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Utilidad de la astronomía.- Estrellas.—¡Qué ilusiones deben temerse en su observacion! Dificultad de explicar el órden en que están puestas. - Confesion preciosa de la ciencia en punto á este órden. — Aparicion de los cometas. Los temores que han podido inspirar en otro tiempo no tienen nada de absurdo. Al presente no espantan sino á los sábios. - Pruebas de estos temores. Ejemplos recientes y curiosos.-Confesion de la inutilidad de la ciencia para disipar estos temores. Solo la Religion nos libra de ellos. — Nada perturbará el órden del mundo antes del tiempo señalado. — Señales ciertas que precederán á este tiempo. - Pruebas de que despues del diluvio nada ha alterado el órden del mundo. —Que todo es invariable en la tierra y en los cielos.

He hablado de nuestro sistema planetario, porque esto es uno de los problemas mas interesantes que tenemos que resolver. He aventurado algunas objeciones porque este problema no está aun irrevocablemente resuelto. ¿Por qué se me habria de reprochar esto? ¿No se ha deseado en todos tiempos meditar sobre la estructura del mundo y las maravillas de los cielos? «El exámen y la «contemplacion de la naturaleza, decia Ciceron, son en cierta <«<manera los alimentos naturales de nuestra alma y entendimien«to; estas ideas nos elevan, y parecen inspirarnos un noble orguallo... La investigacion de lo que es grande y difícil de descubrir «<recrea y encanta al espíritu, y si este halla alguna cosa que le «parezca verosímil, la adopta con un placer que está realmente «<en nuestra naturaleza 1.»

Que la tierra 'sea inmóvil, ó que no lo sea, poco nos importa; lo que Dios ha hecho, está bien hecho, y la Religion no tiene el

1 Acad. I, lib. II.

menor interés en esta cuestion. Pero en fin es permitido el estudio de las obras del Criador; y cualquiera que sea en nuestros dias el despotismo de la ciencia, no puede llegar hasta impedirnos la discusion de sistemas, que á pesar del favor de que gozan, no están aun sin embargo en el órden de las verdades demostradas.

La ciencia sueña progresos indefinidos. Es cierto que un perfeccionamiento gradual está en el órden de la Providencia, la cual despues de haber dado al hombre los conocimientos mas necesarios, le deja el cuidado de perfeccionarlos y extenderlos. La curiosidad y la necesidad despiertan la imaginacion, desarrollan los talentos, excitan la industria, y preservan al hombre de una ociosidad indigna de su destino;

Curis acuens mortalia corda,

Nec torpere gravi passus sua regna veterno 1.

?

Este progreso tiene sus límites, como nuestra inteligencia. Podemos adelantar en el conocimiento de este mundo material entregado á nuestras indagaciones; pero en vano nos lisonjearíamos de descubrir todo su artificio. Reducimos, es verdad, al menor número posible, como se expresa Mr. de Laplace, las suposiciones en que Copérnico fundaba su teoría; pero no podemos hacerlas desaparecer enteramente. No conviene, pues, apresurarse á fallar de una manera absoluta, ni sobre el todo de un sistema, del que no se sabria desterrar toda hipótesis, y en el cual movimientos diversos pueden producir ilusiones semejantes; ni sobre las disposiciones particulares de cada uno de los cuerpos que componen este sistema. Se ve, por ejemplo, en torno de Saturnoun anillo luminoso y numerosos satélites; y en la ignorancia en que se está de sus usos, se quiere que sirvan para iluminar los habitantes de estas apartadas regiones. Esto es darse mucha priesa. Lo que nosotros creemos hecho para pueblos imaginarios, lo es quizá para nosotros mismos; lo que nosotros no comprendemos al presente, lo comprenderán quizá un dia nuestros descendientes.

1 Virgilio.

2

Ut non inveniat homo opus quod operatus est Deus. (Eccles. ).

El primero que á favor de un anteojo descubrió los satélites de Júpiter, podia decir: ¿Para qué sirven esas pequeñas esferas que tantos siglos há giran inapercibidas en torno de su planeta? y no obstante, nosotros hemos visto mas tarde que no nos eran inútiles á nosotros mismos; que podian hacernos los mas importantes servicios en la física, la astronomía y la navegacion. «Es«tos cuatro pequeños planetas, decia el astrónomo Lalande, han «<sido tan útiles á la geografía, que ella ha sido perfeccionada «mas por ellos que por dos mil años de viajes. » ¿Quién nos habria jamás dicho que pudiésemos sacar alguna utilidad de esas estrellas que se observan al presente, y que designadas bajo el nombre de estrellas múltiplas son tan cercanas las unas de las otras, que á la simple vista, ó á lo menos con instrumentos medianos, parece que no forman mas que una sola estrella? Sin embargo la ciencia empieza á esperar de ellas resultados importantes para la confirmacion de teorías aun inciertas, y la solucion de problemas hasta ahora insolubles 1. Así todo lo que se descubre en el mundo físico se refiere á la utilidad del hombre, y nos manifiesta mas y mas el objeto de la creacion.

