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pre igualmente grande é infinito, tanto en las cosas pequeñas como en las grandes, ó mas bien, en el órden físico, no hay á los ojos de Dios nada que sea grande ni pequeño; estas cualidades relativas de grandeza y pequeñez son una invencion de la debilidad del entendimiento humano, necesaria aquí bajo para ponernos en relacion con el mundo material, para juzgar y apreciar su órden y armonía.

Al sistema que estoy combatiendo pueden oponérsele algunos datos astronómicos, entre otros el siguiente: Sirio, la estrella fija mas cercana á nosotros, dista de nuestro planeta tres mil millones de leguas. Siendo esta estrella doce veces mayor que el sol, seria menester, suponiendo que fuese el centro de un sistema planetario, que los globos subordinados á su esfera de accion se extendiesen doce veces mas léjos, ó que fuesen doce veces mayores que los planetas que dependen de nuestro sol, puesto que los planetas deben equilibrar las fuerzas de su centro ó de su sol, ya por medio de sus masas, ya por su número. El sistema helíaco ocupa un espacio de mil millones de leguas; luego para los planetas de Sirio no quedarian mas que dos mil millones de leguas, y entonces necesariamente los planetas de Sirio penetrarian en nuestro sistema y serian visibles á todas las distancias posibles, ó bien serian muy voluminosos, y entonces serian tambien igualmente visibles: con todo no se ve, no se conoce ninguno.

Pero por otra parte debe caer para siempre la suposicion de que los soles ó las estrellas son cuerpos luminosos de sí, la que daba grande importancia á la distincion de los cuerpos celestes en estrellas fijas y en planetas. La simple vista de Vénus ó de Júpiter, bien conocidos como los demás planetas por ser cuerpos semejantes á la luna y á la tierra, hubiera debido mucho tiempo hace justificar dicha hipótesis. Es preciso ser astrónomo para distinguir en el cielo los planetas de las estrellas: no todos pueden distinguir á Vénus. ¿De qué procede, pues, que todo brilla, y que todos los cuerpos celestes son luminosos? Se ha visto ya en el discurso de este capítulo: todos los cuerpos son opacos, solo son luminosos en su atmósfera, en que las corrientes sidéreas producen su cambio de accion positiva y negativa, y en que las reacciones moleculares entre los átomos elementares absolutamente invisi

bles é inapreciables, dan lugar á la luz difusa que nos ilumina; y la variedad de color en el brillo de los astros depende únicamente de su densidad, y sobre todo de su estado positivo ó negativo. Así se destruye tambien la suposicion de un cuerpo invisible por su opacidad que, colocado á las inmediaciones de Sirio, contrabalancease su accion, como si un cuerpo celeste pudiese parecer opaco; como si los demás astros, aun aquellos que no podemos percibir á causa de su pequeñez, no bastasen para el aplomo y equilibrio del universo.

Hé aquí algunas palabras de Mr. Arago que vienen á corroborar mi opinion. «Sucede, y es cosa comprobada..., que las estre«llas de diversas magnitudes, cuando al parecer se hallan con-«centradas en un espacio muy limitado, tienen una dependencia «mútua; que forman sistemas; que en este caso, su diferencia de «intensidad depende de una desemejanza de magnitud, de cons«<titucion física.» (An. del ob. de longit., 1842, pág. 383).

Pero el pasaje siguiente es aun mas positivo y mas formal. Herschell, hablando de los grupos de estrellas que hormiguean en el cielo, demóstró: «que estas estrellas se hallan enlazadas unas con << otras, que forman verdaderos sistemas; sienta que las estrellas « pequeñas circulan al rededor de las grandes, precisamente co«mo la Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, etc., circulan al rededor «del sol; y, cosa notable, que algunos de aquellos soles girando <«<al rededor de otros soles hacen su revolucion en menos tiempo << del que emplea Urano para recorrer su órbita. » (Ibid., pág. 399).

No puede por consiguiente admitirse la pluralidad de mundos, ya se la considere con relacion á Dios, ya se la mire con relacion al hombre. Siendo Dios la sustancia, la ley, la fuerza esenciales como dijo el grande orador de Nuestra Señora de París (38.* conf.) débese además referirlo todo á él, puesto que nada existe sino por él y en él Universa propter semetipsum operatus est Dominus. (Proverbiorum, xiv, 4). So pena de muerte, el hombre debe referirle todo á su Criador; la obligacion es rigurosa y necesaria. El mismo Dios no puede cambiarla ni abolirla. Siendo el hombre la imágen y el representante de Dios sobre la tierra, todo se hizo para él á fin de que por su intermedio todo se dirigiese á Dios: Sicut mundum propter hominem machinatus est, ila ipsum propter se tanquam di

vini templi antistitem spectatorem operum rerumque coelestium. (Lactantio, l. 100, c. 14).

Dios se inclina de tal modo á este sistema de gloria y de amor, que, habiéndose el hombre separado de él por la desobediencia, se le unió otra vez por medio de su Verbo eterno. Jesucristo restableció la armonía, y rehabilitó al hombre. Despues de tal honor para este, despues de la divinizacion de la humanidad en Jesucristo, despues de su incomprensible importancia en el corazon de Dios, ¿puede acaso encontrarse criatura alguna que le pueda ser comparada? In hoc apparuit charitas Dei in nobis, quoniam Filium suum unigenitum misit Deus in mundum, ut vivamus per eum. (Joann., I, Epist. IV, 9). Sin razon dijo un escritor cristiano, monsieur Jehan: «Seria seguramente formarse una idea muy extra<< ordinaria del hombre y de su importancia, refiriendo á él, como <<á causa final única, todo este universo cuya inmensidad nos abru«ma.» (Nuevo tratado de las ciencias geológicas, pág. 173).

