El Parnaso mexicano: antología completa de sus mejores poetas

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José León Pagano
Maucci, 1909 - 479 páginas
 

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Página 9 - ¡Qué hermoso hubiera sido vivir bajo aquel techo, los dos unidos siempre y amándonos los dos; tú siempre enamorada, yo siempre satisfecho, los dos una sola alma, los dos un solo pecho, y en medio de nosotros mi madre como un Dios!
Página 12 - Y, en medio de esos cambios interiores, tu cráneo lleno de una nueva vida, en vez de pensamientos dará flores, En cuyo cáliz brillará escondida la lágrima, tal vez, con que tu amada acompañó el adiós de tu partida. La tumba es el final de la jornada, porque en la tumba es donde queda muerta la llama en nuestro espíritu encerrada. Pero en esa mansión, a cuya puerta se extingue nuestro aliento, hay otro aliento que de nuevo a la vida nos despierta.
Página 7 - ¡Pues bien! yo necesito decirte que te adoro, decirte que te quiero con todo el corazón; que es mucho lo que sufro, que es mucho lo que lloro; que ya no puedo tanto, y al grito en que te imploro, te imploro y te hablo en nombre de mi última ilusión.
Página 178 - La Sorpresa hasta la esquina del Jockey Club, no hay española, yankee o francesa ni más bonita ni más traviesa que la duquesa del duque Job!
Página 215 - Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis: si con ansia sin igual solicitáis su desdén, ¿por qué queréis que obren bien si las incitáis al mal?
Página 11 - Pero ni es esa forma la primera que nuestro sér reviste, ni tampoco será su última forma cuando muera. Tú sin aliento ya, dentro de poco volverás a la tierra ya su seno que es de la vida universal el foco. Y allí, a la vida en apariencia ajeno, el poder de la lluvia y del verano fecundará de gérmenes tu cieno. Y al ascender de la raíz al grano irás del vegetal a ser testigo en el laboratorio soberano.
Página 176 - En dulce charla de sobremesa, Mientras devoro fresa tras fresa Y abajo ronca tu perro Bob, Te haré el retrato de la duquesa Que adora a veces el duque Job. No es la condesa que...
Página 179 - No escuchar en los últimos instantes, ya con el cielo y con el mar a solas, más voces ni plegarias sollozantes que el majestuoso tumbo de las olas. Morir cuando la luz triste retira sus áureas redes de la onda verde, y ser como ese sol que lento expira: algo muy luminoso que se pierde. ¡Morir, y joven: antes que destruya el tiempo aleve la gentil corona; cuando la vida dice aún: soy tuya aunque sepamos bien que nos traiciona!
Página 177 - ¡Ah! Tú no has visto, cuando se peina, sobre sus hombros de rosa reina caer los rizos en profusión. ¡Tú no has oído qué alegre canta, mientras sus brazos y su garganta de fresca espuma cubre el jabón! ¡Y los domingos! ...ICon qué alegría oye en su lecho bullir el día y hasta las nueve quieta se está! ¡Cuál se acurruca la perezosa, bajo la colcha color de rosa, mientras a misa la criada va!
Página 8 - ... las formas de mi madre se pierden en la nada y tú de nuevo vuelves en mi alma a aparecer.

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