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Segisama, habiendo cercado con tres cuerpos de su ejército casi toda la Cantabria. El ejército se fatigó mucho tiempo, y muchas veces se vió en gran peligro. Pero, finalmente, mandó César que por la parte del seno Aquitánico por el Océano, estando los enemigos descuidados, se arrimase la armada y se hiciese un desembarco. Entónces, finalmente, los cántabros trabaron una grandísima batalla, y fueron vencidos debajo de las murallas de Bélgica. Huyeron al monte Vinio, por naturaleza segurísimo, donde hallándose cercados, los más murieron de hambre. Despues puso sitio á Aracilo, que hizo mucha resistencia; pero en fin, se ganó cercando por todas partes el monte Medulo, así Antistio como Furnio. En vista de lo cual, y de que los romanos embestian por todas partes, empezaron los cántabros á matarse á competencia, unos con armas, otros con veneno de tejo, y así la mayor parte se libró de la cautividad que los amenazaba. Estrabon añade (lib. 3) que hicieron cosas horribles, como matar las madres á sus hijos para que no llegasen á manos de los romanos; y otros, mientras los crucificaban, cantaban himnos.

49 Al mismo tiempo (prosigue Orosio) los asturianos, habiendo sentado sus reales junto al rio Astura, intentaban echarse sobre los romanos, y por ventura los hubieran vencido partiendo su ejército en tres partes, si los suyos mismos, esto es, los trigecinos, no los hubieran descubierto á Publio Carisio. Por cuyo motivo no pudieron ejecutar su designio, porque se echó Carisio sobre ellos y los venció, bien que con pérdida de no pocos romanos, segun Orosio, cuya narracion, trasladada de la de Floro, vamos siguiendo, la cual se conforma con la de Dion Casio, como ya lo advertimos. La gente de ellos que pudo escapar se refugió en Lancea, y estando ya los soldados para embestir y quemar aquella ciudad, que tenian cercada, Carisio mandó á los suyos que no le diesen fuego, y concedió á los sitiados el partido de no entregarse, porque deseaba que aquella ciudad quedase entera y sin

lesion, para dejar un monumento que atestiguase su vitoria. 50 En memoria de este vencimiento de los cántabros y asturianos, se batieron várias monedas en que se hace mencion de Publio Carisio, legado propretor de Augusto. En unas se ve la vitoria coronando un trofeo. En otras hay un trofeo entre adargas y lanzas, entre las cuales se ve el machete y la segur, armas propias de los cántabros. Del machete, semejante al guadigeño, habló Lucano cuando dijo (lib. 6, Pharsaliæ, v. 257):

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- Felix hoc nomine famæ

Si tibi durus Iber, aut si tibi terga dedisset

Cantaber exiguis, aut longis Teutonus armis (1).

De la segur hay otro testimonio de Silio Italico, que dice así (lib. 16, v. 46) :

Cantaber ingenio membrorum et mole timeri

Vel nudus telis poterat Larus. Hic fera gentis
More securigera miscebat prælia dextra, etc. (2).

En otras se ven la lanza, adarga y machete, armas propias de los españoles. Y la lanza, por ventura, alude á la ciudad de Lancia.

51 Floro dice (lib. IV, cap. últ.) que hibernando Augusto en los lugares marítimos de Tarragona, tuvo noticia de lo que habian ejecutado sus tenientes generales Antistio, Furnio y Agripa; y hablando Floro de los cántabros, sin interrumpir la narracion con los sucesos de los asturianos, como Orosio, cuyo contexto he seguido, añade que César, hallándose presente (esto es, como yo entiendo, habiendo dejado los

(1) «Venturosa sería tu gloria si de tí huyeran el feroz ibero, el » cántabro de armas cortas ó el teuton de larga lanza. »

(2) « El cántabro Laro, hasta sin armas, podia ser temible por su » cuerpo ágil y gigantesco. Este, segun costumbre de su nacion, pe»leaba llevando el hacha en la diestra.»

cuarteles de invierno), sacó á los cántabros de las montañas; los obligó á dar rehenes, los vendió segun el derecho de la guerra, mandando ponerlos á la redonda, como era estilo. Al Senado pareció aquella vitoria de Augusto digna del laurel y del carro triunfal; pero la grandeza de César era ya tan grande, que podia despreciar los triunfos. Bien que Orosio advierte que el mismo Augusto hizo tanta honra á la vitoria cantábrica, que mandó se cerrase el templo de Jano. Pero si bien se repara, esto fué hablar como español, porque estar abiertas las puertas de Jano era una señal de que el pueblo romano tenía guerra, y estar cerradas era indicio de paz universal. Por eso S. Isidoro, acabando de referir en su cronicon (pág. 50, Edit. Loaise) que Octaviano triunfó de España, añade: Despues, habiendo conseguido la paz en todo el orbe por tierra y mar, cerró las puertas de Jano. Esta paz universal se logró tan pocas veces en el imperio romano, que aquélla fué la cuarta en que se vieron cerradas las puertas del templo de Jano, y la segunda en que Augusto las mandó cerrar. Cerrólas Augusto la primera vez á seis de Enero del año DCCXXV de la fundacion de Roma, siendo cónsules el mismo Augusto la quinta vez y Lucio Apuleyo. Refiérelo Orosio tantas veces alabado (lib. 6, capítulo 20). Cerrólas segunda vez (como hemos dicho) despues de la guerra cantábrica, año DCCXXIX de la fundacion de Roma, siendo cónsul Augusto nona vez con Marco Junio Silano, segun leemos en Dion (lib. 53). Aurelio Víctor (In Augusto) (1) refiere la circunstancia de que Augusto cerró las puertas con su propia mano, lo cual es conforme á lo que cantó Virgilio (lib. 7, Æneid., v. 612). Suetonio aña

