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carácter agreste. Aun cuando Paulo Jovio no lo afirmára, ninguna duda nos dejarian sus hechos. Refiriendo la expedicion de Navarro á someter al duque de Najera, recordamos aquella resuelta carta en que le decia al Rey estar pronto para cumplir su mandamiento y abatir, aniquilar, gastar, abrasar y destruir á los que desobedeciesen los suyos (1). De su severidad en mantener la subordinacion y disciplina en medio de la organizacion militar de su tiempo, nos dejó un grande ejemplo en el arrojo con que al salir de Nápoles el ejército en 1511, deshizo las coronelías de Tineo, Camporedondo, Velazquez, Juanes y Pacheco; cuyas gentes se habian amotinado (2). Que no era muy cortesano dice Zurita tratando de sus disensiones con el cardenal Jimenez de Cisneros, y que todas las cosas las mandaba á la soldadesca, y que como se sabia el crédito que tenia entre la gente de guerra era necesario seguir su parecer porque servia de mala gana si no se ejecutaba lo que queria (3); pero de esta vanidad derivada tal vez de sus primeros ejercicios y de que en materias militares sobre todo en lo que concierne al combatir no se admite justo medio, no se infiere de modo alguno que fuera hombre arrimado á su consejo y enemi go del ageno aunque fuese mejor y mas seguro, y mucho menos un oso y un tigre, como le llamaron los jesuitas Mariana y Abarca (4).

En medio sin embargo de esa rusticidad y aun si se quiere orgullo, no mal fundado por cierto, sobresalen en Navarro otras calidades muy raras y mas en los tiempos

(1) Véase la pág. 105 y el documento núm. 5.

(2) Ibib. pág. 175.

(3) Libro 9, del Rey D. Fernando, cap. 45.

(4) Mariana, Historia de España, y véase mas atrás la pág. 209.

que

verdaderamente metálicos alcanzamos. Cuéntase que el marqués de Pescara solia decir que ninguno que inten tase sacar ganancia de la guerra alcanzaría ni alcanzó ja más fama de Gran Capitan (1), y esa circunstancia la tuvo en tan alto grado Navarro, como se desprende de no haher querido aceptar los seis mil ducados que el Rey de Portugal D. Manuel le ofrecia, como ya referimos, por ha. ber libertado á Arcila y ahuyentado á los moros que es taban á punto de ganarla (2). Al tiempo de la expedicion de Oran tambien contamos habérsele acusado de que ha bituado á las rapiñas de Italia ni queria se introdujese el órden en pagar á los soldados ni en el repartir las presas con el cardenal segun entre ellos estaba pactado (5); mas al ver que despues de los sacos de Bugía y Trípoli, de haber hecho tributarios á los Reyes de Argel y Túnez, á los moros de Tredeliz y varios otros pueblos de la costa de Africa (4) y de tener cargos tan superiores en Italia no habia allegado con que rescatarse ¿quién pondrá en duda el desprendimiento de Navarro y que la avaricia no entraba en su ánimo para nada?

Si al fin nos encontráramos con algun indicio de su disipacion ó de los vicios á que la corrompida Italia y la soltura militar provocaban entónces, podriamos atribuir á eso su pobreza: todo sin embargo anuncia que Navarro fué un hombre timorato, de conciencia muy ajustada, amigo de frailes y devoto como una beata. En varias ocasiones le hemos presentado empleando como mensajeros suyos al Rey Católico, al papa Leon X y al cardenal Ji

(1) Jovio en su vida etc.

(2) Véase la pág. 144.
(3) Ibid. pág. 118.
(4) Ibid. pág. 440.

menez de Cisneros, el dominico fray Alonso de Aguilar, el franciscano fray Fernando y el presbitero Taramicna (1). El Rey Católico en las instrucciones tan esmeradas que acerca de su rescate dirigió al obispo de Trinópoli ya notamos que llamaba á Navarro buen cristiano, y que en tal concepto queria que le recomendase al Rey de Francia (2). En las cartas con que el papa Leon X le recomendaba y pedia por él al mismo Rey, y en la dirigida al mismo Navarro ampliamente le denominó varon de admirable piedad y religion, de grandes y esclarecidos servicios á la república cristiana, y de hombre en fin ardientemente deseoso de emprender alguna cosa insigne y notable en obsequio de ella (3).

