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embargo no fué mas que el preludio de lo que muy pocos dias despues emprendió Mr. de Laude, capitan francés muy distinguido.

Era su ánimo dar un tiento á Taranto por el lado del castillo; y reunida toda la gente francesa aposentada en Castellaneta y sus cercanías emprendió la marcha con ese fin. Sin obstáculo y con el mayor órden llegó hasta las murallas de la plaza. A punto estaba ya de arremeterla y todo parecia caminar de acuerdo con sus deseos, cuando Navarro y Herrera que le acechaban y habian dejado acercar, cayendo de improviso con su gente sobre Mr. de Laude y la suya, trabaron un recio combate. Peleóse por una parte y otra con el encarnizamiento que mas de una vez se observó en aquella guerra, y era consecuencia inmediata de la exaltada nacionalidad de ambos combatientes, Entre los españoles habia algunos ballesteros y escopeteros; y por desgracia de Mr. Laude uno de estos le mató de un tiro. Dispersóse su gente en seguida, y la española se retiró sin otra pérdida que la de dos muertos y cinco heridos (1).

Ni aun con tan dura leccion desistieron los franceses de sus proyectos. Conocian la importancia de Taranto y aspiraban por lo mismo á su posesion. Animábalos tambien la escasa gente española que tenian al frente, sus privaciones y la falta de todo que sentian; persuadidos sin embargo de su vigilancia acudieron á la astucia para sorprender la plaza. La Crónica del Gran Capitan, que en la narracion de los sucesos se acerca mas de una vez al gusto y tendencias de los soldados, cuenta que habiéndose desertado un napolitano de la compañía de Luis

(1) Crónica, ibi, cap. 65, pág. 96.

de Herrera, se fué, segun los de Taranto creyeron, á contar al enemigo la situacion en que se encontraban. Presentóse à pocos dias, y dándose aires de pasado, otro soldado francés que hablaba regularmente en castellano, y se mostraba indignado de que el otro desertor hubiese indicado á los enemigos el modo de apoderarse de la ciudad que tanto deseaban. Propuso á Herrera y Navarro que si querian asegurarse de él se la pondria en las manos, presentándose en la noche siguiente y á la hora convenida en el paraje á que les aseguró que le traeria engañado.

Aunque esta relacion tiene aire de ser una tergiversacion del suceso del capitan Alonso de San Severino, distinguido caballero napolitano, y muy apreciado del Gran Capitan, que por aquel tiempo andaba en tratos con el duque de Nemours, y con setenta de su compañia se pasó por último á los franceses (1); seguirémos con que habiendo acudido los dos capitanes españoles à la hora y paraje señalado, en lugar del desertor que aguardaban, descubrieron al amanecer un grueso de gente francesa. que à buen paso venia sobre ellos. Luis de Herrera y Pedro Navarro, conocido entonces el engaño, se recogieron à gran priesa á Taranto. Corriendo en pos de ellos los franceses llegaron hasta sus murallas, desde donde, sentidos de no haberlos alcanzado, se retiraron á sus alojamientos; mas Navarro y Herrera que conocian bien el pais y sabian por donde debia cada uno pasar para recogerse al suyo, sin detenerse en Taranto salieron secretamente por la puerta que iba á Puzano. Alojabase alli el capitan Fabricio, hijo del conde de Conza con su gente, y cargándole al paso Herrera y Navarro que estaban embosca

(1) Zurita, lib. 5, cap. 13.

dos junto à una iglesia, el primero con sesenta ginetes, y el segundo con ciento y cincuenta infantes, de tal manera le hizo fuego la infantería emboscada, hasta donde le atrajeron con engaño, que muertos cincuenta franceses de los sesenta que le acompañaban, toda la demás gente incluso el mismo Fabricio cayó en poder de los dos astutos españoles (1).

1503. Esto aconteció entrado ya el año de 1503, año glorioso para el Gran Capitan en que recogió los laureles, que justamente merecian las mas altas dotes que nunca tuvo general, y á los cuales concurrió Navarro como uno de los mas insignes guerreros que para su logro le acompañaron. En tanto que en mayor teatro le vemos figurar continuarémos con que, todavía en Taranto con Luis de Herrera y su gente de á pié y de á caballo, se apoderaron de Castellaneta, pueblo de allí distante diez y ocho millas en que habia una guarnicion francesa numerosa. Quejábanse los vecinos tanto del mal trato de los franceses como de que atentaban á sus mujeres; y ya fuese el Gran Capitan quien primero se entendiera con ellos, ó bien que Herrera y Navarro los incitasen á revolverse contra sus opresores, convinieron aquellos en que en el dia en que lo emprendiesen y les facilitasen la entrada en la ciudad, estarian allí dispuestos á sostenerlos. Concertado todo y bien cumplido, apenas en el dia señalado comenzaron los vecinos á moverse ántes de amanecer, que ya

