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el galeon, después de haberles saludado, nos preguntó el capitan Diego de Silveira que de dónde veniamos y qué mercadería traiamos; y le respondimos que veniamos de la Nueva-España y que traiamos plata y oro; y preguntónos qué tanto seria, el maestro le dijo que traeria trecientos mil castellanos. Respondió el capitan : Boa fee que venis muito ricos, pero tracedes muy ruin navio y muito ruin artilleria, ò fi de puta can, à renegado frances, y que bon bocado perdeo, vota Deus. Ora sus pois vos abedes escapado, seguime, y non vos apartedes de mi, que con ayuda de Deus, eu vos porné en Castela. Y dende á poco volvieron las carabelas que habian seguido tras el francés, porque les paresció que andaba mucho, y por no dejar el armada, que iba en guarda de tres naos que venian cargadas de especería; y así llegamos á la isla Tercera, donde estuvimos reposando quince dias, tomando refresco y esperando otra nao que venia cargada de la India, que era de la conserva de las tres naos que traia el armada; y pasados Jos quince dias, nos partimos de allí con el armada, y llegamos al puerto de Lisbona á 9 de agosto, víspera de señor sant Laurencio, año de 1537 años. Y porque es así la verdad, como arriba en esta Relacion digo, lo firmé de mi nombre, Cabeza de Vaca.-Estaba firinada de su nombre, y con el escudo de sus armas, la Relacion donde este se sacó.

CAPITULO XXXVIII.

De lo que suscedió á los demás que entraron en las Indias. Pues he hecho relacion de todo lo susodicho en el viaje, y entrada y salida de la tierra, basta volver á estos reinos, quiero asimismo hacer memoria y relacion de lo que hicieron los navíos y la gente que en ellos quedó, de lo cual no he hecho memoria en lo dicho atrás, porque nunca tuvimos noticia de ellos hasta después de salidos, que hallamos mucha gente de ellos en la NuevaEspaña, y otros acá en Castilla, de quien supimos el suceso y todo el fin de ello de qué manera pasó, después que dejamos los tres navíos, porque el otro era ya perdido en la costa Brava; los cuales quedaban á mucho peligro, y quedaban en ellos hasta cien personas con pocos mantenimientos, entre los cuales quedaban diez mujeres casadas, y una de ellas habia dicho al Gobernador muchas cosas que le acaecieron en el viaje, antes que le suscediesen; y esta le dijo, cuando entraba por la tierra, que no entrase, porque ella creia que él ni ninguno de los que con él iban no saldrian de la tierra; y que si alguno saliese, que haria Dios por él muy grandes milagros; pero creia que fuesen pocos Tos que escapasen ó no ningunos ; y el Gobernador entonces le respondió que él y todos los que con él entraban, iban á pelear y conquistar muchas y muy extrañas gentes y tierras; y que tenia por muy cierto que conquistándolas habian de morir muchos; pero aquellos que quedasen serian de buena ventura y quedarian muy ricos, por la noticia que él tenia de la riqueza que en aquella tierra habia; y díjole mas, que le rogaba que ella le dijese las cosas que habia dicho pasadas y pre

sentes, quién se las habia dicho. Ella le respondió, y dijo que en Castilla una mora de Hornachos se lo habia dicho, lo cual antes que partiésemos de Castilla nos lo habia á nosotros dicho, y nos habia suscedido todo el viaje de la misma manera que ella nos habia dicho. Y después de haber dejado el Gobernador por su teniente, y capitan de todos los navíos y gente que allí dejaba, á Carvallo, natural de Cuenca de Huete, nosotros nos partimos de ellos, dejándoles el Gobernador mandado que luego en todas maneras se recogiesen todos á los navíos, y siguiesen su viaje derecho la via del Pánuco, y yendo siempre costeando la costa y buscando lo mejor que ellos pudiesen el puerto, para que en hallándolo parasen en él y nos esperasen. En aquel tiempo que ellos se recogian en los navíos, dicen que aquellas personas que allí estaban vieron y oyeron todos muy claramente cómo aquella mujer dijo á las otras que, pues sus maridos entraban por la tierra adentro y ponian sus personas en tan gran peligro, no hiciesen en ninguna manera cuenta de ellos; y que luego mirasen con quién se habian de casar, porque ella así lo habia de hacer, y así lo hizo; que ella y las demás se casaron y amancebaron con los que quedaron en los navíos; y después de partidos de allí los navíos, hicieron vela y siguieron su viaje, y no hallaron el puerto adelante, y volvieron atrás; y cinco leguas mas abajo de donde habiamos desembarcado, hallaron el puerto, que entraba siete ó ocho leguas la tierra adentro, y era el mismo que nosotros habiamos descubierto, adonde hallamos las cajas de Castilla que atrás se ha dicho, á do estaban los cuerpos de los hombres muertos, los cuales eran cristianos; y en este puerto y esta costa anduvieron los tres navíos y el otro que vino de la Habana y el bergantin, buscándonos cerca de un año; y como no nos hallaron, fuéronse á la Nueva-España. Este puerto que decimos es el mejor del mundo, y entra la tierra adentro siete ó ocho leguas, y tiene seis brazas á la entrada y cerca de tierra tiene cinco, y es lama el suelo de él, y no hay mar dentro ni tormenta brava, que como los navíos que cabrán en él son muchos, tiene muy gran cantidad de pescado. Está cien leguas de la Habana, que es un pueblo de cristianos en Cuba, y está á norte sur con este pueblo, y aquí reinan las brisas siempre, y van y vienen de una parte á otra en cuatro dias, porque los navíos vau y vienen á cuartel.

