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perimentarse las dificultades de esta penosa expedicion, que Cortes describió circunstanciadamente en su quinta carta á Cárlos V. la que nunca se ha publicado, y de que no he visto mas que los estractos ha dado el Sr. Prescott en su historia de Mégico. A cada paso encontraban los españoles rios que atravesar, de los cuales pasaban á vado los que por su menor caudal lo permitian, construyendo puentes sobre los mayores, y para dar alguna idea de los obstáculos

que

que

hubo que superar, baste decir que en poco mas de veinticinco leguas tuvieron que formar cincuenta de estos puentes. En el uno de los rios la empresa pareció del todo imposible, y los soldados desalentados pedian volver atras, ántes que perecer de hambre y de fatiga en un pais que cuanto mas en él adelantaban, tanto mas intransitable parecia. Cortés entónces puso á trabajar en la construccion del puente á los megicanos que le acompañaban, lo cual bastó para excitar la emulacion de los españoles, y todos juntos en el espacio de cinco dias lo formaron de tal magnitud, que en su construccion entraron mas de mil vigas del grueso de un hombre, el cual conservó por mucho Los panta

tiempo el nombre de Puente de Cortés. nos formados por las inundaciones de los mismos rios eran un obstáculo todavía mas dificil de vencer, y para hacerlos de alguna manera transitables para los caballos, echaban varas y ramazon que impidiesen que se atascasen. Estos trabajos se aumentaron con la estacion de aguas que comenzó, y con ella las enfermedades y las plagas de insectos y reptiles pro

pios de las tierras calientes. El camino era menester abrirlo con hachas por entre las espesuras de los bosques, y como estos cerraban por todas partes, la vista, para descubrir á alguna distancia la direccion que se debia tomar, subian á la cumbre de los árboles, sin alcanzar á ver mas que la inmensidad del espacio, cubierto por estos árboles tan antiguos como el mundo. Uno de los parages mas peligrosos que hubo que atravesar fué la Sierra de los pedernales, en la que tardaron doce dias, aunque no tuviese mas de ocho leguas. Las puntiagudas piedras que formaban el piso cortaban los piés de los caballos, y muchos caian en los precipicios que bordeaban el estrecho tránsito por donde se habia de pasar, de suerte que se perdieron sesenta y ocho de aquellos, pérdida en aquel tiempo de grande consideracion, y los que quedaron llegaron casi inservibles al otro lado de la sierra.

canos.

En medio de estas penalidades ocurrió un suceso funesto. Llevaba Cortés consigo, como se ha referido, á Cuautemotzin y á los principales señores megiDiósele aviso que Cuautemotzin, viendo á los españoles apartados de socorro, afligidos y descontentos, habia tramado destruirlos y en especial matar á Cortés, y que habia dado órden á Mégico para que se moviesen contra los que allá habian quedado. Uno de los megicanos que venian en la expedicion, á quien los historiadores llaman Mexicalcin, y que bautizado despues tuvo por nombre Cristóbal, diò aviso de esto á Cortés, mostrándole un papel con las figuras y nombres de los conjurados, con lo que

Hizoseles proce

los

se procedió á la prision de estos. so y fueron condenados á ser ahorcados Cuautemotzin, el rey de Tacuba y otro de los nobles que acompañaban: la sentencia se egecutó en el carnaval del año de 1525 en un lugar llamado Izancanac, colgándolos de un árbol de ceiba. Tal es la relacion que hace Herrera y en cuyas circunstancias esenciales está conforme Bernal Diaz.

