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tura se trataba de buenos caminos, puentes y calzadas: si, finalmente, se proponía ó ventilaba en nuestras Juntas cualquier materia que pudiese tener conexion directa ó indirecta con la felicidad de nuestro territorio, todo lo considerabă nuestro Escmo. Presidente como de propio interes. Si fuese necesario dirigirse á otros cuerpos, á otros gefes, ó al mismo Soberano, él cedia sobre la marcha; sus contestaciones eran los argumentos con que gustaba probarnos la próspera disposicion que le asistía de contribuir á nuestras ideas; argumentos que se conservan archivados en el registro de la Sociedad, y que hoy deben ser otras tantas piezas justificativas de la imparcialidad con que le elogio.

¿Y qué diré de aquella memorable sesion que celebrámos despues que la suprema autoridad del Rey mandó desatar los vínculos políticos y patrióticos, que por mas de cinco años nos tenian ligados con nuestro meritísimo Presidente? Todo el Cuerpo aprobaba con la posible solemnidad los notorios benéficos procedimientos de su fundador, los consagraba á la prosperidad mas remota, y en la efusion de su tierna gratitud le rendia por mi boca el mas brillante hacimiento de gracias, cuando S. E. echando el resto de su sensibilidad y de su patriotismo nos reitera sus propicias intensiones, nos protesta sus buenos deseos y la duracion de ellos, y se ofrece á servirnos de agente en su ausencia para la pronta y favorable espedicion de los recursos que habia elevado e! Cuerpo al pié del trono. Y todo ésto ¡ con qué pudor! ¡ con qué energía! Su discurso concebido en el momento, era producido con una sencillez que nos hacia admirar en él aquella hermosura que comparó Ciceron, hablando del estilo de Julio César, á la de una muger medio desnuda.

Muy presto vímos cumplidos sus votos y sus protestas. Apénas llega á la Península hace que el génio y el talento vuelvan á tomar su primera direccion, su antiguo ejercicio. Por escrito dió cuenta á la Sociedad del estado en que habia puesto la solicitud del maestro de química, y la lisonjéa con la fundada esperanza de obtener los arbitrios para el entretenimiento de la casa de Beneficencia: la exorta con la mas poderosa persuacion á que no desfallezca, y la....... Mas ¿qué es esto? ¿que es lo qué ven? Un espectro horrible ha ocupado de improviso el vacio de mi imaginacion: impensadamente han desaparecido de ella las ideas alegres y lisonjeras que yo estaba recordándoos, otras nuevas y lúgubres la agitan ahora ; y una sombra que ha caido sobre mis ojos me roba el placer de veros. ¿Si serán estos los manes de Luis? No hay duda; ellos son; Luis ha muerto, y yo estoy viendo su imágen triste así como el padre Eneas vió la de Hector lloroso, denegrido, cubierto de lágrimas, de sangre y de polvo. ¡Qué horror! ¡Cuánto difiere este instante de los que acaban de correr

mientras yo leia su panegírico! ¡Qué diferencia entre éste y el otro Aquiles, entre aquel Luis que antes nos presidia, y el que ahora perturba mi cerebro!u sombra me está hablando: si querrá recomendarnos su religion, sus aras, sus penates, al modo que los recomendó Hector al hijo de Anquises para que los arrebatase si fuese preciso de las manos de los griegos.

Sacra suns-que tibi commendat Troja Penates.

Escuchémos: "Si acaso, ilustres patriótas, mis desvelos no acertaron á plantar en vuestro pais el árbol de la pública felicidad; si mi patriotismo, acaso, no igualó el tamaño de vuestras ansias y de vuestras necesidades, discúlpeme siquiera el mérito de haber establecido entre vosotros el órgano por donde pueden veniros todos los bienes apetecibles. Y si Epaminondas creyó haberse ameritado con la patria, y hecho eterno su nombre con la victoria que reportó junto á los campos de Leutra, porque debia ser para los griegos fructífera de muchas conveniencias, á mí tambien me será permitido exigir de vosotros que mi nombre viva siempre en vuestra gratitud, porque os dí la Sociedad Patriótica, digno instrumento para llamar hàcia vuestro suelo todas las conveniencias que hacen felices á los pueblos. Cultivadla, pues; concervadla como verdaderos patriótas." Mis amigos, me es imposible proseguir: estoy horrorizado: un pavor general embarga mis miembros: Luis... Sombra de Luis... el horror me hiela la lengua; mi sensibilidad se ha convertido en estupidez, y mi admiracion en gemidos. Apenas puedo decirle lo que algunos romanos dijeron al ver la imagen de Julio Bruto. ¡Ojalá viviera! Utinam viveres.

DESARROLLO

DE LAS CUALIDADES FISICAS DEL HOMBRE.

1

Continuacion de los trabajos de Mr. A. Quetelet.

II.

Influencia de las edades en la fecundidad de los matrimonios.

