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llos ligeros mandados por el duque Cárlos de Borbon, á quien poco despues, por la nobleza de su linaje y práctica de la guerra, le hizo gran condestable. La infantería, en cuyo número varian los escritores, era tanta, aun sin contar la reclutada por Pedro Navarro, cuanto nunca se sabia que hasta aquellos tiempos la hubiese reunido ningun Emperador o Rey, distinguiéndose los lansquenets, que eran unos soldados viejos de la baja Alemania, muy afamados de valientes, y á quienes por el color de su bandera llamaban de la banda-negra (1).

En lo tocante á la artillería así gruesa como peque¬ ña, sin hacer cuenta de las municiones y otros efectos, se creia que habia la suficiente para dos buenos ejércitos: Los carros y carretas en que iba la pólvora, pelotas (balas), picos, herramientas y útiles de toda especie para remediar y allanar la aspereza de los malos caminos, eran innumerables, y arrastrados por cineo mil caballos escogidos, comprados y mantenidos á gran costa, para vencer con su gran fuerza las dificultades de los malos pasos. Acompañábanla para su manejo muchos maestros y ases. tadores, á quienes en Francia se daba muy larga paga, y habia gran muchedumbre de mancebos dedicados á cono

(1) Jovio, ibi.-Guicciardini, lib. 12, ne giorni medesimi comparsero i Lanzchenech detti della banda nera..... la qual banda della Germania bassa, era per la sua ferocita... in grandissima estimacione. En Brantome y en su discurso sobre los Coroneles franceses, tratando de los soldados llamados laquais y por nuestro Zurita y otros lacayos, se lée, que á los infantes franceses se les llamaba laquais ó mas bien lacquets, para distinguirlos de los infantes alemanes llamados lansquenets del aleman lands-knecht, de que laquais no es mas que una corrupcion, como allaquais lo es de all-landsknecht, esto es, pieton ó peon de todo pais. Nota á la pág. 579 de la edicion de 1847, de las obras de Brantome..

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cer y practicar su ejercicio. Como los franceses no perdonan gasto alguno, dice á este propósito, Paulo Jovio á quien Francisco I daba una buena pension porque le tratase bien en sus historias (1); "son en esta parte de » sus fuerzas espanto de todas las naciones, y fácilmente >> han ganado victorias memorables de fortisimos enemi» gos. Los españoles, italianos y las demás gentes, aun» que saben fundir y labrar artillería con grandísima elegancia y artificio, y aunque tienen gran aparato de ella >> no saben aprovecharla en la necesidad: siendo la causa principal la pereza y espacio de los bueyes de que usan » y no de caballos por ser grande su costa; y la ignorancia y falta de hombres que la sepan gobernar; por ha» llarse pocos que sin gran paga quieran ponerse en aquel » manifiesto peligro de la vida (2).”

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A todo lo antedicho, sigue el mismo historiador y testigo, acompañaba mas con deseo de robar que de otra cosa, una gruesa banda de soldados aventureros con sus banderas (3); y hasta tres mil villanos á jornal para lim

(1) Brantome en la vida de Francisco I refiere que el Condes. table de Montmorency al arreglar la casa de Enrique II, sucesor de Francisco, il trouva parmi les pensionaires du feu roy cinq cens escus de pension ordinaire qu'il donnoit audict Paulo Jovio, laquelle il trancha aussy lost faisant entendre au roy que c'estoit un argent très mal employé pour estre plus imperial passionè que françois et pour estre un grand menteur.

(2) Jovio, ibi.

(3) Brantome, tratando en su discurso de los Coroneles franceses del curioso y mal parado vestido que tenian los soldados de Luis XII y Francisco I, dice que los españoles llamaban aventureros en tiempo del mismo Brantome á los soldados que no ganaban sueldo ni paga, sino que militaban por su gusto ya fuesen soldados ó caballeros gentils-hommes, y que en Francia en su tiempo se les llamaba soldados de fortuna.

piar y allanar los caminos, con gran número de mercaderes, aguadores y leñadores, los cuales llevaban mucho ganado, vituallas y cosas para vender, por mandado del Rey los unos y por su voluntad los otros (1): de modo que sin llegar á la exactitud siempre difícil en tales casos y en aquellos tiempos, no parece haber exagerado el contemporáneo que computó el ejército francés en dos mil y quinientas lanzas, veinte y dos mil infantes, diez mil gascones ó vascos con Pedro Navarro, ocho mil franceses y tres mil gastadores con la misma paga que los infantes (2).