Y pues he dado relacion de los navíos, será bien que diga quién son, y de qué lugar de estos reinos, los que nuestro Señor fué servido de escapar de estos trabajos. El primero es Alonso del Castillo Maldonado, natural de Salamanca, hijo del doctor Castillo y de doña Aldonza Maldonado. El segundo es Andrés Dorantes, hijo de Pablo Dorantes, natural de Béjar y vecino de Gibraleon. El tercero es Alvar Núñez Cabeza de Vaca, bijo de Francisco de Vera y nieto de Pedro de Vera, el que ganó á Canaria, y su madre se llamaba doña Teresa Cabeza de Vaca, natural de Jerez de la Frontera. El cuarto se llama Estebanico; es negro alúrabe, natural de Azamor.

COMENTARIOS

DE

ALVAR NUÑEZ CABEZA DE VACA,

ADELANTADO Y GOBERNADOR DEL RIO DE LA PLATA.

CAPITULO PRIMERO.

De los comentarios de Alvar Nuñez Cabeza de Vaca. Después que Dios nuestro Señor fué servido de sacar á Alvar Nuñez Cabeza de Vaca del captiverio y trabajos que tuvo diez años en la Florida, vino á estos reinos en el año del Señor de 1537, donde estuvo hasta el año de 40, en el cual vinieron á esta corte de su majestad personas del rio de la Plata á dar cuenta á su majestad del suceso de la armada que allí habia enviado don Pedro de Mendoza, y de los trabajos en que estaban los que de ellos escaparon, y á le suplicar fuese servido de los proveer y socorrer, antes que todos peresciesen (porque ya quedaban pocos de ellos). Y sabido por su majestad, mandó que se tomase cierto asiento y capitulacion con Alvar Nuñez Cabeza de Vaca, para que fuese á socorrellos; el cual asiento y capitulacion se efectuó, mediante que el dicho Cabeza de Vaca se ofresció de los ir á socorrer, y que gastaria en la jornada y socorro que asi habia de hacer en caballos, armas, ropas y bastimentos y otras cosas, ocho mil ducados, y por la capitulacion y asiento que con su majestad tomó, le hizo merced de la gobernacion y de la capitanía general de aquella tierra y provincia, con título de adelantado de ella; y asimesmo le hizo merced del dozavo de todo lo que en la tierra y provincia se hobiese y lo que en ella entrase y saliese, con tanto que el dicho Alvar Nuñez gastase en la jornada los dichos ocho mil ducados; y así, él, en cumplimiento del asiento que con su majestad se hizo, se partió luego á Sevilla, para poner en obra lo capitulado y proveerse para el dicho socorro y armada; y para ello mercó dos naos y una carabela para con otra que le esperaba en Canaria; la una nao de estas era nueva del primer viaje, y era de trecientos y cincuenta toneles, y la otra era de ciento y cincuenta; los cuales navios aderezó muy bien y pro

