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392925-C.

bibliográfico-histórico

DE LOS

ANTIGUOS REINOS, PROVINCIAS,

CIUDADES, VILLAS, IGLESIAS Y SANTUARIOS

DE ESPAÑA,

POR DON TOMAS MUÑOZ Y ROMERO,

Catedrático de la Escuela superior de Diplomática.

OBRA PREMIADA POR LA BIBLIOTECA NACIONAL

en el concurso público de enero de 1858,

É IMPRESA Á EXPENSAS DEL GOBIERNO.

MADRID,

IMPRENTA Y ESTEREOTIPIA DE M. RIVADENEYRA,

calle de la Madera baja, núm. 8.

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1858.

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Las historias particulares de nuestras villas y ciudades, iglesias y monasterios, son un género de literatura tan rico, que ninguna nacion en él nos aventajara, si su bondad correspondiese al número. Desde los tiempos antiguos se desenvuelven de la misma manera que nuestras historias generales: adoptando la forma de anales breves ó cronicones. Desde el siglo xi empiezan á tomar la de crónicas, sin abandonar el género fácil y sencillo de los anales. En la narracion de los sucesos nótase ya en el segundo período gracia y aun belleza, se mezclan la verdad y la fábula con las tradiciones populares, y si aquellos son contemporáneos, los historiadores suelen ser minuciosos y verdaderos, si bien alguna vez no les deja penetrar la verdad de los hechos la fe, el entusiasmo, la indignacion ó el espíritu de bandería, de que se hallan poseidos. Despues del renacimiento de las letras empiezan los escritores á investigar la antigüedad, los nuevos estudios hacen que renazca la crítica, y los buenos modelos el gusto literario; entonces los trabajos históricos reciben la forma clásica y mérecen justamente el nombre de historias.

Este próspero estado tenian cuando, aun no muy entrado el siglo xvu, un triste y vergonzoso suceso, la aparicion de los falsos crónicones, vino á encaminar los estudios históricos por rumbos desconocidos, que de semejante género de literatura hicieron el mas rico, pero tambien el mas despreciable de todos.

¿Cómo pudieron prevalecer, preguntarán algunos, las fábulas de estos fingidos anales? ¿Habia desaparecido de España la crítica y hasta el buen sentido? No; pero sus forjadores impusieron silencio á muchos de los sábios que aun existian, excitando el celo religioso de la multitud y halagando al clero y á los pueblos. ¿Quién iba á combatir lo que á tantos lisonjeaba? Por el contrario, gunos que podian defender con honra los fueros de la verdad, y salvar á la nacion del ludibrio de que fué objeto por su necia credulidad eran cabalmente los mismos que los fingian y los mismos que salian á su defensa. El docto huma

al

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