SESTA EPOCA.

Desde 1515 á 1516.

Cuando el Rey Francisco I ya tenia ordenado y pronto su ejército para salir de Francia, se ofrecieron grandes dudas y no menores dificultades acerca de por donde y de que modo habia de atravesar los Alpes. Conocida la aspereza de aquellos montes, y sabiendo que los suizos en gran número y con el acreditado valor defendian dos pasos fuertes y estrechos, temian el Rey Francisco y sus ca

(4) Jovio, ibi.

(2) Guicciardini, ibi... diece mila guaschi (cosi chiamavano i fanti soldati da Pietro Navarra), otto mila francesi, El P. Daniel dice que Navarro solo conducia seis mil gascones.

pitanes lanzarse á ellos con tanta máquina y transporte mi litar. No alcanzaban tampoco, estando ya el ejército en Grenoble y otros puntos cercanos á los Alpes, como se podria mantener tanta gente aunque fuese por pocos dias, en un pais tan estéril y despoblado. Repetíanse con este motivo los consejos de guerra y juntas de capitanes: en las cuales opinaron algunos porque, embarcándose Navarro con sus gascones en uno de los puertos de Francia, fuese á desembarcar en Savona á poca distancia de Génova y en su misma costa. Tenian otros por demasiado largo y muy lento por lo tanto ese rodeo. Juzgábanle además poco decoroso á la reputacion del ejército, que con eso aparenta. ba no tener gran voluntad de pelear; cesando al fin los debates por haber manifestado Juan Jacobo Trivulcio antiguo y afamado capitan italiano al servicio de Francia, que ha bia un camino por el cual, aunque con trabajo podian atravesarse las montañas sin que los esguizaros ó suizos se apercibiesen (1).

Recibió el Rey Francisco esa noticia con el mayor pla cer; sin embargo no creyéndola del todo, á pesar del gran concepto que en su ejército gozaba Trivulcio, encargó á Pedro Navarro y á Mr. de Lautrech, por otro nombre Odetto de Foix, que por casualidad dijimos haberse salvado en Ravena, de reconocer el terreno que Trivulcio señalaba. Practicáronlo detenidamente por algunos dias, al cabo de los cuales regresaron asegurando que si bien habia grandes obstáculos que vencer, no eran de modo alguno imposibles. Emprendió pues el ejército la marcha al través de encumbradas y cortadas peñas, empleando para suavizarlas y dar paso á la artillería cuanta industria y traza

(1) Guicciardini y Faulo Jovio, ibi.

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pudiera imaginarse. Hay quien dice que á nada de eso dejó de cooperar Navarro con su gente y con su ingenio, sienpor ventura entonces cuando inventó aquellos puentes de maromas é cueros é tablas, que refiere Pedro de Torres, los cueros llenos de viento para pasar la gente por cualquiera rio é brazo de mar (1).

Pasados cinco dias en trabajos contínuos y molestos que ofuscaron los de Anibal para pasar á Italia, sin el enorme estorbo de la artilleria entónces desconocida, se encontró el ejército francés, sin que los suizos se hubiesen apercibido, al otro lado de 1's Alpes, en las llanuras del marquesado de Saluces. Habiánle servido con celo y guiádole muy bien los paisanos que estaban muy agraviados del mal trato de los suizos. Tampoco estaban contentos con la gente de á caballo que mandada por Prospero Colona se habia situado en Villafranca; lo cual sabido por Francisco I ordenó á Mr. de la Pallice, Bayard, d'Aubigni y otros capitanes afamados que cayeran arrebatadamente sobre ellos y los sorprendiesen. Guiándolos tambien los paisanos lo verificaron en el dia 15 de agosto con tan buena suerte que cogieron á Colona desprevenido y cenando, siendo muy pocos los que se salvaron de aquella gente de armas y demás caballeros que se habian adelantado para observar á los franceses (2).

Atónita quedó Italia al divulgarse en ella que aque→ llos habian atravesado sin resistencia los Alpes. Leon X que por algun tiempo se habia mostrado indeciso y sin propender ni al Rey Fernando ni á Francisco, así que se persuadió de los conatos de este sobre Milan, se habia

(1) V. Documento núm. 23. (2) Guicciardini y Jovio, ibi.

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