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toridad haciéndola independiente de Cortés, y echar por tierra el poder de Paz que les habia venido á ser molesto desde que ya no les era necesario. Este es el curso regular de todas las revoluciones, y son muy raros los egemplos contrarios que la historia presenta. Para lograr el primero de estos objetos, hicieron valer la voz de la muerte de Cortés y de todos los que le acompañaban, y esto mismo les sirvió para efectuar la ruina de Paz, pues con título de asegurar sesenta mil pesos que Cortés debia al erario, por lo que habia invertido en las diversas expediciones y gastos de descubrimientos, hicieron que el tesorero y el contador, con quienes para esto se pusieron de acuerdo, no obstante haber atacado poco antes sus casas con fuerza armada y prendídolos, intentasen proceder á inventariar los bienes de Cortés. Paz lo resistió y tomó las armas para defenderse habiéndose hecho fuerte en la casa de Cortés, que era en el Empedradillo donde ahora está el Montepio, pero por la intervencion de Estrada y de los franciscanos cedió, habiéndole dado seguro para su persona Salazar y Chirino que prestaron pleito homenage de guardárselo en manos de los capitanes Jorge de Alvarado y Andres de Tápia. Asegurado con esto Paz abrió las puertas y entregó los bienes de Cortés, con lo que los oficiales reales se entraron en su casa y fueron robadas muchas cosas de ella, y sufrieron insultos las indias nobles que Cortés tenia en ella para darles educacion y casarlas, de lo que se ofendieron mucho los indios: todos estos

trastornos tuvieron lugar del 17 de agosto, último cabildo á que Paz asistió, al 22 del mismo mes, en cuya sesion Salazar y Chirino dieron cuenta al ayuntamiento de lo acaecido, y con parecer del Bachiller Alonso Perez, á quien habian nombrado en 4 de aquel mes ,,Letrado del cabildo," se hicieron reconocer y proclamar por gobernadores.

Para confirmar mejor la noticia de la muerte de Cortés en el animo del pueblo, mandaron hacerle solemnes honras, en las que predicó un religioso, moderando sus alabanzas por no ofender á Salazar, quien en todo se consideraba el principal de los dos gobernadores. Los bienes de Cortés se depositaron en manos del tenedor de bienes de difuntos, y luego se vendieron á vil precio, y lo mismo se hizo con los de Gonzalo de Sandoval y de todos los que habian acompañado á Cortés á las Hibueras. Hacia dar crédito á la voz que corria de su muerte la falta absoluta de noticias desde su salida de Goazacoalco: el capitan Francisco de Medina habia ido á buscarle, pero cojido por los indios en Jicalango, le dieron una muerte cruelísima, habiéndolo cubierto de rajas pequeñas de ocote, introducidas en todo su cuerpo, que encendieron haciendo con él horrible luminaria: Diego de Ordaz que á su vuelta de España habia ido tambien en busca de Cortés, sabiendo la suerte de Medina se volvió y dió nuevo valor á la especie. Los gobernadores no solo no trataban de averiguar qué habia sido de Cortés, ni menos de mandarle socorro alguno, sino que castigaban con severidad á to

do el que desmentia la noticia que á ellos les interesaba que se creyese, y así es que mandaron azotar públicamente á Juana Mansilla, muger de Juan Valiente, que se reía de la noticia y afirmaba que Cortés vivia, y autorizaron á las mugeres de los que habian ido en la expedicion para casarse en segundas nupcias.

Habian agraviado demasiado Salazar y Chirino á Rodrigo de Paz para no intentar destruirle, y olvidándose del seguro que le habian dado, le prendieron y le dieron tormento para que confesase donde estaban ocultos los pretendidos tesoros de Cortés. El tormento á que se le sometió fué el mismo que habia sufrido Cuautemotzin, quemándole los piés á fuego lento con aceite hirviendo, pero con tal rigor que se le cayeron los dedos y se le abrasó hasta el tobillo. Si los conquistadores eran crueles con otros, no eran por lo menos mas benignos entre sí mismos. En seguida, so color que causaba alborotos, le ahorcaron sacándole en hombros al suplicio, porque por efecto del tormento no podia tenerse en pié, y estando en manos del verdugo, llegó á él Salazar y le ofreció la vida si declaraba los tesoros de Cortés; él contestó que no los habia, y que dijesen á Cortés que le perdonase, porque al rigor del tormento dijo que se los habia llevado consigo á las Hibueras, no siendo verdad, y no obstante haber apelado de la sentencia, se llevó adelante la egecucion con general sentimiento del pueblo. Así murió este hombre de grande influjo en su tiempo, y el primero que figuró en las revuel

tas de nuestros abuelos, siendo víctima de aquellos le debieron haberse ensalzado al poder.

que

La arrogancia de los gobernadores crecia cada vez mas viendo desaparecer toda oposicion. Para hacerse de un partido daban largamente repartimientos, en especial á los que les parecia que mas los podian ayudar y favorecer, y en todos los empleos ponian personas de su confianza. A Antonio de Villaroel, que era enteramente suyo, le nombraron alguacil mayor en lugar de Paz, y á pretexto del corto número de regidores, hicieron entrar en el ayuntamiento personas con que pudiesen contar. Pareciéndoles que nada debia ya inquietarlos, no pensaban mas que en gozar de la autoridad, sin tratar del gobierno. Herrera describe algunos de los abusos que cometian en los términos siguientes.,,Enviaron á todas las provincias á pedir el oro y joyas que tenian los señores, y les escudriñaron las casas y se las tomaron por fuerza, con todas las alhajas de plumeria y riquezas que tenian, haciéndoles mal tratamiento, cosa que sintieron mucho, y si la esperanza que Hernando Cortés era vivo no los tuviera en freno, se alzaran; y con todo eso se fueron muchos desesperados á los montes, desde donde salian á los caminos y mataban á los cristianos, y en un solo pueblo mataron quince, y mucha parte de la costa del mar del Norte se alteró. Decian públicamente Salazar y Chirino que el rey no habia menester que le trajesen tanto oro de Nueva-España, que pues no le traian mas de veinte mil ducados del reino de Nápoles, le bastaban otros tantos. Por con

templacion de dos mugeres casadas que Salazar y Chirino tenian por amigas, á las cuales disimularon algunas insolencias muy dignas de ser castigadas, ocupaban á sus maridos en comisiones fuera de Mégico, y les dieron ricos repartimientos." Para evitar que las noticias de lo que se pasaba se comunicasen á España, mandaron desmantelar los buques que estaban en el puerto, y dieron órden á Francisco Bonal, alcaide de la villa rica de la Veracruz, para que prendiese á cualquier juez del rey que allí llegase y lo volviese á enviar á España.

La persecucion contra los amigos de Cortés era rigurosa: unos fueron presos, otros tuvieron que huir, y otros se retiraron á San Francisco, habiendo quitado á todos sus haciendas y repartimientos. Mucho se recelaban de Francisco de las Casas, de Avila y de Diego Hurtado de Mendoza, y habiendo recibido mal á los primeros cuando regresaron de las Hibueras, estos se habian retirado á Oajaca de donde los hicicieron traer presos, y los procesaron por la muerte de Olid, condenándolos á la pena capital, no por amor á la justicia sino por librarse con esta ocasion del temor en que los tenian: pero habiendo apelado é interpuéstose personas de respeto, acordaron mandarlos á España con el proceso y varios comisionados de su confianza con doce mil pesos para el rey y muchas joyas y presentes para hacerse amigos en la corte, todo lo cual se perdió en la isla del Fayal, salvándose solo las personas.

Para dar mayor color á sus pretensiones en la cor

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