veces buena, y que ellos se habian venido sin su licencia. Olano envió luego allá un bergantin con aquellos mesmos tres hombres para sacar de peligro á Nicuesa y traerle al ejército y rio de su gobernacion. Diego de Nicuesa holgó con el bergantin como con la vida, embarcóse y vino; en llegando echó preso á Lope de Olano, en pago de la buena obra que le hizo, culpándole de traicion por haber usurpado aquel oficio y preeminencia, por haber quebrado las naos y porque no le habia ido antes á buscar. Mostró enojo de otros muchos y de lo que todos hicieron, y dende á pocos dias pregonó su partida. Rogáronle todos que se detuviese hasta coger lo sembrado, pues no se tardaria á secar, ca en cuatro meses sazona. El dijo que mas valia perder el pan que no la vida, y que no queria estar en tan mala tierra. Creo que lo hizo por quitar aqueIla gloria al Lope de Olano. Así que se partió de Veragua con los españoles que cupieron en los bergantines y carabela nueva, y fué á Puerto-Bello, que por su bondad le dió tal nombre Colon, y como todos acabaron de Hlegar, tentó la tierra, buscando pan y oro. Matáronle veinte compañeros los indios con saetas de yerba. Dejó allí los medios españoles, y con los otros medios fué al cabo del Mármol, donde hizo una fortalecilla para repararse de los indios flecheros, que llamó Nombre de Dios, y este fué su principio de aquel tan famoso pueblo. Mas con el trabajo de la obra y camino, y con la hambre y escaramuzas, no le quedaron cien españoles, de setecientos y ochenta que llevó. Venido pues á tanta disminucion Nicuesa y su ejército, le llamaron los soldados de Alonso de Hojeda para que los gobernase en Uraba, ca en ausencia de Hojeda traian bandos sobre mandar Vasco Nuñez de Balboa y Martin Fernandez de Enciso, Nicuesa dió las gracias que tales nuevas merecian á Rodrigo Enriquez de Colmenares, que vino por él en una carabela y un bergantin, no sin muchas lágrimás y quejas de su desaventura; y sin mas pensar en ello, se fué con él, y llevó sesenta españoles en un bergantin que tenia. En el camino, olvidado de su mal consejo y ventura pasada, comenzó de hablar demasiado contra los que le llamaban por capitan general, diciendo que habia de castigar á unos, quitar los oficios á otros, y tomar á todos el oro, pues no lo podian tener sin voluntad de Hojeda ó suya, que tenian del Rey título de gobernadores. Oyéronto algunos que les tocaba de la compañía de Colmenares, y dijéronlo en Uraba. Enciso, que tenia la parte de Hojeda como su alcalde mayor, y Balboa, mudaron de propósito, y temieron oyendo semejantes cosas; y no solamente no le recibieron, empero injuriáronle y amenazáronle reciamen

El Darien.

Rodrigo de Bastidas armó en Cáliz, el año de 2 (con licencia de los Reyes Católicos), dos carabelas á su pro

