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NÚM. 12.

Las tres cartas siguientes están copiadas por D. José Vargas Ponce de un códice en 4.o, señalado Ff. 118 de la BB. PP.", que tiene por titulo MOSEN VALERA; y en efecto son varios opúsculos suyos ó cosas recogidas por él de muy buena letra.

Carta del maestro Cazalla al doctor de Villalpando, dándole cuenta de la toma de Oran.

Fol. 256.

Al reverendo é muy venerable señor el señor doctor de Villalpando, capellan mayor de Toledo, provisor y vicario general en todo el arzobispado de Toledo.

Reverendo y muy venerable señor: Una carta de Vm. recibí hoy jueves de la fecha desta, y á ella no quiero responder sino en presencia. En esta muchas razones hay que yo me ocupe en dalles nuevas de tanto gozo y alegría como plugo á Dios dar á todo el pueblo é iglesia católica: lo uno por ser yo servidor de Vm. é habérmelo así mandado; lo otro porque el cardenal nuestro Señor se acordó de Vm., y me mandó que le escribiese, para que Vm. alegrase toda esa santa iglesia é cabillo de esos

señores.

Miércoles á 16 de mayo el cardenal, nuestro Señor, con toda la armada y con el próspero viento que parescia de Dios para esto solo enviado, donde me acordé de haber leido en las obras de San Agustin en el libro que se nombra del Conocimiento de la verdadera vida que dice el viento por espíritu de Dios, é ansi fué; que como este viento con la voluntad de Dios fuere conmovido é con las tempestades de las aguas acrescentado, é por los

misterios de los ángeles fuese alterado é sosegado, se fizo á la vela, y el jueves de la Ascension á la noche con farto peligro por el apretura é asurgir de las naos, tomó puerto en Mazalquevir, de lo cual los moros no poco se espantaron viendo tal osadía é atrevimiento, y así asurgir de noche, é esto les fizo á ellos creer que otro dia no podriamos facer nada. Dende el jueves á mediodia que nos vieron comenzaron á facer grandes ahumadas é fuegos por espacion de diez leguas: luego se apercibieron. Su reverendisima en aquella noche dentro del puerto sin desembarcar,, dió órden con estos señores condes é capitanes, de lo que otro dia con el ayuda de Dios se habia de facer. E luego el viernes antes que amanesciese la gente de á pie se comenzó á desembarcar, y serian ya las diez del dia, cuando la gente de á pie en tierra se habian ordenado cuatro muy fermosos escuadrones de mas de 2,000 hombres cada una. La gente de á caballo no pudo desembarcar tan presto; mas dábase priesa y no con mucho concierto. Y entretanto el cardenal, mi señor, desembarcó y entró en la iglesia de Mazalquivir, y de allí fué à la posada y comió un poco bien de priesa con farto cuidado porque de la mar salia muy fatigado é may flaco, aunque al que menos mal fizo la mar fué á el. Y luego despues de comer, cabalgó en una mula, y el padre fray Francisco Ruiz en otra, é todos los suyos expecialmente oficiales é clerigos, con él todos á caballo é armados è la cruz delante, fuimos con el. E saldo s revendisima señoria al campo, fizo dos cosas de ma provecho: la una que de su ben ficion à la gente y la esforzó mucho, e mand> que moviesen las batallas e anmenzasen i andar: e la otra fue que en la gente de acaballo puso ecben que andaba desman-dada e desordenata

á causa del desembarcar y ver los moros tan cerca, é habia farta tardanza unos en ir trás las infanterías, é otros en desembarcar sus caballos é armas. Esto fecho su reverendisima señoría mandó poner guarda en unos llanos de sierras que atravesaban entre Mazalquivir y la sierra grande de Oran que iban á combatir: y esto proveido ya se facia tarde. E su señoría reverendísima así por impor tunacion de algunos, como porque estaba cansado que era tarde é habia fecho mucho mas de lo que bastaban sus corporales fuerzas, se tornó á Mazalquevir; é dende allí tenia sus atalayas de todo lo que se facia, y él entretanto con mucho cuidado alzadas sus manos orando á nuestro Señor, peleaba mas que todos. E los moros á la misma hora que comenzaron los nuestros á desembarcar, tomaron la sierra del paso y el agua, y eran fasta 12,000 de á pie é de á caballo, é cada hora se llegaban mas, sin el socorro que de Tremecen esperaban. Los nuestros sacaron el artilleria é no toda ni bien ordenada é con aque lla les ojeaban é otras escaramuceaban con ellos por la falda de la sierra. E ansi poco á poco los fueron retrayenа do é cobraron tierra fasta un pilar muy fermoso de agua, donde toda la gente bebió y se esforzó mucho: é dende adelante entre unos higuerales é torres al pie de lo mas agro de la sierra asentaron el artillería, é de allí con ella ficieron gran daño en los moros é les pusieron gran miedo; y junto con esto el esfuerzo de ciertos caballeros que alli se señalaron de los nuestros que mataron algunos señalados moros. Finalmente con el ayuda de Dios é de Santiago, peleando é matando é algunos muriendo, les tomaron la sierra. Aquella tomada todos los moros se pusieron en fuida entónces descubriendo la sierra sobre

