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se contaron 12 de otubre à media noche la nao se inchia de agua y á mas andar se iba á hondo, por que el agua daba á la rodilla de abajo de sota encima del astre (sic) de la nao, y como los marineros y otros caballeros que iban en la nao viesen tanta agua dentro, comienzan á dar voces; como el conde oyó dar voces sale de la cámara muy sosegado que parescia ninguna alteracion traer, é si la traia no para que la mostrase, por no desmayar la gente, é preguntó que era aquello. El capitan de la nao respondió: Señor, imonos á fondo. El conde dijo ¿cómo es eso? Señor, la media nao esta de agua por cima del lastre. Entonces el conde habló como caballero muy esforzado, échala, échala fuera, y qué! ¿de eso os maravillais? pues yo me he visto en naos tener el agua hasta la rodilla sobre la cubierta, y no perdernos. Estónces viérades chicos y grandes, caballeros y escuderos unos dar á la bomba y otros con calderas, y otros con baldés, y otros con medias cuarterolas echar agua fuera de la nao, y el conde alum. brando con una hacha; é como en este trabajo anduviésemos gran pieza de la noche, tanto que apenas los que estaban en la nao lo podiesen sofrir, y el agua de la nao no menguase, mas cada hora cresciese, estónces el almirante de la mar llamado Charran, dijo al conde: Señor, esta agua cada hora crece é ímonos á fondo, pues nuestro Señor ansi lo quiere, métase su señoría en la barca de la nao y váyase á su aventura por la mar, y desta manera salvarsehá, y no perezcamos todos. Entonces el conde con mucha mansedumbre dijo: Si vosotros salvais á mí, yo salvaré á vosotros; á dar á entender que otros se habian de salvar y él con ellos, é que si todos se habian de perder y él lo mismo. Acabadas estas palabras, el conde preguntó que

por donde entraba el agua: ellos dijeron que por el lado que la nao va á orza. Dijo el conde, pues dar otro borde á la nao, y giraron las velas, y en la hora plugó á nues tra Señora, como del otro lado no estaba tan abierta cesó el agua y ansi nos sostuvimos hasta otro dia domingo por la mañana que la mar mitigó, y sosegada tomamos la vía de Trípol, y llegamos al puerto con calmas muertas juéves diez (1) de octubre, y cuando llegamos al puerto ya estaban hasta 20 naos que habian arribado el dia ántes, y ansí estuvimos allí hasta que la nao del conde se calafateó, y en este tiempo llegaron 10 naos que venian muy perdidas y destrozadas; mas no porque el conde aquellos dias que allí estuvimos saliese á tierra, sino por mucha maravilla aunque fuesen personas de cargo, y si algunos salian no volvian mas á las naos, y esto por el grandisimo miedo que habian cobrado á la fortuna de la mar.

Llegado el conde á Trípol y recogidos hasta treinta navíos gruesos en que podia haber hasta cinco mill hombres de pelea, y no muchos mas, porque como quiera que todos habian corrido mucha fortuna la gente que salia de las naos á tierra no querian volver é embarcarse, y quedábanse en la cibdad; y porque las otras naos que habian corrido á Cecilia y por otras partes habian perdido mucha gente, y no menos los que dieron al través y se perdieron, de manera que salidos de allí con muy buen viento llegamos á la isla de la Lampadosa, que está 55 leguas de Cecilia, y veinte y cinco de los Gelves y treinta y cinco de Trípol: es isla que tiene en ruedo trein

(1) Debe ser diez y scis.

Nota de Navarrete.

