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rero, á vista de todos y coronados con verdes ramos, acompañándolos la música militar; consiguiendo de este modo que olvidados enteramente los soldados de los anteriores motines, acudieran á fembarcarse sobre manera alegres y como á porfia (1).

Gozoso el cardenal con esto, y ya curado Vianello de su herida, se embarcó tambien en 15 de mayo para espe rar á bordo el buen tiempo. Logróse al dia siguiente cual se deseaba, y levada el ancla salió de Cartagena la armada como á las tres de la tarde. Componíase de ochenta

y diez galeras, con el número de buques suficiente para conducir hasta diez mil peones de desembarco y cuatro mil caballos fuera de los vivanderos y marineros de que iba bien provista: y continuando el viento con igual favor llegó al otro dia 17 de mayo, jueves de la Ascension, algo despues de anochecer á Mazarquivir, gran puerto en el Mediterráneo, como á una legua de Oran, reputado entonces por el mejor y mas capaz del Africa (2).

El cardenal, á quien D. Diego Fernandez de Córdoba, Alcaide de los Donceles y de la fortaleza de Mazarquivir salió al encuentro, no quiso de modo alguno desembarcar á su llegada. En vez de entregarse al sueño como su edad requeria, aun cuando supo que la armada, á pesar

(1) Alvaro Gomez, ibi, pág. 106... festa fronde coronate, cunctis videntibus et tympanorum tubarumque sonum audientibus, quæ pretiosum metallum in navim prætoriam comitabantur, ubi quæstor sedebat, stipendia quæ cuique deberentur numeraturus. Hoc spectaculo ita sunt omnes inflamati, ut incredibili festinatione ad unum naves conscenderint, seditionis obliti, etc.

(2) Mazarquivir ó Marza-el-quivir, quiere decir en arábigo Puerto grande. lib. 5, cap. 18, pág. 193.

segun Luis del Mármol, Descripcion del Africa,

de su número y de la oscuridad de la noche habia entrado sin desgracia en el puerto, no quiso descansar, sino velar y ordenar lo que se habia de ejecutar al otro dia. Pedro Navarro, mientras tanto, siendo tan excelente capitan, como sus censores reconocen, no estuvo ocioso, ni omitió nada de cuanto en aquella ocasion convenia tener presente. A todos inspiraba aliento. A todos exortaba á pelear con ánimo para vencer con gloria al otro dia; mas entónces tambien lo mismo que en cuanto habia precedido se vió contrariado por los que con menos inteligencia en la milicia y cosas de guerra tenian mas ascendiente sobre el cardenal. Habiéndose discutido en su presencia sobre la hora y modo de desembarcar, y adoptada la opinion de los mas que estaban porque fuera ántes de amanecer para apoderarse de noche de una sierra entre Mazarquivir y Oran, así se verificó. Sin embar go, como Navarro nunca fué de opinion que se embarcase tanta caballería por ser áspero el terreno y poco dispues to para ella, pareciéndole por el pronto innecesaria, no cuidó de su desembarco, sino de que terminado el de toda la infantería, los esquifes y otros buques que habian de servir para el de la caballería se quedasen á la orilla (1).

Anunciado esto al cardenal, creyendo que Navarro obraba de ese modo por emulacion en el mando y afren tarle, se indignó contra él y ordenó todo lo contrario. Principió pues la caballería á desembarcar, y aunque con desconcierto y mucha pérdida apenas lo ejecutó á tiempo la tercera parte: visto lo cual por Navarro que desde las seis de la mañana se hallaba al frente del castillo de Mazarquivir con su ejército formado en un llano y repartido

(1) Alvaro Gomez, ibi., pág. 109.

en cuatro cuerpos de á dos mil y quinientos hombres, suspendió la marcha al enemigo. Tratóse entónces de que los soldados almorzasen. Pusiéronlo por obra, dispensándoles el cardenal que pudieran comer carne pues era viér nes. Rompióse luego la marcha, pero como el cardenal quisiera dirigir el ataque montado en una mula, revesti do de los ornamentos arzobispales y con una cruz delante, le exhortaron todos y no sin pena consiguieron que se retirára al pueblo. Navarro ya solo entónces à la cabeza del ejército, advirtiendo que los enemigos eran muchos, y que estando el tiempo tan adelantado, pues eran las nueve de la mañana, acaso vendria la noche á interrumpir el combate, pensó en suspenderlo hasta el otro dia; pero consultado el cardenal respondió que arremetiese al instante. Así lo ejecutó Navarro con su habitual resolucion. Poniéndose á la cabeza del escuadron de reserva, y orde nando á la artillería y á la caballería que habia desembarcado que le siguieran, sonadas trompetas y tambores y apellidado Santiago, marchó derecho con su gente á tomar la sierra que separaba á Oran de Mazarquivir (1).

