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cosa muy fuera de propósito, porque él dice que aquella su historia aconteció poco despues de la Pasion de Nuestro Señor Jesucristo, y la lengua que él escribe no se habló en España hasta muchos años despues. Esto mismo se puede decir de los vocablos. Cuanto á lo de la ortografía, no digo nada, porque la culpa se puede atribuir á los impresores, y no al autor del libro (1).

MARCIO. Hora, sús, no perdamos tiempo en esto. Si no teneis libros en castellano con cuya autoridad nos podais satisfacer á lo que de vuestras cartas os preguntáremos, á lo ménos satisfacednos con las razones que os mueven á escribir algunas cosas de otra manera que los otros; porque puede ser que éstas sean tales, que valgan tanto cuanto pudiera valer la autoridad de los libros; cuanto más que, á mi pare

cer, para muchas cosas os podeis servir del cuaderno de Refranes castellanos que me decís cogísteis entre amigos estando en Roma, por ruego de ciertos gentiles hombres ro

manos.

(1) El libro de Amadis, expresion la más perfecta de las ideas caballerescas de su época, ganó de tal manera el favor público, que en España se hicieron de él doce ediciones en medio siglo, seis en italiano en menos de treinta años, traduciéndose al aleman, al frances, al inglés, al holandes, y segun asegura un autor, hasta al hebreo. En el escrutinio hecho por el Cura y el Barbero en la librería de D. Quijote, dice así Cervantes : «Y el primero que Maese Nicolas le dió en las manos fué los cuatro de Amadis de Gaula, y dijo el Cura : Parece cosa de misterio ésta, porque, segun he oido decir, este libro fué el primero (el de Tirante el Blanco se imprimió ántes) de caballerías que se imprimió en España, y todos los demas han tomado principio y orígen de éste; y así me parece que, como á dogmatizador de una secta tan mala, le debemos sin excusa alguna condenar al fuego.—No, señor, dijo el Barbero, que tambien he oido decir que es el mejor de todos los libros que de este género se han compuesto; y así como á único en suerte se debe perdonar. — Así es verdad, dijo el Cura, y por esa razon se le otorga la vida por ahora.»>>

TORRES. Muy bien habeis dicho, porque en aquellos refranes se ve muy bien la puridad de la lengua castellana. CORIOLANO. Antes que paseis adelante, es menester que sepa yo qué cosa son refranes.

VALDÉS. Son proverbios ó adagios.

CORIOLANO. ¿Y teneis libro impreso de ellos?

VALDÉS. No de todos; pero siendo muchacho, me acuerdo haber visto uno de algunos mal glosados.

CORIOLANO. ¿Son como los latinos y griegos?

VALDÉS. No tienen mucha conformidad con ellos, porque los castellanos son tomados de dichos vulgares, los más de ellos nacidos y criados entre viejas tras del fuego, hilando sus ruecas; y los griegos y latinos, como sabeis, son nacidos (1) entre personas doctas, y están celebrados en libros de mucha doctrina; pero para considerar la propiedad de la lengua castellana, lo mejor que los refranes tienen es ser nacidos en el vulgo.

TORRES. Yo os prometo, si no fuese cosa contraria á mi profesion, que me habria algunos dias há determinadamente puesto en hacer un libro en la lengua castellana, como

(1) Son nacidos..... Esta manera de conjugar los verbos esencialmente neutros, como ir, venir, entrar, llegar, volver, pasar, morir, etc., no usada hoy, lo era, y mucho, en la época en que escribió el autor, como lo es hoy tambien en el frances y el italiano. Los turcos ya son idos, dice Cervantes en el Quijote, parte 1, lib. IV, cap. XLI. El P. Francisco (Javier) era ido á las Molucas (Robadaira, Vida de San Ignacio, lib. IV, cap. VII). Cuando pensaba que no era llegada (Claudina) era de vuelta (Tragicom. de Calist. y Melib., acto III). Convenia ausentarme hasta ser venido el breve (Santa Teresa, Vida, cap. XXXIV). Preguntóle el Presidente si ya era muerto (Jesus) (Orac. y consider. de Fr. L. de Granada, parte 1, cap. II, sábado).

¡Ay! pon á tu camino, pon ya tasa,

Conjuro que mi Dafni es vuelta á casa.

(Egloga VIII de Virgilio, traducida por el M. Leon.)

uno que diz que Erasmo ha hecho en la latina (1), allegando todos los refranes que hallase, y declarándolos lo menos mal que supiese, porque he pensado que en ello haria un señalado servicio á la lengua castellana.

VALDÉS. Tambien era Julio César de vuestra profesion; pero no tuvo por cosa contraria á ella con la pluma en la mano escribir de noche lo que con la lanza hacia de dia; de manera que la profesion no os excusa. ¿No habeis oido decir que las letras no embotan la lanza?

TORRES. Vos decís muy bien, y yo lo conozco. Dadme á mí el sujeto que tuvo César, que escribia lo que él hacia, y no lo que otros decian, y entónces veréis si tengo por deshonra escribir; pero porque parece que escribir semejantes cosas á ésta pertenece más á hombres de haldas que de armas, no me he querido poner en ello.

