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niamos por cierto que no terniamos respuesta, y así fué que nunca vino el indio, él ni otra persona, puesto que estuvimos en aquel pueblo diez y ocho dias descansando y buscando algun remedio para llevar de aquellos bastimentos, y pensando en esto me paresció que seria bien seguir el rio de aquel pueblo abajo para ver si entraba en el otro grande que entra en aquellos golfos dulces, adonde dejé el bergantin y barcas y canoas, y preguntélo á aquellos indios que tenia presos, y dijeron que sí, aunque no los entendiamos bien, ni ellos á nosotros, porque son de lengua diferente de los que hemos visto. Por señas y por algunas palabras que de aquella lengua entendia, les rogué que dos dellos fuesen con diez españoles á mostrarles la salida de aquel rio, y ellos dijeron que era muy cerca y que aquel dia volverian; y así fué que plugo á nuestro Señor que, habiendo andado dos leguas por unas huertas muy hermosas de caguetales y otras frutas, dieron en el rio grande, y dijeron que aquel era el que salia á los golfos donde yo habia dejado el bergantin y barcas y canoas, y nombráronle por su nombre, que se llama Apolochic; y preguntéles en cuántos dias iria desde allí en canoas hasta llegar á los golfos; dijéronme que en cinco dias, y luego despaché dos españoles con una guia de aquellos para que fuesen fuera de camino, porque la guia se me ofresció de los llevar así hasta el bergantin; y mandéles que el bergantin y barcas y canoas llevasen á la boca de aquel gran rio, y que trabajasen con la una canoa y barca de subir el rio arriba has- · ta donde salia el otro rio; y despachados estos, hice hacer cuatro balsas de madera y cañas muy grandes ; cada una llevaba cuarenta anegas de maíz y diez hombres, sin otras muchas cosas de frísoles y ají y cacao, que cada uno de los españoles echaba en ellas; y hechas ya las balsas, que pasaron bien ocho dias en hacellas, y puesto el bastimento para llevar, llegaron los españoles que habia enviado al bergantin; los cuales me dijeron que habia seis dias que comenzaron á subir el rio arriba y que no habian podido llegar la barca arriba, y que la deja-, ron cinco leguas de allí con diez españoles que la guardasen, y que con la canoa tampoco habian podido llegar, porque venian muy cansados de remar; pero que quedaba una legua de allí escondida; y que viniendo el rio arriba les habian salido algunos indios y peleado con ellos, aunque habian sido pocos; pero que creian que para la vuelta que se habian de juntar á esperallos. Hice ir luego gente que subiese la canoa á do estaban las balsas, y puesto en ella todo el bastimento que habiamos recogido, metí la gente que era menester para guiarnos con unas palancas grandes, para amparar de árboles que habia en el rio asaz peligrosos, y la gente que quedó señalé un capitan y mandé que se fuesen por el camino que habiamos traido, y si llegasen primero. que yo, esperasen ellos donde habiamos desembarcado, é que yo iria allí á tomarlos, y que si yo llegase primero, yo los esperaria; é yo metíme en aquella canoa con las balsas con solos dos ballesteros, que no tenia mas. Aunque era el camino peligroso por la gran corriente y fe

