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das á las órdenes del primero; por lo que se servirá V. E. dar las gracias á estos jefes y oficial. Lo digo á V. E. para su conocimiento, etc.

>> Lo que traslado á V. E. para su conocimiento y satisfacción, debiendo añadir á V. E. que, por mi parte, estoy completamente satisfecho de su celo, actividad y acierto con que ha desempeñado cuantas operaciones le he confiado.

»Dios guarde á V. E. muchos años. Cuartel general en Puerto Príncipe, 22 de Marzo de 1873.-Riquelme..-Hay una rúbrica.

»Sr. D. Federico Esponda.»

Para dar idea del género de guerra que se hacía en Cuba, así como del modo de ser de Esponda, allá va la copia del parte dado de la acción de Guanayú:

<Excmo. Sr.: El día 2 del presente mes, y con una columna de 408 hombres, de ellos 113 montados, emprendí operaciones bajando las orillas del río Tana en dirección á la costa, habiendo en los primeros días practicado reconocimientos minuciosos y explorado prolijamente los montes, sin encontrar más que algunas familias ocultas en ellos y labranzas de poca consideración, que fueron destruídas; pero al llegar á Undidero y desembocar la columna en la sábana de este nombre, me sorprendió el sonido de un guamo ó fotuto, que se repitió instantáneamente en todas direcciones hacia la costa. Dicha señal, que hace mucho tiempo no usan los insurrectos, me hizo comprender que algo importante guardaban aquellos montes, por lo que dispuse inmediatamente penetrara en ellos toda la guerrilla á pie y la sección de exploradores del batallón, en pequeños grupos, mutuamente protegidos y asegurados además por cuatro emboscadas en las avenidas principales, por lo que entraron precipitadamente en el monte 22 partidas batidoras que lo reconocieron todo, pues apenas tenía dos leguas cuadradas, lo exploraron sin descanso cuatro horas, habiéndose hallado en dicho monte una verdadera colonia, en la que había 36 rancherías, y que todas tenían un rancho con 4 ó 6 camas y otro chiquitito con 2 6 3, lo que prueba, y así lo opinaron los prácticos, que cada una de las familias tenía á su cuidado dos ó más heridos ó enfermos de las partidas. >Se destruyeron 14 grandes estancias con toda clase de viandas muy abundantes, hasta el extremo que de una de ellas se sacaron, sin po

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derla acabar, 100 cargas de boniatos, que aprovechó el batallón; se arrancaron inmensas tablas de yuca, se estropeó considerable cantidad de maíz espigado y se destrozó cuanto se pudo las siembras de boniato y calabaza, en lo cual se invirtieron dos días, sin que fuese posible aprehender ni un solo individuo, ni aun coger caballerías, que también se conocía había en abundancia; pero la gente se comprende que, prevenidos, apenas sintieron la señal del fotuto huyeron con precipitación, sin lo cual se hubieran apresado muchas personas, pues las veredas interiores de las estancias y rancherías estaban en extremo traginadas. Pero aunque no se hicieron prisioneros, el daño causado ha sido de gran consideración, pues no cabe duda de que allí existía lo que entre los insurrectos se llama una gran «proveduría», bastante á racionar meses enteros una partida de consideración.

>Desde Undidero, reconociendo las orillas del Sevilla, subí operando en la misma forma, y atravesé las sierras de San Agustín de Vialla, cuyas aguadas y caminos prueban que no hay allí partida alguna ni aun familias, si bien en los reconocimientos y exploraciones anterio res se aprehendieron tres hombres y algunas mujeres y niños, presentándose un moreno claro y una mujer con cinco hijos.

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> En la tarde del 8, salí de San Martín con la columna de mi mando, atravesé con gran precaución el paso peligroso de río Tana, y al ir á entrar la descubierta en la sábana de Guanayú, avistó y me dió aviso de que una gran partida enemiga se dirigía hacia nosotros sin habernos visto. Cerciorado personalmente de la exactitud del aviso, y viendo que el enemigo distaba apenas 500 metros y que venía hacia el río con bastante celeridad, dí tres pitazos, señal que tengo para que guerrilla avance á la carrera, y salí al galope con los doce caballos de la descubierta y sin hacer fuego, con lo que logré mi deseo de engañar al enemigo que, creyendo era una corta fracción, lejos de huir, como acostumbraba, disparó algunos tiros y cargó sobre nosotros al arma blanca y con gran gritería, que cesó instantáneamente al ver desembocar á toda brida el grueso de la guerrilla fuerte de 112 caballos.

