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aquel punto se habia reunido un egército megicano, contra el cual imploró su proteccion. Cortés, para hacer valer mas y mas el temor que se tenia á los españoles, quiso persuadir que uno solo de éstos bastaba para protegerlos contra un egército megicano, y para dar mayor fuerza á esta idea, envió con el cacique á un vizcaino viejo y contrahecho llamado Heredia, que fuese tirando tiros al aire y se detuviese en un punto determinado, donde Cortés con algun pretexto le alcanzaria con sus tropas. Así se hizo con asombro de los indios, y llegando al lugar donde se decia que estaban los megicanos, se encontró ser todo falso, por lo que reprendió Cortés fuertemente á los de Cempoala, obligándolos á restituir á sus dueños todo que habian robado en las inmediaciones del pueblo. En el regreso á Cempoala dió Cortés un severo ejemplo de disciplina, mandando ahorcar á un soldado llamado Mora, porque robó dos guajolotes de la choza de un indio, no habiéndole librado de la muerte mas que el haberse apresurado Pedro de Alvarado á cortar la soga con su espada.

lo

Vueltos los españoles á Cempoala, quiso el cacique estrechar los lazos de la amistad por otros mas poderosos, y presentó á Cortés ocho indias jóvenes, hijas de caciques, y entre ellas una sobrina suya, destinando esta á Cortés y las otras á sus capitanes, todas. ricamente ataviadas y acompañadas de otras indias para su servicio; pero Cortés contestó, que "de buena gana recibirian las doncellas como fuesen cristianas, que de otra manera no era permitido á hombres, hijos de

la iglesia de Dios, tener comercio con idólatras"; escrúpulo que se quitó despues con el bautismo de estas jóvenes, cuyos padres se tuvieron por muy honrados viendo que los españoles las llevaban en su compañía. Pero esta amistad estuvo á punto de perderse por un acto de celo religioso de Cortés, quien por un golpe de autoridad quiso destruir el culto establecido, sin que en ello tuviese todavía parte alguna la conviccion. Es sin embargo muy plausible el motivo que á ello le decidió. Chocado de ver "que cada dia, dice Bernal Diaz, sacrificaban delante de nosotros tres, ó cuatro y cinco indios, y los corazones ofrecian á sus ídolos, y la sangre pegagan por las paredes, y cortábanles las piernas, brazos y muslos, y los comian, como vaca que se trae de las carnicerías en nuestra tierra, y aun tengo entendido que menudo en lo vendian por los tianguis, que son mercados" exigió del cacique que se pusiese término á tantos horrores y se arrojasen de sus altares los ídolos á los que tales sacrificios se ofrecian. El cacique espantado de semejante proposicion no solo lo rehusó, sino que amenazó resistirlo; pero Cortés hizo subir con denuedo cincuenta hombres al templo principal: los ídolos rodaron hechos pedazos por las escaleras y los indios quedaron maravillados, viendo que la cólera del cielo no se manifestaba con el terrible castigo que temian. En lugar de los ídolos se colocó una imágen de Nuestra Señora y por entonces á esto se limitó la variacion del culto, pues aunque Cortés hizo á los indios un razonamiento sobre los principales dogmas de la religion cristia

na, es muy probable que no quedasen muy instruidos con solo esta breve plática.

