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mo me matasen á mí y á los que conmigo iban, y después y apellidando la gente de aquellas partes hasta matar á Cristóbal de Olid y la gente que con él estaba, y enviar sus mensajeros á esta ciudad de Temuxtitan para que matasen todos los españoles que en ella habian quedado, porque les parescia que lo podian hacer muy ligeramente, diciendo que todos los que quedaban aquí eran de los que habian venido nuevamente, y que no sabian las cosas de la guerra, y que acabado de hacer ellos lo que pensaban, irian apellidando y juntando consigo toda la tierra por todas las villas y lugares donde hubiese españoles, hasta los matar y acabar lodos, y que hecho, pornian en todos los puertos de la mar recias guarniciones de gente para que ningun navío que viniese se les escapase, de manera que no pudiese volver nueva á Castilla; y que así serian señores como antes lo eran, y que tenian ya hecho repartimiento de las tierras entre sí, y que á este Mesicalcingo le hacian señor de cierta provincia. Informado de su traicion, di muchas gracias a nuestro Señor por haberla así revelado, y luego en amaneciendo prendí á todos aquellos señores, y los puse apartados el uno del otro, y les fuí á preguntar cómo pasaba el negocio, y á los unos decia que los otros me lo habian dicho, porque no sabian unos de otros; así que hubieron de confesar todos que era verdad que Guatemucin y Tetepunquecal habian movido aquella cosa, y que los otros era verdad que lo habian oido, pero que nunca habian consentido en ello; y desta manera fueron ahorcados estos dos, y á los otros solté, porque no parescia que tenian mas culpa de habelles oido, aunque aquella bastaba para merecer la muerte; pero quedaron procesos abiertos para que cada vez que se vuelvan puedan ser castigados, aunque creo que ellos quedan de tal manera espantados, porque nunca han sabido de quien lo supe, que no creo se tornarán á revolver, porque creen que lo supe por alguna arte, y así piensan que ninguna cosa se me puede esconder; porque, como han visto que para acertar aquel camino muchas veces sacaba una carta de marear y una aguja, en especial cuando se acerca el camino de agua, se creian, han dicho á muchos españoles, que por allí lo saqué, aun á mí me han dicho algunos dellos, queriéndome hacer cierto que tienen buena voluntad, que para que conozca sus buenas intenciones, que me rogaban mucho que mirase el espejo y la carta, y que allí veria cómo ellos me tenian buena voluntad, pues por allí sabia todas las otras cosas: yo tambien les hice entender que así era la verdad.

y

Esta provincia de Acalan es muy gran cosa, porque hay en ella muchos pueblos y de mucha gente, y muchos dellos vieron los españoles de mi compañía, y es muy abundosa de mantenimientos y de mucha miel; hay en ella muchos mercaderes y gentes que tratan en muchas partes, y son ricos de esclavos y de las cosas que se tratan en la tierra; está toda cercada de esteros, y todos ellos salen á la bahía ó puerto que llaman de Términos, por donde en canoas tienen gran contratacion en Xicalango y Tabasco, y aun créese, aunque no está sabida del todo la verdad, que atraviesan por allí á estotra mar; de manera que aquella tierra que llaman Yucatan queda hecha isla. Yo trabajaré de saber el secreto

de esto, y haré dello á vuestra majestad verdadera relacion. Segun supe, no hay en ella otro señor principal sino el qu l'que es el mas caudaloso mercader y que tiene mas trato de sus navíos por la mar, que es este Apaspolon, de quien arriba he nombrado á vuestra majestad por señor principal. Y es la causa ser muy rico y de mucho trato de mercadería, que hasta en el pueblo de Nito, de que adelante diré, donde hallé ciertos españoles de la compañía de Gil Gonzalez de Avila, tenian un barrio poblado de sus fatores, y con ellos un hermano suyo, que trataban sus mercaderías, las que mas por aquellas partes se tratan, entre ellas el cacao, ropa de algodon, colores para teñir, otra cierta manera de tinta con que se tiñen ellos los cuerpos para se defender del calor y del frio, tea para alumbrarse, resina de pino para los salumerios de sus ídolos, esclavos, otras cuentas coloradas de caracoles, que tienen en mucho para el ornato de sus personas. En sus fiestas y placeres tratan algun oro, aunque todo mezclado con cobre y otras mezclas.

