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entráran, y avisando al cardenal para que enviase desde Mazarquivir gente que, como lo hizo, asaltára la plaza, contribuyeron eficazmente á tan gran triunfo (1). Hubo empeño en no atribuirle de modo alguno ni á Pedro Navarro, no obstante ser tan perito en la milicia como sus mas distinguidos contemporáneos reconocen, ni á la disciplina de sus gentes, mayormente de las que con el Gran Capitan habian estado en Nápoles, y tan superior era á la de los africanos; porque todavia duraba entonces como por lo pasado atribuir al acaso á los milagros lo que en la guerra era consecuencia precisa del valor combinado con el arte (2).

Sin embargo los mismos panegiristas del cardenal tienen que reconocer grandes prendas militares en el conde Pedro Navarro. Saqueada la ciudad y pasado el primer desorden, cuenta Alvaro Gomez que para evitar ser sorprendido, , puso con suma prevision y al cuidado de activos capitanes, guardias que lo impidieran. Ordenó rondas, y venida la noche, en tanto que los demás decansaban en profundo sueño, él, que dormia muy poco, y que en la guerra nunca se desnudaba del sayo militar, velaba por todos (5). Al amanecer el siguiente dia, reconoció como prudente los alrededores de la ciudad. Mandó lue

(1) Mármol, Descripcion del Africa, lib. 5, cap. 28, pág. 197. (2) Pedro Mártir, dando cuenta de una carta escrita en Valladolid á 29 de abril de 1509 de como el cardenal adelantaba los fondos para la expedicion que ya estaba en Cartagena, elogia á Navarro, diciendo Primarius est ei ductor Petrus ille Navarrus Comes, mari et terris bellica gloriæ fama illustris. Epistol. 443, lib. 22.Véase la carta que le escribió Hernando del Pulgar eloji ndole ántes de partir. V. Documento núm. 43.

(3) De rebus gestis, etc. pág. 111.... nunquam militare sagum exuit, quod illiperpetuum in bello fuit, erat enim somni parcissimus.

mismo dia llegó á Cartagena (1). Su arrebatada venida causó gran novedad en el reino, atribuyéndola unos á motin de los soldados por sus pagas ó á que se enviáran nuevos socorros á los que allá quedaban (2), otros á sospecharse no solo de Pedro Navarro sino del Rey que le queria entretener en aquella guerra para divertirle de las inteligencias que traia con algunos Grandes sobre ol gobier no de Castilla, ó sea á que el conde intentaba dejarle encerrado en Oran y encaminarse él con la armada á otra expedicion (3); autorizándose tal vez todos estos juicios con que, si bien el cardenal en las cartas que se escribieron de su órden anunciando su llegada así que desembarcó en Cartagena, solo manifestó que venia á procurar socorro á los que estaban en Oran y a encomendar al Rey y á los Grandes la conquista ya fácil del Africa despues de la de aquella plaza (4), apenas llegado á Alcalá expuso al Rey, por medio de fray Francisco Ruiz su compañero y gran privado, las injurias que habia escuchado de Navarro y su rapacidad (5).

Sin embargo el mismo Alvaro Gomez que tan minuciosamente refiere estas y otras opiniones relativas al regreso del Cardenal, concluye con que creeria lo que dijo y encargó al padre Ruiz, á no ser mas cierto haber

(1) El Cura de los Palacios, capit. 222.-Arquetipo de virtudes, lib. 3, cap. 20.

(2) Petri Martyris, Epist. 420, ibi.

(3) Zurita, lib. 8, cap. 30.

(4) V. Documento núm. 14.

(5) Alvaro Gomez, ibi., pg. 147. Post adventum suum litteras ad regem compluti dedit querclarum plenas quibus et Navarri injurias et rapacitatem exposuit.

sido la causa de su venida un lio de cartas del Rey Católico que cayó en sus manos y era dirigido á Navarro, mandando detenerle en Oran el tiempo puramente necesario para arreglar aquellas cosas, de lo cual el anciano y sospechoso Jimenez dedujo que se tramaba algo contra él, y hasta que podia estar de peligro su vida (1); deduciéndose de todo que Navarro obraba sin duda alguna arreglado á instrucciones que tenia del Rey Católico que probablemente éste no queria dejar al arzobispo, ya fuerte con las plazas de Alcalá y Talavera, que como sus predecesores mantenia armadas, la que se acababa de conquistar; y que el cardenal estaba rodeado de personas tan poco afectas al Rey como á Navarro, quien por su parte no debia sufrir, y mas teniendo mal genio, que frailes y personas que no eran de la profesion militar ni habian practicado la guerra, le ultrajáran tratándole lo mismo que á sus soldados, como si vivieran en un con

vento.