Este fin tuvo este príncipe desgraciado, que con valor heróico habia defendido su capital hasta el último extremo. „Era, dice Herrera, hombre valiente y en todas sus adversidades tuvo ánimo real: quisieran algunos que Hernando Cortés le guardara para gloria y triunfo de sus victorias, pero véiase en tierra extrañísima y muy trabajosa, y parecíale que era grave cargo el cuidado de guardarle en tal tiempo." A este motivo se ha atribuido esta muerte, no pareciendo verosímil la conjuracion de que se le acusó y que negó, atribuyendo la acusacion á las expresiones del descontento causado por las penalidades que sufria, y echando en cara á Cortés la muerte que se le daba, la que Bernal Diaz califica de muy injusta y dice que pareció mal á todos los que iban en aquella jornada. Igual calificacion hace Oviedo en uno de los diálogos de sus Quincuagénas citado por el Sr. Prescott, y Gómara cree que á la gloria de Cortés importaba haber conservado la vida de Cuautemotzin, aunque este autor da por cierta la conspiracion, que en las circunstancias hubiera podido tener buen éxito, pues reducidos los españoles á la extremidad

en que estaban, habrian podido ser fácilmente destruidos al paso de un rio ó de algun pantano, y en el estado en que las cosas se hallaban en Mégico, segun luego veremos, esto hubiera causado un trastorno favorable á los intereses de Cuautemotzin. La muerte de este, cualquiera que sea la causa á que deba atribuirse, es una mancha en la memoria de Cortés, pero ¿quien en una larga y tempestuosa carrera puede gloriarse de haberla corrido sin mancilla? El héroe del siglo no carece de manchas de esta especie.

No se comprende por qué no se libró Cortés del cuidado continuo en que necesariamente debia tenerle un prisionero como Cuautemotzin, mandándole á España inmediatamente despues de la toma de la capital, pues no habiendo posibilidad alguna de que se volviese, ni aun medio de conservar relaciones con Mégico sin la voluntad del gobierno español, todo riesgo cesaba con esta medida, con la que se salvaban todos los inconvenientes, entre tanto se afirmaba el nuevo gobierno. Así se hizo mas adelante con los nietos de Moctezuma hijos de D. Pedro, como se verá por un documento que se publicará en el apéndice, y esto produjo tales resultados, que algunos años despues un conde de Moctezuma pudo venir, sin causar el menor recelo, á ser virey de Nueva-España. Este acontecimiento y la dificil situacion en que se encontraba, traian á Cortés, segun Bernal Diaz refiere, mal dispuesto, pensativo y descontento, por lo que una noche no pudiendo reposar se salió de la cama, y paseándose en una sala en que se hallaba alojado

que era el aposento principal del poblezuelo en que estaba y en la que habia ídolos, sin reparar que era un piso alto, cayó de él y se lastimó la cabeza, cuyo accidente calló, sin duda por no llamar la atencion de los soldados.

Todo debe interesar al lector tratándose de un hombre como Cuautemotzin, por lo que no parecerán supérfluas algunas noticias sobre su persona, su casa y su familia. En el bautismo se le puso por nombre D. Fernando, y segun el testimonio tantas veces citado de Bernal Diaz „era buen cristiano y creía bien é verdaderamente." En su muerte le asistió el padre mercedario Fr. Juan Varillas que acompañaba á Cortés. La calle que ahora se llama del Factor en esta capital, tuvo en los años inmediatos á la reedificacion de la ciudad el nombre de calle de Guatemuz, lo que hace creer que su casa estaba en ella. Su viuda, la princesa Teruichpo, que como en la segunda Disertacion se dijo, era la hija mayor de Moctezuma, le sobrevivió muchos años y casó en segundas nupcias, bautizada con el nombre de Doña Isabel, con el contador Alonso de Grado, á quien se le mercedaron por el ayuntamiento los solares en que despues se construyó el hospital de Jesus, hombre de grande importancia en aquellos tiempos y que desempeñó los cargos mas honoríficos. Cortés en un privilegio, cuya fecha es de 27 de junio de 1526, haciendo larga mencion de los méritos de Moctezuma para con los españoles, y del encargo que le dejó al morir respecto á sus hijas, dió el pueblo de Tacuba

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