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1526.-Uno de los articulos del tratado en que esto se estipuló en Madrid en 14 de enero de 1526, se referia muy particularmente á los prisioneros. Disponíase en él que todos los de guerra que así por mar como por tier» ra de una y otra parte hubieren sido tomados, ansi Don » Philiberto de Chalon Principe de Orange como cualesquier otros súbditos del Emperador y Rey cristianísimo » y otros cualesquier que hubieren servido y seguido su parte; serian dentro de los quince dias primeros del » mes de febrero siguiente, soltados y puestos en libertad » sin pagar rescate alguno con tal que quedasen y torna» sen al servicio del Señor de quien mediaté ó inmedia» té se hallare ser súbditos, si no fuere que de comun >> consentimiento se conviniese en otra cosa (1)." Navarro por consecuencia de artículo tan expreso y sin que por parte suya ni por la del Emperador ni ningun otro compatriota aparezca gestion alguna para que volviese á sus antiguas banderas, salió de Castel-nuovo libre y sin condicion alguna. Sin embargo el obispo y respetable historiador Sandoval equivocadamente dice en una parte de su Historia de Cárlos V, que Navarro fué soltado en trueco de D. Hugo de Moncada primero que se librase el Rey de Francia (2); y en otra, que por consecuencia del tratado lo fué por el Príncipe de Orange, prisioneros los dos de los franceses (3); mas aun cuando el testimonio de los historiadores no caminase de acuerdo con el sentido claro y explicito del tratado, que no necesita comentario (4)

(1) Artículo 23.-Sandoval, ibi.-Daniel, Histoire de France, tomo 10, pág. 284.

(2) Sandoval, lib. 17, §§. 5 y 20.

(3) Ibid., §. 5.

(4) Paulo Jovio en los elogios de D. Hugo de Moncada y del Prin

cualquiera duda acerca de que en virtud de él y no por ningun cambio recobró Navarró su libertad, la desvanece Paulo Jovio que pudo oirlo de su boca y asegura en su elogio que por la capitulacion de las paces fué librado de la prision de Castel-nuovo (1).

Merece la preferencia este testimonio, por haber sido entonces cuando, habiendo ido Navarro á Roma así que se vió libre, le conoció el mismo Jovio y trabó con él muy grande amistad por la relacion que deseaba haber dél para la verdad y servicio de su historia. A todo, cuenta que le satisfizo Navarro muy cortesmente, siendo muy deseoso de gloria, y que enlazados los dos en aquella familiar amistad, que nunca mas olvidó, despues de referirle Navarro con extension sus victorias y desastres le pidió por último una empresa, ó sea figura enigmática con su leyenda, sobre ciertos sugetos, que á la verdad, sigue Jovio, no me contentaron mucho. Sin indicar cuales fueron, refiere haberle replicado que no debia salir de lo propio por buscar el apelativo; por que habiendos hecho yo glorioso » inventor del admirable artificio de las minas en mis his»torias que os harán inmortal en el lugar en donde mila

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cipe de Orange, dice en el del primero que habia sido preso en 1525 en un desembarco en Varagine cerca de Génova (lib. 6, pág. 290) Quum vero Franciscus rex à Cæsare dimitteretur, Ugo et ipse venit in Italiam ut novo bello Dux interesset etc.; y en el del Príncipe de Orange (ibi., pág. 297), despues de referir como fué prisionero de las galeras de Andrea Doria que servia entónces al Rey de Francia yendo de España embarcado con órdenes para el ejército imperial que sitiaba á Marsella, sigue con que neque prius à Gallis custodia ulla conditione emitti potuit quam beneficio renovati fœderis quo utrinque captivi et ante alios Ugo Moncata et Petrus Navarrus sine pretio dimittebantur.

(1) Elogia virorum etc., lib. 6, pág. 292.-Baeza, ibi., pág. 165.

» grosamente hecistes volar por el aire el Castel-novo de Nápoles, descaria que tomásedes esta empresa como » cosa que os ha dado mucha y reputacion."

