Imágenes de página
PDF
ePub

mos sobre la materia propuesta, en la cual se os ha dicho realmente lo que en vuestra ausencia pasaba y lo que queremos de vos.

VALDÉS. ¿Quereis que os diga la verdad? Aun con todo eso pienso que me burlais.

TORRES. Si no quereis creer á ellos, creedme á mí; que todo lo que os dicen es la pura verdad.

VALDÉS. Más quisiera que fuera la pura mentira; porque me parece cosa tan fuera de propósito esta que quereis, que apénas oso creeros.

MARCIO. Maravillome mucho que os parezca cosa tan extraña el hablar en la lengua que os es natural. Decidme: si las cartas de que os queremos demandar cuenta fueran latinas, ¿tuviérades por cosa fuera de propósito que os demandáramos cuenta dellas?

VALDÉS. No, que no la tuviera por tal.

MARCIO. ¿Por qué?

VALDÉS. Porque he aprendido la lengua latina por arte y libros, y la castellana por uso; de manera que de la latina podria dar cuenta por el arte y por los libros en que la aprendí, y de la castellana no, sino por el uso comun del hablar; por donde tengo razon de juzgar por cosa fuera de propósito que me querais demandar cuenta de lo que está fuera de

toda cuenta.

MARCIO. Si os demandásemos cuenta de lo que otros escriben de otra manera que vos, tendríades razon de excusaros; pero demandárosla de lo que vos escribís de otra manera que otros, con ninguna razon os podeis excusar.

VALDÉS. Cuando bien lo que decís sea así, no dejaré de excusarme, porque me parece cosa fuera de propósito que querais vosotros ahora que perdamos nuestro tiempo hablando en una cosa tan baja y plebeya como es punticos y primorcitos de lengua vulgar, cosa á mi ver tan ajena á vuestros ingenios y juicios, que por vuestra honra no quer

ría hablar en ella, cuando bien á mí me fuere muy sabrosa y apacible.

MARCIO. Pésame oiros decir eso. ¿Cómo? Y ¿paréceos que el Bembo perdió su tiempo en el libro que hizo sobre la lengua toscana?

VALDÉS. No soy tan diestro en la lengua toscana que pueda juzgar si lo ganó ó lo perdió. Séos decir que á muchos he oido decir que fué inútil cosa aquel su trabajo (1).

MARCIO. Los mismos que dicen eso, os prometo se aprovechan muchas veces desa que dicen cosa inútil; y hay muchos que son de contraria opinion, porque admiten y aprueban las razones que él da, por donde prueba que todos los hombres somos más obligados á ilustrar y enriquecer la lengua que nos es natural y que mamamos en las tetas de nuestras madres, que no la que nos es pegadiza y que aprendemos en libros. ¿No habeis leido lo que dice sobre esto?

VALDÉS. Sí que le he leido; pero no me parece todo uno. MARCIO. ¿Cómo no? ¿No teneis por tan elegante y tan gentil la lengua castellana como la toscana?

(1) La obra del Cardenal Bembo, á que se refiere el autor, es la publicada con el título de Prose, en 1525, empezada en 1502. Su objeto fué analizar y examinar la lengua italiana en sí misma y en las obras de los autores que la usaron. Fué tambien la primera y más importante en su época y en su género, y se distingue por su buen sentido, su erudicion y conocimiento del idioma italiano.

Sabido es que Pietro Bembo, nacido en 1470 y muerto en 1547, era hijo de una familia patricia de Venecia, que se dió á conocer temprano por su ingenio, y á quien favorecieron los duques de Ferrara y de Urbino, y Leon X y sus sucesores. Fué secretario de Leon X; Pablo III le nombró cardenal, y estuvo al frente de la Biblioteca de San Marcos de Venecia. Sus obras se publicaron en esta ciudad en 1729, en 4 vol. in folio, y comprenden poesías diversas en latin é italiano, gli Assolani ó Diálogos sobre el amor, una Historia de Venecia en latin y muchas cartas.

VALDÉS. Sí que la tengo; pero tambien la tengo por más vulgar, porque veo que la toscana está ilustrada y enriquecida por un Bocacio y un Petrarca, los cuales, siendo buenos letrados, no solamente se preciaron de escribir buenas cosas, pero procuraron de escribirlas con estilo muy propio y muy elegante; y como sabeis, la lengua castellana nunca ha tenido quien escriba en ella con tanto cuidado y miramiento cuanto sería menester para que hombre, queriendo dar cuenta, ó de lo que escribe diferente de los otros, ó reformar los abusos que hay hoy en ella, se pudiese aprovechar de su autoridad.

MARCIO. Cuanto más conoceis eso, tanto más os debríades avergonzar vosotros, que por vuestra negligencia hayais dejado y dejeis perder una lengua tan noble, tan entera, tan gentil y tan abundante.

VALDÉS. Vos teneis mucha razon; pero eso no toca á mí. MARCIO. ¿Cómo no? ¿Vos no sois castellano?

VALDÉS. Sí que lo soy.

