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Paez de Castro, Mosen Pedro Vallés, verdadero autor del libro de Refranes publicado en Zaragoza año 1549 (véanse los Dísticos Ad Lectorem, observando el Achróstico), el doctor Benito Arias Montano en unos apuntamientos manuscritos que se hallan en la librería del Escurial; Juan de Melo, toledano, que escribió Siete Centurias de adagios castellanos que merecieron la juiciosa aprobacion de Ambrosio

enseñar la medicina por medio de la experiencia y sabiduría popular, de la misma manera que Mal-Lara los empleó en enseñar la filosofía de la vida. Y finalmente, Cejudo, maestro de escuela de Valdepeñas, dió á luz en 1675 cerca de seis mil, con sus correspondientes proverbios latinos, rebuscados en donde pudo, y con explicaciones más juiciosas que sus predecesores.

>> Y sin embargo, aunque se hayan reunido tantos millares, quedan otros millares por publicar, sólo conocidos tradicionalmente por la clase más humilde de la sociedad, que les ha dado vida. Juan de Iriarte, hombre instruido, que estuvo cerca de cuarenta años al frente de la Biblioteca Real de Madrid, reunió, hácia la mitad del siglo XVIII, no ménos que veinte y cuatro mil, y sin embargo, no es de suponer que un solo individuo, por aplicado que sea, y viviendo en Madrid, pudiera agotarlas, puesto que existen en las provincias más bien que en Madrid, y se han extendido por todas partes entre el pueblo, y en todos los dialectos.

>>No es posible decir por qué razon los refranes abunden en España tan desproporcionalmente respecto de los demas pueblos de la cristiandad. Quizá los árabes, cuyo lenguaje es tambien rico en esta clase de adagios de la experiencia, hayan suministrado algunos, ó acaso la mayor parte provenga originalmente de la clase ménos ilustrada de la sociedad española. Pero, sea de esto lo que fuere, es indudable que constituyen con frecuencia uno de los adornos más agradables y característicos de la literatura nacional, y los que están más familiarizados con ellos, convendrán con el sabio autor del Diálogo de las lenguas, cuando dice y repite que los antiguos refranes nacionales son de lo más puro que ha producido el lenguaje castellano.» (Véanse ademas las notas de Ticknor en las páginas citadas, y las de Gayángos á la traduccion de esta obra.)

En las demas naciones existen tambien colecciones de proverbios, siendo las más antiguas la de Salomon entre los hebreos, y la de

de Morales, pero no han llegado á ver la pública luz; Blasco de Garay en sus dos Cartas en refranes, á las cuales van juntas otras dos de incierto autor; Juan Mal-lara en su Filosofia vulgar, su émulo Juan Sorapan dé Rieros en la Medicina española contenida en proverbios vulgares de nuestra lengua, á cuyas colecciones de refranes se pudieran añadir muchos millares más que se hallan esparcidos en varios libros, como en el Diálogo de las Lenguas, en la Vida de Don Quijote, en la comedia Eufrosina y en muchísimos otros; de suerte que entre otras obras de alguna útil invencion, me atreveria á disponer una filosofia moral muy cumplida (la Vulgar de Juan Mal-lara es muy pobre y no tiene artificio), compuesta toda de Refranes españoles, para cuyo fin tengo recogidos muchos millares de ellos. Los refranes, como no se afecten ni usen fuera de tiempo contra el decoro y gravedad de las personas y lugar, no son despreciables como algunos piensan, supuesto que Salomon, el hombre más sabio que ha tenido el mundo, inspirado por el Espíritu Santo, los alabó y autorizó en sumo grado. Despues de cuyo ejemplo es ocioso citar á otros, aunque grandes varones. Me contentaré con decir lo que San Sinesio (1)

Pilpai entre los indios. Galland publicó tambien el Panteha-trantra ó Dichos notables, agudezas y máximas de los orientales. Los poetas gnómicos de Grecia, como Theognis, Focílides, Pythagoras, Solon, Simonides, Cleantho, etc., cuyas obras publicó Brunck en 1784, los Dísticos de Caton, las Sentencias de Publio Syro entre los latinos son tambien colecciones de proverbios. Cornazzaro entre los italianos, Grater entre los holandeses y alemanes, Howell, Ray, Fielding y Kelly entre los ingleses, Leroux de Liney, A. J. Panckoueke, La Mesangère, Guttard y Gratet Duplessis entre los franceses, han publicado tambien obras curiosas sobre proverbios.