pia cesta y de Juan de Ledesma y otros amigos suyos. Tomó por piloto á Juan de la Cosà, vecino del puerto de Santa María, experto marinero, á quien, como poco há conté, mataron los indios, y fué á descubrir tierra en Indias. Anduvo mucho por donde Cristóbal Colon, y finalmente descubrió y costeó de nuevo ciento y setenta leguas que hay del cabo de la Vela al golfo de Uraba y Fallarones del Darien. En el cual trecho de tierra están, contando lácia levante, Caribana, Zenu, Cartagena, Zamba y Santa Marta. Como llegó á Santo Domingo perdió las carabelas con broma, y fué preso por Francisco de Bobadilla, á causa que rescatara oro y tomara indios, y enviado á España con Cristóbal Colon. Mas los Reyes Católicos le hicieron merced de docientos ducados de renta en el Darien, en pago del servicio que les habia hecho en aquel descubrimiento. Toda esta costa que descubrió Bastidas y Nicuesa, y la que hay del cabo de la Vela á Paria, es de indios que comen hombres y que tiran con flechas enhervoladas; á los cuales llaman caribes, de Caribana, 6 porque son bravos y feroces, conforme al vocablo; y por ser tan inhumanos, crueles, sodomitas, idólatras, fueron dados por esclavos y rebeldes, para que los pudiesen matar, captivar y robar, si no quisiesen dejar aquellos grandes pecados y tomar amistad con los españoles y la fe de Jesucristo. Este decreto y ley hizó el Rey Católico don Fernando con acuerdo de su consejo y de otros letrados, teólogos y canonistas; y así, dieron muchas conquistas con tal licencia. A Diego de Nicuesa y Alonso de Hojeda, que fueron los primeros conquistadores de tierra firme de Indias, dió el Rey una instruccion de diez ó doce capítulos. El primero, que les predicasen los Evangelios. Otro, que les rogasen con la paz. El octavo, que queriendo paz y fe, fuesen libres, bien tratados y muy privilegiados. El nono, que si perseverasen en su idolatría y comida de hombres y en la enemistad, los captivasen y matasen libremente; que hasta entonces no se consentia. Alonso de Hojeda, natural de Cuenca, que fué capitan de Colon contra Caonabo, armó el año de 8, en Santo Domingo, cuatro navíos á su costa y trecientos hombres. Dejó al bachiller Martin Fernandez de Enciso, su alcalde mayor por cédula del Rey, para llevar tras él otra nao con ciento y cincuenta españoles y mucha vitualla, tiros, escopetas, lanzas, ballestas y municion, trigo para sembrar, doce yeguas y un hato de puercos para criar; y el partió de la Beata por diciembre. Llegó á Cartagena, requirió los indios, y hízoles guerra como no quisieron paz. Mató y prendió muchos. Hubo algun oro, mas no puro, en joyas y arreos del cuerpo. Cebóse con ello, y entró la tierra adentro cuatro leguas ó cinco, llevando por guia ciertos de los captivos. Llegó á una aldea de cien casas y trecientos vecinos. Combatióla, y retiróse sin tomarla. Defendiéronse tan bien los indios, que mataron setenta españoles y á Juan de la Cosa, segunda persona después de Hojeda, y se los comieron. Tenian espadas de palo y piedra, flechas con puntas de hueso y pedernal y untadas de yerba mortal. Varas arrojadizas, piedras, rodelas y otras armas ofensivas. Estando allí llegó Diego de Nicuesa con su flota, de que no poco se holgaron Hojeda y los suyos. Concertáronse todos, y fue