Jamás, en fin, ninguna fábula cosmogónica podrá prevalecer contra la verdad de la revelacion; todos los conceptos humanos tarde ó temprano y siempre vendrán á estrellarse contra el Cristo, que es la piedra angular del edificio del universo: y mientras que las miradas del Omnipotente se fijen sobre el planeta Tierra para contemplarse en su imágen, el hombre; mientras que converse deliciosamente con él; mientras que habite en sus templos, jamás habrá una tierra mas noble, un globo que le sea mas querido, criaturas mas elevadas en el órden de los tiempos para convertirse en ciudadanos de la eternidad.

Filósofos soberbios, dejad de calumniar la humanidad. ¿Qué pretendeis con esto, sino justificar las inclinaciones que de ninguna manera os honran, y hallar excusas en vuestros pecados y en vuestras vergonzosas y bajas pasiones? Ad excusandas, excusationes in peccatis. (Ps., cxL). Filósofos desdeñosos, humillaos para levantar al hombre; cesad de inclinarle á la pendiente del vicio; ayudadle mas bien por medio de las nobles inspiraciones de la fe á vencer sus pasiones y á vivir en la vida de Dios. Elevad al hombre, y el hombre llegará á ser mas grande de lo que podeis imaginar: llegará á ser Dios y el Hijo del Todopoderoso : Ego dixi dii estis, et filii excelsi omnes. (Ps. LXXXI).

CAPÍTULO IV.

GENERALIDADES SOBRE LA GEOLOGÍA.

A fuerza de acumular hechos geológicos, parece se ha llegado de tal manera á perderse en sus detalles, que ya cási para nada se cuenta con Moisés sobre el hecho mas importante de la historia, sobre aquel hecho que él describió mejor que ningun otro, y sobre el cual la Geología reclama como su fundamento indispensable; esto es, sobre el hecho del diluvio. Pero es necesario, antes de emprender esta materia, echar una ojeada sobre el estado de la ciencia y exponer sus grandes principios.

Los que hayan consagrado algun tiempo al estudio de esta ciencia, no se admirarán de la novedad de estos principios, no juzgándolos antes de haber visto todo su conjunto y toda su ligazon.

Es menester que la Geología desembarazada de toda la jèrga panteística, bajada de las cumbres de la ciencia hasta á los pequeños tratados elementares, emprenda en adelante una marcha franca, y se asiente en fin sobre su verdadera base, la Biblia.

Y, por lo que toca al poco aprecio con que la han tratado ciertos espíritus amantes de lo positivo, no pueden apreciarse sus causas sino poniendo á un lado los hechos exagerados por el amor propio de sus autores, y en otro los datos ciertos de la observacion; porque la Geología no es una ciencia estéril, sus aplicaciones prácticas son importantes, y su utilidad se extiende desde el campo del labrador hasta las materias útiles explotadas en las capas terrestres.

SI.-Refutacion de los sistemas modernos.

No debo detenerme en refutar las opiniones anticuadas, ridículas y antibíblicas de gran número de escritores, cuyas obras quedan para siempre sepultadas en el polvo del olvido. Si alguno

quisiese formarse una idea de ellas, puede consultar la geografía de Maltebrun, la de Balbi, el discurso de Cuvier sobre las revoluciones de la superficie del globo, y la mayor parte de las obras de geología que se desgarran entre sí á cual mejor sin poder crearse ningun porvenir.

Debo tambien apartar de la discusion el sistema antihexamérico de Buckland, cuyas pomposas frases y barniz bíblico no podrian evitar su ruina aun en medio del brillo efímero de las Veladas de Monthery'.

Hé aquí sin embargo de qué manera Mr. Godefroy combate aquel sistema: «La nueva idea de una creacion destruida y vuelta á co<< menzar despues sobre un plan del todo nuevo no puede soste«nerse en presencia de los reiterados testimonios de la ciencia, de «que un gran número de especies vegetales y animales, presen«<tándose en todas las gradaciones de la série de los terrenos, se <<han perpetuado hasta nuestros dias.» (Ob. cit., pág. 273).

Sigue despues su propio sistema. Los repetidos cataclismos, las multiplicadas catástrofes de las épocas indeterminadas, anteriores al hombre, no le parecen admisibles; pero, con la mira de «conciliar las doctrinas de la sana geología con las revelaciones «del Génesis,» presenta un nuevo plan, en virtud del cual «en ca<da órden, el número de las especies es multiplicado sucesiva«mente y á intervalos mas o menos largos...: así, pues, en aque<«<llos tiempos de creacion, bajo el reinado de las leyes organiza«doras, avanzó el órden hácia su complemento por via de ge«neraciones evolutivas, ó de renovacion de las especies.» (Ibid., pág. 242 y sig.). En una palabra, Mr. Godefroy no hace sino sustituir un error á otro error; pero sin hacer la aplicacion de su sistema: esto le hubiera sido ciertamente cosa difícil por razon del embarazo en que le puso la incandescencia original del globo. Sea como quiera, ya que admite el diluvium de los geólogos modernos, es decir, la formacion de un terreno muy superficial y limitado debido á la accion del diluvio, cree en la formacion de los continentes por medio de los aluviones ó de los terreros, y su

1 El señor abate Migne escogió á Mr. Desdouits para dar las explicaciones geológicas que exige el Génesis. ¿Cuáles son, pues, la crítica y la ciencia que presiden á su eleccion en la composicion de su inmensa obra?

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