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deras Reales de España al juntarse con nuestra armada. Tanto se alteraron y de tal modo se indignaron los vizcainos que iban en ella, que en muy poco se erró de dar mas ayuda al turco en aquella jornada que á los venecianos mismos (1). Enmendóse el ultraje de modo que los agraviados quedaron del todo satisfechos; y saltando en tierra ambos generales, tuvieron una entrevista en el muelle mismo de Zante. Uno y otro se presentaron acompañados de los principales capitanes de mar y tierra que los acompañaban, y todos con el mayor boato, presentándose, dice Zurita, vestidos á su manera los venecianos con ropas largas de grana y terciopelo carmesi, á guisa de gente de paz, y los nuestros con ropas cortas y capas gallegas á uso de guerra (2).

De la conferencia entre Gonzalo y Pésaro resultó dirigirse las dos armadas á la isla de Cefalonia, cuyo puerto que pasa por uno de los mejores del mundo, pues boja ciento y cincuenta millas, era de mucha mas seguri dad que el de Zante. Dominaban los turcos la isla, y

(1) Zurita, ibi.

(2) Zurita, cap. 25. El mismo Zurita cuenta en el capítulo 7 del libro 2, que en la primera expedicion del Gran Capitan á Nápoles, conociendo el Rey Católico ser aquella tierra mas á propósito para peones que para gente de á caballo, mandó embarcar mil y quinientos de aquellos en Asturias y Galicia. Tratando Paulo Jovio de que entonces y en el primer asalto á Rivacandida fué rechazada la infantería, cuenta que eran aquellos infantes gallegos de la última parte de España; los cuales en aquel tiempo usaban en general rodelas grandes y azagayas pequeñas. Algunos traian pequeños broqueles de hierro y largos lanzones y con su necio género de armas daban que reir á todos; pero era tal su ánimo y ligereza de cuerpo que en ninguna manera debian ser menospreciados. Lib. 4 de las Historias, cap. 7, pág. 95, de la traduccion de Baeza, año de 1496.

tenian guardado con trescientos hombres muy escogidos el fuerte castillo de San Jorge, que los venecianos habian inútilmente combatido en el año anterior por tiempo de cinco meses. Llegadas las escuadras el 2 de noviembre, y retirados los franceses por no pagarles los venecianos el sueldo devengado desde que llegaron á Zante, se comenzó en 8 del mismo á combatir el castillo. Tan furiosamente lo hacia la artillería de los venecianos con unas piezas de bronce llamadas basiliscos, que las pelotas de hierro que lanzaban penetraban ocho piés en la muralla (1). Ni aun con haberles derribado una gran parte de ellas, sin embargo, se amedrentaron los turcos; lo cual visto por el Gran Capitan, que gran deseo tenia de acabar con aque lla empresa, mandó minar la villa, dice su coronista, por diversas partes, y que sobre todo por donde él tenia su estancia se hiciera una mina muy grande; y llenas que fueron todas de pólvora y tapiadas con un fuerte muro, un mártes á 25 de noviembre se les puso fuego; mas aunque rebentaron con gran fortaleza, y derribaron dos buenos pedazos del muro, los turcos á pesar de la novedad de la explosion se mantuvieron impávidos. Tenian como los de Málaga preparados sus reparos, y con admirable serenidad y todo género de artificios rechazaron á los españoles, que con increible arrojo treparon por las escalas al asalto (2).

Estas minas ninguna duda deja el coronista de que las dirigia Navarro. "Rechazado de allí á poco, sigue,

(1) Jovius, De vita et rebus gestis Gonsalvi Ferdinandi Cordubæ, lib. 1, pág. 226. Habebat Pisaurus aenea tormenta ingentis magnitudinis, quæ Basilisci nomine vocabantur. Horum tanta vis erat ut pila ferreæ octonum pedum murum transverberarent.

(2) Crónica del Gran Capitan, cap. 9, 10 y 11. Zurita, ibi.

<«< otro asalto de los venecianos, habiendo en aquellos « dias, el conde Pedro Navarro (el cual despues en la « guerra alcanzó suprema honra, siendo inventor de co<< sas maravillosas), derribado una parte del muro y ha«ciendo cavar algunas minas en el fundamento donde es«<taba asentada la fortaleza, y metiendo en ellas barriles « de pólvora para dalles despues fuego, que con la vio<«<lencia de aquel elemento cerrado por donde pudiera espirar, rompia con gran presteza cuanto topaba, como «no produjesen efecto alguno por las contraminas de los « sitiados, el Gran Capitan determinó dar otro tiento (1).”