A este Apaspolon y á muchas personas honradas de la provincia que me venian á ver, les dije lo que á todos los otros del camino les habia dicho acerca de sus idolos, y de lo que debian creer y hacer para salvarse, y tambien lo que eran obligados del servicio de vuestra majestad; de lo uno y de lo otro paresció que recibieron contentamiento, y quemaron muchos de sus ídolos en mi presencia, y dijeron que de allí adelante no los honrarian mas, y prometieron que siempre serian obe→ dientes á cualquier cosa que en nombre de vuestra majestad les fuese mandado; y ansi me despedi dellos, y me partí, como arriba he dicho.

Tres dias antes que saliese desta provincia de Acalan envié cuatro españoles con dos guias que me dió el señor della, para que fuesen á ver el camino que habia de llevar á la provincia de Mazatcan, que en su lengua dellos se llama Quiatleo, porque me dijeron habia mucho despoblado, y que habia de dormir cuatro dias en los montes antes que llegase á la dicha provincia, pará que viesen el camino, y si habia en él rios ó ciénagas que pasar, y mandé á toda la gente se apercibiese de bastimentos para seis dias, porque no, nos acaesciese otra necesidad como la pasada; los cuales se bastecie→ ron muy cumplidamente, porque de todo tenian harta copia, y á cinco leguas andadas después de la pasada del estero, topé los españoles que venian de ver el camino con las guias que habían llevado, y me dijeron que habian hallado muy buen camino, aunque cerrado de monte, pero que era llano, sin rio ni ciénaga que nos estorbase, y que habian llegado sin ser sentidos hasta unas labranzas de la dicha provincia, donde habian visto alguna gente; desde allí se habian vuelto sin ser vis→ tos ni sentidos. Holgué mucho de aquella nueva, y de allí adelante mandé que fuesen seis peones sueltos con algunos indios de nuestros amigos, delante una legua de los que iban abriendo el camino, para que, si algun caminante topasen, le asiesen, de manera que pudiésemos llegar á la provincia sin ser sentidos, porque tomásemos la gente antes que se ausentase, ó quemasen los pueblos, como lo habian hecho los de atrás, y aquel dia, cerca de una legua del agua, hallaron dos indios naturales de la provincia de Acalan, que venian de la

de Mazaican, segun dijeron, de rescatar sal por ropa, y en algo paresció ser así verdad, porque venian cargados de ropa; y trajéronlos ante mí, y yo les pregunté si de mi ida tenian noticia los de aquella provincia, y dijeron que no, antes estaban muy seguros; y yo les dije que se habian de volver conmigo, y que no recibiesen pena dello, porque ninguna cosa de lo que traian se les perderia; antes yo les daria mas, y que en llegando a la provincia ya, que se volviesen, porque yo era muy amigo de todos los del Acalan, porque del señor y todos ellos habia recebido buenas obras, y ellos mostraron buena voluntad de lo hacer, y así, volvieron guiándonos, y aun nos llevaron por otro camino, y no por el que los españoles que yo envié primero habian ido abriendo; que aquel iba á dar á los pueblos, y el otro iba á ciertas labranzas, y aquel dia dormimos asimesmo en el monte, y otro dia los españoles que iban por corredores delante toparon cuatro indios de los naturales de Mazatcau con sus arcos y flechas, que estaban, segun paresció, en el camino por escuchas, y como dieron sobre ellos, desembarazaron sus arcos y hirieron un indio de los mios, y como era el monte espeso, no pudieron prender mas de uno, el cual entregaron á tres indios de los mios, y los españoles siguieron el camino adelante, creyendo que habia mas de aquellos; y como los españoles se apartaron, volvieron los otros que habian huido, y segun paresció, se quedarian allí cerca metidos en el monte, y dan sobre los indios mis amigos, que tenian á su compañero preso, y pelearon con ellos, y quitáronsele, y los nuestros de corridos siguieronlos por el monte y alcanzaronlos, y tornaron á pelear y hirieron á uno dellos en un brazo de una gran cuchillada, y prendiérone, y los otros huyeron, porque ya sentian venir gente de la nuestra. Cerca deste indio me informé si sabian de mi ida, y dijo que no; pregúntele que para qué estaban ellos allí por velas, y dijeron que ellos siempre lo acostumbraban así hacer, porque tenian guerra con muchos de los comarcanos, y que para asegurar los labradores que andaban en sus labranzas, el señor mandaba siempre poner sus espías por los caminos, por no ser salteados seguí mi camino á la mas priesa que pude, porque este indio me dijo que estábamos cerca, y porque sus compañeros no llegasen antes á dar mandado, y mandé á la gente que iba delante, que en llegando á Jas primeras labranzas se detuviesen en el monte, y no se mostrasen hasta que yo llegase, y cuando llegué era ya tarde, y dime mucha priesa pensando llegar aqueIla noche al pueblo; y porque el fardaje venia algo derramado, mandé á un capitan que se quedase allí en aquellas labranzas con veinte de caballo, y los recogiese y durmiese allí con ellos, y recogidos todos, que siguiesen mi rastro, y trabajasen de andar por un caminillo algo seguido, aunque de monte muy cerrado, á pié, con el caballo de diestro, y todos los que me seguian de la misma manera, y fuí por él hasta que, cerca la noche, dí en una ciénaga que sin aderezarse no se podia pasar, y mandé que de mano en mano dijesen que se volviesen atrás; y así, nos volvimos á una cabanilla que atrás quedaba, y dormímos aquella noche en ella, sin tener agua que beber nosotros ni los caballos, y otro dia por la mañana lice aderezar la ciénaga con mucha