sentimos remor de gente, y & mí me paresció que no debiamos salir del pueblo de aquella manera; porque qui zá los indios, viendo que nos deteniamos, ternian mas temor, y que si nos viesen volver conocerian nuestra flaqueza, y nos seria mas peligroso; y así plugo á nuestro Señor que fué, y después de haber estado en aquella plaza muy gran rato, recogíme con la gente á una gran sala de aquellas, y envié algunos que anduviesen por el pueblo, por ver si sentian algo, y nunca sintieron rumor; antes entraron en muchas de las casas dél, porque en todas habia lumbre, donde hallaron mucha copia de bastimentos, y volvieron muy contentos y alegres, y así estuvimos allí aquella noche al mejor recaudo que fué posible; luego que fué de dia se buscó todo el pueblo, que era muy bien trazado, y las casas muy juntas y muy buenas, y hallóse en todas ellas mucho algodon hilado y por hilar y ropa hecha de la que ellos usan, buena, é mucha copia de maíz seco y cacao y frísoles, jaji y sal, y muchas gallinas y faisanes en jaulas, y perdices y perros de los que crian para comer, que son asaz buenos, y todo género de bastimentos; tanto, que si tuviéramos los navíos donde lo pudiéramos meter en ellos, me tuviera yo por harto bien bastecido para muchos dias; pero para nos aprovechar dellos habíamoslos de llevar veinte leguas á cuestas, y estábamos tales, que nosotros sin otra carga tuviéramos bien que hacer en volver al navío si allí no descansáramos algunos dias. Aquel dia envié un indio natural de aquel pueblo, de los que habiamos prendido por aquellas labranzas, que paresció algo principal, segun en el hábito que fué tomado, porque se tomó andando á caza con su arco y flechas, y su persona á su manera bien aderezada, y habléle con una lengua que llevaba, y dijele que fuese á buscar al señor y gente de aquel pueblo, y que les dijese de mi parte que yo no venia á les hacer enojo ninguno, antes á les hablar cosas què á ellos mucho les convenia; y que viniesen el señor ó alguna persona honrada del pueblo, y que sabrian la causa de mi venida, y que fuesen ciertos que si viniesen se les seguiria mucho provecho, y por el contrario mucho daño; y así, le despaché con una carta mia, porque se aseguraban mucho con ellas en estas partes, aunque fué contra la voluntad de algunos de los de mi compañía, diciendo que no era buen consejo enviarle, porque manifestaria la poca gente que éramos, y que aquel pueblo era recio y de mucha gente, segun paresció por las casas dél; y que podia ser que sabido cuán pocos éramos, viniesen sobre nosotros, que juntasen consigo gentes de otros pueblos; é yo bien vi que tenian razon; mas con deseo de hallar alguna manera para nos poder proveer de bastimentos, creyendo que si aquella gente venia de paz me darian manera para llevar algunos, pospuse todo lo que se me pudiese ofrecer, porque en la verdad no era menos peligro el que esperábamos de hambre si no llevábamos bastimentos, que el que se nos podia recrecer de venir los indios sobre nosotros, y por esto todayía despaché el indio, y quedó que volveria otro dia, porque sabia dónde podria estar el señor y toda la gente; y otro dia después que se partió, que era el pla-rocidad del rio, como porque se tenia por cierto que los zo á que habia de venir, andando dos españoles rodeando el pueblo y descubriendo el campo, hallaron la carta que le habia dado puesta en el camino en un palo, donde te

indios habian de esperar al paso, quise yo ir allí porque hubiese mejor recaudo; y encomendándome á Dios me dejé el rio abajo ir, y llevábamos tal andar, que en tres

escoger todo lo enjuto, y mettlo en el bergantin, y lo mojado echarlo en las dos barcas y dos canoas, y enviélo á mas andar al pueblo para que lo enjugasen, porque en todo aquel golfo no habia donde, por ser todo anegado; y así se fueron, y mandéles que luego volviesen las barcas y canoas á ayudarme á llevar la gente, porque el bergantin y una canoa que quedaba no podia llevar toda la gente; y partidas las barcas y canoas, yo me lice á la vela y me fuí adonde habia de esperar la gente que venia por tierra, y esperéla tres dias, y á cabo destos llegaron muy buenos, excepto un español, que dijeron haber comido en el camino ciertas yerbas, y murió casi súpitamente; trujeron un indio que tomaron en aquel pueblo donde yo los dejé, que venia descuidado, y porque era diferente de los de aquella tierra así en lengua como en hábito, le pregunté casi por señas, y porque entre los indios presos se halló uno que le entendia, y dijo ser natural de Teculutlan; y como yo oí el nombre del pueblo, parescióme que le habia oido decir otras veces, y desque llegué al pueblo miré ciertas memorias que yo tenia, y ballé ser verdad que le habia oido nombrar, y paresció por allí no haber de traviesa de donde yo llegué á la otra mar del Sur, adonde yo tengo á Pedro de Albarado, sino setenta y ocho leguas. Porque por aquellas memorias me parescia haber estado españoles de la compañía de Pedro Albarado en aquel pueblo de Teculutlan, y aun el indio así lo afirmaba, holgué mucho de saber aquella traviesa.

