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diarle; pero que prometía, dándole Dios salud, de lo hacer muy presto y con más compañeros. Entre tanto, que perdonase y rescibiese por su amor y remembranza tres hachas de hierro y otras cosillas de vidrio, lana y cuero. Los indios se fueron muy ufanos con tales dádivas a su lugar, y los españoles con sus patenas de oro, que pesaban catorce libras, al de Pocorosa, donde tuvieron qué comer y qué llevar para el camino. Hizo Balboa amistad con él, y rescatóle hasta quince marcos de oro y ciertos esclavos por algunas cosillas de mercería. Dejó con Pocorosa los españoles dolientes y flacos, porque tenían de pasar por tierra de Tumanamá, de cuya riqueza y valentía les dijera don Carlos Panquiaco. Habló a sesenta que sanos estaban y recios, animándolos al camino y guerra que con él esperaban. Ellos respondieron que fuese, y vería lo que harían. Anduvieron jornada de dos días en uno, por no ser barruntados, llevando buenas guías, que les dió Pocorosa. Saltearon al primer sueño la casa del Tumanamá. Tomáronle preso con dos bardajas y ochenta mujeres de entrambas sillas. Pudieron hacer tal salto por llegar callados y por estar las casas del lugar apartadas unas de otras. Tantas y más querellas tuvo Balboa de Tumanamá como de Pacra, y tan contra natura, aunque no tan públicamente vivía con hombres y mujeres el uno como el otro. Reprehendióle ásperamente, amenazólo mucho, hizo como que lo quería ahogar en el río; empero todo era fingido, por contentar a los querellantes y sacarle su tesoro; que más le quería vivo y amigo que muerto. Tumanamá estuvo recio, y ni declaró minas ni tesoro, o porque no las sabía, o porque no le tomasen su tierra a causa dellas. Estuvo también muy halagüeño, haciendo regalos a Balboa y a todos, y dióles cien marcos de oro en muchas joyas y tazas. Estando en esto, llegaron los españoles que con Pocorosa quedaran, y tuvieron todos muy alegre Navidad. Salieron a mirar si verían algún rastro de minas, y ha

llaron en un collado señales de oro. Cavaron dos palmos, cernieron la tierra, y parescieron unos granillos de oro como neguilla (1) y lentejas. Hicieron la mesma experiencia en otros cabos, y también hallaron oro; que no poco ledos fueron en ver que tan somero estaba aquel metal amarillo. En todo salió verdadero Panquiaco, sino que Tumanamá estaba desta parte de las sierras, y no de la otra. Dió Tumanamá un hijo a Balboa, que se criase entre españoles y aprendiese sus costumbres, lengua y religión; y por perpetuar con ellos amistad, tomáronle, según dicen algunos, mucha cantidad de oro y mujeres por fuerza, y viniéronse a Comagre. Los indios trajeron en hombros a Balboa, que cayó malo de calenturas, y a otros españoles enfermos. Era señor don Carlos Panquiaco, y proveyólos muy bien, y dioles a la partida veinte libras de oro en joyas de mujer. Pasaron por Ponca y entraron en la Antigua del Darién, a 19 de enero, año de 14.

ya

LXV

Balboa hecho adelantado de la mar del Sur.

Fué rescebido Vasco Núñez de Balboa con procesión y alegrías, por haber descubierto la mar del Sur y traer muchos dineros y perlas. El se holgó infinito por hallarlos buenos, bien proveídos y acrecentados en número; que a la fama acudían allí cada día de Santo Domingo. Tardó en ir y venir y en hacer cuanto digo, aunque sumariamente, cuatro meses y medio. Pasó mu

(1) Es neguilla la simiente de la planta neguilla o neguillón (Agrostemma Githago L.), que crece en los sembrados. La semilla, negra y áspera, produce-mezclada en la molienda con el trigotrastornos gástricos. (Nota D.)

chos trabajos y hambre. Trajo, sin las perlas, más de cien mil castellanos de buen oro, y esperanza, tornando allá, de haber la mayor riqueza que nunca los nascidos vieron; y con esto estaba tan ufano como animoso. Dejó muchos señores y pueblos en gracia y servicio del rey, que no fué poco. No le mataron español en batalla que hubiese, y hubo muchas, y todas las venció; que no hizo tal ningún romano. Nunca lo hirieron; que atribuyó él mesmo a milagro y a las muchas rogativas y votos que hacía. La gente que halló andaba en cueros, si no eran señores, cortesanos y mujeres. Comen poco, beben agua, aunque tienen vinos, no de uvas; no usan mesa ni manteles, salvo los reyes. Los otros alimpianse los dedos a la punta del pie o al muslo, y aun a los compañones, y cuando mucho a un trapo de algodón; pero con todo esto andan limpios, porque se bañan muy a menudo cada día. Son viciosos de la carnalidad, y hay putos. Es la tierra pobre de mantenimientos y riquísima de oro, por lo cual fué dicha Castilla de Oro. Cogen dos y tres veces al año maíz, y por esto no lo engraneran. Repartió Balboa el oro entre sus compañeros, después de quintado para el rey; y como era mucho, alcanzó a todos y aun más de quinientos castellanos a Leoncillo, perro, hijo de Becerrillo (1) el del Boriquén, que ganaba más que arcabucero para su amo Balboa; pero bien lo merescía, según peleaba con los indios. Despachó luego para Castilla en una nao a un Arbolancha de Balboa con cartas para el rey y para los que entendían en el gobierno de las Indias, y con una muy larga y devota relación de lo que tenía hecho, y con veinte mil castellanos del quinto, y docientas perlas finas y crescidas; y porque viesen en España la grandeza de las conchas donde se crían las perlas, envió algunas muy grandes. Envió asimesmo el cuero de un tigre macho, atestado de paja, para mostrar la fiereza