veyó de muchos bastimentos y pilotos y marineros, y hizo cuatrocientos soldados bien aderezados, cual convenia para el socorro; y todos los que se ofrecieron á ir en la jornada llevaron las armas dobladas. Estuvo en mercar y proveer los navíos desde el mes de mayo hasta en fin de septiembre, y estuvieron prestos para poder navegar, y con tiempos contrarios estuvo detenido en la ciudad de Cádiz desde en fin de septiembre hasta 2 de noviembre, que se embarcó y hizo su viaje, y en nueve dias llegó á la isla de la Palma, á do desembarcó con toda la gente, y estuvo allí veinte y cinco dias esperando tiempo para seguir su cam no, y al cabo de ellos se embarcó para Cabo-Verde, y en el camino la nao capitana hizo un agua muy grande, y fué tal, que subió dentro en el navío doce palmos en alto, y se mojaron y perdieron mas de quinientos quintales de bizcocho, y se perdió mucho aceite y otros bastimentos; lo cual los puso en mucho trabajo; y así, fueron con ella dando siempre á la bomba de dia y de noche, hasta que llegaron á la isla de Santiago (que es una de las islas de Cabo-Verde), y allí desembarcaron y sacaron los caballos en tierra, porque se refrescasen y descausasen del trabajo que hasta allí habian traido y tambien porque se habia de descargar la nao para remediar el agua que hacia; y descargada, el maestre de ella la estancó (porque era el mejor buzo que habia en España). Vinieron desde la Palma hasta esta isla de Cabo-Verde en diez dias; que hay de la una á la otra trecientas leguas. En esta isla hay muy mal puerto, porque á do surgen y echan las anclas hay abajo muchas peñas, las cuales roen los cabos que llevan atadas las anclas, y cuando las van á sacar quédanse allá las anclas; y por esto dicen los marineros que aquel puerto tiene muchos ratones, porque les roen los cabos que llevan las aulas; y por esto es muy peligroso puerto para los navíos que allí están, si les toma alguna tormenta. Esta isla es vi

el galeon, después de haberles saludado, nos preguntó el capitan Diego de Silveira que de dónde veniamos y qué mercadería traiamos; y le respondimos que veniamos de la Nueva-España y que traiamos plata y oro; y preguntónos qué tanto seria, el maestro le dijo que traeria trecientos mil castellanos. Respondió el capitan : Boa fee que venis muito ricos, pero tracedes muy ruin navio y muito ruin artilleria, ò fi de puta can, à renegado frances, y que bon bocado perdeo, vota Deus. Ora sus pois vos abedes escapado, seguime, y non vos apartedes de mi, que con ayuda de Deus, eu vos porné en Castela. Y dende á poco volvieron las carabelas que habian seguido tras el francés, porque les paresció que andaba mucho, y por no dejar el armada, que iba en guarda de tres naos que venian cargadas de especería; y así llegamos á la isla Tercera, donde estuvimos reposando quince dias, tomando refresco y esperando otra nao que venia cargada de la India, que era de la conserva de las tres naos que traia el armada; y pasados Jos quince dias, nos partimos de allí con el armada, y llegamos al puerto de Lisbona á 9 de agosto, víspera de señor sant Laurencio, año de 1537 años. Y porque es así la verdad, como arriba en esta Relacion digo, lo firmé de mi nombre, Cabeza de Vaca.-Estaba firınada de su nombre, y con el escudo de sus armas, la Relacion donde este se sacó.

CAPITULO XXXVIII.

De lo que suscedió á los demás que entraron en las Indias. Pues he hecho relacion de todo lo susodicho en el viaje, y entrada y salida de la tierra, basta volver á estos reinos, quiero asimismo hacer memoria y relacion de lo que hicieron los navíos y la gente que en ellos quedó, de lo cual no he hecho memoria en lo dicho atrás, porque nunca tuvimos noticia de ellos hasta después de salidos, que hallamos mucha gente de ellos en la NuevaEspaña, y otros acá en Castilla, de quien supimos el suceso y todo el fin de ello de qué manera pasó, después que dejamos los tres navíos, porque el otro era ya perdido en la costa Brava; los cuales quedaban á mucho peligro, y quedaban en ellos hasta cien personas con pocos mantenimientos, entre los cuales quedaban diez mujeres casadas, y una de ellas habia dicho al Gobernador muchas cosas que le acaecieron en el viaje, antes que le suscediesen; y esta le dijo, cuando entraba por la tierra, que no entrase, porque ella creia que él ni ninguno de los que con él iban no saldrian de la tierra; y que si alguno saliese, que haria Dios por él muy grandes milagros; pero creia que fuesen pocos los que escapasen ó no ningunos ; y el Gobernador entonces le respondió que él y todos los que con él entraban, iban á pelear y conquistar muchas y muy extrañas gentes y tierras; y que tenia por muy cierto que conquistándolas habian de morir muchos; pero aquellos que quedasen serian de buena ventura y quedarian muy ricos, por la noticia que él tenia de la riqueza que en aquella tierra habia; y dijole mas, que le rogaba que ella le dijese las cosas que habia dicho pasadas y pre