>>El enemigo, que podía tener 80 ó 100 de éstos, se detuvo primero, y en su mayor parte volvió grupas al momento; pero algunos jefes, que se distinguían por su traje aseado, rodeados de unos 40, se sostuvieron algunos instantes y fueron acuchillados y perseguidos en todas direcciones.

>Al verificarse el choque, se vieron asomar al monte de enfrente bastantes hombres á pie que dispararon algunos tiros, pero que, sin duda, por no herir de los suyos, no continuaron el fuego y se metieron en el monte al ver salir á la carrera á la sección de exploradores y la compañía de vanguardia, que á las órdenes del distinguido comandante D. Enrique del Águila, marchaban en apoyo de la Caballería y á atacar decididamente á la fuerza á pie que se vió y suponía parapetados en el monte, siendo todos secundados á la vez eficazmente por el resto de la columna, que con la impedimenta marchaba á paso de carga hacia el enemigo, que todo hacía suponer se parapetaría en la entrada del monte, tan luego se le reuniese su dispersa Caballería; pero el pánico cundía en unos y otros; el que se decidía á resistir ó no tenía buen caballo, era forzosamente muerto ó prisionero, y en menos de diez minutos se vió el campo sembrado de cadáveres y de despojos del enemigo, que se persiguió tenazmente más de una legua por el monto y en todas direcciones por la sábana. Cuando ya no sonaba un tiro, ni se presumía hubiese por las inmediaciones ningún insurrecto, se reconoció minuciosamente el campo, se reunieron en una fila todos los muertos del enemigo que fueron reconocidos y dados sus nombres y condiciones por los mismos prisioneros, y de unos y otros tendré el honor de pasar á V. E. relaciones nominales y circunstanciadas, señalando ahora sólo de entre los muertos los más notables, que son: el titulado brigadier, antiguo cabecilla y jefe de la partida, D. Magín Díaz; el titulado comandante, D. Maximiliano Ramos; el subprefecto, D. Nicolás Rivero; el titulado capitán, D. Fabián Medero (hermano de uno de los prácticos que fué cogido hace poco y declaró dónde se encontraba el titulado general Ruvalcava), quien pidió permiso para enterrar á su citado hermano; habiendo quedado insepultos, sobre el campo, 26 cadáveres, pues el cabecilla dispuse traerle á Guimaro para que se identificara, como se verificó; levantando acta, que también paso á manos de V. E., no pudiendo saberse el número de heridos que llevaría el enemigo, ni los muertos que de éstos quedarían ocultos en los montes, pero sí me atrevo á asegurar á V. E. que de todos los que salieron á la sábana apenas escaparían una docena sin llevar herida de bala ó de machete, pues el ataque fué tan enérgico, tan oportuno y decidido, que apenas se comprende cómo pudieron escapar los que lo hicieron, teniendo que atravesar cerca de una legua de sábana.

>Se hicieron en toda la expedición 18 prisioneros, de los que se mataron sobre el campo de batalla, á Francisco Palomares Pacis, desertor del batallón de Vergara, y á Jesús Villavicencio y Capacete, desertor también de una guerrilla local; del primero de éstos se recogió el armamento, que hoy se ha entregado al teniente coronel jefe de dicho bata llón; también se cogieron seis tercerolas Peabody, dos fusiles Remingthon, un revólver, varias pistolas, 12 machetes, municiones, un mulo cargado con el equipaje y los papeles del cabecilla y 15 caballos.

