Romances históricos de D. Angel de Saavedra

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V. de Lalama, 1841 - 470 páginas
 

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Página 257 - Pavía a un tiempo se le recuerdan. En el sillón asentado, y el codo sobre la mesa, al personaje recibe, que comedido se acerca. Grave el conde le saluda con una rodilla en tierra, mas como grande del Reino sin descubrir la cabeza. El emperador, benigno, que alce del suelo le ordena, y la plática difícil con sagacidad empieza. Y entre severo y afable, al cabo le manifiesta que es el que a Borbón aloje voluntad suya resuelta.
Página 253 - Y un primoroso mosquero; Y con la siniestra halaga De un mastín muy corpulento, Blanco y las orejas rubias, El ancho y carnoso cuello. Con el Condestable insigne, Apaciguador del reino, De los pasados disturbios Acaso está discurriendo...
Página 254 - En la antecámara suena rumor impensado luego, ábrese al fin la mampara y entra el de Borbón soberbio, con el semblante de azufre y con los ojos de fuego, bramando de ira y de rabia que enfrena mal el respeto; y con balbuciente lengua, y con mal borrado ceño, acusa al de Benavente, un desagravio pidiendo. Del español Condestable latió con orgullo el pecho, ufano de la entereza de su esclarecido deudo.
Página 257 - Golpe de honor y de aviso de que en el alcázar entra un Grande, a quien se le debe todo honor y reverencia. Al llegar a la antesala, los pajes que están en ella con respeto le saludan abriendo las anchas puertas. Con grave paso entra el conde sin que otro aviso preceda, salones atravesando hasta la cámara regia. Pensativo está el Monarca, discurriendo como pueda componer aquel disturbio sin hacer a nadie ofensa. Mucho al de Borbón le debe, aun mucho más de él espera, y al de Benavente mucho...
Página xvi - Se asegura en ella que aunque venga á escribirle el mismo Apolo no le puede quitar ni la medida, ni el corte, ni el ritmo, ni el aire, ni el sonsonete de jácara.
Página 251 - España ostenta y el águila del imperio, de pie estaba Carlos quinto, que en España era primero, con gallardo y noble talle, con noble y tranquilo aspecto. De brocado de oro y blanco viste tabardo tudesco; de rubias martas orlado, y desabrochado y suelto, dejando ver un justillo de raso jalde, cubierto con primorosos bordados y costosos sobrepuestos; y la excelsa y noble insignia del Toisón de oro, pendiendo de una preciosa cadena en la mitad de su pecho. Un birrete de velludo...
Página 251 - En una anchurosa cuadra' del Alcázar de Toledo, cuyas paredes adornan ricos tapices flamencos, al lado de una gran mesa, que cubre de terciopelo napolitano tapete con borlones de oro y flecos; ante un sillón de respaldo que entre bordado arabesco • los timbres de España ostentan y el águila del imperio...
Página 260 - Muy pocos días el Duque Hizo mansión en Toledo, Del noble Conde ocupando Los honrados aposentos. Y la noche en que el palacio Dejó vacío, partiendo Con su séquito y sus pajes Orgulloso y satisfecho, Turbó la apacible luna Un yapor blanco y espeso, Que de las altas techumbres Se iba elevando y creciendo.
Página 249 - Hola, hidalgos y escuderos De mi alcurnia y mi blasón, Mirad , como bien nacidos, De mi sangre y casa en pro. »Esas puertas se defiendan, Que no ha de entrar ¡vive Dios!
Página 340 - Caballero cortesano, Conde de Villamediana, De Madrid y España encanto Por su esclarecido ingenio, Por su generoso trato, Por su gallarda presencia, Por su discreción y fausto. Gran favor se le supone, Aunque secreto, en palacio, Pues susurran malas lenguas... Pero mejor es dejarlo. De todos y todas dicen, Y es poner puertas al campo, Querer de los maliciosos Sellar los ojos y labios. Valiente Villamediana, Cortas las riendas, y bajo Del rejoncillo el acero, Vase al toro paso a paso.

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