(1) Véase página 96.

de algún animal de aquella tierra. Tomaron este tigre los del Antigua en una hoya o barranca, hecha en el camino por do venía, que no tuvieron otra mejor maña. Había comido muchos puercos dentro el pueblo, ovejas, vacas, yeguas, y aun los perros que las guardaban. Cayó en el hoyo y lazo. Daba unos aullidos terribles. Quebraba con las manos y boca cuantas lanzas y palos le arrojaban. En fin, murió de arcabuz. Desolláronlo cerrado, y comiéronselo, no sé si por necesidad, ni si por deleite. Parecía la carne de vaca, y era de buen sabor. Fueron por el rastro al cubil do criaba. No hallaron la hembra, sino dos cachorrillos, que ataron con cadenas de hierro por el pescuezo, para llevar al rey después de criados. Mas cuando tornaron por ellos no estaban allí, y estaban las cadenas como las dejaron, de que mucho se maravillaron; porque sacar las cabezas sin soltar las argollas parescía imposible, y despedazarlos la madre, increíble. Holgó mucho el Rey Católico con la carta, quinto, presente y relación de la mar Austral, que tanto la deseaban. Revocó la sentencia dada contra Balboa, e hízolo adelantado del mesmo mar del Sur.

LXVI

Muerte de Balboa.

Hizo el rey don Fernando gobernador de Castilla de Oro a Pedrarias de Avila, el justador, natural de Segovia, por acuerdo del Consejo de Indias; ca demandaban los españoles del Darién justicia y capitán que tuviese poder y cédula real, y era también necesario para poblar y convertir aquella tierra. Estaba entonces Balboa infamado y aborrecido por la información y quejas del bachiller Enciso, aunque lo abonaba cuanto podía Zamudio, procurador del Darién; y to

dos en España estaban mal con aquella tierra de Veragua y Urabá, por haber muerto en ella cerca de mil y quinientos españoles que fueron con Diego de Nicuesa, Alonso de Hojeda, Martín Fernández de Enciso, Rodrigo de Colmenares y otros. Mas, empero, con la venida y dicho de Juan de Quicedo y del mesmo Colmenares fué Balboa muy alabado, y la tierra deseada; y hubo muchos principales caballeros que pidieron al rey aquella gobernación y conquista; y si no fuera por Juan Rodríguez de Fonseca, obispo de Burgos, presidente de Indias, la quitaran al Pedrarias y la dieran a otro. Y certísimo la dieran al Vasco Núñez de Balboa si un poco antes llegara a la corte Arbolancha. Dió, pues, el rey a Pedrarias muy cumplidos y lleneros poderes; pagó las naos en que llevase mil hombres que pedía Balboa. Mandóle guardar la instrucción de Hojeda y Nicuesa. Entre muchas cosas otras que le encargó, fué la conversión y buen tratamiento de los indios; que no pasase letrados ni consintiese pleitos; que requiriese mucho y solemnemente a los indios con la paz y amistad antes de hacerles guerra; que siempre diese parte de lo que hubiese de hacer al obispo, clérigos y frailes que llevaba. Iba por obispo de la Antigua del Darién Juan Cabedo, fraile francisco, predicador del rey, que fué el primer perlado de tierra firme de Indias y Mundo Nuevo. Partió Pedrarias de Sanlúcar de Barrameda a 14 de mayo del año de 14, con diez y siete naves y mil y quinientos españoles, los mil y docientos a costa del rey. Si pudieran caber en ellas, se fueran con él otros mil: tanta gente acudió al nombre de Castilla de Oro. Llevó a su mujer doña Isabel de Bobadilla, y por piloto a Juan Vespucio, florentino, y a Juan Serrano, que había estado ya en Cartagena y Urabá. Llegó a salvamento con toda su armada al Darién a 21 de junio. Salió Balboa una legua a rescibirlo con todos los españoles, cantando Te Deum laudamus. Hospedóle, contóle cuanto

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