VALDÉS. Pues aunque yo no hago profesion de soldado, pues tampoco soy hombre de haldas, pensad no os tengo de consentir que me molais aquí preguntándome niñerías de la lengua; por tanto, me resuelvo con vosotros en esto: que si

(1) Desiderio Erasmo, uno de los hombres más sabios de su época, nació en Rotterdam en 1467. Estudió en París y recibió en Bolonia, en 1506, el grado de doctor en teología. Sus escritos le granjearon tal reputacion, que muchos príncipes quisieron tenerlo á su lado, pero sólo aceptó del emperador Carlos V el título de consejero con una pension. Murió en Basilea en 1536. Fué partidario de una prudente reforma en la Iglesia, aunque sin participar de las ideas de Lutero, porque, segun decia, no le agradaba la verdad sediciosa. Sus principales obras, todas en latin, son: De copia verborum et rerum; los Adagios ó proverbios, de que habla el autor del Diálogo de las lenguas; los Apothegmas; los Coloquios, ó diálogos satíricos limitando á Luciano, y el Elogio de la locura. Débesele tambien la mejor edicion del texto griego de la Geografia de Ptolomeo y de la traduccion griega del Nuevo Testamento, con una traduccion latina y una paráfrasis. Todas sus obras se publicaron en 8 vol. in fólio, en Basilea, en 1540, y en 10, en Leyde, en 1703-6.

os contentan las cosas que en mis cartas habeis notado, las tomeis y las vendais por vuestras, que para ello yo os doy licencia; y si os parecen mal, las dejeis estar, pues para mí harto me basta haber conocido por vuestras respuestas que habeis entendido lo que he querido decir en mis cartas.

MARCIO. Porque lo que en vuestras cartas habemos notado es de calidad que ni lo podemos tomar por bueno, porque no todos lo aprobamos del todo, ni lo podemos desechar por malo, porque hay cosas que nos satisfacen y hay otras que no entendemos, es menester que en todo caso nos deis cuenta, no solamente de lo que habeis escrito, pero áun de lo que dello depende ó puede depender. Vuestra fe y palabra nos habeis dado, y aunque no querais, lo habeis de cumplir.

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VALDÉS. No se haría más en el monte de Torozos, mo acá decís, en el bosque de Bracano; y pues, como dicen en mi tierra, donde fuerza viene, derecho se pierde, yo me determino en obedeceros. Empezad á preguntar, que yo os responderé; pero ya que así lo quereis, será bien que todos tres os concerteis en el órden que quereis llevar en vuestras preguntas, porque no os confundais en ellas; hacedlo así, y entre tanto me saliré yo al jardin á tomar un poco de aire. MARCIO. Muy bien decís; en merced os. lo tenemos. Andad con Dios, que presto os llamarémos.

TORRES. Pues habemos cogido y prendado á Valdés, no lo dejemos en ninguna manera sin que primero lo examinemos hasta el postrer pelo, porque yo le tengo por tal, que ninguna cosa escribe sin fundamento; y apostaría que tiene en sus papeles notadas algunas cosillas sobre esta materia que le queremos hablar. Esto creo así, porque no ví en mi vida hombre más amigo de escribir. Siempre en su casa está hecho un escritor de poyo, la péñola en la mano; tanto, que creo escribe de noche lo que hace de dia, y de dia lo que ensueña de noche.

de

MARCIO. Bien decís; y pues vos, que sois más diestro en - la lengua, sabréis mejor lo que conviene preguntar, á vos toca ordenarlo de manera que no nos confundamos.

TORRES. Antes yo me remito á cualquiere de vosotros, que sois; que yo más entiendo de desordenar que de or

denar.

MARCIO. Si os quereis gobernar por mí, harémos desta manera. En la primera parte le preguntarémos lo que sabe del orígen ó principio que han tenido, así la lengua castellana como las otras lenguas que hoy se hablan en España. En la segunda, lo que pertenece á la Gramática. La tercera, lo que le habemos notado en el escribir unas letras más que otras. La cuarta, la causa que lo mueve á poner ó quitar en algunos vocablos una sílaba. En la quinta le pidirémos nos diga por qué no usa de muchos vocablos que usan otros. La sexta, le rogarémos nos avise de los primores que guarda cuanto al estilo. En la séptima le demandarémos su parecer acerca de los libros que están escritos en castellano. Al último harémos que nos diga su opinion sobre qué lengua tiene por más conforme á la latina, la castellana ó la toscana. De manera que lo primero será del orígen y de la lengua; lo segundo, de la Gramática; lo tercero, de las letras, donde entra la Ortografia; lo cuarto, de las sílabas; lo quinto, de los vocablos; lo sexto, del estilo; lo séptimo, de los libros; lo último, de la conformidad de las lenguas. ¿Conténtaos esta manera de proceder?

TORRES. Es la mejor del mundo, con tal condicion que la guardemos de tal manera que ninguno se pueda salir della.

CORIOLANO. Yo deseo siempre prevenir, por no ser prevenido; y así querria que pusiésemos escondido en algun lugar secreto un buen escribano para que notase los puntos principales que aquí se dijesen; porque podria ser que con ese principio engolosinásemos á Valdés de tal manera, que

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