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arrebataba cada dia un centenar de personas (1), adelantó su salida de aquella plaza mas de lo que habia pensado. Verificóla en 7 de junio con unos ocho mil hombres, dos mil de los cuales, y entre ellos mas de quinientos enfermos, puso á cargo de Diego de Valencia, á quien ordenó que, pasando primero á Nápoles á recoger municiones y víveres, se le juntase luego en la isla de Faviñana delante de Trapana en Sicilia, hácia la cual él dirigió su rumbo, y en donde ordenó tambien que se le juntasen las galeras de Nápoles y Sicilia.

Cosa de un mes estuvo Navarro en la Faviñana. En ese intermedio se proveyó de agua y leña, y el ejército se entregó á la caza muy abundante entonces en aquella isla desierta (2). Al cabo de ese tiempo, habiéndosele juntado las galeras que esperaba, y Diego de Valencia con los bastimentos y municiones que fué á buscar á Nápoles, se dió á la vela en 15 de julio para Tripoli (3). Componíase su armada de cincuenta naves de gavia con once galeras, inclusas dos de Sicilia, y gran número de galeones, carabelas, fustas y otros buques. Computábanse en catorce ó quince mil hombres la gente armada que conducian, con todo lo cual y despues de haber pasado á la vista de Malta y Pantanalea, navegando siempre por el golfo, se encontró Navarro en el dia 24 como á cuatro leguas de la costa de Berberia. Siendo baja la tierra y no conociendo aquellos parajes, ordenó á Vianello que como negociante

(4) Mármol, lib. 6, cap. 40.-Zurita, ibi., cap. 16.- Sandoval, lib. 1, §. 37.-V. Documento núm. 17.

(2) Mataron los del ejército en aquel tiempo, dice Sandoval, libro 1.. §. 37, segun los que lo vieron, seis mil venados J otras tantas salvaginas y mas de sesenta mil conejos.

(3) V. Documento núm. 18.

habia residido mucho tiempo en Trípoli, que reconociera su puerto y el terreno mas acomodado para desembarcar. Mientras tanto y á fin de practicarlo con mas expedicion en su caso, mandó trasladar á las galeras, fustas y demás buques de remo toda la gente que lo habia de ejecu tar (1).

Era Tripoli entonces una ciudad rica y todavía famosa por su comercio con el Asia é Italia. Estuvo sujeta á los beyes de Tunez; pero no pudiendo sufrir sus injusticias se alzó contra ellos, y eligió uno de entre sus moradores que la gobernase con el nombre Jeque. Situada en un llano arenoso y en su mayor parte rodeada del mar, tenia por todas, pero principalmente por la de tierra, buenas murallas con muchas torres y baluartes bien fortificados y provistos de artillería, y con un foso lleno además; siendo por lo tanto capaz de grande y sostenida defensa. Juntábase á todo eso haber sido los habitantes avisados mas de un mes antes por unos genoveses, de la expedicion de Navarro; y habiendo descubierto á Vianello en el reconocimiento que aquel le encargó, se dispusieron para resistirle, introduciendo tantos alárabes, berebéres y otras gentes que con las útiles de la ciudad se computaban en mas de catorce mil combatientes.

Todo sin embargo tenia que ceder á la inteligencia y resuelta determinacion de Pedro Navarro. Vuelto Vianello Ꭹ oidas sus noticias, aunque pensó desembarcar al amanecer el siguiente dia de Santiago 25 de julio, advir. tiendo al salir el sol que por la oscuridad de la noche y poca práctica de los pilotos, habia la armada rebasado una legua de Trípoli, hubo que desandarla con la clari

(1) Zurita, Mármol, Sandoval.

dad del dia. Llegada al puerto y dada la orden de desembarco, comenzaron los soldados á ejecutarle á pesar del sostenido cañoneo de la artilleria mora. Acercándose luego las galeras para proteger y asegurar la operacion, no solo alejaron con el suyo á los que intentaban impedirla, sino que apagaron los fuegos de la ciudad; y los que defendian sus muros, torres y baluartes tuvieron que recogerse á cubierto. Tal actividad en fin y tanto empeño puso Navarro en el desembarco, que à las nueve de la mañana ya estaba en tierra todo su ejército ordenado y caminando contra la plaza, dividido en dos trozos y cada uno en cuatro escuadrones (1).