rama, y pasamos los caballos de diestro, aunque con trabajo, y á tres leguas de donde dormimos, vimos un pueblo en un peñol, y pensando que no habíamos sido sentidos, llegamos en mucho concierto hasta él, y estaba tan bien cercado, que no hallábamos por dónde entrar en fin, se halló entrada, y hallámosle despoblado y muy lleno de bastimentos de maíz y aves y miel y frísoles y de todos los bastimentos de la tierra, en mucha cantidad, y como fueron tomados de improviso, no lo pudieron alzar, y tambien como era frontero, estaba muy bastecido. La manera deste pueblo es que está en un peñol alto, y por la una parte le cerca una gran laguna, y por la otra un arroyo muy hondo que entra en la laguna, y no tiene sino sola una entrada llana, y todo él está cercado de un fosado hondo, y después del fosado un petril de madera hasta los pechos de altura, y después deste pretil de madera una cerca de tablones muy gordos, de hasta dos estados en alto, con sus troneras en toda ella para tirar sus flechas, y á trechos de la cerca unas garitas altas que sobrepujaban sobre ella cerca otro estado y medio, asimismo con sus torreones y muchas piedras encima para pelear dende arriba, y sus troneras tambien en lo alto y de dentro de todas las casas del pueblo; ansimismo sus troneras y traveses á las calles, por tan buena órden y concierto, que no podia ser mejor, digo para propósito de las armas con que ellos pelean. Aquí hice ir alguna gente por la tierra á buscar la del pueblo, y tomaron dos ó tres indios, y con ellos envié al uno de aquellos mercaderes de Acalan, que habia tomado en el camino, para que buscasen al señor, y le dijesen que no hobiese miedo ninguno, sino que se volviese á su pueblo; porque yo no le venia á hacer enojo, antes le ayudaria en aquellas guerras que tenia, y le dejaria su tierra muy pacífica y segura ; y desde á dos dias volvieron y trujeron á un tio del señor consigo, el cual gobernaba la tierra, porque el señor era muchacho; y no vino el señor porque diz que tuvo temor, y á este hablé y aseguré, y se fué conmigo hasta otro pueblo de la misma provincia, que está siete leguas deste, que se llama Tiac, y tienen guerra con los deste pueblo, y está tambien cercado, como este otro, y es muy mayor, aunque no es tan fuerte, porque está en llano, pero tiene sus cercas y cavas y garitas mas recias y mas, y cercado cada barrio por sí, que son tres barrios, cada uno dellos cercado por sí, y una cerca que cerca á todos. A este pueblo habia enviado dos capitanías de caballo y una de peones delante, y hallaron el pueblo despoblado, y en él mucho bastimento, y cerca del pueblo tomaron siete ó ocho hombres, de los cuales soltaron algunos, para que fuesen á hablar al señor y asegurar la gente; y hiciéronlo tan bien, que antes que yo llegase habian ya venido mensajeros del señor y traido bastimentos y ropa, y después que yo vine vinieron otras dos veces á nos traer de comer y hablar, así de parte del señor deste pueblo, como de otros cinco ó seis que están en esta provincia, que son cada uno cabecera por sí, y todos ellos se ofrecieron por vasallos de vuestra majestad y nuestros amigos, aunque jamás pude acabar con ellos que los señores me viniesen á ver; y como yo no tenia espacio para detenerme mucho, enviéles á decir que yo los recebia en nombre de vues