ron una noche al lugar donde murió Cosa y los setenta españoles; cercáronlo, pusiéronle fuego; y como las casas eran de madera y hoja de palmas, ardió bien. Escaparon algunos indios con la escuridad; pero los mas, cayeron en el fuego ó en el cuchillo de los nuestros, que no perdonaron sino á seis muchachos. Allí se vengó la muerte de los setenta españoles. Hallóse debajo de la ceniza oro, pero no tanto como quisieran los que la excarvaron. Embarcáronse todos, y Nicuesa tomó la via de Veragua, y Hojeda la de Uraba. Pasando por IslaFuerte tomó siete mujeres, dos hombres, y docientas onzas de oro en ajorcas, arracadas y collarejos. Salió á tierra en Caribana, solar de Cariben, como algunos quieren que esté, á la entrada del golfo de Uraba. Desembarcó los soldados, armas, caballos y todos los pertrechos y bastimentos que llevaba. Comenzó luego una fortaleza y pueblo donde se recoger y asegurar, en el mesmo lugar que cuatro años antes la habia comenzado Juan de la Cosa. Este fué el primer pueblo de españoles en la tierra firme de Indias. Quisiera Hojeda atraer de paz aquellos indios por cumplir el mandado real y para poblar y vivir seguro; mas ellos, que son bravos y confiados de sí en la guerra, y enemigos de extranjeros, despreciaron su amistad y contratacion. El entonces fué á Tiripi, tres ó cuatro leguas metido en tierra y tenido por rico. Combatiólo, y no lo tomó; ca los vecinos le hicieron huir con daño y pérdida de gen→ te y reputacion, así entre indios como entre españoles. El señor de Tiripi echaba oro por sobre los adarves, y flechaban los suyos á los españoles que se abajaban á cogerlo, y al que allí herian, moria rabiando. Tal ardid usó conosciendo su codicía. Sentian ya los nuestros falta de mantenimientos, y con la necesidad fueron á com→ batir á otro lugar, que unos captivos decían estar muy bastecido, y trajeron dél muchas cosas de comer y prisioneros. Hojeda hubo allí una mujer. Vino su marido á tratarle libertad. Prometió de traer el precio que le pidió fué, y tornó con ocho compañeros flecheros, y en lugar de dar el oro prometido, dieron saetas emponzoñadas. Hirieron al Hojeda en un muslo; mas fueron muertos todos nueve por los españoles que con su ca→ pitan estaban. Hecho fué de hombre animoso, y no bár baro, si le sucediera bien. A esta sazon vino allí Bernaldino de Talavera con una nao cargada de basti➡ mentos y de sesenta hombres, que apañó en Santo Domingo, sin que lo supiese el Almirante ni justicia. Proveyó á Hojeda en gran coyuntura y necesidad. Empero no dejaban por eso los soldados de murmurar y quejarse que los habia traido á la carnicería y los tenia donde no les valiesen sus manos y esfuerzo. Hojeda los entretenia con esperanza del socorro y provision que habia de llevar el bachiller Enciso, y maravillábase de su tardanza. Ciertos españoles se concertaron de tomar dos bergantines de Hojeda, y tornarse á Santo Domingo ó irse con los de Nicuesa. Entendiólo él, y por estorbar aquel motin y desman en su gente y pueblo, se fué en la nao de Talavera, dejando por su teniente á Francisco Pizarro. Prometió de volver dentro de cincuenta dias, y si no, que se fuesen donde les pareciese; ca él les soltaba la palabra. Tanto se fué de Uraba Alonso de Hojeda por curar su herida, cuanto por buscar al ba

chiller Enciso, y aun porque se le morian todos. Partió pues de Caribana Alonso de Hojeda, y con mal tiempo que tuvo, fué á dar en Cuba, cerca del cabo de Cruz. Anduvo por aquella costa con grandes trabajos y hambre; perdió casi todos los compañeros. A la fin aportó á Santo Domingo muy malo de su herida; por cuyo dolor, ó por no tener aparejo para tornar á su gobernacion y ejército, se quedó allí, ó como dicen, se metió fraile francisco, y en aquel hábito acabó su vida.

Fundacion de la Antigua del Darien.

