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tando en esta estrecha necesidad plugó á nuestro Señor que á cabo de 15 dias la mar se sosegó la fortuna, entónces viérades entrar en la mar á sacar los que estaban ahogados para enterrallos, aunque no en la iglesia sino en la marina, y como se habian ahogado muchos esclavos moros y moras, muchas veces los sacaban pensando que eran cristianos, hasta que tenian conocimiento como eran moros; viérades mas, que andando sacando los ahogados. toparon acaso un caballo que se habia muerto mas habia de 15 dias cuando las naos se perdieron, y como lo toparon, viérades la gente así como lobos entrar á porfia y con mucha cuestion y rencilla, quien mas podia mas cortaba, y en espacio de media hora ni habia ni parescia hueso ni pelo dél, y aquello comian como si fuera faisanes.

Estando el conde en este trabajo, deseando salir del puerto (1) parte por los coroneles y capitanes hasta quinientos cestones y manda que luego se hagan de la rama de los chaparros que habia asaz por toda la isla, los cuales hechos eran de ocho pies en ancho y de mas de un estado de alto, y la intencion por que se mandaron hacer no se supo, mas de cuanto se sospechó que era para ir á la puente de los Gelves, y en saltando la gente en tierra enchir los cestones de tierra, y hacer al derredor una cava, y alli hacerse fuertes, de manera que sospechando esto al principio del mes de hebrero, manda el conde á su mayordomo y á otros dos coroneles que vayan en Cecilia y carguen los mas bastimientos que pudieren y los trai gan, y porque los pocos bastimientos que habian quedado quedasen, y hubiese mas para los pocos que para los mu

(1) Aquí hay una cifra que no se entiende.

Nota de Navarrete.

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chos, y se podiesen mejor sustentar, manda á los dichos coroneles que iban á Cecilia que cada uno se lleve su gente consigo en tres naos que llevaban, y ansimismo les mandó que vuelvan los mas presto que puedan, y que cuando tornasen se fuesen á los bajíos de los Querquenes que allí le hallarian. Partidose estos coroneles con toda su gente, el conde quedó y mandó apercibir toda la genY dende á cuatro dias hizo embarcar la gente y salieron del puerto á diez de hebrero con hasta 24 navios entre grandes y pequeños, y tomamos derrota para la isla de Negra fée, que puede ansi llamarse por nuestros pecados, de los Querquenes ya llegados surgieron las naos de noche todas á causa de los muchos bajios por no encallar en tierra, que si navegáran sin tentar los bajios no fuera mucho perderse los navios, y surtos estuvimos allí aquella noche que serian mas de cuatro leguas de la isla, y cuando amanesció no se via tierra ninguna: en aquella sazon habia muy poca agua en las naos é manda el conde á un coronel llamado Diego de Valencia, que vaya con su nao y gente hacia la parte de un lugar de moros que se llama los Alfaneques á hacer agua, asimismo invia otro coronel llamado Samaniego á otra parte que trujiese agua, y el conde mandó hacer vela con las naos que con él quedaban, y lléganse mas adelante hácia la isla y hace ir un bergantin delante de los navios con una Gindalesa (1) tentando el fondo que habia porque las naos no encallasen, y como llegaron á cinco brazas de hondo, luego todos los navíos surgieron, que seria una legua de la isla, y alli estuvimos á vista de Zuzar y Monesterio hasta cerca

(1) Guindaleza.

Nota de Navarrete,

de ocho dias que vino el coronel Diego de Valencia, y no con mucha agua y muy salobre, de manera que á lạ sazon mucha fatiga pasaba la gente y de hambre, tanto que el conde mismo tenia por devocion de ayunar los viernes, y estando en tanta necesidad lo quebrantó y mandó que aunque era cuaresma toda la gente comiese carne si la podiese haber, y ansi como el coronel Diego de Valencia llegó, mandó embarcar toda la gente en las fustas, y bergantines, y barcas y otros navios de remo poco á росо, aunque con mucha pena á causa de estar los navios muy lejos é echaron toda la gente en la isla.

