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IX

Rematada la tremenda guerra, Esponda volvió al regazo de su patria, y en su pueblo, en Madrid, estableció su residencia.

Cuarenta años de servicios efectivos, CINCUENTA Y CUATRO ACCIONES DE GUERRA, en las que personalmente había sido actor principal ó protagonista, y cincuenta y dos en que además había tomado parte activa, y era... brigadier, como lo eran los que habían entrado á servir cuando él tenía ganadas las estrellas de comandante por méritos de campaña. Dadas nuestras costumbres en materia de ascensos, con sus flaquezas y sus «abusos», el caso de este veterano, curtido por las balas y por el rigor de la Manigua, es el más inusitado que puede darse.

Un brigadier que está cuatro años y cinco meses, DÍA POR DÍA, combatiendo al enemigo; que llevaba, con abonos, cincuenta y un años de servicios, la campaña de Méjico, la de Santo Domingo y toda la de Cuba; un brigadier que cruzaba su pecho con la banda roja del Mérito Militar; que ostentaba en su casaca la Cruz de los héroes, la de San Fernando por juicio contradictorio, y en su cuerpo cicatrices honradas; un veterano insigne y benemérito, que veía ascender á los demás, acaso porque él no sabía cruzar los pasillos del viejo Palacio de Godoy... ni menos conocía las cábalas de la política...

Esponda, en Madrid, sin alcanzar el entorchado de oro que á balazos se tejiera en cien combates, sufría, callaba y se regodeaba con la satisfacción de su propia conciencia y con los homenajes de amigos y adversarios.

Álzase en el paseo de la Castellana de la villa y corte, una modesta casa, a la mano izquierda según se camina hacia el Hipódromo, el cual edificio conocen muchas gentes con el nombre de «la casa de los generales», por haberla habitado el insigne Fernández San Román, el ma logrado Cassola y el inolvidable D. Manuel Salamanca y Negrete.

Cuando Esponda esperaba en Madrid su ascenso ó su colocación, fué en cierto día á visitar al general Salamanca; al llegar al despacho, vió conversando con el general á un sujeto de tez curtida.

-¿No se conocen ustedes?—interrogó el dueño.
-El brigadier Esponda... D. Calixto García...

—¡Ah!—replicó este último—mi enemigo de los Melones y de otros

combates.

-¡Y de siempre que usted quiera!-interrumpió vivamente Esponda.

-Aquello concluyó-replicó Calixto y yo tengo mucho honor en estrechar la mano del que fué nuestro terror, del caballeroso, del heróico Esponda.

Transcurrió lo que restaba del año 78 y gran parte del 79, hasta que obtuvo el mando de una brigada en Cataluña, sin duda como justo (¿?) premio á sus dilatados é increíbles servicios.

Por Mayo de 1880, el todavía brigadier Esponda fué nombrado gobernador del castillo de San Fernando de Figueras.

Iníciase, á partir de aquí, el hombre pensador, el patriota entusiasta y generoso, que si antes había prodigado su sangre y su coraje por la gloria y la integridad de su bandera, en los empeños de la paz había de patentizar en formas adecuadas el fuego de su alma genuinamente española.

A los pocos meses de ser gobernador del Castillo de San Fernando, ya procuraba honrar el sitio donde uno de nuestros grandes héroes, en la epopeya de los siete años, lanzaba su último suspiro.

¿Cómo?

Pues colocando coronas de roble y laurel, orladas con la simbólica palma, en el sitio donde D. Mariano Álvarez de Castro dió su alma á Dios el 22 de Enero de 1810. Allí mismo, restauró esta hermosa inscripción: (1)

<Este calabozo lóbrego, situado en el centro de una de las hermosas caballerizas que hay en este Castillo, presenció el martirio de aquel héroe de nuestra Independencia Nacional, al que los franceses quisieron matar de sueño, en venganza de su noble y levantado proceder en la defensa de la entonces inmortal Gerona, contra todos los esfuerzos de los generales Duhesme, Saint-Cyr, Verdier y Augereau, que con

(1) Recientemente la guarnición del castillo, y con especialidad el regimiento Infantería de San Quintín, con su coronel D. Laureano Sanz á la cabeza, ha reverdecido estos homenajes.

más de 30.000 hombres la sitiaron por espacio de siete meses, tiempo en el que perdieron más de 10.000 hombres, sin que ni sus infinitos ataques, tanto de día como de noche, ni toda clase de recursos y ardides, ni el hambre misma con todos sus horrores lograran quebrantar sus débiles muros, defendidos por 5.673 soldados y toda la población

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en masa, al mando del valeroso general, que enfermo, débil, y falto del necesario sustento, llevó su heroismo hasta dictar aquel célebre bando: Será pasado por las armas el que profiera la voz de capitular ó rendirse.