horas llegamos donde había quedado la barca, y aun quisimos echar alguna carga en ella por aliviar las balsas. Era tanta la corriente, que jamás pudieron parar, é yo metíme en la barca, y mandé que la canoa bien equipada de remeros fuese siempre delante de las balsas para descubrir si hobiese indios en canoas y para avisar de algunos malos pasos, é yo quedé en la barca atrás de todos, aguardando á que pasasen todas las balsas delante, para que si alguna necesidad se les ofresciese, los pudiese socorrer de arriba para abajo mejor que de abajo para arriba; é ya que queria ponerse el sol, la una de las balsas dió en un palo que estaba debajo del agua y trastornóla un poco, y la furia del agua la sacó, aunque perdió la mitad de la carga; é yendo nuestro camino tres horas ya de la noche, oí adelante gran grita de indios, y por no dejar las balsas atrás no me adelanté á ver qué era, y dende á un poco cesó y no se oyó mas. A otro rato tornéla á oir, y parescióme mas cerca, y cesó, y tampoco pude saber qué cosa era, porque la canoa y las tres balsas iban adelante, é yo quedaba con la balsa que no andaba tanto, é yendo ya algo descuidados, porque habia rato que la grita no sonaba, yo me quité la celada que llevaba, é me recosté sobre la mano, porque iba con gran calentura; é yendo así, tomónos una furia de una vuelta del rio, que por fuerza, sin poderlo resistir, dió con la barca y balsa en tierra, y segun paresció, allí habian sido dadas las gritas que habiamos oido; porque, como los indios sabian el rio, como criados en él, é nos traian espiados, é sabian que forzado la corriente nos habia de echar allí, estaban muchos dellos esperándonos á aquel paso, y como la canoa y balsas que iban delante habian dado donde nosotros después dimos, habiánlos flechado y herido casi á todos, aunque con saber

que veniamos atrás no se hobieron con ellos tan reciamente como después con nosotros, y nunca la canoa nos pudo avisar, porque no pudo volver con la corriente; y como nosotros dimos en tierra, alzan muy gran alarido y echan tanta cantidad de flechas é piedras, que nos hirieron á todos, y á mí me hirieron en la cabeza, que no llevaba otra cosa desarmada, y quiso nuestro Señor que allí era una barranca alta y hacia el rio gran hondura, y á esta causa no fuimos tomados, porque algunos que se quisieron arrojar á saltar en la balsa y barca con nosotros, no les fué bien; que como era oscura, cayeron al agua, y creo que escaparon pocos. Fuimos tan presto apartados dellos, con la corriente, que en poco rato casi no los oiamos; y ansí anduvimos casi toda aquella noche, sin hallar mas reencuentro sino algunas gritillas que canoas nos daban de lejos, y otras desde las barrancas del rio; porque está todo de la una parte y de la otra poblado, y de muy hermosas heredades de huertas de cacao y de otras frutas; y cuando amanesció estábamos basta cinco leguas de la boca del rio que sale del golfon, donde nos estaba esperando el bergantin, y llegamos aquel dia casi á mediodía; de manera que en un dia entero y una noche anduvimos veinte leguas grandes por aquel rio abajo; y queriendo descargar las balsas para echar los bastimentos en el bergantin, hallamos que todo lo mas dello venia mojado; y viendo que si no se enjugaba se perderia todo, y nuestro trabajo seria perdido, y no teniamos donde buscar otro remedio, hice

Venida toda la gente, porque las barcas no venian y allí gastamos aquel poco de bastimento que habia quedado enjuto, metímonos todos en el bergantin con harto trabajo, que no cabiamos, con pensamiento de atravesar al pueblo donde primero habiamos saltado, porque los maizales habiamos dejado muy granados, y habia ya mas de veinte y cinco dias, y de razon habiamos de hallar mucho dello seco para podernos aprovechar; y así fué, y yendo una mañana en mitad del golfo, vimos las barcas que venian, y fuímonos todos juntos; y en saltando en tierra, fué toda la gente, españoles como ndios nuestros amigos, y mas de cuarenta indios de los presos, al pueblo, y hallaron muy buenos maizales, y muchos dellos secos, y no hallaron quien se lo defendiese, y cristianos é indios hicieron aquel dia cada tres caminos, porque era muy cerca; con que cargué el bergantin y bárcas y fuime con ello al pueblo, y dejé allí toda la gente acarreando maíz, y enviéles luego las dos barcas, y otra que habia aportado allí de un navío que so habia perdido en la costa viniendo á esta Nueva-España, y cuatro canoas, y en ellas se vino toda la gente y trujeron mucho maíz; y fué este tan gran remedio, que dió bien el fruto del trabajo que costó, porque á faltarnos, todos pereciéramos de hambre, sin tener ningun remedio.

