Imágenes de página
PDF
ePub

templo mayor mas de seiscientas personas, la flor de la nobleza de la nacion, todos desarmados, con cuya condicion se habia concedido el permiso, y ataviados con sus mas ricos vestidos. Durante el baile que era parte de la ceremonia, los españoles que habian venido á ver la funcion de su cuartel que estaba inmediato, se echan con las espadas desembainadas sobre la concurrencia y pasan á todos á cuchillo, despojando en seguida los cadáveres de las joyas que tenian. Tal acto de atrocidad ha sido atribuido por los historiadores á diversos motivos: los unos pretenden que no tuvo mas objeto que el tomar las joyas de los megicanos, fundándose en la propension que Alvarado habia manifestado otras veces á este género de rapiña, por lo que habia sido reprendido por Cortés: otros creen que procedió del aviso que le dieron los tlaxcaltecas, enemigos irreconciliables de los megicanos, de que se trataba de atacarlo con ocasion de aquella celebridad; pero todo inclina á creer, y esta es la opinion del Sr. Prescott, que Alvarado intentó hacer una imitacion del suceso de Cholula, aunque con muy contrario resultado. Toda la ciudad corrió á las armas para vengar tan cruel agravio, y despues de un ataque vigoroso rechazado por los españoles, estos y sus aliados á la llegada de Cortés se hallaban sitiados y reducidos á perecer de hambre ó en las aras de los dioses.

Cortés vino desde Tlaxcala por el camino de los Llanos de Apan y Tezcuco. A su entrada en la ciudad no vió por todas partes mas que soledad y silen

cio, aunque sin encontrar resistencia, probablemente porque los megicanos querian dejarle entrar para ha

cerle perecer con todos los suyos. Alvarado preten

dió escusar el hecho que habia sido la causa de la guerra, y Cortés aunque se lo reprendió con aspereza, en el estado actual de cosas no creyó sin duda oportuno mas severa demostracion. Los seis dias que Cortés permaneció en Mégico fueron de continuo pelear: los megicanos atacaron el cuartel y fueron rechazados con bizarría, pero la superioridad del número hacia que se presentasen siempre con nuevas fuerzas. Cortés hizo varias salidas, en una de las cuales fué herido, y en estas y en el ataque y toma del templo mayor, son extraordinarios y casi increibles los hechos de valor personal, tanto del mismo Cortés y de los suyos como de los megicanos. Los santuarios del templo fueron incendiados, y el dios de la guerra, la deidad mas venerada de los megicanos, rodó hecho pedazos por las escaleras del teocalli. En uno de los ataques que los megicanos intentaron contra el cuartel de los españoles, se creyó conveniente que Moctezuma saliese á un lugar elevado del edificio á hablar á sus vasallos, con el objeto de calmar su furor y procurar alguna via de paz. Lo escucharon al principio con respeto, pero cuando hubo manifestado el objeto de su discurso, un murmullo de indignacion y de desprecio se oyó en toda aquella muchedumbre, que prorrumpió en palabras injuriosas contra su soberano, á que siguió una llúvia de piedras y armas arrojadizas contra las cuales no fueron bastante defensa los escu

dos de los españoles que rodeaban á Moctezuma, el que fué herido gravemente de una pedrada en la cabeza. Retirado á su habitacion y vuelto en sí del des.

