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y no muy lejanos recuerdos le ofrecia, se aplicó á reformar su armada y su gente á medida que se le iban reuniendo. Envió á Nápoles las galeras, se desprendió de los navíos que ganaban sueldo, y despidió hasta tres mil soldados de los mas inútiles y enfermos. Con el resto, y cuando todo estuviera pronto y ordenado, se proponia correr la costa entre Gerbes y Tunez, ganar en ella cuanto pudiera y pasar de ese modo el invierno en unos mares que al paso que le parecian los mejores para aquella estacion, le facilitaban, no estando lejos de Sicilia, ser ayudado de aquella isla en cualquiera mal suceso. Todo en fin lo dispuso y preparó como de su inteligente actividad podia esperarse; y dándose á la vela en el viernes 4 de octubre, dejando en Tripoli á Diego de Vera con tres mil hombres para su guarda y defensa, si bien al pronto el viento le favoreció, tardó poco en sufrir otro temporal en que estuvo á punto de perecer la armada, compuesta segun algunos de sesenta velas y ocho mil hombres (1). Perecieron sin embargo algunas naves; corriéronse otras á Malta á donde llegaron con suma dificultad; y Navarro con las que pudieron seguirle arribó otra vez á Trípoli tan angustiado como se deja conocer. Firme sin embargo en su propósito, habiendo allí juntado treinta navíos y cosa de cinco mil hombres volvió á darse otra vez à la vela como á mediados de octubre (2).

Era su objeto entónces apoderarse de la isla de los Querquenes, inmediata á la costa de Africa; pero ó por la crudeza del invierno, que Pedro Mártir aseguraba no haber

(4) Mármol, Del reino de Tunez, lib. 6, cap. 40.-Zurita dice que la gente eran cuatro mil, y la tormenta en 4 de octubre despues de haber salido.

(2) Zurita, lib. 9, cap. 19.

los nacidos conocido otro igual en Andalucía (1), y fué tambien uno de los mas rigorosos que se vieran en Italia (2), ó por ser comunes en aquellos mares y en aquella estacion los temporales, Navarro y su escuadra sufrieron muy luego otro en que estuvo para ahogarse. Fué entónces cuando en medio del mayor peligro, y cuando el almirante de la armada llamado Carranza le importunaba para que se salvase en el batel, le replicó con la mayor decision que no queria abandonar á los suyos: lo cual sin duda hubiera sido una bajeza indigna de su valor (3); hasta que al fin, serenado el tiempo y regresando á Tripoli, volvió á salir con su armada ya reunida pero variando de rumbo. Dirigióse primero á la isla de Lampedusa, situada en medio. del golfo entre Malta y el continente africano, que tanto por abundar de leña y agua, como por la facilidad de ser proveido de Sicilia, le prometia ventajas en el estado en que se encontraba su gente; y habiendo llegado con felicidad y pasado allí lo mas duro del invierno reponiéndose de todo, apareció sobre los Querquenes en el sábado 20 de febrero de 1511 (4).

1511.-La isla de los Querquenes, situada entre la de los Gerbes y Túnez, se hallaba entónces casi despoblada y sin ningun lugar cercado que llamase la atencion. Los moros la destinaban principalmente al pasto de sus ganados; y como no fuera el ansia de continuar dominando en

(1) Pedro Mártir, Epistola 449, en Sevilla á 31 de enero de 1511.

(2) Muratori, Annal. 1511. Fu quel verno uno de piu rigorosi che mai provasse l'Italia.

(3) Sandoval, ibi., S. 41, cuenta este temporal y diálogo y la salida de Navarro de Tripoli con treinta velas y cinco mil hombres. () Mármol, ibi.-Sandoval, ibi., S. 44.

que

la costa de Africa de que no dista mucho, no se alcanza de su conquista resultase grande utilidad. Quizás la necesidad de remediar á las grandes privaciones, especialmente de agua, que el método de aprovisionar los buques podia ocasionar entónces, indujo á Navarro á apoderarse de aquella isla, ó acaso instrucciones privadas del Rey Católico de no descansar en sus empresas, y mas bien de mantenerse cerca de Italia, atendido como luego verémos el estado de esta. Ello es que, habiendo saltado en tierra alguna gente é ido con ella á reconocerla el coronel Gerónimo Vianelo, volvió diciendo que habia encontrado tres pozos de agua dulce y saludable; de cuya conservacion y limpieza le encargó Pedro Navarro. Así lo puso por obra al dia siguiente con algunos capitanes y unos cuatrocientos soldados, rodeando los pozos de una albarrada ó cerca en la que colocó entre dos picas una escopeta, para que pudieran resistir cualquiera tentativa de los moros que apenas se habian descubierto todavía (1).