Hice luego meter todos aquellos bastimentos en los navíos, y metíme en ellos con toda la gente que en aquel pueblo habia de la de Gil Gonzalez, que habian quedado conmigo de mi compañía, y me lice á la vela á..... dias del mes de............, y fuíme al puerto de la babía de Sant Andrés, echando primero en una punta toda la gente que pudo andar, con dos caballos que yo habia dejado para llevar conmigo en los navios, para que se

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fuesen por tierra al dicho puerto y bahía, adonde habia de hallar ó esperar á la gente que habia de venir de Naco, porque ya se habia andado aquel camino, y en los navíos no podiamos ir sino á mucho peligro, porque íbamos muy avalumados, y envié por la costa una barca para que les pasase ciertos rios que habia en el camino, y yo llegué á dicho puerto, y hallé que la gente que habia de venir de Naco habia dos dias que era llegada; de los cuales supe que todos los demás estaban buenos, y que tenian mucho maíz y ají y muchas frutas de la tierra, excepto que no tenian carne ni sal, que habia dos meses que no sabian,qué cosa era; yo estuve en este puerto veinte dias proveyendo de dar órden en lo que aquella gente que estaba en Naco habia de hacer, y buscando algun asiento para poblar en aquel puerto, porque es el mejor que hay en toda la costa descubierta desta Tierra-Firme, digo desde las Perlas hasta la Florida; y quiso Dios que le hallé bueno y á propósito, y hice buscar ciertos arroyos, y aunque con poco aderezo, se encontró á una y á dos leguas del asiento del pueblo buena muestra de oro; y por esto y por ser el puerto tan hermoso y por tener tan buenas comarcas y tan pobladas, parescióme que vuestra majestad seria muy servido en que se poblase, y luego envié á Naco, donde la gente estaba, á saber si habia algunos que allí quisiesen quedar por vecinos; y como la tierra es buena, halláronse hasta cincuenta, y aun algunos y los mas de los vecinos que habian ido en mi compañía; y así, en nombre de vuestra majestad fundé allí una villa, que por ser el dia en que se empezó á talar el asiento, de la Natividad de nuestra Señora, le puse á la villa aquel nombre, y señalé alcaldes y regidores, y dejéles clérigos y ornamentos y todo lo necesario para celebrar, y dejé oficiales mecánicos, así como herrero con muy buena fragua, y carpintero y calafate y barbero y sastre quedaron entre estos vecinos veinte de caballo y algunos ballesteros; dejéles tambien cierta artillería y pólvora.

Cuando á aquel pueblo llegué, y supe de aquellos españoles que habian venido de Naco, que los naturales de aquel pueblo y de los otros á él comarcanos estaban todos alborotados y fuera de sus casas por las sierras y montes, que no se querian asegurar, aunque habia hablado á algunos dellos, por el temor que tenian de los daños que habian recebido de la gente que Gil Gonzalez y Cristóbal de Olid llevaron, escribí al capitan que allí estaba que trabajase mucho de haber algunos dellos, de cualquier manera que fuese, y me los enviase para que yo los hablase y asegurase; y así lo hizo, que me envió ciertas personas que tomó en una entrada que hizo, é yo les hablé é aseguré mucho, y hice que les bablasen algunas personas principales de los de aquí de Méjico, que yo conmigo llevé, é les hicieron sobre quien yo era, y lo que habia hecho en su tierra y el buen tratamiento que de mi todos recebian después que fueron mis amigos, y cómo eran amparados y mantenidos en justicia ellos y sus haciendas y hijos y mujeres, y los daños que recebian los que eran rebeldes al servicio de vuestra majestad, y otras muchas cosas que les dijeron, de que se aseguraron mucho; aunque todavía me dijeron que tenian temor que no seria verdad lo que les de