Pero en medio de los favores y disfavores con que el elegante historiador del insigne Jimenez trata á nuestro conde, pone en boca de aquel un elogio, que es el que mas podria lisonjear á un hombre de su clase. Cuenta que al despedirse de él, y al encargarle del gobierno de Oran como capitan general, le dijo en presencia de Diego de Vera y otros capitanes, que por serlo tan esclarecido le estaba reservada la gloria de sojuzgar el Africa ente

(1) De rebus. lib. 4, pág. 117... nisi constantior opinio fuisset litterarum fasciculum quem rex ad Navarrum dederat in Ximenii manus primum devenisset... Rex igitur Navarro per litteras mandabat ut tantisper Ximenium à traiciendo averteret, dum ejus præsentia rebus agendis necesaria foret.

TOMO XXV.

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ra (1). Tambien aprobó cuanto Navarro le propuso para asegurar aquella conquista, levantando las murallas arruinadas, edificando cuarteles, manteniendo la tropa en incesante actividad y ejercicio, con otras medidas que prescindiendo de si el conde por su rusticidad, como el auditor de guerra escribia al cardenal, era inepto para el gobierno civil (2), prueban que era el que en la situacion en que se encontraba Oran, era el mas conveniente para su seguridad y defensa. Tambien nos quedan memorias de que no era tan duro de corazon como se ha pretendido (3), sino que se atenia á las órdenes del Rey que lejos de apartarle del gobierno de Oran como sus detractores con empeño pretendian, le conservó y mantuvo en él, hasta que le á la cabeza de la grande expedicion que preparaba no solo contra los reinos de Tremecen y Tunez, sino por Trípol á Levante hasta Alejandría y aun á la Tierra Santa (4).

puso

Aunque tan gigantescos proyectos se los moderaba algun tanto el auxilio que por consecuencia de lo tratado en Cambray debia suministrar á los otros coligados, juzgó que en gracia de sus armamentos contra los moros le disculparian su tibieza contra los venecianos. Proclamó pues que en persona dirigiria la expedicion contra el Africa, y desde luego ordenó, dice Zurita, que se hiciesen 20,000 >> españoles y 7,000 alemanes de gente escogida y bien » armada de la que llamaban de la ordenanza, mil gasta

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(1) De rebus ibi. Deinde Navarrum sese illi concilians, supremum imperatorem, cui tamquam duci præstantissimo totius Africa subigendæ triumphum decernendum speraret, honorificè dicit.

(2) Ibid., fol. 121.

(3) V. Documento núm. 13. (4) Zurita, lib. 9, cap. 1.

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dores, 2,500 hombres de armas y otros 6,000 entre » caballos ligeros y ginetes en que hubiese 1,500 balles»teros y espingarderos á caballo de los que se solian po» ner á retaguardia para guardar los pasos. Nombráronse capitanes de los mas diestros y probados, estando todas » las gentes de España tan puestas en servir al Rey en » esta guerra que se tuvo por cierto que saldria doblado » número del que era necesario.... Púsose en órden la artillería para tres baterías que eran 72 piezas, y aper» cibiéronse 100 naves algunas de 250 toneladas en los puertos de Fuenterrabia, Pasages y otros de Guipúzcoa, » mas de otras 100 en los de Lequeitio, Bermeo, Bilbao » y otros de Vizcaya, y otras 30 aunque pequeñas en Cas» tro-Urdiales, Laredo y demás de la Trasmiera y Astu» rias (1)”.

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Mucha parte de tan numerosa armada, despues de reunida, quedó en las costas de España, en la que tambien quedó el Rey, cediendo á buenos consejos. Otra parte llegó á Mazarquivir, en cuyo puerto, habiéndose juntado 13 naos muy bien armadas y algunos otros buques, se embarcó Pedro Navarro como general de la expedicion, acompañándole alguna gente escogida de la que estaba en Oran. De allí salió á 30 de noviembre, dia de San Andrés, llevando como 5,000 hombres lucidos. con mucha y buena artilleria, siendo tan secreto el punto á que se encaminaban, que cuando creian que desembarcarian en Granada se encontraron con que las órdenes del Rey disponian que la armada fuese á invernar en Ibiza. Obedeciólas puntualmente Navarro, y á la llegada á aquella isla, se halló con que Gerónimo Vianello habia

(1) Zurita, lib. 8, cap. 41.

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