mayo causado por el golpe, se abandonó á la pena

que

le causaba su situacion: rehusó toda curacion, y se arrancó él mismo los bendages que le habian puesto en su herida. El P. Olmedo reiteró sus instancias para que se bautizase ántes de morir, á lo que se habia manifestado inclinado anteriormente; pero contestó que por la media hora que le quedaba de vida, no se queria apartar de la religion de sus padres. Una sola cosa parecia interesarle vivamente, y esta era la suerte de sus hijos, especialmente de las tres hijas que tuvo en sus dos mugeres legítimas, y llamando á Cortés al lado del lecho en que yacia moribundo se las recomendó "como las mas preciosas joyas que podia dejarle," recordándole que su triste suerte era debida á su amistad para con los españoles, de lo que dijo que no le pesaba. Cortés cumplió fielmente este encargo y estas señoras, casadas despues con los principales de los conquistadores y ricamente dotadas, han sido el orígen de varias familias muy distinguidas, como mas adelante veremos. Moctezuma murió poco despues y su cadáver fué entregado á sus vasallos, quienes le hicieron los honores fúnebres debidos á su dignidad, aunque no se sabe exactamente cual fué el lugar en que fueron depositadas sus cenizas. Su hermano Cuitlahuac, que habia sido puesto en libertad por Cortés, creyendo por ese medio entrar en relaciones de paz con los megicanos, le succedió en el imperio.

No se puede contemplar la muerte de Moctezuma sin exitarse la compasion hácia él, no solo por el sentimiento de pena que inspira siempre la caida de un poderoso á quien se ha visto en el colmo de la gloria, y á quien despues se ve en el abismo de la desgracia, sino por las causas peculiares que le condugeron á la ruina. Oprimido su espíritu por la persuasion de qne los españoles eran aquellos extrangeros cuya venida habia sido anunciada en las profecias de sus mayores, esta conviccion le hizo vacilar en todas sus resoluciones y sin hacer uso de las grandes fuerzas de que podia disponer, se sometió con resignacion religiosa á lo que creia ser una suerte inevitable, atrayendo sobre sí la execracion y el desprecio de sus vasallos. Los españoles acostumbrados á su trato y ganados por su liberalidad, le lloraron sinceramente, y vieron con su muerte perdida la única esperanza de salvacion que les quedaba.

No habia otro partido que tomar que salir de la capital; pero esto mismo estaba expuesto á los mayores peligros: todas las calzadas estaban cortadas y habiendo sido quemados por los megicanos los dos bergantines que Cortés habia hecho construir, no quedaba medio alguno de asegurar el paso por las cortaduras. Cortés resolvió salir por la calzada de Tacuba, por ser la mas corta y el rumbo por el cual la tierra firme estaba mas inmediata. Para reconocerla hizo por ella uua salida, empleando para ahuyentar al enemigo de las azoteas una especie de máquina á que dieron el nombre de manta, y era una torre movediza de una altura

competente para dominar las casas, que casi todas eran de un solo piso. Tomada pues su resolucion, solo dudaba en la hora que seria mas oportuna para la retirada, y se fijó por fin en la noche, creyendo que podria alcanzarle esta para llegar á la tierra firme, ántes que los megicanos lo echasen de ver y se apercibiesen para atacarlo. Dicese tambien que contribuyó á hacerle adoptar esta resolucion el consejo de un soldado llamado Botello, "hombre muy de bien y latino, dice Bernal Diaz, y habia estado en Roma, y decian que era nigromántico; otros decian que tenia familiar, y algunos le llamaban astrólogo, el cual habia dicho que hallaba por sus suertes y astrologías, que si aquella noche no saliamos de Mégico, y si mas aguardábamos, que ningun soldado podria salir con la vida." Era tan comun en aquel siglo la creencia supersticiosa en este género de agüeros, que no es extraño que Cortés no estuviese exento de la preocupacion general, ó acaso estando resuelto á salir de noche, quiso apoyar su determinacion para con el vulgo de los soldados en este género de prestigio. Se dieron en consecuencia las órdenes para la marcha, dividiéndose el egército en tres cuerpos: la vanguardia, compuesta de 200 infantes españoles y cosa de 20 caballos, se encargó á Gonzalo de Sandoval con otros capitanes de distincion: el centro, en que iba todo el bagage y la artillería, lo tomó bajo sus órdenes inmediatas Cortés, quedando la retaguardia con la mayor parte de la fuerza, bajo el mando de Pedro de Alvarado y Velazquez de Leon; los tlaxcaltecas fueron repartidos con igual

« AnteriorContinuar »