tra alteza, y les rogaba que me diesen guias para mi camino adelante; lo cual hicieron de muy buena voluntad, y me dieron una guia que sabia muy bien hasta el pueblo donde estaban los españoles, y los habia visto; y con esto me partí deste pueblo de Tiac, y fuí á dormir á otro que se llama Yasuncabil, que es el postrero de la provincia, el cual asimismo estaba despoblado y cercado de la manera que los otros. Aquí habia una muy hermosa casa del señor. Aunque de pasada, en este pueblo nos proveimos de todo lo que hobimos menester para el camino, porque nos dijo la guia que teniamos cinco dias de despoblado hasta la provincia de Táica, por donde habiamos de pasar, y así era verdad desde esta provincia de Mazatcan hasta Guiatha despedí los mercaderes que habia tomado en el camino y las guias que traia de la provincia de Acalan, y les di de lo que yo tenia, así para ellos como para que llevasen á su señor, y fueron muy contentos; tambien envié á su casa al señor del primer pueblo, que habia venido conmigo, y le dí ciertas mujeres que habian tomado por los montes, de las suyas, y otras cosillas, de que quedó muy con

tento.

Salido desta provincia de Mazatcan, seguí mi camino para la de Táica, y dormí á cuatro leguas en despoblado, que todo el camino lo era, y de grandes montañas y sierras, y aun hubo en él un mal puerto, que por ser todas las peñas y piedras dél de alabastro muy fino, se puso nombre puerto de Alabastro, y al quinto dia los corredores que llevaba delante con la guia asomaron una muy gran laguna, que parescia brazo de mar, y aun asi creo que lo es, aunque es dulce, segun su grandeza y hondura, y en una isleta que hay en ella vieron un pueblo, el cual les dijo la guia ser el principal de aquella provincia de Táica, y que no teniamos remedio para pasar á él si no fuese en canoas, y quedaron allí los españoles corredores puestos en salto, y volvió uno dellos á hacerme saber lo que pasaba : yo hice detener toda la gente, y pasé adelante á pié para ver aquella laguna y la disposicion della, y cuando llegué á los corredores hallé que habian prendido un indio de los del pueblo, que habia venido en una canoa chiquita con sus armas á descubrir el camino y ver si habia alguna gente; y aunque venia descuidado de lo que le acaesció, se les fuera, sino por un perro que tenian, que le alcanzó antes que se echase al agua: deste indio me informé, y me dijo que ninguna cosa se sabia de mi venida ; pregunté→ le si habia paso para el pueblo, y dijo que no; pero dijo que cerca de allí, pasando un brazo pequeño de aquella laguna, habia algunas labranzas y casas pobladas, donhallariamos de creia, si llegásemos sin ser sentidos, algunas canoas; y luego envié á mandar á la gente que se viniesen tras mí, y yo con diez ó doce peones ballesteros seguí á pié por donde el indio nos guió, y pasamos un gran rato de ciénaga y agua hasta la cinta, y otras veces mas arriba, y llegué á unas labranzas, y con el mal camino, y aun porque muchas veces no podiamos ir sino descubiertos, no podiamos dejar de ser sentidos, y llegamos á tiempo que ya la gente se embarcaba en sus canoas, y se hacian al largo de la laguna, y anduve con mucha priesa por la ribera de aquella lagudos tercios de legua de labranzas, y en todas habiaHÁ.