cian, porque aquellos capitanes que antes de mi habian ido les habian dicho aquellas palabras y otras, y que después les habian mentido, y les habian llevado las mujeres que ellos los daban para que les hiciesen pan, y los hombres que les traian para que les llevasen sus cargas, y que así creian que haria yo; pero todavía, con la seguridad que aquellos de Méjico les dieron, y la lengua que yo conmigo traia, y como los vieron á ellos bien tratados y alegres de nuestra compañía, se asegu→ raron algun tanto, y los envié para que hablasen á los señores y gente de los pueblos, y de ahí á pocos dias me escribió el capitan que ya habian venido de paz algunos de los pueblos comarcanos, en especial los mas principales, que son aquel de Naco, donde están aposentados, y Quimiotlan é Sula y Tholoma, que el que menos destos tiene por mas de dos mil casas, sin otras aldeas que cada uno tiene subjectas á sí, é que habian dicho que luego vernia toda la tierra de paz, porque ya ellos les habian enviado mensajeros, asegurándoles y haciéndoles saber cómo yo estaba en la tierra, y todo lo que yo les habia dicho é habian oido á los naturales de Méjico, y que deseaban mucho que yo fuese allá, porque yendo yo se aseguraria mas la gente; lo cual yo hiciera de buena voluntad, sino que me era muy necesario pasar adelante á dar órden en lo que en este capí tulo siguiente á vuestra majestad haré relacion.

Cuando yo, invictísimo César, llegué aquel pueblo Nito, donde hallé aquella gente de Gil Gonzalez perdida, supe dellos que Francisco de las Casas, á quien yo envié á saber de Cristóbal de Olid, como ya á vuestra majestad por otras he hecho saber, habia dejado sesenta leguas de allí la costa abajo, en un puerto que los pilotos, llaman de las Honduras, ciertos españoles que cierto estaban allí poblados, y luego que llegué á este pueblo

á

bahía de Sant Andrés, donde en nombre de vuestra majéstad está fundada la villa de la Natividad de nuestra Señora, en tanto que yo me detenia en dar órden en la poblacion y fundamento della, y en dar asimesmo órden al capitan y gente que estaba en Naco de lo que habian de hacer para la pacificacion y seguridad de aquellos pueblos, envié al navío que yo compré, para que fuese al dicho puerto de Honduras á saber de aquella gente, y volviese con la nueva que hallase; é ya que en las cosas de allí yo habia dado órden, llegó el dicho navío de vuelta, y vinieron en él el procurador del pueblo y un regidor, y me rogaron mucho que yo fuese á remediarlos, porque tenian muy extrema necesidad, causa que el capitan que Francisco de las Casas les habia dejado, y un alcalde, que él asimesmo dejó nombrados, se habian alzado con un navío y llevádoles, de ciento é diez hombres, los cincuenta que eran, é á los que habian quedado les habian llevado las armas y herraje y todo cuanto tenian, é que temian cada dia que los indios los matasen, ó de morirse de hambre por no lo poder buscar, y que un navío que un vecino de la isla Española, que se dice el bachiller Pedro Moreno traia, aportó allí, é le rogaron que les proveyese, é que no habia querido, como sabria mas largamente después que fuese al dicho su pueblo; y por remediar esto me torné á embarcar en los dichos navíos con todos aquellos dolientes, aunque ya algunos eran muertos, para los enviar dende allí,

como después lòs envié á las islas y á esta Nueva-España, y metí conmigo algunos criados mios, y mandé que por tierra se viniesen veinte de caballo y diez ballesteros, porque supe que habia buen camino, aunque habia algunos rios de pasar, y estuve en llegar nueve dias, porque tuve algunos contrastes de tiempo; y echando el ancla en el dicho puerto de Honduras, salté en una barca con dos frailes de la órden de sant Francisco, que conmigo siempre he traido, y con hasta diez criados mios, y fuí á tierra, é ya toda la gente del pueblo estaba en la plaza esperándome, y como llegué cerca, entraron todos en el agua, y me sacaron de la barca en peso, mostrando mucha alegría con mi venida, y juntos nos fuimos al pueblo y á la iglesia que allí tenian; y después de haber dado gracias a nuestro Señor, me rogaron que me sentase, porque me querian dar cuenta de todas las cosas pasadas, porque creian que yo ternia enojo dellos por alguna mala relacion que me hobiesen hecho, y que querian hacerme saber la verdad antes que por aquella los juzgase; y yo lo hice como me lo rogaron; y comenzada la relacion por un clérigo que allí tenian, á quien dieron la mano que hablase, propuso en la manera que se sigue :

