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palabra un punto, y que de todo lo que le escribiésemos demos cuenta á Vuestra Majestad.

Estas cartas, Señor, repetidas nos tienen confusos y turbados, porque presuponen que habemos excedido ó errado en lo que aquí se ha tratado, y hasta ahora no sabemos en qué, porque no ha habido ocasion, no habiéndose aún abierto la negociacion y solamente los imperiales han venido á consultar con nosotros algunas cosas teniendo órden del Emperador de conferirlo todo con los Plenipotenciarios de Vuestra Majestad, y cuanto ha dado lugar el tiempo lo hemos consultado con los marqueses de Tordelaguna y Castel-Rodrigo, dándoles distinta cuenta de resolucion, y observando religiosamente sus órdenes y advertencias, de los cuales hemos tenido aprobaciones y ninguna reprension, y de todo hemos tambien avisado al mismo tiempo á Vuestra Majestad, sin haber reservado cosa alguna; y con ser los principios de este Congreso tan dificultosos, se han asentado con aplauso general y con satisfaccion de todos los Ministros de Príncipe sin haber nosotros obrado por motivos propios, sino en conformidad de las instrucciones enviadas por el marqués de Castel-Rodrigo; y cuando las envió, no nos dijo que oyésemos solamente, sino que con ellas tendriamos con qué comenzar el tratado y continuarle por muchos dias; y en otra carta repite, que por muchos meses nos podrian servir, sin que por falta de ellas se culpe la dilacion, y no dudamos de que todo se haria más cumplidamente con la autoridad, talento y experiencia del Marqués, y si estuviera cerca, aún de los mismos pensamientos, le hubiéramos dado cuenta. Pero no parece practicable lo que Vuestra Majestad nos manda que en su ausencia no admitamos juntas, ni respondamos á lo que nos propusieren, porque de esta suerte podrian decir los enemigos que Vuestra Majestad procura entretener la paz y no apresurarla, y que nos han enviado más para hacer bulto y apariencia que para tratarla; y en entrando en esta sospecha (como era fuerza) los franceses, ó no habrian venido al Congreso, ó se habrian vuelto y tendrian pretesto para echar la culpa á Vuestra Majestad; fuera de que, teniendo órden (como se ha dicho) los

Ministros del Emperador residentes aquí y en Osnabruck de conferir con nosotros todas las materias, cómo es posible que nosotros rehusemos la conferencia, á que puestos en ella no les digamos nuestro parecer en las cosas que piden presta resolucion; porque si solamente los oyésemos y avisásemos al Marqués, se pasaria la ocasion, y viéndonos cerrados entrarian en difidencia ó no volverian á consultarse con nosotros, porque habiendo de esperar la respuesta dentro de un mes, más bien les estaria consultar sus dudas con Su Majestad Cesárea, con que se retardarian los negocios; y faltando la conferencia no podriamos saber el ánimo de los cesareanos para avisarlos al Marqués y encaminarlos á las conveniencias de Vuestra Majestad; y cuando esos han preguntado algunas cosas de que no teniamos instruccion, hemos tomado tiempo para consultarlas con el Marqués, y para ningunas otras de este género hemos hecho juntas ni adelantado un paso las materias; y así nos hallamos obligados á representar á Vuestra Majestad, con toda humildad, que es fuerza que caminen estos Congresos y que los Ministros de Vuestra Majestad, entendiéndose con el Plenipotenciario, en cuanto permitiesen los negocios, oigan, propongan, traten y adelanten las materias hasta que lleguen á ponerse en estado de dar la última perfeccion al tratado, y entónces convendrá que venga, porque ni es autoridad de Vuestra Majestad ni conveniencia, que á negocios que han de durar muchos años asista el primer Ministro, como lo observa Francia, reservando para este puesto la venida del duque de Longavila, porque infaliblemente se perderia con los Plenipotenciarios que aquí hay de Francia, que no les cederán en nada aunque son de la calidad que se sabe, de donde resultaria el disolverse el Congreso con mayores odios y ménos esperanzas de la paz: y así, en caso que Vuestra Majestad no tenga entera confianza de los Ministros enviados aquí, parece que será menester que Vuestra Majestad los retire y envie otros, y hasta ahora no parece que los que tienen el Emperador, el Rey de Francia y la Corona de Suecia (que apénas pasan de treinta años de edad los tres principales) son de mayor opinion y crédito, ni de ma