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á

mos sido sentidos, y iban ya huyendo. Ya era tarde y seguia, mas era en vano. Reposé en aquellas labranzas y recogí toda la gente, y aposentéla al mejor recaudo que yo pude, porque me decia la guia de Mazatcan que aquella era mucha gente y muy ejercitada en la guerra, á quien todas aquellas provincias comarcanas temian, y díjome que él queria ir en aquella canoita en que habia venido, que tornaria al pueblo que se parescia en la isleta, y está bien dos leguas de aquí hasta llegar á él, y que hablaria al señor, que él conoscia muy bien, y se llama Canee, y le diria mi intencion y causa de mi venida por aquellas tierras, pues él habia venido conmigo, y la sabia y la habia visto, y creia que se aseguraria mucho y le daria crédito á lo que dijese, porque era dél muy conoscido y habia estado muchas veces en su casa, y luego le di la canoa y el indio que la habia traido con él, y le agradecí el ofrecimiento que me hacia, y le prometí que si lo hiciese bien, que se lo gratificaria muy su contento; y así, se fué, y á media noche volvió, y con él dos personas honradas del pueblo, que dijeron ser enviados de su señor á me ver y se informar de lo que aquel mensajero mio les habia dicho, y saber de mí qué era lo que queria; yo les rescibí muy bien y di algunas cosillas, y les dije que yo venia por aquellas tierras por mandado de vuestra majestad, á verlas y hablar á los señores y naturales dellas algunas cosas cumplideras á su real servicio y bien dellos; que dijesen á su señor que le rogaba que, pospuesto todo temor, viniese adonde yo estaba, y que para mas seguridad yo les queria dar un español que fuese allá con ellos y se quedase en rehenes en tanto que él venía, y con esto se fueron, y con ellos la guia y un español, y otro dia de mañana vino el señor, y hasta treinta hombres con él, en cinco ó seis canoas, y consigo el español que habia enviado para las rehenes, y mostró venir muy alegre. Fué de mí muy bien recebido, y porque cuando llegó era hora de misa, hice que se dijese cantada y con mucha solemnidad, con los ministriles de chirimías y sacabuches que conmigo iban; la cual oyó con mucha atencion y las ceremonias della, y acabada la misa vinieron allí aquellos religiosos que llevaba, y por ellos le fué hecho un sermon con la lengua, en manera que muy bien lo pu→ do entender, acerca de las cosas de nuestra fe, y dán dole á entender por muchas razones cómo no habia mas de un solo Dios, y el yerro de su seta, y segun mos¬ tró y dijo, satisfízose mucho, y dijo que él queria luego destruir sus ídolos y creer en aquel Dios que nos→ otros le deciamos, y que quisiera mucho saber la manera que debia de tener para servirle y honrarle, y que si yo quisiese ir á su pueblo, veria cómo en mi presencia los quemaba, y queria que le dejase en su pueblo aquella cruz que le decian que yo dejaba en todos los pueblos por donde yo habia pasado. Después deste sermon yo le torné á hablar, haciéndole saber la grandeza de vuestra majestad, y que como él y todos los del mundo éramos sus súbditos y vasallos, y le somos obligados ú servir, y que á los que así lo hacian vuestra majestad les mandaria hacer muchas mercedes, y yo en su real nombre lo habia hecho en estas partes así con todos los que á su real servicio se habian ofrecido y puesto debajo de su real yugo, y que así lo prometia á él: él me