Los moros que en un principio aparecieron como de doce mil á pié y á caballo, reforzados cada vez mas y confiados en el socorro que esparaban de Tremecen, defendian el paso valientemente. No solo usaban de las saetas sino de grandes piedras que echaban á rodar contra los nuestros; señales una y otra de que no habian adelantado gran cosa en el armamento y táctica. Algunos hubo tan belicosos y resueltos, y esta es tambien señal de lo mismo, que se adelantaban á escaramuzar con los cristia

(1) Alvaro Gomez, ibid.-Mariana, lib. 29, cap. 18, dice que eran las tres de la tarde cuando se emprendió el combate.

nos y á provocarlos en su misma formacion; cuyo arrojo, no obstante estar en el ejército del conde severamente prohibido salirse de las filas, arrastró tras ellos algunos especialmente de Guadalajara, que adelantándose demasiado, pagaron, como por lo comun acontece, su falta de subordinacion (1).

El ejército entretanto trepaba bravamente por la sier, ra, protegido de la artillería que Navarro habia colocado. con inteligencia. Ganado un manantial de agua que refrigeró mucho á la gente, y mudada la artillería á un punto entre unos lugares y unas quintas, fué grande el estrago que causó entre los moros. Nuestro conde que lo observó y sabia aprovechar las ocasiones, poniéndose entónces á la cabeza de unos cuantos soldados escogidos, cayó tan denodadamente sobre el enemigo que amedrentado huyó desordenadamente y abandonó la sierra, persiguiéndole con no menos desórden nuestra gente, olvidada la subor, dinacion y desoidos sus capitanes (2)

En esto las galeras que ya se habian acercado á Oran, y con su artillería bien dirigida combatido las murallas de la ciudad, desembarcaron algunas compañías que penetrando en ella se apoderaron de la alcazaba y de algunas torres. Dirigiéronse luego á abrir las puertas por donde los que habian perseguido á los fugitivos trataban de penetrar con tal empeño que hasta con las picas se empujaban

(1) Ibidem.-Zurita, ibi., entre los muertos cita á Luis de Con

treras.

(2) Ibid... Quare tormentis inter ficetas et suburbanas quasdam habitationes collocatis... Navarrus et aliquot selecti milites tanta ferro strageque ediderunt, ut terribili metu debilitati mauri vim illorum sustinere nequiverint, sed terga dantes, montem deseruerunt, nostrisque liber transitus sit relictus etc.

unos á otros. Ya dentro todos combatieron unidos contra algunos moros que no obstante ver en la ciudad izadas las banderas cristianas, todavía querian penetrar en ella. Rechazados al fin, todo quedó por los cristianos, siendo su victoria tan completa que solo se cuenta haber perdido treinta hombres, al paso que de sus enemigos se dice que fueron cuatro mil muertos y cerca de cinco mil los prisioneros (1).

Esta conquista de Oran verificada en el dia 17 de mayo de 1509 con tanta facilidad, que solo se emplearon dos ó tres horas en ella, la atribuyeron algunos escritores por esa razon á las fervorosas oraciones de quien la habia costeado tan desprendidamente. En una curiosa relacion escrita de órden del mismo cardenal Jimenez, por quien le acompañó en aquella expedicion, se dice para probar el milagro que hubo, especialmente en la pelea, que no solo pareció á la hueste cristiana haber Dios alargado el dia como en tiempo de Josué, sino que cubria á los moros una niebla tan oscura, que les impedia ver á los cristianos favorecidos con una luz clara y buen tiempo (2). Otros dijeron que solo milagrosamente se pudo ganar plaza tan importante, habiendo sido tan grande el desórden que hubo en nuestra gente sobre todo en la que Hamaban de ordenanza: añadiendo otros que lo mas se debió á las inteligencias del Alcaide de los Donceles y de Mazarquivir con un judío y dos moros cobradores de las rentas del Bey de Tremecen y alcaides de las puertas de Oran, los cuales, cerrándolas á los fugitivos para que no

(1) Alvaro Gomez y Zurita, ibid.

(2) Zurita, ibi., cap. 30.-Véase la carta del Mtro. Cazalla en el Documento núm. 12.

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