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Dispuso con mucha priesa hacer aparejos é ingenios con que poder tomar mejor á los enemigos. Entre los varios. que mandó preparar fueron tres grandes minas que hinchió de mucha pólvora é hizolas cerrar con un muro muy fuer te..... y despues que las minas fueron acabadas y los otros ingenios y aparejos fueron hechos y la puente de madera para subir por ella acabada; como voladas las minas. ningun efecto produjesen por haber sido contraminadas, se ordenó un asalto general. Ejecutóse con efecto, y cabo de una obstinada y valerosa resistencia en que los turcos quedaron reducidos á ochenta, entraron los nuestros en el castillo, adelantándose á todos, aunque herido, el valeroso capitan de infantería Martin Gomez, y loándose mucho á Juan de Piñeyro comendador de Trebejo (2).

al

1501.-Recobrada Cefalonia Ꭹ restituida á los vene

(1) Aunque algunos atribuyen á Hernando del Pulgar la Crónica del Gran Capitan', copia en este pasaje literalmente á Paulo Jovio en su vida. Nuper, dice en la pág. 228, cos dies Petrus Navarrus qui postea ad summum imperii militaris honorem etc. (2) Crónica, cap. 12 y 14.-Zurita ibi, cap. 30.

cianos que para recompensar á Gonzalo de haber obrado como uno de sus ciudadanos y patricios, le enviaron una embajada con regalos que puso á merced del Rey, quedándose solo con el privilegio de Noble en aquella repú blica (1), determinó regresar con la armada á Sicilia, Detenido algunos dias por el tiempo borrascoso y suma escasez de víveres, se dió al fin á la vela en 17 de enero de 1501. Estaba la isla á su llegada apestada. Las gentes de la tierra trataban á sus soldados como á enemigos, y faltando la obediencia, solo á la fuerza se sacaba de ellos lo necesario. En medio de aquellas escaseces se introdujo la indisciplina en la gente de guerra, especialmente en le vizcaina, que ni aun con los escarmientos se pudo sujetar; siendo entonces cuando al verlos tan desmandados cuentan haber dicho el Gran Capitan mas de una vez, que mucho mas quisiera ser leonero que tener cargo de aquella nacion (2).

Con ella y como de su país, es de creer que anduviese Pedro Navarro, aunque sin acompañarla en su indisciplina, al partir el Gran Capitan de Mesina en 25 de julio y desembarcar en Calabria, para apoderarse de órden del Rey Católico de lo que se habia repartido en Nápoles. Acompañábanle al intento trescientos hombres de armas y otros tantos ginetes, con unos tres mil ochocientos infantes españoles, á que se agregaron muy luego otros seiscientos que nuestro embajador en Roma recibió á sueldo, de los que en la guerra de la Romaña militaban con el Duque de Valentinois, hijo del Papa Alejandro VI, y terrible adver

que

(1) Petri Bembi, Historia Veneta, lib. 5, pág, 107. Gonsalvuscivis esse venetus et ipse videretur. Zurita, ibi cap. 39. (2) Zurita, ibi cap. 37.

sario de España. Incorporáronsele tambien muchos caballeros y aventureros napolitanos del partido aragonés, y entre ellos Próspero y Fabricio Colona, cabezas de su poderosa familia; viéndose el rey D. Fadrique en la angustia de que el Católico su deudo, en quien confiaba que le auxiliase como anteriormente contra los franceses, aspiraba por lo contrario á despojarle tambien; y en su despecho quiso llamar á los turcos, pero entregando á aquellos la ciudad de Nápoles y otras, acabó por irse á Francia (1).

Fué entonces cuando el Gran Capitan hizo á Pedro Navarro capitan de infanteria como era razon; aludiendo tal vez con eso Paulo Jovio que lo refiere (2), á que era la recompensa de los servicios prestados en Cefalonia, aunque sus minas habian sido de muy corto efecto todavia. Tardó poco Navarro en corresponder à la distincion que acababa de recibir y debia solo á su mérito, mostrando un valor indomable, y dando á la infantería que á ejemplo de la suiza habia comenzado á ordenar Gonzalo de Ayora, una fuerza desconocida (3). En medio del poco aprecio con que generalmente se la miraba entónces, así por combatir á pié y mal armada, como por la gente vil y soez que comunmente militaba en ella, Navarro la realzó de tal modo que quien mas le admiraba vencer con ella, no era tal vez su protector Gonzalo, sino los nobles

(1) Zurita, ibi, cap. 44, 45 y 48. César Borja, duque de Valentinois, fué tal el odio que tenia á España, aunque el Papa su padre era español, que se llamaba César Borja de Francia, y en el principal cuartel de sus armas traia las de aquel reino. Murió desastradamente junto á Viana en Navarra.

(2) Jovio, en su Elogio.

(3) Clemencin, Ilustracion 6, al Elogio de la Reina Doña Isabel, S. III.

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