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respondió que hasta entonces no había reconoscido á
nadie por señor ni había sabido que nadie lo debiese ser;
que verdad era que habia cinco ó seis años que los de
Tabasco, viniendo por allí por su tierra, le habian di-
cho cómo habia pasado por allí un capitan con cierta
gente de nuestra nacion, y que los habian vencido tres
veces en batalla, y que después les habian dicho que
habían de ser vasallos de un gran señor, y todo lo que
yo agora le decia; que le dijese si era todo uno. Yo le
respondí que el capitan que los de Tabasco le dijeron
que habia pasado por su tierra, con quien ellos habian
peleado, era yo; y para que creyese ser verdad, que se
informase de aquella lengua que con él hablaba, que es
Marina, la que yo siempre conmigo he traido, porque
alli me la habian dado con otras veinte mujeres; y ella
le habló y le certificó dello, y cómo yo habia ganado á
Méjico, y le dijo todas las tierras que yo tengo subjetas
y puestas debajo del imperio de vuestra majestad, y
mostró holgarse mucho en haberlo sabido, y dijo que él
queria ser subjeto y vasallo de vuestra majestad, y que
se ternia por dichoso de serlo de un tan gran señor
como yo le decia que vuestra alteza lo es, y hizo traer
aves y miel y un poco de oro y ciertas cuentas de cara-
coles coloradas, que ellos tienen en mucho, y diómelo,
y yo asimesmo le di algunas cosas de las mias, de que
mucho se contentó, y comió conmigo con mucho pla-
cer, y después de haber comido, yo le dije cómo iba en
busca de aquellos españoles que estaban en la costa de
la mar, porque eran de mi compañía y yo los habia en-
viado, y habia muchos dias que no sabia dellos; y por
eso los venia á buscar; que le rogaba que él me dijese
alguna nueva si sabia dellos : él me dijo que tenia mu-
cha noticia dellos, porque bien cerca de donde ellos es-
taban tenia él ciertos vasallos suyos, que le servian de
ciertos cacaguatales, porque era aquella tierra muy
buena dellos, y que destos y de muchos mercaderes que
cada dia iban y venian de su tierra allá sabia siempre
nuevas dellos, y que él me daria guia para que me lle-
vasen adonde estaban; pero que me hacia saber que el
camino era muy áspero, de sierras muy altas y de mu-
chas peñas; que si habia de ir por la mar, que no me
fuera tan trabajoso yo le dije que ya él via que para
tanta gente como yo conmigo traia y para el fardaje y
caballos, que no bastarian navíos, que me era forzado
ir por tierra; le rogué que me diese órden para pasar
aquella laguna, y díjome que yendo por ella arriba has-
ta tres leguas se desechaba, y por la costa podia tomar
al camino frontero de su pueblo, y que me rogaba mu-
cho que ya que la gente se habia de ir por acullá, que
yo me fuese con él en las canoas á ver su pueblo y casa,
y que veria quemar los ídolos, y le haria hacer una
cruz; y yo, por darle placer, aunque contra la voluntad
de los de mí compañía, me entré con él en las canoas
con hasta veinte hombres, los mas dellos ballesteros, y
me fuí á su pueblo con él todo aquel dia holgando, y ya
que era casi noche me despedí dél, y me dió una guia,
y me entré en las canoas, y me salí á dormir á tierra,
donde hallé ya mucha de la gente de mi compañía que
habia bajado la laguna, y dormimos allí aquella noche.
En este pueblo, digo en aquellas labranzas, quedó un
caballo que se hincó un palo por el pié, y no pudo anno, y se hizo en aquel rio una muy hermosa pesquería,

dar; prometióme el señor de lo curar: no sé lo que hará.
Otro dia, después de recogida mi gente, me parti por
donde las guias me llevaron, y á obra de media legua
del aposento dí en un poco de llano y cabaña, y después
torné á dar en otro montecillo, que duró obra de legua
y media, y torné á salir á unos muy hermosos llanos, y
en saliendo á ellos, envié muy delante ciertos de caba-
llo y algunos peones, porque si alguna gente oviese por
el campo la tomasen, porque nos dijeron los guias que
aquella noche llegariamos á un pueblo, y en estos lla-
nos se hallaron muchos gamos y alanceamos á caballo
diez y ocho dellos, y con el sol y con haber muchos dias
que los caballos no corrian, porque nunca habiamos
traido tierra para ello, sino montes, murieron dos ca-
ballos, y estuvieron muchos en harto peligro. Hecha
nuestra montería, seguimos el camino adelante, y á po-
co rato hallé algunos de los corredores que iban de-
lante parados, y tenian cuatro indios cazadores que
habian tomado, y traian muerto un leon y ciertas igua-
nas, que son unos grandes lagartos que hay en las is-
las; y destos me informé si sabian de mí en su pueblo,
y dijeron que no, y mostráronmele á su vista, que al
parescer no podia estar de una legua arrriba, y dím.e
mucha priesa por llegar allá, creyendo que no habria
embarazo alguno en el camino, y cuando pensé que lle-
gaba á entrar en el pueblo y vi á la gente andar por él,
fuí á dar sobre un gran estero de agua muy hondo, y
así me detuve y comencélos á llamar, y vinieron dos
indios en una canoa y traian hasta una docena de ga-
llinas, y llegaron así cerca de mí, que estaba dentro del
agua hasta la cincha del caballo; y detuviéronse, que
nunca quisieron llegar afuera; y allí estuve con ellos
hablando gran rato asegurándolos, y jamás quisieron
llegarse á mí, antes comenzaron á volverse al pueblo en
su canoa, y un español que estaba á caballo junto con-
migo puso las piernas por el agua y fué á nado tras
ellos, y de temor, desampararon la canoa, y llegaron de
presto otros peones nadadores y tomáronlos. Ya toda
la gente que habiamos visto en el pueblo se habian
ido dél, y pregunté á aquellos indios por dónde podia-
mos pasar, y mostráronme un camino que rodeando
una legua arriba, se desechaba; fuímos aquella noche
á dormir al pueblo que hay desde donde partimos aquel
dia ocho leguas grandes; llámase este pueblo Thecon,
y el señor dél Amohan; aquí estuve cuatro dias por
bastecerme para seis dias, que me dijeron los guias ha-
bia de despoblado, y por esperar se viniera el señor del
pueblo, que le envié á llamar y asegurar con aquellos
indios que habia tomado, y nunca él ni ellos vinieron;
pasados estos dias, y recogido el mas bastimento que
por allí se pudo haber, me partí y llevé la primera jorna-
da de muy buena tierra, llana y alegre, sin monte, sino
algunos pedazos; y andadas seis leguas, al pié de unas
sierras y junto á un rio se halló una gran casa, y junto á
ella otras dos ó tres pequeñas, y al rededor algunas la-
branzas, y dijéronme las guias que aquella casa era de
Amohan, señor de Thecon, y que la tenia allí para
venta, porque pasaban por allí muchos mercaderes.
Allí estuve un dia sin el que llegué, porque era fiesta, y
por dar lugar á los que iban delante abriendo el cami-