Echada la gente en tierra, luego se ponen en ordenanza de cinco escuadrones y comienzan luego á caminar por la isla adelante, y el conde á pie en los delanteros, con sus alabarderos, y en esta órden caminaron cuanto una legua grande, sin que pareciera moro ninguno ni ganado, porque la intencion del conde era solamente hacer agua y matar algun ganado para hacer carne, por que en aquella isla habia mucho de todo ganado, tanto que los Gelves y todos los lugares de la costa se proveen de carne de aquella isla, y esto porque es muy grande y despoblada, mas de cuanto algun pan se coge, aunque poco, y para esto tienen los moros allí algunas casas á manera de castillos para coger su pan; de manera que viendo el conde que la gente habia andado gran trecho sin que hallase ningun ganado ni agua, da la vuelta para la marina porque no nos tomase la noche, que ya era algo tarde, y muy desviados de la marina: en esto un coronel llamado Vionelo habíase apartado de la gente cuanto media legua dentro en tierra, y andando mirando por una parte y por otra, topó tres pozos de agua, que no debieran ser hallados. Vuélvese muy alegre á la ma

rina donde estaba el conde, y dicele: Señor yo he hallado tres pozos de agua muy buena. El conde, viendo la gran necesidad que en las naos habia, holgó mucho de oir aquellas nuevas, y dijole: ¿Dónde estan esos pozos que decis? Dijo el Señor, media legua de aquí. Entónces porque ya era tarde manda que toda la gente embarque salvo el escuadron de la gente del dicho coronel Vionelo, y aquella gente manda que no se parta de alli de la marina, y porque los pozos estaban hacia la parte de poniente, hacia una punta que se hacia en la misma isla, métese el conde en un bergantin, y el coronel por tierra con diez compañeros vase por la marina adelante hasta el derecho donde estaban los pozos, y allegados, el conde los mira muy bien, y bebe del agua, y hállala muy dulce y muy buena, y por ser tan tarde vuélvese á la marina donde estaba la gente, y llegados embarcanse todos y vánse á las naos, y luego otro dia por la mañana miércoles, que contaron 24 de hebrero, va el mismo coronel que habia hallado los pozos, como aquel que no sabia lo que le habia de acontescer, y suplica al conde que le deje salir con su gente en tierra para ir á limpiar los pozos para hacer aguaje. El conde viendo tanta necesidad de agua y su importunidad, dió licencia, y dada, sale en tierra con su gente, que era la mas escogida que en toda la armada habia, y vase á los pozos; y con la gran diligencia y trabajo que puso, á hora de medio dia los tenia limpios y aderezados, y hecha una caña ó albarrada que cerraba todos los tres pozos, y puestas las picas y caladas hácia fuera, y mezcladas entre dos picas una escopeta, porque aunque los moros viniesen no pudiesen entrar. El conde aquel mesmo dia despues de comer, con media docena de alabarderos salta en un bergantin, é váse para los pozos, é

como allegó vió la manera, y como estaban limpios y con mucha agua, y viéndolo todo de la manera que estaba, algo á su contentamiento, dijo al coronel Vionelo ¿ bien apercibido estais? Entónces dijo el coronel: ¿pues qué le parece á V. S.? quién bastará á entrar en esta albarrada? El conde como quiera que muy bien le paresció, pero como hombre de guerra, y que pensó, lo que despues sucedió, que podria acaescer, dijo al coronel: ya es muy tarde, tomad la gente y vamos á embarcar. Entónces dijo el coronel: suplico á V. S. que señaladamente allende las mercedes que me ha hecho, sea esta la mayor, de dejarme aquí esta noche á guardar los pozos, porque en la mañana traigan las botas y hagamos aguaje. El conde dijo: no me paresce á mí ansi, sino, pues teneis tanta gana de quedar en tierra, os vais á la marina donde desembarcamos, y allí os esteis esta noche con vuestra gente. El coronel le tornó á replicar con mucha soberbia de lo cual Dios no se paga. ¡Oh Señor! quién basta á echarme de aquí, aunque se junten cuantos moros hay en Berberia? El conde viendo el gran deseo é impor. tunidad dijo: ahora pues ansi quereis quedaos con Dios, y váse y embárcase, y el coronel se queda con toda su gente muy alegre, y sin ningun pensamiento de lo que despues la fortuna aun no contenta con lo pasado rodeó.

Estando limpiando los pozos este coronel, habia mandado á un alferez que hiciese cierta cosa que pertenescia á los mismos reparos, y porque el alferez no lo hizo tan presto, aquello que el coronel le mandó, como él quisiera, arremete con él como un perro, é con mucho vituperio de su lengua le pelaba las barbas, dándole de puñadas y golpes. El alferez, viéndose afrentado de tal manera y tan públicamente, calla y disimula lo mejor que pudo,

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