Pasados que fueron los cincuenta dias, dentro de los cuales debia de tornar Hojeda con nueva gente y comida, segun prometiera, se embarcó Francisco Pizarro y los setenta españoles que habia, en dos bergantines que tenian, ca la grandisima hambre y enfermedades los forzó á dejar aquella tierra comenzada de poblar. Sobrevínoles navegando una tormenta, que se anegó el uno, y fué la causa cierto pece grandísimo, que con andar la mar turbada andaba fuera de agua. Arrimóse al bergantin como á tragárselo, y dióle un zurriagon con la cola, que hizo pedazos el timon ; de que muy atónitos fueron considerando que los perseguia el aire, la mar y peces, como la tierra. Francisco Pizarro fué consu bergantin á la isla Fuerte, donde no le consintieron salir á tierra los isleños caribes. Echó bácia Cartagena por tomar agua, que morian de sed, y topó cerca de Cochibocoa con el bachiller Enciso, que traia un bergantin y una nao cargada de gente y bastimentos á Hojeda, y contóle todo el suceso y partida del Gobernador. Enciso no lo creia, sospechando que huia con algun robo ó delito; empero como vió sus juramentos, su desnudez, su color de tiriciados con la ruin vida ó aires de aquella tierra, creyólo. Pesóle, y mandóles volver con él allá. Pizarro y sus treinta y cinco compañeros le daban dos mil onzas de oro que traian, porque los dejase ir á Santo Domingo ó á Nicuesa, y no los llevase á Uraba, tierra de muerte; mas él no quiso sino llevarlos. En Camairi tomó tierra para tomar agua y adobar la barca. Sacó hasta cien hombres, porque supo ser caribes los de allí. Mas como los indios entendieron que no era Nicuesa ni Hojeda, diéronle pan, peces y vino de maíz, y frutas, y dejáronle estar y hacer cuanto menester hubo, de que Pizarro se maravilló. Al entrar en Uraba topó la nave, por culpa del timonero y piloto, tierra, ahogáronse las yeguas y puercas, perdióse casi toda la ropa y vitualla que llevaba, y harto hicieron de salvarse los hombres. Entonces creyó de veras Enciso los desastres de Hojeda, y temieron todos de morir de hambre ó yerba. No tenian las armas que convenia para pelear contra flechas, ni navíos para irse. Comian yerbas, fruta y palmitos y dátiles, y algun javalí que cazaban. Es chica manera de puerco sin cola, y los piés traseros no hendidos, con uña. Enciso, queriendo ser antes muerto de hombres que de hambre, entró con cien compañeros la tierra adentro á buscar gente y comida. Encontró con tres flecheros, que sin miedo esperaron, descargaron sus carcajes, hirieron algunos cristianos, y fueron á llamar otros muchos, que venidos, representaron batalla, diciendo mil injurias á los nuestros. Enciso y sus cien compañeros se volvieron,

en

maldiciendo la tierra que tan mortal yerba producia, y dejaronles algunos españoles muertos que comiesen. Acordaron de mudar lito por mudar ventura. Informáronse de unos captivos qué tierra era la de allende aquel golfo; y como les dijeron que buena y abundante de rios y labranza, pasáronse allá, y comenzaron á edificar un lugar, que nombró Enciso villa de la Guardia, ca los habia de guardar de los caribes. Los indios comarcanos estuvieron quedos al principio, mirando aquella nueva gente; mas como vieron edificar sin licencia en su propria tierra, enojáronse; y así, Cemaco, señor de allí, sacó de su pueblo el oro, ropa y cosas que valian algo, metiólo en un cañaveral espeso, púsose con hasta quinientos hombres bien armados á su manera en un cerrillo, y de allí amenazaba los extranjeros, encarando las flechas y diciendo que no consintiria advenedizos en su tierra ó los mataria. Enciso ordenó sus cien españoles, tomóles juramento que no huirian, prometió enviar cierta plata y oro á la Antigua de Sevilla si alcanzaba victoria, y hacer un templo á Nuestra Señora de la casa del Cacique, y llamar al pueblo Santa María del Antigua. Hizo oracion con todos de rodillas, arremetieron á los enemigos, pelearon como hombres que lo habian bien menester, y vencieron. Cemaco y los suyos huyeron mucha tierra, no podiendo sufrir los golpes y heridas de las espadas españolas. Entraron los nuestros en el lugar, y mataron la hambre con mucho pan, vino y frutas que habia. Tomaron algunos hombres en cueros, y mujeres vestidas de la cinta al pié. Corrieron otro dia la ribera, y hallaron el rio arriba la ropa y fardaje del lugar en un cañaveral, muchos fardeles de mantas de camas y de vestir, muchos vasos de barro y palo y otras alhajas; dos mil libras de oro en collares, bronchas, manillas y cercillos, y otros joyeles bien labrados que usan traer ellas. Muchas gracias dieron á Cristo y á su gloriosa Madre, Enciso y los compañeros, por la victoria, y por haber hallado rica tierra y buena. Enviaron por los ochenta españoles de Uraba, que dejando aquella punta tan azar para españoles, se fueron á ser vecinos en el Darien, que nombraron Antigua, el año de 9. Enciso usaba de capitan y alcalde mayor, conforme á la cédula del Rey que para serlo tenia ; de lo cual murmuraban algunos, agraviados que los capitanease un letrado: y por eso, ó por alguna otra pasioncilla, le contradijo Vasco Nuñez de Balboa, negando la provision real, y alegando que ya ellos no eran de Hojeda. Sobornó muchos atrevidos como él, y vedóle la juridicion y capitanía. Así se dividieron aquellos pocos españoles de la Antigua del Darien en dos parcialidades: Balboa bandeaba la una y Enciso la otra, y anduvieron en esto un año.

