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las diez y seis cañones y culebrinas, y las restantes de las que llamaban girifaltes y falconetes con muy cumplida municion (1). Tanta gente y provision podian arredrar, y mas cuando todo le escaseaba, á quien no fuera el Gran Capitan; mas lejos de eso, apenas llegado á San German, ordenó á Pedro Navarro que al siguiente dia lúnes con infantería y artillería competente fuese á combatir los franceses que Pedro de Médicis habia dejado á defensa de la abadía y castillo de Monte-Casino, y no queria sufrir que alli estuvieran.

A la penosa situacion de aquella antiquísima abadia en una alta montaña se agregaba entónces haberla fortificado los franceses, y reforzádose además con gente de la tierra. Navarro, habiendo empleado todo aquel dia con su genial actividad en subir trabajosamente la artillería, al inmediato mártes 10 de octubre, emprendió resueltamente el ataque. Tan vigoroso y sostenido fué que á poco y á viva fuerza se apoderó de la abadía con muerte y prision de cuantos la guardaban y sin pérdida de ninguno de los suyos. Este hecho de armas en que se distinguieron los dos capitanes Ochoa y Juan ó Jordan de Arteaga, y en que á no oponerse con su espada García de Lison, los soldados españoles habrian saqueado hasta el sagrario y las reliquias (2), fué tenido en mucho así

(1) Ibid., cap. 57. El ejército francés, segun Guicciardini, lı– bro 6, se componia de 800 lanzas, cinco mil gascones, que conducia la Tremouille, y ocho mil suizos, que con los soldados de Gaeta componian 1,800 lanzas entre italianes y franceses y mas de diez у ocho mil infantes.

(2) Jovius. De vita M. Gonsalvi, lib. 2, pág. 261......, ac nisi Garsias Lisonius, qui pietate insigni ad Rubos captivarum fæminarum pudorem conservarat, intentato gladio prædones coercuisset, venerabiles etiam sanctorum patrum reliquiæ, loculis scilicet argenteis

por ser aquel castillo "una fuerza muy principal y muy importante por el paso en que está, como por haberse » tomado á vista de los fuegos del ejército francés, que » se apercibia desde allí muy claramente y por muchas >> ahumadas que se hicieron no quisieron de modo alguno « venir al socorro (1).”

Terminada con tal prosperidad y rapidez la empresa de Monte-Casino, proveyó el Gran Capitan á los lugares de la frontera de la gente que cada uno requeria para resistir á la invasion francesa. Quedóse con su persona y la que le restaba disponible en San German, hasta que divulgándose que el marqués de Mantua jefe del ejército enemigo habia proferido palabras que le eran ofensivas, lo mismo que á sus soldados, se fué derecho á buscarle.

Es curioso á propósito de estos denuestos, y creemos como Paulo Jovio que lo refiere, que no se debe callar la costumbre que los soldados de las varias naciones que entonces militaban en Italia, tenian de afrentar á sus contrarios segun la opinion que de ellos comunmente se formaba, cuando comenzaban á pelear ó como hoy diriamos se batian las guerrillas. Los españoles dice que llamaban borrachos á los franceses y mea-vino: los franceses á los españoles ladrones ahorcados por la rapacidad de sus manos: los alemanes á los suizos por desprecio covamelos ó vacas ordenadas en el establo: los suizos á los alemanes smocharos, que en aleman parece significar puercos bellacos; y todos á los italianos bujarrones (2). Lo que el

condite profecto avaritia militum cessissent. Zurita, ibi, capitulo 57.-Crónica, cap. 101.

(4) Crónica, cap. 101.

(2) Jovius, ibi, pág. 265. Erat enim mos apud milites (quod minimè prætermittendum videtur) ut ioco serioque sese mutuis contume

marqués de Mantua llamó á los españoles cuentan que fué canalla, expresion harto insolente por cierto en persona tan altamente colocada. Porque si bien de allí á poco disculpándose el Gran Capitan del favor que le acusaban dar á la gente de guerra, y de la impunidad con que dejaba sus excesos, respondió: "que él no podia alabarlos de religio«sos, porque todos los mas que allá iban de España eran << tales que no los sufriria la tierra por sus delitos; y que « no se podia negar que no cometiesen algo de aquello

que se les imputaba, aunque no quedaba sin casti« go (1);" no le plugo, y tuvo razon tolerar tal denuesto del general de un ejército enemigo no vencedor ni mejor disciplinado que el suyo. Púsose pues en campaña con él, y presentándose á una milla del francés, por mas que le provocó á batalla, y les requirió á que si tanto la deseaban, era aquella la ocasion de ver quienes de los españoles ó franceses eran de mejor condicion; el marqués de Mantua nada mas respondió sino que en el Garellano se verian presto (2).