sentes, quién se las habia dicho. Ella le respoti dijo que en Castilla una mora de Hornachos se lo !. dicho, lo cual antes que partiésemos de Castila t habia á nosotros dicho, y nos habia suscedido t viaje de la misma manera que ella nos habia d después de haber dejado el Gobernador por sote y capitan de todos los navíos y gente que all d Carvallo, natural de Cuenca de Huete, nosotros. partimos de ellos, dejándoles el Gobernador " que luego en todas maneras se recogiesen tod navíos, y siguiesen su viaje derecho la via del F y yendo siempre costeando la costa y buscaad) = jor que ellos pudiesen el puerto, para que en bu parasen en él y nos esperasen. En aquel tier ellos se recogian en los navíos, dicen que aque sonas que allí estaban vieron y oyeron todes. ramente cómo aquella mujer dijo à las otras qu sus maridos entraban por la tierra adentro y se sus personas en tan gran peligro, no hiciesen es na manera cuenta de ellos; y que luego min quién se habian de casar, porque ella así lo hacer, y así lo hizo; que ella y las demás se cas amancebaron con los que quedaron en los después de partidos de allí los navíos, hicierea e siguieron su viaje, y no hallaron el puerto adtk: volvieron atrás; y cinco leguas mas abajo de dar la d biamos desembarcado, hallaron el puerto, qu siete ó ocho leguas la tierra adentro, y era es que nosotros habiamos descubierto, adonde las cajas de Castilla que atrás se ha dicho, á k ban los cuerpos de los hombres muertos, in eran cristianos; y en este puerto y esta cosa ron los tres navíos y el otro que vino de la Habony bergantin, buscándonos cerca de un añɔ; șca nos hallaron, fuéronse á la Nueva-España. Estr que decimos es el mejor del mundo, y entra adentro siete ó ocho leguas, y tiene seis bramb trada y cerca de tierra tiene cinco, y es lum de de él, y no hay mar dentro ni tormenta brava, mo los navíos que cabrán en él son muchas, gran cantidad de pescado. Está cien leguas de Wi na, que es un pueblo de cristianos en Cula, norte sur con este pueblo, y aquí reinan las tra pre, y van y vienen de una parte á otra enclena porque los navíos vau y vienen á cuartel.

Y pues he dado relacion de los navios, serà tam diga quién son, y de qué lugar de estos re on. nuestro Señor fué servido de escapar de estas c El primero es Alonso del Castillo Maldini, de Salamanca, hijo del doctor Castillo y de dom za Maldonado. El segundo es Andrés Dorastes Pablo. Dorantes, natural de Béjar y vecino d leon. El tercero es Alvar Núñez Cabeza da Vw?) de Francisco de Vera y nieto de Pedro de Varz, ganó á Canaria, y su madre se llamada a Cabeza de Vaca, natural de Jerez de la Pr cuarto se llama Estebanico; es negro aliram de Azamor.

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ciosa y muy enferma de verano; tanto, que la mayor parte de los que allí desembarcan se mueren en pocos dia's allí estén; y el armada estuvo allí veinte y cinque co dias, en los cuales no se murió ningun hombre de ella, y de esto se espantaron los de la tierra, y lo tuvieron por gran maravilla; y los vecinos de aquella isla les hicieron muy buen acogimiento, y ella es muy rica y tiene muchos doblones mas que reales, los cuales les dan los que van á mercar los negros para las Indias, y les daban cada doblon por veinte reales.

CAPITULO II.