ta millas, que son siete leguas y media; hay en ella mùchas brutas (1) y cuevas debajo de tierra; hay mucha leña de unos chaparros anchos y muy espesos; hay un castillo en la marina al mismo puerto, muy antiguo y la mayor parte del derrocado; hay en esta isla poca agua y no muy buena; habia en ella algunos conejos y tortugas, y àlgunos pajaricos muy pequeños; hay mucha cebolla, que llaman albarrana, y muchos ajos monteses; hay al tiempo muchos espárragos y cardos montesinos; ansí que alle gados allí, luego otro dia el conde mandó por la mañana decir misa á sus capellanes, y á toda la gente con el sa lid á oir misa, y desque todos oyeron misa, como el conde habia visto tantas desdichas y peligros como Dios nos habia dado unas tras otras, mandó juntar toda la gente, y él en medio de todos dijo: Hijos y hermanos mios, á lo que os mandé llamar aquí, es para deciros como nuestro Señor ha querido castigarnos muchas veces con las fortunas, y peligros, y necesidades, las cuales han sido á todos muy notorias, y esto por nuestros pecados, de esta cabsa me parece que yo con todos vosotros no me aventuraria ni atreveria á la menor hueste del mundo de moros, ni aun á solo el menor moro de la Berbería; porque seria tentar á Dios muchas veces, si primero no me prometiésedes dos cosas, lo primero, el muy odioso estilo que teneis de renegar, que os aparteis de lo hacer, lo otro de no os echar con las moras, y si estas dos cosas me prometeis y las guardais, osaré acometer á cuantos moros hay en la Berbería; y dicho esto los coroneles res pondieron que se lo prometian, y ansi toda la otra gente

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(1) Sin duda por grutas.

Nota de Navarrete.

Zuzar

Alfaques

Africa.

alzando los dedos hacia arriba. El conde dijo, pues que así es, é si lo cumplis, irėmos bien presto á tomar nuestras cosas para el invierno; y esto decia porque tenia pensado de Monesterio ir á tomar á Zuzar, ó á Monesterio, ó á los Alfaques, ó Africa, que todos estos son lugares de moros y están á quince y á veinte leguas de allí, y todos muy buenos y ricos lugares, y de muy buenos puertos, y hermosamente torreados. Y dicho el conde lo que era su intencion, mandó sentar sus tiendas y que toda la gente salga á tierra, la cual estaba muy quebrantada de la fortuna, y ansimismo manda que á todos den racion de harina, y vino, y carne salada para quince dias porque refrescasen y tomasen fuerzas; y con esto toda la gente muy alegre holgaba de manera que luego tornaron en si; é como el conde viese que la gente estaba ya buena, salvo que estaba muy desarmada del desbarato de los Gelves, manda repartir las armas que habia en las naos á cada uno para que todos estuviesen bien armados de sus coseletes, y brazales, y celadas, y espadas, y puñales y picas; y á los ballesteros mandó que tuviesen aderezadas sus ballestas, y á los escopeteros sus escopetas y su pólvora muy á punto, y hecho esto á cabo de ocho dias mandó embarcar toda la gente, y poner to das las naos á la colla, y estando ansi embarcados, comienzan unas calmas muertas que no se movia ningun aire, y ansi estu

Diciembre

vimos quince dias embarcados, y viene uit viento medio jorno, que hizo que ninguna nao pudiese salir del puerto, y esto porque la bo'ca de este puerto estaba hácia la parte de me diodia, y ansi estuvimos esperando que amansase la fortuna, la cual era tan grande, que muchos no podiendo sofrir á estar en las naos, se salian á tierra, y como allá no habia ninguno que les diese vitualla, ni despues de salidos los podian ir á recoger en las naos, se gun la grandisima fortuna, de manera que se iban por la isla adelante á comer yerbas, y se morian, y de esta manera muchos hallaban muertos por la isla; y ansi estuvimos muchos dias embarcados, tanto que viendo esto se comenzaron pocos á pocos á desembarcar y se estaban en tierra, y otros se quedaban en la nao, y de esta manera estuvimos hasta el mes de diciembre que en este tiempo algunos navios iban y llevaban bastimientos de Cicilia Ꭹ de Nápoles, y siempre daban raciones que poco que mucho. En esta isla, como es dicho, hay grandes cuevas debajo de tierra, y otras encima entre las peñas, entre las cuales hay una muy grande y muy gentil hecha debajo de una peña, media legua del puerto, en la cual está un altar y una imágen de nuestra Señora de Unxada á la gregisca, con su bendito Hijo en los brazos muy devotísimos, la cual en aque lla sazon se decia haber tres ó cuatro años que estando allí en el mismo puerto de la Lampadosa surta cierta armada de turcos,

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