Es el Garegliano ó Garellano un rio, dice Zurita, que naciendo en el Abruzzo pasa por entre San German y las tierras de la Iglesia. Va ahocinado como el Genil aunque es muy mayor y sin otra puente que la de Pontecorvo, siendo muy difícil vadearle. El marqués sin embargo, ha

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liis ex propria vulgarique gentium nota..... Nam Gallos Hispani Borrachos, id est, ebrios et ex temulentia vinum meientes vocabant. Galli autem Hispanos á furaci manu latrones laqueo suspensos appellabant: sicuti Helvetios Germani ad exprimendam gentis ignobilitatem Covamelos, hoc est, vaccas in stabulis mulgentes, vocare erant soliti: Gcrmanos vero Helvetici Smocharos quæ vox germanice spurcos nebuloncs indicat: Itali vero ab aliis Bugrones, hoc est, pucrarii vocarentur. (1) Zurita, ibi, cap. 73, año de 1504.

(2) Ibid, cap. 57.

biéndosele ya unido tres mil franceses salidos de Gaeta, le pasó en 15 de octubre por el vado de Seprano, y trató de sorprender á Roca-Seca, punto importante en el lími te de los Estados pontificios. El Gran Capitan que penetró su designio, desde San German, en que todavía permanecia, ordenó al otro dia 16 de octubre, que Pedro Navarro y García de Paredes con la infantería fuesen por la montaña á socorrer á Roca-Seca, dirigiéndose él con Próspero Colona y toda la gente de armas por el llano. De tan acertada disposicion resultó que, habiendo entrado Navarro y Colonna en la Roca, no solo obligaron al marqués de Mantua á desistir de su intento y repasar el Garellano, sino que saliendo contra él los capitanes Zamudio, Pizarro, Escalada y el coronel Villalba, que habian defendido la Roca, y alcanzando su retaguardia desbandada, le mataron y prendieron mas de trescientos hombres incluso un capitan (1).

Tan cercanos andaban ya en esto los dos ejércitos que bien se veia que uno y otro general buscaban la ocasion propicia para acometer al otro. Corridos asi algu nos dias é insistiendo los franceses en pasar el Garellano por un puente que guardaba Pedro de Paz con mil y doscientos infantes y algunos caballos, le arremetieron al fin furiosamente. Tres dias con tres noches se defendió Paz valerosamente del ejército enemigo. Socorrióle con oportunidad el Gran Capitan con el suyo; pero recelándose de un nuevo ataque por ventura mas vigoroso, al paso que ordenó á Pedro de Paz, que se recogiera con su gente, dispuso que Pedro Navarro con alguna de la suya pegase

(1) Jovio, ibi, pág. 262.-Zurita ibi.-La Crónica del Gran Capitan pone el movimiento del marqués de Martua en el último dia de octubre y lo demás en los primeros dias de noviembre.

fuego á un trozo de la puente que estaba labrado de madera en lo quebrado de ella, y asentó su real al paso de la puente (1).

No toca a la historia que escribimos referir todos los pormenores que precedieron á la batalla del Garellano, y dieron gloria inmortal á Gonzalo Fernandez de Córdoba. Solo dirémos que en medio de la agitacion y amotinamiento de su ejército por el crudo temporal, por el hambre y falta de pagas en que se vió; movimientos y desórdenes en que no solo tomaron parte los Colonas y capitanes y caballeros napolitanos que apsiaban porque el Rey Católico restituyera aquel reino á su sobrino D. Fadrique, sino hasta D. Diego de Mendoza, Iñigo Lopez de Ayala y D. Hernando de Andrade (2); para gloria de Navarro, nadie escribe que participára de los vergonzosos extremos á que se lanzaron aquellos y otros capitanes españoles, por otra parte muy valientes y distinguidos. No nos incumbe tampoco describir y sobre todo poner de acuerdo á Guicciardini, Jovio, Zurita, Alarcon, la Crónica del Gran Capitan y otros sobre los varios incidentes de aquella céle bre campaña, en la que no deja de advertirse el deseo de que tales o cuales personajes ocupen el primer término; porque para nuestro objeto basta que en ninguno de cllos ocupe el segundo nuestro atrevido Encartado. Nos envanece por lo contrario que cuando los franceses despues de concluido un puente de barcas pasaron el Garellano apoderándose sin resistencia de una torre que les entregaron los infantes que la guardaban porque les ofre

(1) Zurita, ibid., andando en este tiempo tan juntos Pedro de Paz y Pedro Navarro, que alguna vez parece dudarse de si no estan confundidos.

(2) Zurita, ibi, cap. 58.

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