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de Francia en persona y le hace prisionero: marcha en seguida bajo el mando del condestable de Borbon á castigar en la desgraciada capital del mundo cristiano la participacion que el papa habia tenido en la liga italiana: la ciudad es tomada en pocas horas de ataque y entregada al saqueo á la vista del egército que debia defenderla y que no se atrevió á moverse en su auxilio: se dirige de allí á Toscana conducido por Fernando de Gonzaga y D. Diego Sarmiento, y tiene la funesta gloria de extinguir los últimos destellos de la libertad italiana con la ruina de la república florentina. Un príncipe desposeido del trono de Tunez implora la proteccion del emperador y este se la concede, aprovechando esta ocasion para destruir el poder de Barbaroja: de toda la extension de sus dominios acuden tropas y escuadras al llamado de su soberano: el papa bendice la expedicion y concede gracias espirituales á los que tomen parte en esta guerra, considerada santa, como todas las que se hacian contra infieles: otro Dávalos, Alfonso, marques del Vasto, sobrino del de Pescara y como él napolitano de nacimiento, toma el mando de este inmenso armamento, el mayor que la Europa habia visto desde las cruzadas, y tiene la honra de que el emperador mismo milite bajo sus órdenes: el egército desembarca á la vista de Tunez, y tres columnas, cada una de diversa nacion, atacan la Goleta, fortaleza tenida por inexpugnable y no obstante estar guarnecida por seis mil turcos escogidos, y armada con trescientos cañones, es tomada por asalto y en seguida se rinde la

ciudad defendida por cincuenta mil coinbatientes: victoria que hubiera sido mas gloriosa, si no la hubieran manchado los vencedores con el saquco y la matanza horrorosa de los habitantes.

Nada parecia ya imposible á los españoles: ni aun los obstáculos de la naturaleza y de los elementos eran poderosos para contenerlos, y así fué como el célebre duque de Alva, Fernando de Toledo, pasó el Elva al frente de un egército español á la vista del enemigo, y mas tarde D. Luis de Requesens, gobernador de los Paises Bajos, acometió y llevó al cabo la temeraria empresa de hacer atravesar á vado por una columna de tres mil hombres, á las órdenes del célebre Osorio de Ulloa, en una noche tempestuosa y aprovechando la baja marea, el brazo de mar de mas de legua y media de ancho que separa la Zelanda de la Holanda, bajo el fuego de la escuadra holandesa. Estos sucesos, que los unos precedieron á la conquista, los otros fueron contemporáneos y algunos poco posteriores, prueban que en aquella época los españoles creian que todo lo podian, y esta conviccion bastaba para crear el entusiasmo que les hacia acometerlo todo. Possunt quia posse videntur como los luchadores de Virgilio. Religiosos hasta el fánatismo, guerreros por una escuela de setecientos años de continuos combates, constantes y tenaces en la adversidad, poseidos de las ideas caballerescas del siglo, estaban ansiosos de empresas que pusiesen á la prueba todas estas calidades, y el nuevo mundo iba bien pronto á presentárselas.

Mientras que en Europa se formaban las opiniones y el poder que habian de dominar este hemisferio, veamos cuales eran las circunstancias peculiares en que él se encontraba. Echando la vista por toda su inmensa extension, observamos desde luego dos grandes monarquías, la una en el continente del Norte y la otra en el del Sur, que se habian formado de pequeños principios conquistando sucesivamente los territorios de otros príncipes menores, á quienes los españoles llamaron caciques, por una voz derivada del idioma que se hablaba en Haití, ó sugetando las tribus independientes. Estas conquistas eran en gran parte demasiado recientes para que hubiesen podido incorporarse sólidamente en la masa de la nacion, y en algunas de ellas habian quedado, en calidad de tributarios, los mismos pequeños soberanos del pais conquistado. El resto lo ocupaban otros monarcas de menor importancia, algunos caciques independientes y las tribus errantes que no habian tomado todavía ninguna forma regular de administracion política. Las mayores y mas civilizadas de las islas conocidas con el nombre de Antillas, en que se practicaba el cultivo y labranza de las tierras, estaban sujetas á varios caciques y se veian atacadas incesantemente por los habitantes de las otras islas menores, que acostumbrados á alimentarse de carne humana venian á asaltar á los habitantes para devorarlos; costumbre horrible, que se halló establecida en casi todo este hemisferio excepto en el Perú, y que será motivo de consideraciones mas extensas en que entraré mas adelante.

En nuestra república el imperio megicano se extendia, segun puede inferirse en la obscuridad que hay en este punto, hasta uno y otro mar por dos brazos prolongados al Oriente hasta las costas de Veracruz, y al Sur hasta la desembocadura del rio de Zacatula: sus límites al Poniente y al Norte eran muy reducidos, pues no pasaban de Tula en la primera de estas direcciones, y de la cordillera de las montañas de Pachuca en la otra. Esta conformacion tan irregular lo exponia á frecuentes guerras con sus vecinos, que tambien eran movidas por el carácter belicoso de los príncipes que durante una larga sucesion ocuparon el trono, y por la necesidad de hacer prisioneros para proveer de víctimas las aras de sus divinidades. Por una singularidad que mas tarde tendremos motivo de explicar, venimos á encontrar en América, aunque sin contacto ninguno con la Europa, ese mismo siste ma feudal que entonces trataban de destruir con tanto empeño los monarcas europeos, y que por las frecuentes desobediencias de los caciques, ya para marchar á la guerra con el soberano, ya para pagarle los tributos establecidos, era motivo de guerras continuas domésticas, así como lo habia sido en Europa.. Este imperio era electivo, y para aumentar mas nuestra admiracion por otra semejanza notable, el sistema de eleccion era el mismo que entonces se observaba en el imperio germánico, teniendo el derecho de elegir los dos soberanos hereditarios de Tezcuco y Tacuba. Tambien encontramos en nuestro pais un remedo de las repúblicas aristocráticas en la de Tlaxcala, gober

nada por el consejo que formaban los caciques ó señores de los cuatro barrios principales. La monarquía de Michoacan ocupaba, con poca diferencia, lo que hoy forma el departamento de este nombre, y lo demas, de lo que podemos llamar la parte civilizada del pais, estaba distribuido entre diversos caciques, quedando toda la extencion de Tula al Norte y al Poniente ocupada por las tribus errantes de los chichimecas que infestaban la parte civilizada, como lo hacen ahora los apaches en los departamentos del Norte y que dieron harto que hacer por largo tiempo al gobierno español, segun veremos en el curso de estas disertaciones.

El príncipe que ocupaba á la sazon el trono de Mégico, guerrero en su juventud, se habia dejado afeminar con los placeres del poder absoluto, siendo la poligamia uno de los derechos de la soberanía. Su espíritu ademas estaba poscido de funestas supersticiones, y una prediccion generalmente recibida de la venida de unas gentes extrañas del Oriente que habian de destruir su imperio, le preparaba á temer su cumplimiento en sus dias. Todas las causas, pues, que habian impedido por largo tiempo el que las naciones de Europa hiciesen ningun esfuerzo fuera de sus límites, se hallaban reunidas en el antiguo Anáhuac para poner en riesgo la existencia de la monarquía megicana. Division en muchas secciones pequeñas, vecinos descontentos ó declaradamente enemigos, súbditos poderosos propensos á la desobediencia; y si á esto se agrega la falta de todos los cuadrúpedos grandes,

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