yores noticias y experiencias del mundo, que los de Vuestra Majestad, porque el conde Walther Zapata, era caballero de gran juicio, versado en diversas lenguas y con grandes noticias de todo, habiendo asistido como Plenipotenciario de Vuestra Majestad muchos años en Colonia. Monsieur Brun, fué Consejero del Parlamento de Dole, y Procurador general de Borgoña, habiendo tenido muchos empleos de importancia, en tiempo de la Señora Infanta Isabela, con gran satisfaccion de Su Alteza, y últimamente le nombró Vuestra Majestad por Plenipotenciario en Francafort y Ratisbona, y hoy es del Consejo Supremo de Flándes, despues de haber sido tres años del Consejo privado de Bruselas; y yo, habiendo estudiado cinco años en Salamanca y dos de pasante, fuí á Roma, donde tuve á mi cargo cinco años los negocios de Nápoles y Sicilia, seis los papeles y cifras de aquella Embajada, y diez la Agencia general de Vuestra Majestad, puesto de tanto manejo, que el duque de Sesa escribió al Señor Rey Felipe II, que debia ser Seminario de donde sacase Su Majestad sujetos para el Capelo; en Nápoles fuí Secretario de Estado y Guerra, y volviendo á Roma, entré por conclavista con los negocios de Vuestra Majestad en el Conclave donde fué electo Papa Gregorio XIII; de allí pasé á España con negocios muy importantes, enviado por el conde de Monte-Rey, donde el Consejo de Estado hizo diversas consultas á Vuestra Majestad de mi persona para plaza del Consejo de Italia, para una Embajada á Sajonia, para asistir á la de Inglaterra, y para ir con el duque de Terranova á componer los disgustos entre el Rey de Francia y su madre, y ofreciéndose un negocio muy grave, me mandó Vuestra Majestad jurar de su Secretario, y que interviniese en una junta de los Consejos de Estado y Castilla; y, últimamente, me mandó Vuestra Majestad volver á Roma á hallarme en la protesta que se habia de hacer al Papa, y á pocos meses, que viniese á Alemania á asistir al duque de Baviera, en cuya córte estuve siete años, y de ella por órden de Vuestra Majestad pasé al convento electoral de Ratisbona, en que fué electo por Rey de Romanos el presente Emperador, y hecha la eleccion y un viaje al DuTOMO LXXXII.

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cado de Vitembergh ir á Milán para asistir al marqués de Leganés en los negocios políticos y que se valiese de mi consejo (asi lo decia la carta de Vuestra Majestad); desde allí me mandó Vuestra Majestad pasar á Borgoña, donde estuve muchos meses, y despues que fuese á Viena con negocios muy importantes, donde el Señor Infante Cardenal, á instancia del Parlamento de la Provincia de Borgoña, me mandó volver allá con tanta satisfaccion de aquellos vasallos, que el Parlamento escribió á Vuestra Majestad y á Su Alteza, que solo mi asistencia en aquellos confines mantenia la provincia, no pudiendo yo entrar dentro por hallarse ya en ella Weymar; y con Plenipotenciarios de Vuestra Majestad y de Su Alteza, asistí á nueve Dietas en esguízaros, conservando con ellas á Borgoña, porque todos los años se alcanzó con franceses, no la acometiesen al tiempo de la cosecha; y últimamente Vuestra Majestad fué servido de honrarme nombrándome por su primer Plenipotenciario en la Dieta Imperial, puesto de tanta estimacion, que siempre se ha dado á Grandes ó á Príncipes del Toison, y aunque en él se trataron los tres puntos principales de la paz, de la guerra y de la justicia, y mandó Vuestra Majestad al Señor Infante Don Fernando que me enviase instruccion, me escribió Su Alteza que á Ministros como yo no era menester darla, y al mismo tiempo me envió Vuestra Majestad otra plenipotencia para hacer una Liga entre la Casa de Austria y la de Babiera, sin señalarme los puntos, dejándola á mi direccion; y tambien se sirvió Vuestra Majestad encargarme la Embajada de Alemania, escribiendo al Emperador una carta de creencia en que le significaba Vuestra Majestad la satisfaccion que tenia de mi persona y servicios, y lo que podia Su Majestad Cesárea fiarse de mí en todo género de negocios; y volviendo á España á servir la plaza y junta de Guerra en el Supremo Consejo de las Indias, despues de tantos trabajos y peregrinaciones, y de tan señalados servicios como refiero á Vuestra Majestad en un memorial impreso, me mandó Vuestra Majestad venir por uno de sus Plenipotenciarios á este Congreso, y que me hallase primero con todos los papeles para la instruccion general de una

junta del conde de Oñate y marqués de Mirabel y Castañeda, y habiendo hecho yo la minuta de la instruccion, la perfeccionó el conde de Oñate, y despues el Consejo de Estado, de suerte que fuera de las noticias universales que yo he adquirido de toda la Monarquía de Vuestra Majestad, traía las particulares de este Congreso, y de todo lo que sobre él habian escrito los Ministros de Vuestra Majestad, con que se han podido mejor encaminar estos negocios en conformidad de la mente de Vuestra Majestad, y quien, segun esta relacion, hiciere comparacion entre los Plenipotenciarios que asisten aquí de parte de Vuestra Majestad con el que se envió para la paz de Vervin, en primer lugar, que fué Juan Ricardo Thallara, que aquel Ministro, ni tenia mayores cualidades ni manejos, ni mayores experiencias que nosotros, y á él se le dió autoridad para tratar y concluir, y á nosotros solamente para oir y referir, aunque el haberse servido Vuestra Majestad nombrarnos por Plenipotenciarios de este Congreso es de mucho honor, de que estamos con sumo reconocimiento; pero, por otra parte, es de grandísimo descrédito que los que fuimos elegidos por Vuestra Majestad para tratar, notar y consultar los negocios y provisiones de los estados de Flandes y provincias de Indias en los Supremos Consejos de ambas partes, no podamos aquí, constituidos ya en los ojos del mundo, intervenir en las juntas con los demas Ministros de Príncipes, ni responder á lo que nos propusieren. Dios guarde la Majestad Católica y Real persona de Vuestra Majestad como la Cristiandad ha menester.

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