(1) Crónica, ibi, cap. 67.-Zurita en el cap. 8 del lib. 5, cuenta haber sucedido este encuentro al volver Herrera y Navarro con la fuerza que refiere la Crónica, de la escaramuza en que murió Mr. de Laude, que él llama Landa. Tres solo añade que escaparón de los que llevaba el Conde de Gonza, y eran treinta y tres hombres de armas, cincuenta archeros y diez estradiotes ó ginetes griegos.

los dos capitanes españoles estaban à las puertas de la ciudad. Entrando en seguida en ella, prendieron y mataron sesenta hombres de armas y cien archeros, contándose entre los muertos al capitan Simonet, comandante de la plaza; cogieron trescientos caballos, y rendida Castellaneta, muchos otros pueblos, y fue lo mas importante, alzaron banderas por el Rey de España 1.

Ofendido el virey Nemours con esta pérdida, reunió en Canosa cuanta gente pudo y salió á vengarse de los de Castellaneta. El Gran Capitan, que de lo que pasaba en el campo francés estaba pronto y bien informado, no se descuidó en oponerse à su intento. En tanto que Navarro le frustraba, introduciendo en Castellaneta trescientos de los suvos la noche antes de acercarse Nemours á ella, Gonzalo de Córdoba saliendo tambien de noche y con se creto de Barleta, con alguna gente y artilleria, se puso ántes de amanecer sobre Ruvo, llamando su atencion so bre aquella plaza. Era su comandante en aquella sazon, un capitan de mucha fama llamado Mr. de Lapalice, y por los españoles el capitan la Paliza, Gran Mariscal de Francia (2). Acompañábanle doscientos hombres de armas y otros doscientos archeros gente toda muy escogida; de suerte que cuando plantada la artillería y batida la muralla, el Gran Capitan ordenó el asalto, fué el combate de los mas recios y obstinados que se vieron. Siete horas hay quien cuenta que duró, hasta que al fin Francisco Sanchez, despensero mayor del Rey, ó sea tesorero del ejército, plantó el primero la bandera sobre los muros de Ruvo. Saltaron con él otros españoles à la plaza, y ense

(1) Jovius. De vita magni Gonsalvi, ibi, pág. 246.—Crónica, capitulo 71-Zurita, lib. 5, cap. 12, año de 1503.

(2) Brantome. Hommes illustres, etc. Mr. de Lapalice.

ñoreándose de ella cogieron seiscientos caballos, prendie ron á Mr. de Lapalice, y al teniente del duque de Sabo. ya que le acompañaba y á otros muchos franceses distinguidos (1).

(1) Jovius. De vita magni Gonsalvi, pág. 248. Certatum est per septem horas summa contclione..... Primum quod illatum est, reppulsis Gallis, vexillum, fuit Franciscus Sances qui Regis Hispaniæ dispensator erat. Zurita, ibi, cap. 14, y en el 73 dice, refiriéndose al mismo Sanchez, que despensero mayor era aquel á cuyo cargo estaba tener la cuenta del dinero del ejército, pues lo recibian él y sus ministros. Como parece repugnante que se cogieran tantos caballos, siendo al parecer tan poco numerosa la guarnicion, conviene saber cual era en aquel tiempo el armamento mas usual de la caballería é infantería. Tratando el diligente y muy apreciable Zurita (lib. 3, del Rey D. Fernando, cap. 6), del que en el año de 1497 introdujo Don Sancho de Castilla en la gente destinada á defender el Rosellon, dice que: "siguiendo la costumbre italiana y << francesa, se introdujo, que de alli adelante los hombres de ar«mas trajesen almetes y lanzas de armas, y sus espadas ó esto«ques, y un caballo encubertado y otro para un page con sus ma<«<zas en los arzones: y de veinte en veinte hombres de armas ha«bia un cabo de escuadra que primero se llamaba cuadrillero, y « porque en las otras provincias se acostumbraba que cada hombre <«< de armas tenia un archero ó ballestero á caballo, y tanto número de gente parecia inútil, y tambien era muy necesario á la gente « de armas llevar consigo ballesteros á caballo, se usó algun tiem« po que en cada compañía habia respecto de las lanzas el quinto « de ballesteros que traian corazas, armadura de cabeza, falda, y «<los que entonces llamaban gocctes. Repartiéronse los peones, que « así se llamaban en este tiempo y mucho despues, en tres partes: « el un tercio con lanzas como los alemanes las traian, que llama«ron picas, y el otro tenia el nombre antiguo de escusados, y el << tercero de espingarderos y ballesteros que se usaban entonces, y « llevaban las ballestas tan fuertes que no se podian armar sino «< con cuatro poleas, y iban estos peones repartidos en cuadrillas « de cincuenta en cincuenta, y cada compañía de hombres de ar« mas llevaba á su cargo alguna parte de la artillería del campo « á respeto de las piezas que tenia el ejército.» Acerca del suceso

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