(1) Synesio, escritor griego nacido en Cyrene hácia 350, estudió en Alejandría y Athénas, y fué discípulo de la célebre Hypatia, nombrándole sus compatriotas embajador en Constantinopla cerca del Emperador Arcadio. Se casó hácia 403, y en 410, aunque rehusándolo

(In Calvitii Encomio), que los refranes son las reliquias de la filosofía antigua, y añadiré que conservan muchas costumbres, como se puede observar en la eruditísima carta que escribió Don Juan Lúcas Cortés, cuyo original me comunicó mi estrechísimo amigo Don Josef Bermudez, del Consejo del rey nuestro señor y su fiscal en la real Junta de Aposentos, ministro de gran entereza, dotrina y prudencia, y de exquisitísimo gusto en todo género de cosas que merecen aprecio. Tan grande número, pues, de refranes, de los cuales hay muchísimos que no se sabe que están escritos, manifiesta la abundancia de nuestra lengua, y contribuye mucho á la conservacion de muchas voces. Yo bien sé que los árabes tienen ochenta nombres para significar el leon, mil para la espada (Pocockius notis ad specimen Historiæ Arab., pág. 122), y desta suerte una multitud innumerable; pero fuera de que eso nace de la grande extension de su lengua, usándose en unas partes los vocablos que no se usan en otras, ¿de qué sirve esa abundancia sino de cargar de voces la memoria de los hombres, haciéndoles perder el tiempo en aprender las palabras que significan las circunstancias de las cosas, pudiéndole lograr en encomendar á la memoria las mismas cosas? Porque una vez que distingamos las principales especies de espada, como espadin, alfanje, estoque, cimitarra, montante y pocas más, ¿de qué sirve mayor número, pudiéndose explicar las otras diferencias por adjetivos, cuya significacion sabe cualquiera? Yo comparo esta abundancia á la de los sinónimos, que dado que los haya rigurosamente tales, sólo sirven para la variedad y armonía del decir, y aumentan el número de las

tenazmente, fué elegido obispo de Tolemaida. Sus obras principales, en las que intentó conciliar las doctrinas de Platon con el cristianismo, son: un Discurso á Arcadio sobre los deberes del Soberano; Dion, ó de la institucion propia; el Egipcio, ó de la Providencia; un tratado de Sueños, é Himnos religiosos.

voces, pero no de los vocablos. Y concediendo que la lengua arábiga sea la más copiosa de cuantas hay, la española, que tanto ha tomado de ella, por fuerza ha de ser muy abundante.

208 Esta abundancia mucho mejor se ve en la tradicion escrita que en la verbal, porque lo que una vez se escribe permanece despues muchos siglos ; y por eso la escritura hace que las lenguas sean en cierta manera inmortales. Vese esto en la lengua hebrea más antigua, que áun hoy se conserva en los sagrados libros. Tambien en la griega más antigua, conservada en Homero, Hesiodo y en otros autores antiquísimos, y últimamente en la arábiga, que se mantiene en el Alcorán de Mahoma. De la misma suerte, ¿cuántas voces conservan los antiguos libros españoles? Innumerables. Pero como los más sólo leen los libros modernos, ignoran mucho lo que se halla en los más antiguos.

209 Pero ¿por qué me detengo yo en hablar de la abundancia de vocablos que tiene la lengua española, cuando el ser y parecer abundante únicamente depende del uso y observacion? Quiero decir, que sólo puede juzgar una lengua por pobre de voces el que ha leido mucho en ella y no ha hallado abundancia, ó cuando se le ha ofrecido hablar, poseyendo la lengua con perfeccion, no ha sabido explicarse, lo cual apénas puede suceder á un hombre elocuente. Porque si se considera la facultad que hay de inventar voces nuevas cuando la necesidad las pide, podrá una lengua no ser abundante antecedentemente; pero no en el caso en que se haya de hablar, supuesto que no habrá cosa que alguno diga en su lengua, que otro forzado de la necesidad no pueda tambien decir en la suya, pues obligado de ella, es lícito inventar algun vocablo ó expresion. Digo obligado de ella, porque si de alguna manera se puede expresar lo mismo fácil é inteligentemente, formar un nuevo vocablo es hacer un barbarismo y confesar de hecho la ignorancia de la pro

pia lengua, pues no se sabe decir en ella lo que se pudiera muy bien.

210 Verdad es que no es dado á cualquiera el dón de inventar vocablos con acierto, porque los que se inventan para significar cosas nuevas, ó se han de tomar de la lengua propia por derivacion, ó por composicion, ó por analogía, ó de otras lenguas vivas ó muertas.

211 De la propia lengua y por derivacion, como cuando Don Esteban Manuel de Villegas, en la Elegia 1.a de la 2.a parte de las Eróticas, dijo :

Ancianaré mis labios juvenales,

donde con feliz osadía introdujo el verbo ancianar, derivado de anciano, y con intolerable atrevimiento forjó el adjetivo juvenales sin necesidad alguna, pues tenemos juveniles. Pero la ley del consonante le hizo faltar á la pureza del lenguaje.

212 Por composicion se inventa un vocablo, como cuando Alexio Venegas de espalda y tendido compuso espalditendido.

213 Por analogía ó proporcion, como cuando el mismo Venegas de Hector formó Hectoría, como si dijera hazaña propia de un Hector, de la manera que fechoría se deriva del antiguo fechor, retoría de retor, y así otros.

214 Tambien es especie de invencion la introduccion de un vocablo de otra lengua, ó bien viva, como de la francesa, ó de alguna de las provinciales de España, que es mucho mejor, como la palabra valenciana bacada y baque, que vienen de bac, voces que significan caida de persona, y en esa significacion usó de ellas el bachiller Fernan Perez de Ciudad Real (Centon Epistolario, Epist. 36) (1), médico muy es

(1) Fernan Gomez de Cibdareal, médico de Juan II, segun se deduce de los datos que él mismo ofrece en sus cartas, nació hácia el

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