«Señor, ya sabeis cómo desde la Nueva-España enviaron á todos ó los mas de los que aquí estamos con Cristóbal de Olid, vuestro capitan, á poblar en nombre de su majestad estas partes, y á todos nos mandastes que obedesciésemos á el dicho Cristóbal de Olid en todo lo que nos mandase, como á vuestra persona, y así salimos con él para ir á la isla de Cuba á acabar de tomar algunos bastimentos y caballos que nos faltaban, y llegados á la Habana, que es un puerto de la dicha isla, se carteó con Diego Velazquez y con los oficiales de su majestad que en aquella isla residen, y le enviaron alguna gente, y después de bastecidos de todo lo que hobimos menester, que nos lo dió muy cumplidamente Alonso de Contreras, vuestro criado, nos partimos y seguimos nuestro viaje. Dejadas algunas cosas que nos acaecieron en el camino, que serian largas de contar, llegamos á esta costa, catorce leguas abajo del puerto de Caballos, y Juego como saltamos en tierra, el dicho capitan Cristóbal de Olid tomó la posesion della por vuestra merced, en nombre de su majestad, y fundó en ella una villa con los alcaides y regidores que de allá venian, y hizo ciertos autos así en la posesion como en la poblacion de la villa, todos en nombre de vuestra merced, y como su capitan y teniente, y de allí á algunos dias juntóse con aquellos criados de Diego Velazquez que con él vinieron, y hizo allá ciertas formas, en que luego se mostró fuera de la obediencia de vuestra merced; y aunque algunos nos paresció mal, ó á los mas, no le osábamos contradecir porque amenazaba con la horca; antes dimos consentimiento á todo lo que él quiso, yaun ciertos criados y parientes de vuestra merced que con él vinieron hicieron lo mesmo, porque no osaron hacer otra cosa ni les cumplia; y hecho esto, porque supo que cierta gente del capitan Gil Gonzalez de Avila habia de ir donde él estaba, que lo supo de seis hombres mensajeros que le prendió, se fué á poner en un paso de un rio por donde habian de pasar, para los prender, y estuvo allí algunos dias esperándolos; y como no venian

dejó allí recaudo con un maestro de campo, y él volvió al pueblo, y comenzó á aderezar dos carabelas que allí tenia, y metió en ellas artillería y municion para ir sobre un pueblo de españoles que el dicho capitan Gil Gonzalez tenia poblado, la costa arriba; y estando aderezando su partida, llegó Francisco de las Casas con dos navíos ; y como supiera que era él, mandó que le tirasen con el artillería que tenia en las naos; y puesto que el dicho Francisco de las Casas alzó banderas de paz y daba voces diciendo que era de vuestra merced, todavía mandó que no cesasen de tiralle, y surto, le tiraron diez ó doce tiros, en que el uno dió por un costado del navío, que pasó de la otra parte; y como el dicho Francisco de las Casas conosció su mala intencion, y paresció ser verdad la sospecha que dél se tenia, y echó las barcas fuera de los navíos, é gente en ellas, y comenzó á jugar con su artillería, y tomó los dos navíos que estaban en el puerto, con toda el artillería que tenian, y la gente salióse huyendo á tierra, y tomados los navíos, luego el dicho Cristóbal de Olid comenzó á mover partidos con ¿, no con voluntad de cumplir nada, sino por detenelle basta que viniese la gente que habia dejado aguardando para prender á los de Gil Gonzalez, creyendo de engañar al dicho Francisco de las Casas; y el dicho Francisco de las Casas con buena voluntad hizo todo lo que él queria ; y así, estuvo con él en los tratos, sin concluir cosa, hasta que vino un tiempo muy recio; y como allí no era puerto, sino costa brava, dió con el navio del dicho Francisco de las Casas á la costa, y ahogáronse treinta y tantos hombres, y perdióse cuanto traian. El y todos los demás escaparon en carnes, y tan maltratados de la mar, que no se podian tener, y Cristóbal de Olid los prendió á todos, y antes que entrasen en el pueblo los hizo jurar sobre unos Evangelios que le obedecerian y ternian por su capitan, y nunca serian contra él. Estando en esto, vino la nueva cómo su maestro de campo habia prendido cincuenta y siete hombres que iban con un alcaide mayor del dicho Gil Gonzalez de Avila, y que después los habia tornado á soltar, y ellos se habian ido por una parte y él por otra: desto recibió mucho enojo, y luego se fué la tierra adentro á aquel pueblo de Naco, que ya otra vez él habia estado en él, y llevó consigo al dicho Francisco de las Casas y á algunos de los que con él prendió, y otros dejó allí en aquella villa con un su lugar teniente é un alcaide, é muchas veces el dicho Francisco de las Casas le rogó en presencia de todos que le dejase ir adonde vuestra merced estaba, á darle cuenta de lo que le habia acaescido, ó que pues no la dejaba, que le hobiese á buen recaudo y que no se fiase dél, é nunca jamás le quiso dar licencia. Después de algunos dias supo que el capitan Gil Gonzalez de Avila estaba con poca gente en un puerto que se dice Tholoma, y envió allá cierta gente, y dieron sobre él de noche, y prendiéronle á él y los que con él estaban, y trajéronselos presos, y allí los tuvo á ambos capitanes muchos dias sin los querer soltar, aunque muchas veces se lo rogaron, é hizo jurar á toda la gente del dicho Gil Gonzalez que le ternian por capitan, de la manera que habia hecho á los de Francisco de las Casas; y muchas veces, después de preso el dicho Gil Gonzalez, le tornó á decir el dicho Francisco de las Casas en presencia de todos que