sin

De cómo partimos de la isla de Cabo-Verde. Remediada el agua de la nao capitana, y proveidas las cosas necesarias de agua y carne y otras cosas, nos enbarcamos en seguimiento de nuestro viaje, y pasamos la línea Equinocial; y yendo navegando requerió el maestre el agua que llevaba la nao capitana, y de cien botas que metió no halló mas de tres, y habiau de beber de ellas cuatrocientos hombres y treinta caballos. Y vista la necesidad tan grande, el Gobernador mandó que tomase la tierra, y fueron tres dias en demanda de ella; y al cuarto dia, un hora antes que amaneciese acaesció una cosa admirable, y porque no es fuera de propósito, la porné aquí, y es que yendo con los navíos á dar en tierra en unas peñas muy altas, que lo viese ni sintiese ninguna persona de los que venian en los navíos, comenzó á cantar un grillo, el cual metió en la nao en Cádiz un soldado que venia malo con deseo de oir la música del grillo, y habia dos meses y medio que navegábamos y no lo habiamos oido ni sentido, de lo cual el que lo metió venia muy enojado, y como aquella mañana sintió la tierra, comenzó á cantar, y á la música de él recordó toda la gente de la nao y vieron las peñas, que estaban un tiro de ballesta de la nao, y comenzaron á dar voces para que echasen anclas, porque íbamos al través á dar en las peñas; y así, las echaron, y fueron causa que no nos perdiésemos; que es cierto, si el grillo no cantara nos ahogáramos cuatrocientos hombres y treinta caballos; y entre todos se tuvo por milagro que Dios hizo por nosotros; y de ahí en adelante, yendo navegando por mas de cien leguas por luengo de costa, siempre todas las noches el grillo nos daba su música; y así, con ella llegó el armada á un puerto que se llamaba la Cananea, que está pasado el Cabo Frio, que estará en veinte y cuatro grados de altura. Es buen puerto; tiene unas islas á la boca de él; es limpio, y tiene once brazas de hondo. Aquí tomó el Gobernador la posesion de él por su majestad; y después de tomada, partió de allí, y pasó por el rio y bahía que dicen de San Francisco, el cual está veinte y cinco leguas de la Cananea, y de allí fué el armada á desembarcar en la isla de Santa Catalina, que está veinte y cinco leguas del rio de San Francisco, y llegó á la isla de Santa Catalina con hartos trabajos y fortunas que por el camino pasó, y llegó allí á 29 dias del mes de marzo de 1541. Está la isla de Santa Catalina en veinte y ocho grados de altura escasos.

CAPITULO III.

Que trata de cómo el Gobernador llegó con su armada á la isla de Santa Catalina, que es en el Brasil, y desembarcó allí con su armada.

Llegado que hobo el Gobernador con su armada á la isla de Santa Catalina, mandó desembarcar toda la gente que consigo llevaba, y veinte y seis caballos que escaparon de la mar, de los cuarenta y seis que en España embarcó, para que en tierra se reformasen de los trabajos que habian recebido con la larga navegacion, y para tomar lengua y informarse de los indios naturales de aquella tierra, porque por veutura acaso podrian saber del estado en que estaba la gente española que iban á socorrer, que residia en la provincia del Rio de la Plata; y dió á entender á los indios cómo iba por mandado de su majestad á hacer el socorro, y tomó posesion de ella en nombre y por su majestad, y asimismo del puerto que se dice de la Cananea, que está en la costa del Brasil, en veinte y cinco grados, poco mas ó menos. Está este puerto cincuenta leguas de la isla de Santa Catalina; y en todo el tiempo que el Gobernador estuvo en la isla, á los indios naturales de ella y de otras partes de la costa del Brasil (vasallos de su majestad) les hizo muy buenos tratamientos; y de estos indios tuvo aviso cómo catorce leguas de la isla, donde dicen el Biaza, estaban dos frailes franciscos, llamados el uno fray Bernaldo de Armenta, natural de Córdoba, y el ctro fray Alonso Lebron, natural de la Gran Canaria; y dende á pocos dias estos frailes se vinieron donde el Gobernador y su gente estaban muy escandalizados y atemorizados de los indios de la tierra, que los querian matar, á causa de haberles quemado ciertas casas de indios, y por razon de ello habian muerto à dos cristianos que en aquella tierra vivian; y bien informado el Gobernador del caso, procuró sosegar y pacificar los indios, y recogió los frailes, y puso paz entre ellos, y les encargó á los frailes tuviesen cargo de doctrinar los indios de aquella tierra y isla.

CAPITULO IV.

De cómo vinieron nueve cristianos á la isla.

Y prosiguiendo el Gobernador en el socorro de los españoles, por el mes de mayo del año de 1541 envió una carabela con Felipe de Cáceres, contador de vuestra majestad, para que entrase por el rio que dicen de la Plata á visitar el pueblo que don Pedro de Mendoza allí fundó, que se llama Buenos-Aires; y porque á aquella sazon era invierno y tiempo contrario para la navegacion del rio, no pudo entrar, y se volvió á la isla de Santa Catalina, donde estaba el Gobernador, y alli vinieron nueve cristianos españoles, los cuales vinieron en un batel huyendo del pueblo de Buenos-Aires, por los malos tratamientos que les hacian los capitanes que residian en la provincia, de los cuales se informó del estado en que estaban los españoles que en aquella tierra residian, y le dijeron que el pueblo de BuenosAires estaba poblado y reformado de gente y bastimentos, y que Juan de Ayolas, á quien don Pedro de Mendoza habia enviado á descubrir la tierra y poblaciones de aquella provincia, al tiempo que volvia del descu→ brimiento, viniéndose á recoger á ciertos bergantines

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