Bandos entre los españoles del Darien.

Rodrigo Enriquez de Colmenares salió de la Beata de Santo Domingo con dos carabelas bastecidas de armas y hombres, en socorro de la gente de Hojeda, y de mucha vitualla que comiesen, ca tenian nuevas de su gran hambre. Tuvo dificultosa navegacion. Cuando llegó á Garia echó cincuenta y cinco españoles á tierra con sus armas para coger agua en aquel rio, que llevaba falta; los cuales, ó por no ver indios, ó por deleitarse

echados en la tierra, se descuidaron de sus vidas. Vinieron ochocientos indios flecheros con gana de comer cristianos sacrificados á sus ídolos, y antes que se rebullesen los nuestros flecharon de muerte cuarenta y siete dellos, y prendieron uno. Quebraron el batel y amenazaron las naos. Los siete que huyeron ó escaparon de la refriega se escondieron en un árbol hueco. Cuando á la mañana miraron por las carabelas eran idas, y fueron tambien ellos comidos. Colmenares quiso antes padecer sed que muerte, y no paró hasta Caribana. Entró en el golfo de Uraba; surgió donde Hojeda y Enciso; como no halló mas del rastro y rancho de los que buscaba, temió ser muerto. Hizo muchas ahumadas aquella noche en los altos, y desparó á un tiempo la artillería de ambas carabelas para que les sintiesen. Los de la Antigua, que oyeron los tiros, respondieron con grandes lumbres, á cuya señal fué Colmenares. Nunca españoles se abrazaron con tantas lágrimas de placer como estos; unos por hallar, otros por ser hallados. Recreáronse con la carne, pan y vino que las naos llevaban, y vistiéronse aquellos trabajados españoles, que traian andrajos, y renovaron las armas. Con los sesenta de Colmenares eran casi ciento y cincuenta, é ya no temian mucho á los indios ni á la fortuna, por tener dos naos y otros tantos bergantines; ni aun al Rey, pues traian bandos. Colmenares y muchos españoles de bien querian enviar por Diego de Nicuesa que los gobernase, pues tenia provision del Rey, y quitar las diferencias y enojos que allí habia; Enciso y Balboa, que bandeaban, no querian que otro gozase de su industria y sudor; y decian que, no solo ellos, pero muchos del pueblo, podian ser capitanes y cabeza de todos tan bien y mejor que Nicuesa. Mas aunque pesó á los dos, lo enviaron á llamar con Rodrigo de Colmenares en un bergantin de Enciso y en su nave. Fué pues Colmenares, y halló á Nicuesa en el Nombre de Dios, tal cual la historia os cuenta, flaco, descolorido, medio desnudo, y con hasta sesenta compañeros hambrientos y desarrapados. Todos lloraron cuando se vieron, estos de placer y aquellos de lástima. Colmenares consoló á Nicuesa, y le hizo la embajada que de parte de los hidalgos y hombres buenos del Darien llevaba. Dióle gran esperanza de soldar las quiebras y daños pasados, si á tan buena tierra iba, y rogóle que fuese. Diego de Nicuesa, que nunca tal pensó, le dió las gracias que merescia tal nueva y amigo, y la desventura en que metido estaba. Embarcóse luego con sus sesenta compañeros en un bergantin que tenia, y partióse con Rodrigo de Colmenares. Ensoberbecióse mas de lo que complia; y pensando que ya era caudillo y señor de trecientos españoles y una villa, desmandóse á decir muchas cosas contra Balboa y Enciso y otros; que castigaria unos, que quitaria oficios á otros, y á otros los dineros, pues no los podian tener sin autoridad de Hojeda ó suya. Oyéronlo muchos de los que iban en compañía de Colmenares, á quien aquello tocaba por sí ó por sus amigos, y en llegando á la Antigua dijéronlo en concejo, y quizá con parescer del mismo Colmenares, que nada le parescieron bien las amenazas y palabras locas de Nicuesa. Indignáronse grandemente todos los del Antigua contra Nicuesa, especial Balboa y Enciso, y no le dejaron salir á