El trozo de vanguardia le tomaron Diego Pacheco y Juanes de Arriaga con otros dos mil hombres de sus coronelias, y Juan Salgado y Martin del Aguila con otros dos mil de los suyos. Dióseles la órden de resistir á todo trance á cuantos moros de á pié ó de á caballo vinieran de fuera de la ciudad á socorrer é impedir el asalto; y para indemnizarles de lo que perderian por no hallarse en él, se concertó y convino en que se les darian para repartir cuantos esclavos, ropas y telas de mercaderes se ganasen, quedando para los que asaltasen la ciudad cuanto dinero, alhajas de plata y oro y ropa cortada se encontrase dentro de ella (2). Navarro con el otro trozo en que iban los demás coroneles, y en todo como unos once mil hombres, debia escalarla cuanto mas ántes pudiera, fa

(1) Zurita dice cinco y Mármol cuatro escuadrones. En estos y otros escritores que tal vez alcanzaron las relaciones oficiales, se advierte que descuidan la descripcion de las operaciones militares que importaria comparar con las modernas, y no solo confunden ó quieren explicarlas sino que muchas veces son incomprensibles. (2) Mármol y Sandoval, ibi.

voreciéndole la armada oportunamente no solo con el fuego de su artillería sino desembarcando algunas compañias de infantería y marineros que escalasen el cuartel de la marina.

Era

Aunque se intentó lo último ningun resultado tuvo. por allí la ciudad menos flaca de lo que se pensaba, y el combate mas serio y el valor mas denodado andaban por la parte de tierra. Defendianse bravamente los moros y apretaban en igual proporcion los cristianos, siendo tal la perseverancia de estos que entre diez y media y once de la mañana ya lograron plantarse sobre los muros de la ciudad. Treparon á escala vista por junto à la puerta llamada de la Victoria, no lejos de la alcazaba, siendo Juan Ramirez, infanzon aragonés, uno de los primeros que salieron y que a pesar de estar herido no abandonó su lu á gar (1).

Renovóse alli la pelea, cayendo muchos de los que subian. Los demás no por eso desfallecieron, ántes bien obstinados y con la resistencia mas animosa fueron tantos por último los subidos, que despejados los muros y arrojados los enemigos de algunas torres y baluartes, saltaron á la ciudad y se empezó á combatir en las calles. Privados de socorro los nuestros por estar las puertas cerradas, murieron no pocos de los primeros que bajaron, hasta que abriéndolas por dentro y entrando de tropel Navarro con su gente se trabó la pelea mas sangrienta y terrible. No hubo plaza, calle ni casa en que no se combatiera y de que a los cristianos no se hiciera gran daño. Forzóseles alguna vez ȧ replegarse; pero al fin creciendo su valor con el peligro, obligaron á los moros á retirarse los unos

(1) Zurita, ibi.

TOMO XXV.

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á las torres, los otros à la mezquita mayor y el jeque con su familia á la alcazaba. Duró tanto el combate en la ciudad, diee Mármol, y estaban unos y otros tan cansados que parecia burla su pelear y se sentaban á descansar unos mientras los otros peleaban (1).

En esto llegó la noche y con ella el mayor arrojo de nuestra gente. Penetraron en la mezquita y pasaron á cuchillo á cuantos allí encontraron; en cuyo estado, creyéndolo todo perdido los que defendian las torres, se dieron á partido. Lo mismo hizo el jeque entregándose con toda su familia á Pedro Navarro; quien recelando que acaso desde la alcazaba salieran arrebatadamente contra sus soldados desmandados, acudió personalmente á evitarlo. Tan acertado anduvo que todo en seguida cayó en su poder inclusos los buques que estaban en el puerto y otros que en aquellos dias se apresaron con mercancías ó que perseguidos encallaron en la costa (2). Murieron como cinco mil moros y se cautivaron infinitos, contándose entre ellos ciento y ochenta italianos que recobraron su libertad, siendo inmenso el saco de la ciudad y no pocas por lo tanto las disputas que ocurrieron sobre su repartimiento. Nuestra pérdida la computan los escritores en unes trescientos hombres y entre los mas distinguidos lo fué el almirante de la armada Cristóbal Lopez de Arriaran (5).

La conquista de Tripoli á 25 de julio de 1510, pasó

(1) Descripci n del Africa, lib. 6. Del reino de Tunez, cap. 40.Sandoval, ibi.

(2) Estos buques quizás fuesen las cuatro fustas y una carabela que el Principe de los turcos, cuenta Pedro Mártir, enviaba al socorro de Tripoli y fueron apresadas por Fedro Navarro Epistola 443.

(3) Mármol, Sandoval y Zurita, á quien seguimos principal

mente.

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