(1) Sexto Aurelio Víctor, historiador latino, natural de Africa, vivia en el siglo IV, y fué prefecto y cónsul en Roma en el año 369. Escribió De viris illustribus urbis Romæ, De Cæsaribus historia y De vita et moribus imperatorum.

de (In August., cap. 29) que Augusto consagró una capilla á Júpiter Tonante por haberle librado del peligro en que estuvo cuando, caminando de noche en la expedicion cantábrica, un rayo hirió de paso su litera y mató al esclavo que alumbraba. Queda memoria de esto en una moneda que mandó batir con su efigie y con la inscripcion Augustus Cæsar, y en el reverso un templo, en cuya puerta se ve Júpiter en pié con el rayo en la mano derecha y la lanza en la izquierda, y la inscripcion Iov. TON. esto es, Jovi Tonanti, á Júpiter Tronador. Tal era la supersticion de aquellos tiempos.

52 Prosigue Dion diciendo (lib. 53), que concluidas estas guerras, partió Augusto de España, dejando en su lugar á Lucio Emilio. Luego que se fué, los cántabros y asturianos se conjuraron para levantarse, y ocultando su designio, enviaron á decir á Emilio que querian dar para su ejército trigo y otras cosas. Y desta suerte, habiendo conseguido mucho de lo que pidieron, cuando tuvieron á los romanos en parajes á propósito para ejecutar su intento, los mataron. Pero no les duró mucho este gozo, porque los romanos les talaron sus campos, les quemaron sus poblaciones y los aprisionaron. Despues, en el año DCCXXXII, siendo cónsules Marco Claudio Marcelo Esernino, hijo de Marco, y Lucio Arruncio, hijo de Lucio, volvieron á solevarse los cántabros y asturianos. Éstos por por la soberbia y crueldad de Carisio, aquéllos por ver que los asturianos ya habian tomado las armas y porque despreciaban á Cayo Furnio, pensando que por ser recien venido no sabria hacerles la guerra. Pero unos y otros experimentaron que era muy otro de lo que pensaban, porque habiendo ido á socorrer á Carisio, venció las dos naciones y las hizo esclavas. Pocos de los cántabros llegaron á manos de los romanos, porque habiendo desconfiado de mantener la libertad, no haciendo caso de la vida, encendieron sus víveres, y unos se mataron con sus armas, otros se quemaron con sus

casas, y otros públicamente tomaron veneno. Y desta suerte pereció la mayor y más feroz parte de los cántabros. Los asturianos tambien fueron muy presto rechazados del sitio de una plaza, y luego despues, vencidos en una batalla, dejaron las armas y fueron domados enteramente.

53 Más adelante, siendo cónsules Cayo (ó, segun otros, Quinto) Saturnino y Quinto Lucrecio Vespilon, refiere Casio (lib. 53) que Agripa pasó á España, porque los cántabros, que, segun derecho de la guerra se habian cautivado y vendido, habiendo cada uno muerto á su dueño, habian vuelto á sus casas, y habiendo incitado á muchos á que les fuesen compañeros en el levantamiento, despues de haber ocupado y pertrechado algunos lugares fuertes, acometian los presidios de los romanos. Habiéndose Agripa puesto á la frente de éstos, trabajó en que sus soldados cumpliesen con su obligacion, porque habia muchos veteranos que, maltratados en tan continuadas guerras, y habiendo cobrado miedo á los cántabros como á gente guerrera, rehusaban obedecer. Agripa los obligó brevemente á la obediencia, consolando á unos y amenazando á otros. Y habiendo llegado á vista de los cántabros, fué muy incomodado de unos enemigos que, habiendo servido á los romanos, habian adquirido conocimiento, y sabian que no les quedaba esperanza alguna de vivir si llegase el caso de ser cogidos. Pero, finalmente, Agripa, despues de haber perdido muchos soldados, y de haber notado á muchos ignominiosamente por haberse portado mal (pues, entre otras cosas, mandó que la legion, que se llamaba augusta, no usase de tal nombre), acabó con casi todos los cántabros que eran de edad capaz de tomar las armas; y habiendo desarmado á los demas, los transfirió de los lugares montuosos á las llanuras. Pero Agripa, de todo esto, ni dió cuenta al Senado por escrito, ni quiso triunfar, segun Augusto lo habia decretado, sino que en esto, como en otras cosas, usó de su acostumbrada moderacion de ánimo, siendo á muchos cristianos vergonzoso ejemplo de modestia.

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