de

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deras y otras vasijas, que como llovia tanto habia para nosotros y los caballos, fuera înposible escapar ningun hombre ni caballo de aquellas sierras. En este camino cayó un sobrino mio y se quebró una pierna por tres ó cuatro partes, que demás del trabajo que él rescibió, nos acrescentó el de todos, por sacarle de aquellas sierras, que fué harto dificultoso. Para remedio de nuestro trabajo hallamos, una legua antes de llegar á Tenciz, un muy gran rio, que con las muchas aguas iba tan crecido y recio, que era imposible pasarlo, y los españoles que fueron delante habian subido el rio arriba y hallaron un vado, el mas maravilloso que hasta hoy se ha oido decir ni se puede pensar, y es que por aquella parte se tiende el rio mas de dos tercios de legua, porque unas peñas muy grandes que se ponen delante le hacen tender, y hay entre estas peñas angosturas por donde pasa el rio, la cosa mas espantosa, de recia, que puede ser, y destas hay muchas que por otra parte no puede pasar el rio sino por entre aquellas peñas, y allí cortábamos árboles grandes que se atravesaban de una peña á otra, y por allí pasábamos con tanto peligro asidos por unos bejucos que tambien se ataban de una parte á otra, que á resbalar un poquito, era imposible escaparse quien cayese. Habia destos pasos hasta acabar de pasar el rio hasta veinte y tantos, de manera que se estuvo en pasar el rio dos dias por este vado, y los caballos pasaron á nado por abajo, que iba algo mas mansa el agua, y estuvieron tres dias muchos dellos en llegar á Tenciz, que no habia, como digo, mas de una legua, porque venian tan inal tratados de las sierras, que casi los llevaban á cuestas, y no po

