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y en anocheciendo váse donde estaban los moros, que estaban casi al cabo de toda la isla, y diceles que él se va con intencion de se tornar moro, Ꭹ ansimesmo dice que quieren tomar su consejo, les dará industria como ninguno de los cristianos que estaban en la isla, escape ni que. de con la vida. Los moros, como quiera que ya sabian que habia gente en la isla, holgaron de oir aquello, é informados de la manera que la gente quedaba, concertaron quel mismo cristiano iria con ellos despues de media noche, y como el cristiano supiese donde habian quedado las centinelas ó escuchas, vase con los moros é mátalas estas centinelas é escuchas es uso de ponellas en semejantes casos de guerra, de tal manera, que siempre estén apartados de la otra gente cuanto un tiro de ballesta por donde piensan ó sienten que puede pasar gente, ansí como en las sendas ó caminos, y estos que están por escuchas ó centinelas, están tan secretos que aunque pase por el camino alguno, no lo verá, y la escucha ha de ver á los que pasan, de manera que llegados los moros y muertas las centinelas, vanse para los pozos donde estaba la otra gente, y como los que estaban en los pozos estaban descuidados dormiendo, pensando que si moros viniesen, las centinelas habian de ir con el rebato, mas de tal mamera estaban durmiendo á causa de estar muy cansados de lo que habian trabajado en limpiar los pozos y hacer reparos que no los sintieron llegar: llegados los moros á los pozos donde estaba la gente dormiendo, ya al cuarto del alba, entran dentro del círculo sin que ninguno de los cristianos lo sintiesen, ni estuviese despierto, de lo cual no obstante que las centinelas tuviesen puestas, pero el coronel y los que allí estuvieron, no se pueden excusar de culpa, porque ansimismo habian de tener sus velas,

como se suele hacer, y como los moros eran muchos, comienzan á matar en los cristianos de tal manera, que en poco tiempo les cortaron las cabezas á todos, sin dejar mas de dos que tomaron á vida, y el uno de estos inviaron al Rey de Tunez, y el otro al jeque de los Gelves, y otro quedó con cinco ó seis heridas, debajo de los muertos, y como quiera que las naos estaban de alli muy lejos nunca cosa se sintió ni oyó, mas de cuanto á prima noche el coronel habia inviado 20 hombres dende los pozos á las naos para que trajiesen bastimientos para que el coronel y la gente comiesen, y como desde los pozos á la marina habia gran rato, y desde la marina á las naos ansimismo, tardáronse tanto, que cuando volvieron con las vituallas oyeron el alarido y algarazas que los moros traian matando los cristianos, y como hubieron conoscimiento que eran moros, vuélvense y allí se están sin hacer ningun rumor de lo que habian oido, porque aunque quisieron hacer rebato ninguna cosa aprovechaba, por ser de noche y estar las naos tan lejos de allí como estaban; mas los moros que ya habian hecho el carnaje, como quiera que de su natural sea dar gritos y hacer grandes algarazas, andando ansí en sus placeres, ponen fuego, y sueltan las escopetas que estaban todas armadas y apercibidas, é como ya era cerca del alba, y el conde aunque estaba en las naos, tenia mucho pensamiento de la gente, y á esta sazon no dormia, y como oyó las escopetas que habian soltado, tomó algun recelo de ver que á tal hora disparaban, y como quiera que ansi en la mar como en la tierra jamás nunca nadie le vió desnudo sino en calzas y jubon, salta de la cama y manda que luego á la hora toda la gente desembarque y salte en tierra, y como la mas de la gente estaba ansi, como habian venido en sus ber.

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gantines y fustas, con pensamiento que á la mañana habian de ir á los pozos con las botas á hacer agua, luego que el conde mandó aquello saltan en tierra aunque no fué tan presto que cuando la gente acabó de saltar no era de dia, é como los moros que aun á la sazon están corriendo y escaramuzando cerca de los mismos pozos, viesen saltar los cristianos en tierra, con la osadia que les ponia la vitoria que habian habido, se vienen hacia la marina y cscaramuzando los unos con los otros, entonces el conde mandó al coronel Diego de Valencia, que concierte la gente en sus escuadrones, y que arremeta de hecho den en los moros, y como el conde toviese grande recelo de la gente que habia quedado en los pozos, por.haber oido soltar las escopetas, se mete en un bergantin y se va costa á costa, al lugar donde habia desembarcado el dia ántes para ir á los pozos porque por allí se podia ver desde la marina, y llegado, comienza á mirar desde el bergantin á una parte y á otra de los pozos, y ni oia ni veia ningun cristiano, y no confiándose en esto mandó á un marinero de los del bergantin que suba en el mástil y mire bien hacia la parte de los pozos, é como subiese con mucha diligencia y no viese nada, entonces el conde pensando lo que era da vuelta para la gente, la cual ya estaba para arremeter á los moros, y aunque los moros de caballo estaban salvos, los peones libraban muy mal; se ponen todos en huida, y como el cristiano que es dicho, que escapó muy mal herido debajo de los muertos, sintió que los moros estaban algo desviados, sálese paso a paso, y muy cojo de las heridas que traia, echándose y llevantándose, viene hácia la marina donde estaba la gente, y como viesen ansi venir de lejos, estaban en diferencia, si era moro ó cristiano, y en este letigio estuvieron hasta