tierra, ó en saliendo, le hicieron embarcar con sus compañeros, y lo cargaron de villanías, sin que ningu no se lo reprehendiese, cuanto mas estorbase. Así que le fué forzado irse de allí, adonde se perdió. Ido Nicuesa, quedaron aquellos del Antigua tan desconformes como primero, y muy necesitados de comida y de ves→ tidos. Balboa fué mas parte en el pueblo que no Enci so, por juntársele Colmenares. Prendióle ya cusóle que habia usado oficio de juez sin facultad del Rey. Confiscóle los bienes, y aun lo azotara cuando menos, si no fuera por buenos rogadores: mejor merecia él aquella pena y afrenta; ca incurria y pecaba en lo que al otro culpaba, haciéndose juez, capitan y gobernador; aunque tambien Enciso pagó allí la mucha culpa que tuvo en desechar y maltratar á Nicuesa. El bachiller Enciso no podia mostrar la provision real que tuvo, por habérsele perdido cuando su nao encalló y quebró entrando en Uraba; y como era menos poderoso, no bastaba á contrastar ni librarse por fuerza. Y como se vió libre, embarcóse para Santo Domingo, aunque le rogaron de parte de Balboa se quedase por alcalde mayor; y de allí se vino á España, y dió grandes quejas é informaciones de Vasco Nuñez de Balboa al Rey, el año de 12. Los del consejo de Indias pronunciaron una rigorosa sentencia contra él; pero no se ejecutó por los grandes hechos y servicio que al Rey hizo en el descubrimiento de la mar del Sur, y conquista de Castilla de Oro, segun abajo dirémos.

y

De Panquiaco, que dió nuevas de la mar del Sur.

Luego que Balboa se vió solo en mandar, atendió á bien regir y acaudillar aquellos docientos y eincuenta vecinos de la Antigua. Escogió cient y treinta españoles, llevando consigo á Colmenares, fué á Coiba á buscar de comer para todos, y oro tambien, que sin él no tenian placer. Pidió al señor Careta ó Chima (como dicen otros) bastimentos, y porque no se los dió llevólo preso al Darien con dos mujeres que tenia y con los hijos y criados. Despojó el lugar, y halló tres españoles dentro, de los de Nicuesa; los cuales sirvieron medianamente de intérpretes, y dijeron el buen tratamiento que Careta les habia hecho en su casa y tierra. Soltóle Balboa por ello, con juramento que hizo de ayudarle contra Ponca, su proprio enemigo, y bastecer el campo. Tras este viaje despacharon á Valdivia, amigo de Balboa, y, á Zamudio á Santo Domingo por gente, pan y armas, y con proceso contra Martin Fernandez de Enciso, que llevase uno dellos á España. Entró Balboa mas de veinte leguas por la tierra con favor de Careta. Saqueó un lugar, donde hubo algunas cosas de oro; mas no pudo hallar al señor Ponca, que huyo con tiempo y con lo mas y mejor que pudo. No le paresció bien la guerra tan dentro en tierra, y movióla á los de la costa. Fué á Comagre, é hizo paces con el señor por medio de un caballero de Careta. Tenia Comagre siete hijos de otras tantas mujeres, una casa de maderas grandes bien entretejidas, con una sala de ochenta pasos ancha, y lar

ga cient y cincuenta, y con el techo que parescia de artesones. Tenia una bodega con muchas cubas y tinajas llenas de vino hecho de grano y fruta, blanco, tinto, dulce y agrete, de dátiles y arrope: cosa que satisfizo

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