En el dia cuarto fue aun cuando fueron criadas estas resplandecientes estrellas, cuyo número, distancia y diversas revoluciones nos son desconocidas; cuyo resplandor durante el dia se abisma en el del sol, pero que reaparecen en la noche para templar . su oscuridad, y decorar magníficamente la bóveda de nuestra morada. Posuit eas in firmamento ut lucerent super terram *.

A la simple vista se contarian cinco ó seis mil en ambos hemisferios, pero con la ayuda de los telescopios se descubren hasta cien millones. Las unas nos muestran desde luego una viva luz que se debilita en seguida, poco á poco, y concluye algunas veces por extinguirse. Otras experimentan variaciones periódicas; brillan, y se extinguen, para brillar, apagarse y reanimarse todavía. Un observador ejercitado distingue tambien una grande variedad en sus colores. Se ha visto tambien la misma estrella colorarse diversamente; las hay que circulan sin fin en rededor de

1 Anuario de 1834.

• Génesis.

3 Enciclopedia moderna.

una estrella que gira ella misma, en torno de un astro semejante, hecho quizá el centro comun de diversas reuniones de estrellas'. Aquellas que nos place llamar fijas podrian no serlo sino en apariencia, y por una ilusion de óptica ocasionada por su extraordinaria distancia, que reduce á un punto imperceptible el inmenso camino que recorren. Así despues de nuevas observaciones se ha asegurado que la 61.a de la constelacion del Cisne, que era mirada antes como una estrella fija, no recorre menos de un millon y cien mil leguas por dia en línea derecha 2. ¿Se detendrá? Cuanto mas el genio del hombre estudia los cielos, tanto mas descubre objetos dignos de su admiracion. Entre las obras del Criador, dicen los Libros santos, «muchas nos están ocultas, «que son mas grandes que las que nosotros conocemos; porque «no vemos de ellas sino un pequeño número3. «En efecto, dos mil años há que el hijo de Sirach escribia estas palabras, y desde entonces, ¡cuántas maravillas entonces ocultas nos han sido despues manifestadas, y cuántas mas no descubrirán aun los siglos futuros!

Pero ¡qué ilusiones deben temerse en las observaciones astronómicas! El descubrimiento de nuevos fenómenos trae consigo á menudo nuevas dificultades. No solamente estrellas reputadas fijas empiezan á parecernos agitadas por diversos movimientos; sino que Herschel ve además un movimiento general que las arrastraria todas hácia un punto de la esfera celeste opuesto á Ĩa constelacion de Hércules; ó que traeria nuestro mismo mundo planetario hacia esta constelacion. ¿Cómo distinguir exactamente nuestra verdadera situacion, en medio de esta complicacion inescrutable de los movimientos celestes? ¿Cómo lisonjearse de distinguir siempre la realidad de la apariencia? ¿Quién nos responderá de la exactitud de nuestras conjeturas y de nuestros instrumentos? Un error inevitable de dos ó tres segundos transporta los astros á millones de leguas del punto en que están realmente. Hay observaciones que exigen que se conserven durante seis meses los instrumentos en la misma posicion; ¿que astrónomo

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responderá de esta perfecta estabilidad? No seamos, pues, tan afirmativos sobre la cuestion delicada del verdadero sistema del mundo.

La desigual reparticion de las estrellas en el firmamento, sus reuniones irregulares en apariencia han ocupado á algunos talentos, amantes de dificultades y curiosos de penetrar lo que hay mas impenetrable. Es cierto que las posiciones variadas de las estrellas y de los planetas no son el objeto de una causa ciega. Todo el universo ha sido hecho con peso y medida; está bajo las órdenes de un dueño que no deja nada al azar, y que asigna á cada ser el lugar que debe ocupar para cumplir el fin de su creacion. «Aunque las estrellas, escribia Descartes, parezcan espar«cidas muy irregularmente, yo no dudo sin embargo que hay un <<órden natural entre ellas, el cual es regular y determinado. » El ensayó en efecto investigar cuál era este órden, pero ya se comprende fácilmente la inutilidad de sus esfuerzos, y que se vió obligado á confesar que no podia ser conocido sino de Aquel que cuenta las estrellas, y las llama á cada una por su nombre. Qui numerat multitudinem stellarum, et omnibus eis nomina vocat.

Mas tarde un sábio inglés, reflexionando sobre el mismo problema, tuvo la singular idea de buscar cuáles eran las suertes del azar en la reparticion de las estrellas del firmamento. Tomó por ejemplo el grupo de las pléyades, y por datos del problema todas las estrellas del cielo cuya intensidad podia serles comparada; y suponiéndolas echadas al azar, halló que habia quinientos mil para apostar contra uno, que la reunion de las seis estrellas de las pléyades, no se presentaria. Pero el hecho mismo de la existencia de esta constelacion, á pesar de su poca probabilidad, dió lugar á pensar á los señores del Anuario de las longitudes que «habia algo erróneo en este cálculo,» y que «la hipóte«<sis directamente contraria debia tener nuestro asentimiento, >> esto es, que de ningun modo las estrellas estaban repartidas al azar en el cielo, sino «que una causa física habia presidido á su «reunion 1.»

Tomemos acta de la primera parte de esta confesion, y cuan

1 Anuario de 1834.

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