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que algo se acercó, que fué entonces el coronel ya dicho. Diego de Valencia con algunos compañeros y le preguntaron que como venia ansí, y él le dijo lo que habia acaescido, y ansi se vienen con el herido donde estaba la geny allí el mismo coronel llama un fraile de san Francisco que el conde traia consigo llamado fray Hernando, y secretamente le cuenta lo que aquel herido decia. En esta sazon el conde era llegado donde la gente estaba, y el fraile se va para él y le hace relacion de lo que pasaba. El conde por mejor informarse llama al herido y apártale, y pregúntale de que manera ó á que hora habia acaescido tan gran desdicha, é informado con mucha tristeza el con de se va hacia la marina donde está la gente, y manda que luego se embarquen, sin decir ninguna cosa de lo que habia acaescido, aunque no habia menester de lo de cir pues todos conoscian lo que era, pues á todos manda ba embarcar sin los que en la isla quedaban.

Otro dia por la mañana el conde mandó á un coronel llamado D. Diego Pacheco, que salga en tierra con media docena de compañeros, y puestas sus atalayas vaya y vea tan gran desastre de muertos, que seria mas de cuatro→ cientos y cincuenta; el cual ido los halló todos muertos y se volvió, y el conde quisiera salir mucho de aquellos bajios con todas sus naos y hacerse á la vela, salvo que los dos coroneles que habian ido á Cecilia por bastimientos no eran venidos, y como la mayor parte de la nescesidad que habia en la armada era de agua, invia á un coronel llamado Samaniego hacer agua, el cual la hizo en una isla con la voluntad de los moros, mas no fué tanto que no es tovimos en tanta nescesidad, que acaesció en una nao don' de iban los enfermos, en un dia echar á la mar cuarenta por falta de agua, aunque de comer no habia mucha so

bra, porque ninguna cosa tenia para regirse; y viendo esto el conde mandó hacer vela para ir á buscar agua donde quiera que se hallase, aunque fuese en tierra muy pe ligrosa de moros, y llama á un coronel Francisco Marques, y mándale que se quede allí, hasta que los dos coroneles vengan de Cicilia, y venidos que él y ellos se vayan á los Gelves y estén surtos en derecho del castillo, y le esperen allí, y dicho esto se vá; y quedado el coronel estuvo esperando allí, los dias que el conde le habia mandado que esperase, y como en aquellos dias no vinieron, el coronel hace vela y se va al castillo de los Gelves, y como surgió y fué visto de los Gelves, el jeque de los Gelves mandó luego un esquife con tres moros y una bandera de seguro, y que sepan quien es el que viene en aquella nao, y que quiere ό que busca. Los cristianos de la nao como vieron venir los moros en su batellejo, les dan seguro, y les dicen que se alleguen á la orla de la nao para ver lo que quieren, y llegados dicen por una lengua que con ellos iba, que le llamasen al capitan de la nao; entonces el coronel se para al borde de la nao, y la lengua que los moros llevaban les dijo las palabras seguientes: Mi señor el jeque de los Gelves me invia á tí, para que me digas quien eres, ό que buscas por aquí, y que si tienen necesidad de algun bastimiento de pan, ó agua, ó de otra alguna cosa que haya en su isla, que se lo invies á decir, que él te mandará prover de todo lo que hubieres menester para tu nao ó gentes. El coronel le respondió, que él podia decir al jeque, que él era un criado del conde Pedro Navarro, capitan del Rey de España, que le andaba á buscar, y que él habia ido allí con pensamiento que se hallaria en aquel lugar; y que cuanto á lo que decia de los bastimientos, que él traia, y aun sobrados todo lo que habia menester para

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