los soltase, sino, que se guardase dellos, que le habian de matar, y nunca jamás quiso; hasta que, viendo ya su tiranía tan conoscida, estando una noche hablando en una sala todos tres, y mucha gente con ellos, sobre ciertas cosas, le asió por la barba, y con un cuchillo de escribanías, que otra arma no tenia, con que se andaba cortando las uñas paseándose, le dió una cuchillada, diciendo: «Ya no es tiempo de sufrir mas este tirano. » Y luego saltó con él el dicho Gil Gonzalez y otros criados de vuestra merced, y tomaron las armas á la gente que tenian de su guarda y á él le dieron ciertas heridas, yal capitan de la guarda y al alférez y al maestro de campo y otras gentes que acudieron de su parte, los prendieron luego y tomaron las armas, sin haber ninguna muerte, y el dicho Cristóbal Olid, con el ruido, se escapó huyendo y se escondió, y en dos horas los dos capitanes tenian apaciguada la gente y presos á los principales de sus secuaces, y hicieron dar un pregon que quien supiese de Cristóbal de Olid lo viniese á decir, so pena de muerte; y luego supieron donde estaba, y le prendieron y pusieron á buen recaudo, y otro dia por la mañana, hecho su proceso contra él, ambos los capitanes juntamente le sentenciaron á muerte, la cual ejecutaron en su persona cortándole la cabeza, y luego quedó toda la gente muy contenta viéndose en libertad, y mandaron pregonar que los que quisiesen quedar á poblar la tierra lo dijesen, y los que quisiesen irse fuera della, asimismo; y halláronse ciento y diez hombres que dijeron que querian poblar, y los demás todos dijeron que se querian ir con Francisco de las Casas y Gil Gonzalez, que iban adonde vuestra merced estaba, y habia entre estos veinte de caballo, y desta gente fuimos los que en es ta villa estamos, y luego el dicho Francisco de las Casas nos dió todo lo que hobimos menester, y nos señaló un capitan, y nos mandó venir á esta costa y que en ella poblásemos por vuestra merced en nombre de su majestad, y señaló alcaides y regidores y escribano y procurador del concejo de la villa, y alguacil, y mandónos que se nombrase la villa de Trujillo, y prometiónos y dió su fe como caballero que él haria que vuestra merced nos proveyese muy brevemente de mas gente y armas y caballos y bastimentos y todo lo necesario para apaciguar la tierra, é diónos dos lenguas, una india y un cristiano que muy bien la sabian; y así, nos partimos dél para venir á hacer lo que él nos mandó, y para que mas brevemente vuestra merced lo supiese, despaclió un bergantin porque por la mar llegaria mas aina la nueva, y vuestra merced nos proveeria mas presto; y llegados al puerto de Sant Andrés ó de Caballos, hallamos allí una carabela que habia venido de las islas, y porque allí en aquel puerto no nos paresció que habia aparejo para poblar, y teniamos noticia deste puerto, fletamos la dicha carabela para traer en ella el fardaje, y metímoslo todo, y metióse con ello el capitan, y con él cuarenta hombres, y quedamos por tierra todos los de caballo y la otra gente, sin traer mas de sendas camisas, por venir mas livianos y desembarazados por si algo nos acaeciese por el camino; y el capitan dió su poder á uno de los alcaides, que es el que aqui está, á quien mandó que obedeciésemos en su ausencia, porque el otro alcaide se iba con él en la carabela; y así, nos par