que atajamos en él mucha cantidad de sabogas, y las
tomamos todas, sin írsenos una de las que metimos en
el atajo; y otro dia me partí, y llevé la jornada de harto
áspero camino, de sierras y montes, y así anduve siete
leguas ó casi, de harto mal camino, y salí á unos llanos
muy hermosos sin monte, sino algunos pinares. Durá-
ronnos estos llanos otras dos leguas, y en ellos matamos
siete venados, y comimos en un arroyo muy fresco que
se hacia al cabo destos llanos, y después de haber co-
mido comenzamos á subir un portézuelo, aunque pc-
queño, harto áspero, que de diestro subian los caballos
con trabajo, y en la bajada dél hubo hasta media legua
de llano, y luego comenzamos á subir otro, que en su-
bida y bajada tuvo bien dos leguas y media, tan áspero
y malo, que ningun caballo quedó que no se desher-
, rase, y dormí á la bajada dél en un arroyo, y allí estu-
ve otro dia casi hasta hora de vísperas, esperando que se
herrasen los caballos, y aunque habia dos herradores
y mas de diez que ayudaban á echar clavos, no se pu-
dieron en aquel dia herrar todos; y yo me fuí aquel dia
á dormir tres leguas adelante, y quedaron allí muchos
españoles, así por herrar sus caballos como por esperar
el fardaje que por haber sido el camino malo y haberle
pasado con mucha agua que llovia, no habian podido
llegar. Otro dia me partí de allí porque las guias me di-
jeron que cerca estaba una casería que se llama Asun-
capin, que es del señor de Táica, y que llegariamos allí
temprano á dormir; y después de haber andado cuatro
ó cinco leguas llegamos á la dicha casería y la hallamos
sin gente, y allí me aposenté dos dias, por esperar todo
el fardaje y por recoger algun bastimento, y después me
partí, y fuí á dormir á otra casería que se llama Taxuy-dian ir.
tel, que está cinco leguas destotra, y es de Amohan,
señor de Thecon, donde habia muchos cacaguetales y
algun maíz, aunque poco y verde; aquí me dijeron las
guias y el principal desta casería, que se hubo él y su
mujer y aun su hijo, que habiamos de pasar unas muy
altas y agrias sierras, todas despobladas, hasta llegar
á otras caserías, que son de Canee, señor de Táica, que
se llaman Tenciz, y no reposamos aquí mucho; que
Juego otro dia nos partimos, y habiendo andado seis le-
guas de tierra llana, comenzamos á subir el puerto, que
fué la cosa del mundo mas maravillosa y que ver; decir
laaspereza y fragosidad deste puerto y sierras, ni quien
lo dijese lo podria significar, ni quien lo oyese lo po-
dria entender, sino que sepa vuestra majestad que en
ocho leguas que tuvo este puerto estuvimos en las an-
dar doce dias, digo en llegar los postreros al cabo dél,
en que murieron sesenta y ocho caballos despeñados y
dejarretados, y todos los demás vinieron heridos y tan
lastimados, que no pensamos aprovecharnos de nin-
guno, y ansi murieron de las heridas y del trabajo de
aquel puerto sesenta y ocho caballos, y los que esca-
paron estuvieron mas de tres meses en tornar en sí; en
todo este tiempo que pasamos este puerto jamás cesó
de llover de noche y de dia, y eran las sierras de tal
calidad, que no se detenia en ellas agua para poder be-
ber, y padesciamos mucha necesidad de sed, y los mas
de los caballos murieron por esta falta, y si no fuera
porque de los ranchos y chozas que cada noche hacia-
mos para nos meter, que dellos cogiamos agua en cal-

Yo llegué á estas caserías de Tenciz, víspera de pascua de Resurreccion, y mucha de la gente no llegó tres dias adelante, digo, los que tenian caballos, que se detuvieron por ellos, y dos dias antes que yo llegase habian llegado los españoles, que habian llevado la delantera, y hallaron gente en tres ó cuatro casas de aquellas, y tomaron veinte y tantas personas, porque estaban muy descuidadas de mi venida, y á aquellos pregunté si habia algunos bastimentos, y dijeron que no, ni se pudieron hallar por toda la tierra, que nos puso en harta mas necesidad que traiamos, porque habia diez dias que no comiamos sino cuescos de palmas y palmitos, y aun destos se comian pocos, porque no traiamos ya fuerzas para cortarlos; pero díjome un principal de aquellas caserías que á una jornada de allí el rio arriba, que lo habiamos de tornar á pasar por donde lo habiamos pasado, habia mucha poblacion de una provincia que se llama Tahuycal, y que allí habia mucha abundancia de bastimentos de maíz y cacao y gallinas, y que él me daria quien me guiase allá : luego proveí que fuese allá un capitan con treinta peones y mas de mil indios de los que iban conmigo, y quiso nuestro Señor que hallaron mucha abundancia de maíz, y hallaron la tierra despoblada de gente, y de allí nos remediamos, aunque por ser tan lejos, nos proveiamos con trabajo.

Desde estas estancias envié con una guía de los naturales dellas ciertos españoles ballesteros, que fuesen á mirar el camino que habian de llevar hasta una pro

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