MARCIO. Pues ¿por qué esto no toca á vos?

VALDÉS. Porque no soy tan letrado ni tan leido en cosas de ciencia cuanto otros castellanos, que muy largamente podrian hacer lo que vos quereis.

MARCIO. Pues ellos no lo hacen, y á vos no os falta habilidad para hacer, no os debríades excusar dello, pues cuando bien no hiciésedes otra cosa que despertar á otros á hacerlo, haríades harto; cuanto más que aquí no os rogamos que escribais, sino que hableis; y como sabeis, palabras y plumas el viento las lleva.

TORRES. No os hagais, por vuestra fe, tanto de rogar en una cosa que tan fácilmente podeis cumplir, cuanto más habiéndola prometido, y no teniendo causa justa con que excusaros; porque la que decís de autores que os faltan para defenderos no es bastante, pues sabeis que para la que llamais ortografía y para los vocablos os podeis servir de An

tonio de Lebrija, y para el estilo del libro de Amadis de Gaula.

VALDÉS. Sí por cierto; muy grande es el autoridad de esos dos para hacer fundamento en ella, y muy bien debeis haber mirado el vocabulario de Lebrija, pues decís eso.

TORRES. ¿Cómo? ¿No os contenta?

VALDÉS. ¿Por qué quereis que me contente? ¿Vos no veis que aunque Lebrija era muy docto en la lengua latina, que esto nadie se lo puede quitar, al fin no se puede negar que era andaluz, y no castellano, y que escribió aquel su vocabulario con tan poco cuidado, que parece haberlo escrito por burla? Si ya no quereis decir que hombres envidiosos, por afrentar al autor, han gastado el libro.

TORRES. En eso yo poco me entiendo; pero ¿en qué lo veis? VALDÉS. En que, dejando aparte la ortografia, en la cual muchas veces peca en la declaracion que hace de los vocablos castellanos, en los latinos se engaña tantas veces, que sois forzado á creer una de dos cosas: ó que no entendia la verdadera significacion del latin, y ésta es la que yo menos creo, ó que no alcanzaba la del castellano, y ésta podría ser, porque él era andaluz, adonde la lengua no está muy pura.

TORRES. Apenas puedo creer eso que me decís, porque á hombres muy señalados en letras he oido decir todo lo contrario.

VALDÉS. Si no lo quereis creer, id á mirarlo, y hallaréis que por aldeano, dice vicinus; por brío en costumbres, morositas; por cecear y ceceoso, balbutire y balbus; por lozano, lascivus; por maherir, deligere; por mozo para mandados, amanuensis; por mote ó motete, epigramina; por padrino de boda, paranymphus; por racion de palacio, sportula; por sabidor de lo suyo solamente, idiota; por villano, castellanus; y por rejalgar, aconitum. No os quiero decir más, porque sé que entendeis poco de la lengua latina, y porque me parece bastan estos vocablos para que, si los entendeis, creais que

los hombres de letras que decís no debian tener tantas como vos pensais, ó no lo debian haber mirado con tanta atencion como yo; y para que veais que no me puedo defender con el autoridad de Lebrija (1).

TORRES. Confieso que teneis razon.

VALDÉS. Es tanta, que si bien la entendiésedes, soy cierto me tendríades ántes por modesto en el notar poco, que por insolente en el reprender mucho; mas quiero que sepais que áun hay otra cosa por que no estoy bien con Lebrija en aquel vocabulario, y es ésta: que parece que no tuvo intento á poner todos los vocablos españoles, como fuera razon que hiciera, sino solamente aquellos para los cuales hallaba vocablos latinos ó griegos que los declarasen.

TORRES. Basta lo dicho; yo estaba muy engañado.

VALDÉS. Pues cuanto al autor de Amadis de Gaula, cuánta autoridad se le deba dar, podeis juzgar por esto que hallaréis, si mirais en ello, que en el estilo peca muchas veces con no sé qué frias afectaciones que le contentan, las cuales creo bien que se usaban en el tiempo que él escribió, y en tal caso no sería digno de reprension, ó quiso acomodar su estilo al tiempo que dice aconteció su historia, y esto sería

(1) Véase lo que dice Mayans en el párrafo 194 de sus Orígenes de la lengua española, defendiendo á Lebrija, y censurando enérgicamente la monomanía provincial y presuntuosa del autor del Diálogo de las lenguas contra él.

Á las razones alegadas por Mayans debemos añadir que harto hizo Lebrija con sus obras en una época en que comenzó verdaderamente entre nosotros el renacimiento del estudio del latin clásico. Su estudio, áun hoy muy incompleto, lo era más en aquella época, en que todo estaba por hacer, y en la cual no se habia trazado con mano firme y segura la diferencia que existe entre el latin clásico, que se habló y escribió por los verdaderos latinos, y el bárbaro, usado tanto tiempo por sus sucesores y herederos. Lebrija hizo mucho más de lo que podia exigirse al hombre más estudioso y diligente de su tiempo.

« AnteriorContinuar »