>Falleció víctima de los malos tratos y del veneno que le administraron sus verdugos, siendo más bien arrojado que enterrado en el ce

menterio de Figueras, donde al verlo llevar sin ropas, lo cubrió con su capa pluvial un digno sacerdote, diciendo: Uu bon mori fá viure

eternament.

<¡Españoles, imitad su noble conducta! ¡Soldados, seguid su honroso ejemplo y sucumbid con gloria por la independencia de la Patria!».

**

La comunicación que voy á transcribir luego luego, califica la previsión del pensador y del general, amén de pregonar nuevamente la pasión patriótica de D. Federico Esponda.

Tratábase de establecer en la ciudadela de Figueras un presidio; su gobernador, adelantándose á los manejos de la política de campanario y de la labor del caciquismo, se creyó en el deber de dar el alerta á las autoridades, por medio del escrito que, á la letra, dice así:

<Excmo. Sr.: El establecimiento de un numeroso presidio en el castillo de San Fernando de Figueras puede tener gravísimos inconvenientes, y así lo indica el excelentísimo señor capitán general al trasladar la Real orden del ministerio de la Gobernación de 20 del mes de Julio próximo pasado.

>La plaza de Figueras es uno de los primeros monumentos militares del mundo; su hermosa y sólida construcción no se presta á modificaciones, y puede decirse que, moral y materialmente, no puede ser otra cosa que plaza de guerra, ni responder á más destino que al de fortaleza de primer orden, por su situación topográfica, por la especial arquitectura y la clase de edificios, y por estar enclavada en la misma capital del Ampurdán y á la falda, puede decirse, de los Pirineos.

>Esta plaza fronteriza, unida con un ferrocarril y una hermosa carretera á la vecina república, tiene á corta distancia el anchuroso puer to de Rosas, donde con perfecta seguridad puede haber una gran escuadra, sin que haya en tierra fuerte ni batería que lo pueda estorbar, y aunque pudiera considerarse remoto el que la vecina nación despertase su antiguo pensamiento de que la línea del Ebro es más accesible que la línea del Rhin, es en extremo pertinente el que esto, así como

los nombres de Gambetta y Rochefort, no se olvide por completo en un informe de la índole de este, pues para las ideas disolventes, que hoy tienen su cuna en Francia y sus ramificaciones extendidas por todo el mundo, sería, llegado el caso, un gran auxiliar el que en Figueras hubiese un numeroso presidio en vez de una imponente plaza fuerte, situada en el camino del Pertús, que es el elegido por los franceses para sus invasiones en nuestro territorio.

>Pero prescindiendo de los riesgos directos ó indirectos que pudieran surgir del extranjero, y haciendo caso omiso de que ya hay en España un Gibraltar y sería imprudente el exponerse á que hubiese dos, conviene hacer constar que este castillo está enclavado sobre la capital del territorio más apegado á las ideas avanzadas que tiene el suelo catalán, y que el carácter indómito y levantisco de sus hijos aconseja mucha prudencia antes de poner á su alcance elementos peligrosos y fáciles á identificar con el primero que les brinde la apetecida libertad, sea cual fuere la mano que se la ofrezca, y lo mismo con los Súñer y Capdevila que con los Savalls. Ninguno de estos inconvenientes tienen nuestros vecinos de Francia, y á pesar de eso y de tener poco que temer en sus fronteras meridionales, nos dan un buen ejemplo en la actualidad, trabajando sin descanso en la conservación y mejoramiento de su castillo de Belle Garde, que se ve desde estas baterías, y que por más que sea de escasísima importancia y quizás quepa dentro de la plaza de armas de éste, los franceses, lejos de inutilizarle, le adicionan todos los adelantos modernos.

>Hechas estas consideraciones, y sin siquiera pensar en la elevada y patriótica idea que no hace mucho estuvo en la mente del Gobierno, de perfeccionar las defensas de este castillo y hacerle, sin gran coste, uno de los primeros del mundo, pasaré á examinar sus localidades y á exponer sencillamente mi desautorizada opinión respecto del establecimiento en él de un penal.

» El Ayuntamiento de Figueras, al pedir como elemento de vida la instalación de un presidio en la localidad, se ha equivocado, á mi entender; pues un presidio, por numeroso que sea, poca vida puede dar á un pueblo que en su mayor parte se compone de pequeñas industrias que perecerían ante la competencia que, ya en sus talleres, ya en su elaboración particular, les harían los penados, á no ser que el Ayuntamiento comprendiese que viniendo un gran presidio vendrían

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