>Por sorprendentes que parezcan las bajas de nuestra parte, sólo han sido una contusión de machete que recibió el comandante de la guerrilla D. Francisco Sáiz Rodríguez y tres ligerísimas heridas de la propia arma que recibieron los soldados Francisco Morejón, Pedro Mendoza y el práctico Ladislao Guardia, cuyas relaciones tengo el honor de acompañar; pero deja de parecer imposible el que se hayan obtenido tantas ventajas sin derramar apenas una gota de sangre, cuando se explique que el enemigo hizo muy poco fuego al corto grupo que se presentó y al que cargó decididamente á machete, siendo á su vez cargado y envuelto por 113 caballos, que animados por la voz del jefe, y más que todo por el ejemplo del bizarro y distinguido capitán ayudante D. Matías Manrique y García, del bravo teniente Sáiz y demás oficiales de la guerrilla que cargaban en vanguardia, no fué posible al enemigo rehacerse, y aunque se batieron con mucho valor de 20 á 25 insurrectos, pronto así murieron casi todos sin poder ocasionarnos daño alguno.

>El cabecilla se distinguía por su serenidad, por el toro de mando con que llamaba á su fuerza y por su traje de perfecto aseo; hice grandes esfuerzos porque se cogiese vivo, pero se defendía con vigor rodeado de una veintena y fué preciso matarlo y con él á los más tenaces que le rodeaban.

»>No puedo menos de hacer á V. E. cspecial mención del soldado Andrés Ramos que, siendo de los primeros en el combate, dió muerte al ya nombrado cabecilla; de Luis Cardoso, que mató dos insurrectos de los que rodeaban al jefe; del sargento Ramón Rubiera, que después de matar uno hizo prisionero al desertor de Vergara, matándole el caballo; del de igual clase Domingo Ramos, que manda los 12 caballos de la descubierta y fué de los primeros que cerró contra el enemigo, repartiendo vigorosas cuchilladas é hiriendo á cuatro ó cinco, ya de

los que le hicieron frente, ya de los fugitivos á quienes alcanzaba en la carrera; del soldado Juan Virella, que mató uno y fué de los primeros en rebasar la línea enemiga. Por último, excelentísimo señor, es poco cuanto se diga en elogio de los 12 hombres montados que componían la descubierta, y después, de toda la fuerza de la guerrilla, que con un entusiasmo inimitable y con un valor superior á toda ponderación, se lanzaron, no sobre hombres sorprendidos ó desarmados, sino sobre un enemigo casi igual en número, que montado y bien armado, traía ya la ventaja de venir á la carga sobre nosotros.

>>No es menos digno de mención especial el comandante de este batallón D. Enrique del Águila, que con gran serenidad secundó todas mis órdenes y se arrojó á la carrera con los exploradores y compañía de vanguardia, no sólo en apoyo de la fuerza á caballo, sino para atacar á nuevas fuerzas enemigas que salieron un instante del monte como en apoyo de los suyos; todo el batallón y su digna oficialidad han cumplido de una manera brillante con sus deberes, bien entendido que al ver el considerable número de Caballería enemiga y la Infantería que se avistó á lo lejos, todos creyeron, como ya se sospechaba, que el batallón era atacado por las partidas reunidas, pues las confidencias y noticias anteriores hacían creer que aquéllas no estaban distantes.

>Según los prisioneros, las fuerzas enemigas consistían en 80 ó 100 de Caballería y otros tantos ó más á pie, y que la intención del enemigo era, creyendo que el batallón pernoctaría el día 8 en San Martín, puesto que supo estaba acampado en dicha finca después de una regular jornada, esperarlo al día siguiente en el difícil paso del río, y que cuando vieron el pequeño grupo de la descubierta, todos creyeron era una fracción de la guerrilla que iba en exploración ó por ganado. >Lo que tengo el honor etc., etc.-Federico Esponda. >Excelentísimo señor general en jefe.»

Esa relación de la preciosa jornada, llena de sinceridad y de modestia, tiene el particular mérito de reflejar uno de los grandes sentimientos de Esponda: el amor entrañable al soldado y el entusiasmo por los que, sin conocer el miedo, picaban en héroes, cual lo solían ser todos los soldados de la castiza Infantería española del siglo inmortal.

Destinado á mandar el regimiento Infantería de España, incorporóse á él en Victoria de las Tunas,

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