Habiéndole confesado Navarro que tenian razon lor» nó entonces á decirme, sigue Jovio, mire V. S. si para » eso hallará algun propósito, que yo seré muy contento; » y asi yo porque el avestruz no empolla los huevos echán»dose encima como acostumbran las otras aves, sino mi» rándole de hito en hito con los potentes rayos de sus ojos, le figure dos avestruces, es á saber el macho y la » hembra que miraban fijamente los huevos, lanzando de >> los ojos unos rayos que daban encima de ellos con un >> mote que decia: DIVERSA AB ALIIS VIRTUTE VALE» MUS: exprimiendo su único loor y pericia de la inven>>cion de aquellas sus máquinas subterráneas que con la » violencia del fuego se igualan con el efecto de las fu» rias infernales (1)."

Esta empresa, concluye Jovio, que agradó mucho á Navarro y que la aceptó. Nada mas cuenta acerca de su residencia en Roma, ni de si fué entónces por ventura cuando mandó hacer su retrato para colocarle junto con el de los hombres mas señalados en la guerra, en la quinta llamada Museo, que tenia á orillas del delicioso lago de Como (2). Nada tampoco refiere de su salida de aquella

(1) Dialogo de las empresas militares y amorosas compuesto en lengua italiana por el illustre y reverendissimo señor Paulo Jovio, obispo de Nucera: en el cual se tracta de las Devisas, armas, mo!es ó blasones de linages con un razonamiento á ese proposito del magnifico señor Ludovico Domeniqui. Todo nuevamente traducido en castellano por Alonso de Ulloa.-En Leon de Francia en casa de Guillelmo Roville, 1562, pág. 87.

(2) Prólogo á los Elogios etc.

capital; pero siendo corta la distancia que la separa de Nápoles, y debiendo ser sueltos los prisioneros, segun el tratado, en los primeros quince dias de febrero; como en el verano del mismo año de 1526, ya otra vez estaba el belicoso Navarro en campaña, podemos suponer que pasó la primavera con su amigo Paulo Jovio, y alentándole quizás contra el Emperador el Papa Clemente VII.

OCTAVA EPOCA.

Desde 1526 á 1528.

Era demasiado opresivo así al Rey como á la nacion francesa el tratado de Madrid para que fuera durable. Así fué que habiendo pasado Francisco I el Vidasoa en 18 de marzo y llegado de sus resultas libre á Bayona; desde el siguiente dia ya se mostró á los embajadores del Emperador que lo reclamaban, poco dispuesto á cumplir lo pactado. Diariamente y sobre todo en secreto á los Príncipes de Italia daba nuevos testimonios de ser esa su intencion. Todos estaban alarmados con el inmenso poder que para desdicha acaso mas de la España que de nadie, habia alcanzado el Emperador, y para conjurarle en Italia se coligaron en 21 de mayo del mismo año el Papa, los venecianos, el duque de Milan y el Rey de Francia.

Por esa liga á que por ser cabeza el Papa se le dió el nombre de santa, santisima y sagrada, se obligaron los confederados á que, dado que el Emperador no soltase mediante un razonable rescate á los hijos de Francisco I, que se le habian dado en rehenes por su padre, y no res、 tituyese á Francisco Sforcia el ducado de Milan, no solo le forzarian á ello con un ejército de treinta mil infantes, dos mil y quinientos hombres de armas y tres mil caballos lijeros con su competente artilleria y municiones, sino que, arrojados que fueran los españoles del milanesado invadirian el reino de Nápoles. Convinieron además en que para salir mas airosos con su intento Clemente VII aprontase seis galeras, que puso á cargo de Andrea Doria, célebre marino de aquel tiempo; los venecianos catorce, que encomendaron á Pablo Justiniano, y el Rey de Francia diez y siete, que confió á Pedro Navarro (1).

Envanecido este con mando tan superior y con ser al mismo tiempo el general y cabeza de toda la armada coligada, habiendo salido de Marsella para juntarse con los otros jefes, desembarcó y se apoderó en agosto de Savona en la costa de Génova. Reunidas alli todas las fuerzas se dió á correr las costas de aquella república, estrechando cuanto podia á su capital. Era su empeño someterla cuanto antes al influjo francés, aprovechando por una parte la dificultad de socorrerla en que se veian los imperiales harto ocupados en lo demás de Italia, y privándola por otra de las vituallas que le iban por mar. Sus esfuerzos sin embargo fueron inútiles. Al cabo de mucho correr y continuando en su mismo empeño, aunque no tan

(1) Guicciardini, lib. 16 y 17.-Herrera, Comentarios etc., pág. 236.-Sandoval, lib 15, §. 2 y 3.-Daniel, tom. 9, pág. 294.

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