De su devota credulidad tenemos un testimonio insig ne en la carta con que dió cuenta al Rey de haberse apoderado de Bugía (4). De resultas de aquella conquista y de la de Trípoli, regaló Navarro á la imágen de Nuestra Señora de Guadalupe, que daba nombre al famoso monasterio de su nombre, una gran lámpara de plata en torno de la cual estaban retratadas con maravilloso artificio todas tres ciudades con sus torres, muros, castillos y defensas. Aun añade el escritor que nos comunica estos pormenores, que Navarro envió con la lámpara seis valientes cautivos de Africa para perpetuo servicio del monasterio; en el cual parece tambien que estando ántes de irse á la guerra dejó gran cantidad de dinero y ofreció su jornada á Nuestra Señora.

Tuvo noticia de esta dádiva Gonzalo Fernandez de

(1) Véase la pág. 308 y otras.

(2) V. Documento núm. 25.

(3) V. Documento núm. 3.

(4) Ibid. núm. 46 y véase la pág. 134.

Oviedo. Con ocasion de ella dijo que Navarro pudiera compararse á aquellos mercaderes que se figuran que con dar un calizó una lámpara á una iglesia van absueltos por mucho que hayan robado. Y mostrándose irónico con Navarro, y como poniendo en duda al parecer su limpieza, y "acaecerles-ha, dijo, á los tales lo que acaece á la iglesia de Guadalupe con la lámpara del conde Pedro Navarro que dejó allí una muy grande y hermosa lámpara de plata, y porque no dejó renta para el aceite nunca hay lumbre en ella:" en lo cual no va conforme con el P. Talavera, historiador de aquel monasterio (1).

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Algunos y entre ellos el analista Aleson han tratado de disculpar á Navarro de su desercion, fundándose en que no habia nacido súbdito del Rey de Aragon, sino de los Reyes de Navarra (2). Prescindiendo de que en eso no hay exactitud, como en su lugar hemos manifestado, cuando Navarro obtenida su libertad, por el tratado con que tambien la obtuvo Francisco I, volvió al servicio de aquel Rey, la Navarra, dado que naciese en ella, era parte ó estaba unida á la corona de Castilla, y Pedro Navarro por consecuencia era súbdito de Doña Juana y de su hijo D. Cárlos. Dejando á un lado si este le mandó ajusticiar ó no, que no lo créemos, lo que nos parece haber dado lugar á semejante acusacion, fué la dominante é inflexible opinion de sus compatriotas que por su deserción le juzgaba digno del último suplicio. Paulo Jovio cuya amistad con Navarro es bien conocida, nos refiere, como ya vimos, que los soldados españoles cuando en Nápoles le llevaban á encerrar en Castel-novo, le improperaban con que habia

(4) Quincuagena etc. y Documento núm. 42.
(2) Anales etc.

sido dos veces traidor pasándose á los franceses y dos ve ces preso entre ellos (1). Ese espiritu público ó sea el haber creado el patriotismo, fué sin duda uno de los mayores y mas portentosos beneficios que los magnánimos Fernando é Isabel legaron á la renaciente España. Con su amor al pueblo y con fiarse de él, pusieron término á aquellas bregas que, como escribia un agudo cortesano del reinado de Juan II, todas eran en daño de este mezquino reino ca de sus nobles recibe mas penetrantes feridas que de las lanzas de los moros de Granada (2). Se habia con efecto realzado al pueblo y dádole una consideracion pro porcional á la que habia ganado el trono y perdido aque. lla ambiciosa nobleza que tan perturbada tuvo á Castilla en los vergonzosos reinados de Juan II y Enrique IV. Aunque todavía no se hallaban olvidadas aquellas antiguas rivalidades y diferencias derivadas de la anterior separacion política, gritaban unidos viva España en lo mas ardoroso de los combates, aragoneses, castellanos, catalanes y navarros, andaluces y vizcainos, gallegos y valencianos. Ya no eran libres no de irse como en otro tiempo legalmente autorizados lo hacian los Ricos-hombres de Castilla á servir aun á los moros contra su propio Rey, para ganar su vida (3). Mirando al patriotismo como

(1) Véase la pág. 380.

(2) Epistola 52 de las del bachiller Fernan Gomez de CibdadReal etc.

(3) Véanse á este propósito las Crónicas de Alonso X y Fernando IV, pero con mas especialidad la ley 10, tit. 25 de la Partida 4. Por qué razones puede el Rey echar sus Ricos-Hombres de la tierra (Entiéndase que los Ricos-Hombres eran los jefes militares de aquel tiempo).... E si estonce non lo quisiese (el Rey) perdonar e le mandáre que salga de la tierra, por tal razon como esta puedénlo seguir sus vasallos e salir de la tierra con él. Pero débele el Rey dar plazo de

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