Acabamos de manifestar que la edad relativa de los padres ejerce una influencia sensible en el número proporcional de los nacimientos masculinos; y es muy natural suponer que debe ser lo mismo con respecto al número de nacimientos ó de la fecundidad. No conozco mas sobre este particular que las investigaciones de Mr. Sadler, dirigidas con la mira de demostrar que la edad de los padres considerada separadamente no tiene influencia en la proporcion de los nacimientos masculinos á los femeninos. Ya las hé referido anteriormente poniendo el cuidado de calcular en la última columna el guarismo de la fecundidad. Sin embargo, como los números de Mr. Sadler son regularmente infimos, he creido que debia admitir ménos categorias en las edades; lo que dará á mis resultados particulares mayor probabilidad: podrán reasumirse todos estos resultados en el cuadro siguiente:

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Vemos que la fecundidad de los matrimonios, en igualdad de circunstancias disminuye á medida que aumenta la edad, á que

se casan. Para conocer la influencia de la edad en sí misma, sería preciso tener en cuenta la probabilidad que hay sobre la vida al contraer matrimonio; porque es bien evidente, por ejemplo, que el ha de vivir dos tantos mas que otro puede esperar, supuesque tas unas mismas circunstancias, que procreará mas hijos. Es muy positivo por otra parte, que los que se casan muy jóvenes temen en algun modo, tener una familia muy numerosa; lo que no tiene lugar cuando se ligan en matrimonio á una edad mas avanzada. Suponiendo como una especie de límite, que en la misma igualdad de circunstancias, la fecundidad depende de la vida probable, seria preciso en cada edad, dividir cada una de las relaciones ha lladas anteriormente por el número correspondiente que esprese la duracion de la vida probable. Pero admitiendo aproximadamente para la vida probable de la primera categoría individuos de 36, 32 y 21 años; despues para las mugeres 40, 34 y 23 y en fin para los viudos 38, 33 y 22 años, se tendrá lo siguiente por valores relativos de la fecundidad.

Número de niños procreados por un individuo.

¡Segun los registros de pares de Teniendo al momento del matrimonio.

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Estos números que no espresan sino la fecundidad relativa concurren á demostrar que se manifiesta la mayor aptitud para reproducirse en los individuos que consideramos á la edad de 26 años: se vé ademas que no se disminuye visiblemente en los individuos hasta 36 años. Por lo que toca á las mugeres, los datos son muy poco numerosos para confiar en ellos, pues que solo se han comprendido 9 mugeres de mas de 36 años.

Aun cuando con respecto á las edades respectivas de los esposos, se encuentra, siguiendo lus nùmeros de Mr. Sadler y que hemos reproducido anteriormente, que la fecundidad de los matrimonios llega al mas alto grado cuando es una misma la edad de ļos esposos, ó que el hombre tiene de uno á seis años mas, tampoco disminuye siempre que esta diferencia no esceda de 16 años; pero cuando es mayor esta diferencia, ó por otro estremo, el hombre es de ménos edad que la muger, la fecundidad parece llegar al

minimun. Estos resultados son fáciles de probar en cierta manera. Por lo demas, no me he propuesto indicar esta especie de investigaciones con la pretension de profundizarlas, pues aun faltan los datos suficientes.

Mr. Sadler en otra parte de su obra hace conocer el número de niños producidos por los esposos en los pares de Inglaterra, en quienes ha podido determinar la edad al tiempo del matrimonio, pero inscribiendo á la vez todos los matrimonios, fecundos ó no, y contraidos en primeras y segundas núpcias. Ved aquí textualmente sus resultados.

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Se ve aquí que de los 12 á 27 años, la fecundidad de las mugeres va en acrecentamiento. Este resultado parece à primera vista contrario á los que se han obtenido anteriormente; pero conviene advertir que aquí se trata de los matrimonios en general y no como lo hemos supuesto, en matrimonios fecundos en particular. Hemos visto que en esta última hipótesis la fecundidad de las mugeres no varia sensiblemente mas allá de la edad de 26 años. No se puede pues, atribuir la diferencia sino á que muchas mugeres casadas con demasiada anticipacion han quedado estériles. Resulta tambien de los cálculos de Mr. Sadler que los hijos procreados en matrimonios muy tempranos están mas espuestos que otros á la mortandad. Es sensible por otra parte, que el estadístico que ha calculado los cuadros precedentes, con miras particulares, no haya estendido el último mas allá de la edad de 27 años. Tambien es de desear que hubiese hecho conocer la proporcion entre las mugeres fecundas y las estériles, en las diferentes edades en que se han verificado los matrimonios.

A fin de no elegir en una clase privilegiada los individuos que examina Mr. Sadler, ha dado tambien un cuadro de 2,860 casos de partos, observados por el Dr. Granville en muchos de los principales establecimientos de beneficencia de Londres: lo reproduciremos aquí.

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