Cortés regresó á la villa rica, y se sorprendió de hallar en el puerto un buque venido de Cuba, durante su ausencia. Mandábalo Francisco de Saucedo y con él venia Luis Marin, persona que fué de importancia en lo succesivo, y aunque no traian consigo mas que diez soldados, un caballo y una yegua, cualquiera refuerzo era bien recibido en las circunstancias. Entonces se supo que Velazquez habia obtenido en la corte el título de Adelantado de la isla de Cuba y de las tierras nuevamente descubiertas, con la facultad de poblar en ellas en los términos que hemos visto en esta disertacion. Esto persuadió á Cortés que era necesario dirigirse á Cárlos V para que sus procedimientos fuesen aprobados, y para que esto fuese con mejor efecto, propuso á sus capitanes mandar á España á dos de ellos, con la relacion de todo lo acaecido y con todo el oro y demas presentes recibidos de Moctezuma, para que la vista de este tesoro diese mayor idea de la riqueza y abundancia del pais recientemente descubierto y cuya conquista habian emprendido. El quinto de todas estas riquezas pertenecia al fisco por la regla establecida en las nuevas conquistas: del resto, segun lo acordado por ayuntamiento de Veracruz cuando su instalacion, se debia sacar otro quinto para Cortés, y distribuirse lo demas entre los gefes y soldados; pero como hecha esta reparticion era poco lo que habria que mandar á la corte, todos cedieron su parte voluntariamente á per

el

suacion de Cortés, para que fuese mayor el envío que se hacia al soberano. La lista muy curiosa de lo remitido se insertará en el apéndice con la carta escrita por el ayuntamiento, en que dá razon circunstanciada de todo lo hecho hasta entonces. Para que llevasen una y otra cosa fueron escogidos Francisco de Montejo, y Alonso Hernandez Portocarrero, éste en consideracion á que siendo pariente inmediato del Conde de Medellin, tendria relaciones en la corte para que fuesen mas favorablemente recibidas las pretensiones de Cortés y sus compañeros, y se nombró por piloto del buque que se aprestó para el viage á Anton de Alaminos, por el conocimiento que tenia del canal de Bahama por donde se habia de desembocar, pues se dió expresa órden á los comisionados para que no tocasen en las costas de Cuba, para evitar que Velazquez tuviese conocimiento de su viage y objeto que en él llevaban. Con tales instrucciones se hicieron á la vela el dia 26 de julio; pero no obstante lo que se les habia expresamente mandado, arribaron á Cuba por el interés que Montejo tenia en visitar una hacienda que poseia en Marien, y por medio de un marinero que se escapó, Velazquez tuvo conocimiento de todo, con lo que hizo prontamente armar dos buques ligeros que fuesen á apresar al de los comisionados; pero cuando llegaron ya estos habian desembocado el canal y navegaban por el Atlántico, siendo este el primer viage que se hizo por este derrotero, que ha sido despues el que se ha seguido en el inmenso tráfico del golfo de Mégico y las Antillas

con Europa. Velazquez, que hasta entonces no habia tenido noticia alguna de Cortés ni de su expedicion, dirigió sus quejas á la Audiencia de Santo Domingo y á los monges gerónimos que gobernaban los establecimientos españoles en América, y no habiendo sido atendidas como deseaba, se propuso hacerse él mismo justicia por medio de las armas, segun mas adelante veremos. Los comisionados de Cortés llegados á España fueron mal recibidos y aun maltratados por el obispo de Burgos D. Juan de Fonseca, que presidia á la sazon el consejo de Indias, con lo que de acuerdo con Martin Cortés, padre de D. Fernando, resolvieron enviar á Flándes, donde el emperador se hallaba, personas que llevasen sus cartas y la del ayuntamiento de Veracruz que traian en duplicado, y es el motivo por el cual esta se ha encontrado en la Biblioteca imperial de Viena. Cárlos V dejó la determinacion de todo este negocio para cuando regresase á Castilla, por lo que por entonces quedó sin resol

verse.

Apenas habian partido los comisionados y cuando Cortés disponia su viage á Mégico, se descubrió la conspiracion que habia formado un eclesiástico que acompañaba al ejército llamado Juan Diaz, con otros individuos, que tenia por objeto embarcarse secretamente en uno de los buques que habian dispuesto para volverse á la isla de Cuba, y por sentencia que Cortés dió en el proceso que se les instruyó, fueron condenados á la pena de horca Pedro Escudero y Juan Cermeño, á que se le cortasen los piés al piloto Gon

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