Visitó Navarro los pozos por la tarde y todo lo encontró bien dispuesto. Instando á Vianelo para que volviese á bordo, tanto le importunó porque le dejase á defenderlos en aquella noche, que al fin hubo de consentir en ello. Mas he aquí que como en medio de los mayores sucesos no deja de ocurrir algun lance vulgar á que suelen atribuirse, los historiadores nos cuentan que "resentido un » alferez de que Vianelo le hubiese pelado las barbas por » que al limpiar los pozos no hizo lo que le mandaba, al

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» anochecer se pasó á los moros, que pocos y amedrenta» dos se hallaban juntos en un extremo de la isla. Contán» doles el caso y lo fácil que era acabar con los españoles

(1) Marmol.-Zurita - Sandoval, ibi.

que guardaban los pozos, supo atraerlos tan resuelta» mente á su propósito de venganza, que cayendo de sor» presa sobre ellos pasada la media noche del dia de San » Mateo, á casi todos los mataron incluso el coronel Via

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nelo (1)." Así se refiere este lamentable suceso, que sin duda no hubiera tenido lugar, aunque aquel valiente veneciano hubiese pelado las barbas al alférez, si los que guardaban los pozos no hubiesen estado descuidados, y durmiendo y poco vigilantes que fueron como siempre acontece los primeros que acabaron (2). Sabida aquella desgracia así por la algazara de los moros como por el reconocimiento que Navarro encomendó al coronel D. Diego Pacheco, partió de allí el desventurado conde triste y enfadado y con tanta falta de agua, que acon

teció echar á la mar en un dia cuarenta hombres muertos de sed. Sandoval añade que hubo de fir la_armada por ella á los Gerbes, cuyo jeque ofreció generoso á Navarro todo lo que quisiera ; pero la suerte no cesaba de afligirle, , y al cabo de nuevos peligros llegó á la isla de Capri con las reliquias de su expedicion reducidas á veinte y tres velas y solo cuatro mil hombres, despues de tomar al paso un cárabo, que venia de Túnez cargado de aceite (5).

(1) Mármol, ibi.-Sandoval, S. 43.

(2) Zurita, ibi., cap. 29.

(3) Mármol y Sandoval, ibi.

CUARTA EPOCA.

Desde 1511 á 1512.

En tanto que el conde Pedro Navarro, ora vencedor ora vencido, corria con tan varia suerte los mares y costas de Africa, el Rey Católico aparentando cada vez mas celo por conquistarla, activaba cuanto podia sus armamentos. Al verlos tan extraordinarios y que se aprestaban dos ejér citos de gente práctica y usada en la carrera militar el uno, y de soldados nuevos para mezclarlos con los veteranos en la ocasion el otro; se acreditaba cada dia mas el rumor de que el mismo Rey en persona iba á dirigir la empresa. La derrota de los Gerbes sirvió tambien para dar mas crédito á esas voces, pues se decia de público que no solo queria el Rey vengarse de aquellos isleños, sino conquistar resueltamente á Tunez (1).

Muy lejos de desvanecer el Católico semejantes rumores, daba por el contrario alimento á ellos. A pesar de la extraordinaria crudeza de aquel invierno, se trasladó por enero á Sevilla, sin dominarle otro pensamiento en medio de su edad y de las incomodidades del viaje, que el de activar los aprestos militares y que la armada y todo estuviera pronto para la primavera (2). Con su presencia

(1) Zurita, lib. 9, cap. 29 y sig.

(2) Pedro Mártir, Epistola 448 y 449.

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