timos los unos de los otros para nos venir á juntar á este puerto, y por el camino se nos ofrescieron algunos reencuentros con los naturales de la tierra, y nos mataron dos españoles y algunos de los indios que traiamos de nuestro servicio. Llegados á este puerto harto destrozados, y desherrados los caballos, pero alegres creyendo hallar al capitan y nuestro fardaje y armas, que habiamos enviado en la carabela, é no hallamos cosa ninguna; que nos fué harta fatiga, por vernos así desnudos y sin armas y sin herraje, que todo nos lo habia llevado el capitan en la carabela, y estuvimos con harta perplejidad, no sabiendo qué nos hacer. En fin acordamos esperar el remedio de vuestra merced, porque le teniamos por muy cierto, y luego asentamos nuestra villa, y se tomó la posesion de la tierra por vuestra merced en nombre de su majestad, y así se asentó por auto, como vuestra merced lo verá, ante el escribano del cabildo, y desde ahí á cinco ó seis dias amanesció en este puerto una carabela surta bien dos leguas de aquí, y luego fué el alguacil en una canoa allá á saber qué carabela era, y trájonos nueva cómo era un bachiller Pedro Moreno, vecino de la isla Española, que venia por mandado de los jueces que en la dicha isla residen, á estas partes á entender en ciertas cosas entre Cristóbal de Olid y Gil Gonzalez, y que traia muchos bastimentos y armas en aquella carabela, y que todo era de su majestad. Fuimos todos muy alegres con esta nueva, y dimos muchas gracias á nuestro Señor, creyendo que éramos remediados de nucstra necesidad, y luego fué allá el alcaide y los regidores y algunos de los vecinos para le rogar que nos proveyese, y contarle nuestra necesidad; y como allá llegaron púsose su gente armada en la carabela, y no consintió que ninguno entrase dentro; y cuando mucho se acabó con él, fué que entrasen cuatro ó cinco y sin armas, y así entraron, y ante todas cosas le dijeron cómo estaban aquí poblados por vuestra merced en nombre de su majestad, y que á causa de habérsenos ido en una carabela el capitan con todo lo que teniamos, estábamos con muy gran necesidad, así de bastimentos, armas, herraje, como de vestidos y otras cosas; y que pues Dios le habia traído allí para nuestro remedio, y lo que traía era de su majestad, que le rogábamos é pediamos nos proveyese, porque en ello se serviria su majestad, y demás nosotros nos obligariamos á pagar todo lo que nos diese; y él nos respondió que él no venia á proveernos, ni nos daba cosa de lo que traia si no se lo pagásemos luego en oro ó le diésemos esclavos de la tierra en precio.. Y dos mercaderes que en el navío venian, y un Gaspar Troche, vecino de la isla de San Juan, le dijeron que nos diese todo lo que le pediésemos, y que ellos se obligarian de lo pagar al plazo que quisiese, hasta en cinco ó seis mil castellanos, pues sabia que eran abonados para lo pagar, y que ellos querian hacer esto porque en ello servian á su majestad, y tenian por cierto que vuestra merced se lo pagaria, demás de agradecérselo; é ni por esto nunca jamás quiso darnos la menor cosa del mundo; antes nos dijo que nos fuésemos con Dios, que él se queria ir ; y así, nos echó fuera de la cárabela, y echó fuera tras nosotros á un Juan Ruano que traia consigo, el cual habia sido el principal movedor de la traicion de Cristóbal de Olid, y este habló secretamente al alcaide

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