Oran los nuestros les siguieron sin órden Ꭹ sin capita

nes, sino cada uno como mas podia correr. E así la gente extendida paresció mucho mas de lo que era, é como Hlevasen á Dios é á Santiago por capitan, con tanta priesa les siguieron, que no les dejaron entrar en la ciudad. E súbito fueron puestas 6 banderas al alcazaba, é dende á media hora estaban todas las banderas al rededor de los muros é tomadas todas las puertas. Pelearon algo dentro, especialmente en las mezquitas é algunas casas fuertes, donde hubo mas resistencia. Algunos sin órden no contentos con la ciudad, siguieron por las huertas en el alcance de los que iban fuyendo con sus mujeres é faciendas; é retornaron los moros sobre ellos á causa de la desórden, é ficieron algun daño, mas muy poco. Ya ocupada parte de la ciudad, las galeas llegaron por la marina, y la ciudad les tiraban grandes tiros y ellas á ella; é finalmente, de un buen tiro derrocaron la mejor pieza con que los moros tiraban: é salió mucha gente de las galeas por la marina, é ansi toda la cibdad se entró, é ántes que anocheciese toda estaba por los nuestros. Murieron moros y moras mas de 4,000, y aun dicen que 5,000; los cautivos no tienen número; y si los de á caballo hubieran todos desembarcado, y siguieran el alcance ordenadamente, todos los alárabes fueran perdidos, é tomáranse despojos de infinito precio. Pero todavía lo robado que ha parescido y tienen los soldados escondido, vale mas de 500,000 ds., y hay hombre que le copo mas de 4,000 ducados: é los hombres pelados juegan doblas como blan cas. De los nuestros moririan come 15 ó veinte personas; y en las calles de la cibdad, que es mayor que Guadalaxara dos veces, no habia quien anduviese por ellas de muertos y de picas quebradas. La marina, las huertas, las casas, todo lleno de muertos, tanto que es cosa

po

increible á quien no lo vió, y al que lo vió es inefable, Hubo grandes misterios y milagros en este santo viaje. Lo uno que, así para la ida como para la venida, paresció notoriamente que el cardenal nuestro señor tenia el viento en la manga, y así lo decian públicamente los marineros. Lo otro, que la primera cosa que yo vi en la tierra de Africa, fué una cruz, y dije luego á los que estaban conmigo, en esta señal vencerémos; como yo habia predicado el dia de la cruz antes que partiésemos, y habian dicho que ibamos á buscar la cruz á Africa. Item al tiemde ir á combatir la sierra, estando en lo alto della mas de 15,000 moros, aparesció sobre ellos una niebla negra que los cubrió, y á los nuestros dejó con luz y con una bondad de tiempo fresco. Item que al tiempo de comenzar de salir salió un fiero puerco que ovo quien dijo á él, á él, que Mahoma es, é luego le mataron. E vimos multitud de buitres sobre los moros, é al tiempo que la ciudad se entraba, apareció sobre ella dos arcos, los cuales como los mostrase D. Cárlos al licenciado Frias, dijo, y no sé con que espíritu: Oran es tomado; y así lo era aquella misma hora. E dejando grandes particulares maravillas que allí mostró Dios aquel dia, note Vm. dos. La una es, que seyendo la ciudad tan fuerte como Toledo ó Segovia, no lo puedo mas encarecer; porque el conde Pedro Navarro confiesa que nunca vió otra mas fuerte; las escalas para la tomar y entrar, fueron las picas; y cuando uno no bastaba, los otros compañeros á mano lo alzaban, é para pasar de un tejado á otro, de una torre á otra ó al muro, atravesaban las picas por escaleras. E hay hombres que preguntados quien les llevó tanta tierra tan presto, é quien los subió por los muros que agora veen, están atónitos y dicen que no saben sino que un temor muy terri

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