Fruto vedado

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Siglo XXI, 2000 - 189 páginas
Llegó a la Argentina, de su Francia natal, recién cumplidos los 18 años, y acabo siendo una figura central de la literatura de ese país. Con su crítica severa, Groussac influyó decisivamente en el desarrollo de la cultura del Río de la Plata. Fruto vedado, una novela acaso autobiográfica, entrecruza la historia de un viaje en barco y la de un amor frustrado.
 

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Página 4 - Retirado en la paz de estos desiertos, Con pocos, pero doctos, libros juntos, Vivo en conversación con los difuntos Y escucho con mis ojos a los muertos. Si no siempre entendidos, siempre abiertos, O enmiendan o secundan mis asuntos, Y en músicos callados contrapuntos Al sueño de la vida hablan despiertos. Las grandes almas que la muerte ausenta, De injurias de los años vengadora, Libra, oh gran don Joseph, docta la Imprenta.
Página 4 - O enmiendan o secundan mis asuntos, Y en músicos callados contrapuntos Al sueño de la vida hablan despiertos. Las grandes almas que la muerte ausenta, De injurias de los años vengadora, Libra, oh gran don Joseph, docta la Imprenta En fuga irrevocable huye la hora; Pero aquélla el mejor cálculo cuenta, Que en la lección y estudios nos mejora.
Página 18 - ... europeo, de hacerse de posición, acaso, pero por sobre todo el afán de aventura que cabe en las posibilidades ilimitadas de la juventud. Y ahora, cumplido el propósito de ver y andar, entre peripecias y días buenos, con un pasado a cuestas a trueque de sus esperanzas regresaba a la tierra natal. "Cerca de doce años hacía que llegó al Río de la Plata, apenas hombre, creyendo cruzarlo y recorrer el mundo, siempre encantado y bebiendo la ciencia en todas las fuentes del universo.
Página 20 - ... según sus mismas palabras, donde hizo el primer aprendizaje de vida rural argentina. Siguieron a ésos los años vividos en Tucumán, apenas interrumpidos por cortos viajes a Buenos Aires, y tras ellos el regreso a la añorada patria. Marcel, a su vez, en su estancia de Corrientes, con frecuencia "meditaba en su existencia sin porvenir, como un callejón sin salida ; y los ecos de la lejana civilización que cada paquebote le traía, revolvían un instante las enfriadas cenizas de sus pasadas...

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